Marc Canal, un experto en productividad que explica por qué ser optimista con la economía
Los años de bajo crecimiento están quedando atrás a las puertas de una nueva revolución tecnológica. La IA tiene potencial para duplicar el crecimiento anual de la productividad en las economías desarrolladas
En los últimos quince años las economías desarrolladas saltan de crisis en crisis, lo que ha generado cierto agotamiento social. No les falta razón, ya que la productividad, que determina los estándares de vida de cada país, ha crecido a tasas muy bajas. Sin embargo, algo está cambiando. Marc Canal, investigador sénior de McKinsey Global Institute, experto en crecimiento y productividad, explica que hay motivos para el optimismo. En los últimos años, ha analizado las causas de la caída de la productividad en las economías desarrolladas, que básicamente son dos: el final del multiplicador de la revolución informática de los noventa y el parón de la inversión para digerir los excesos de la crisis financiera.
Estos años de bajo crecimiento económico (para algunos, estancamiento secular) están amenazados gracias a los incentivos que están surgiendo a la inversión, entre ellos, el tensionamiento del mercado laboral, el saneamiento de las empresas y, sobre todo, el potencial que ofrece la digitalización y la Inteligencia Artificial (IA). En Estados Unidos ya se observan las primeras señales de aceleración de la productividad, y podrían llegar pronto a Euorpa. Finalmente, hay argumentos para ser optimistas con el futuro económico.
Pregunta. El mundo lleva casi tres décadas con la productividad en declive. ¿Esta tendencia nos debe conducir al pesimismo?
Respuesta. La productividad es el valor añadido que generamos por cada hora que trabajamos, por lo que en el largo plazo determina nuestros estándares de vida. Cuando las economías están menos desarrolladas es totalmente habitual y normal que crezcan mucho más, por efecto catch-up [convergencia], pero cuando se acercan a la frontera es natural que crezcan menos. Es cierto que después de la crisis financiera el crecimiento de la productividad se redujo bastante, aproximadamente la mitad dependiendo de cada economía, pero no creo que eso nos tenga que conducir al pesimismo por la composición de este descenso. La productividad se ha reducido especialmente por las manufacturas, en particular de los productos electrónicos, y por una caída de la inversión.
De lo que estamos hablando es que la revolución tecnológica dio unos frutos muy elevados a finales de los 90 y principios de los 2000 y, con el tiempo, redujo sus resultados. Pero no tenemos por qué asumir que estas tendencias no se puedan revertir en el futuro. Al contrario, la tecnología va por olas y lo que podemos esperar es que venga otra ola tecnológica con la digitalización y la Inteligencia Artificial que impulse la productividad. En EEUU ya estamos viendo que la inversión ha crecido muchísimo, y también el PIB per cápita. Yo soy bastante optimista al respecto, pero es verdad que tenemos que tomar decisiones para que esto se materialice.
P. ¿Estamos dejando atrás los años del estancamiento secular tras la pandemia?
R. Cuando se habla de estancamiento secular es una especie de equilibrio parcial en el que los tipos de interés son muy bajos, la inversión es muy baja y, por tanto, la economía crece poco. Este escenario ya no está tan claro porque los tipos de interés son mucho más elevados. La inversión parece que está empezando a crecer. Y también vemos unos mercados laborales bastante más tensionados que en el pasado, lo que provoca que suban los salarios. Es probable que estemos viendo la salida a ese estancamiento secular, si es que alguna vez lo hubo.
"Es probable que estemos viendo la salida del estancamiento secular, si es que lo hubo"
P. ¿Cómo ha afectado la caída de la inversión al pobre desempeño de la productividad en estas tres últimas décadas?
R. Más o menos la mitad de la caída del crecimiento de la productividad tiene que ver con la menor inversión y eso coincide en buena parte con la crisis financiera. Probablemente este descenso de la inversión tenga bastante que ver con una macroeconomía débil: caída de la demanda, incertidumbre…
P. ¿Y el desapalancamiento de empresas y hogares?
R. Exacto. Esta caída ha sido persistente, pero tras la pandemia vemos que la inversión en EEUU está rebotando bastante. Y con ella, está creciendo tanto el PIB como el PIB per cápita. Probablemente, ese incremento tiene que ver con que su economía está mucho más tensionada y las empresas están más incentivadas a invertir e innovar. Pero también existen oportunidades tecnológicas que las empresas están aprovechando, por ejemplo, las cinco mayores tecnológicas de EEUU han invertido 350.000 millones de dólares en el último año sólo en cloud e Inteligencia Artificial. Este volumen probablemente esté impulsando la inversión en general y la productividad en particular.
P. Esta inversión no se está dando en Europa. ¿Se está quedando atrás?
R. Siempre parece que hay muchas críticas hacia Europa, pero hay que poner en perspectiva que es un lugar donde los estándares de vida son muy elevados. Europa es líder en temas muy importantes como sostenibilidad, inclusión, etc. Sí que es verdad que en temas de competitividad y crecimiento parece que el modelo europeo está un poco bajo presión en ese sentido. En un informe reciente identificamos varios ámbitos en los que Europa tiene que mejorar para seguir mejorando estándares de vida y ser competitiva en el mundo. Son innovación, energía, inversión, economías de escala, tamaño empresarial, cadenas de valor y dependencias extranjeras, talento y regulación.
P. Uno de los problemas que arrastra Europa es la fragmentación. Desde los mercados de capitales hasta el crecimiento de las empresas.
R. Sí. De hecho, esto es uno de los puntos clave, porque las empresas grandes tienen muchas ventajas. Lo primero es señalar que cuando una empresa es más productiva tiende a crecer: no es que las grandes sean más productivas, sino que las más productivas se hacen más grandes. Hay veces que la dirección de la causalidad se confunde. Además, las empresas grandes tienen una serie de ventajas: invertir es más fácil, aumenta la resistencia a los ‘shocks’, tienen más capacidad de formar talento… Europa está muy fragmentada. Parte de ello es por condiciones inherentes de Europa, como puede ser la lengua, pero también hay una parte de fragmentación regulatoria que hace que sea mucho más difícil que una empresa crezca en Europa. Hace muchos años que Europa está hablando de un mercado único, que es una ambición muy positiva pero también muy compleja. Nosotros hemos propuesto una solución que puede ser más factible, una especie de país número 28, lo que hemos llamado un “régimen 28”, que ofrezca una regulación común para todas las empresas que quieran unirse y evitar que existan 27 normativas nacionales distintas.
P. ¿Una especie de distrito federal para la UE?
R. Nosotros lo hemos llamado “régimen 28”, en donde se pueda armonizar una parte de la regulación. Esta solución podría ser más sencilla que unificar todas las normas nacionales. No tenemos ninguna prueba de que funcione o no, pero la idea es que la perfección no nos impida tener un sistema que sea suficientemente bueno.
P. ¿Cómo ve la economía española un investigador joven experto en productividad que ha vivido en el extranjero?
R. España tuvo un periodo de crecimiento de la productividad muy elevado entre los 50 y los 80; el único país que crecía más rápido era Japón. Ese periodo de convergencia le llevó a tener unos estándares de vida muy elevados que creo que sigue teniendo. Pero cuando España se situó cerca de esa frontera de la productividad, el crecimiento ha sido muy limitado. Antes de la crisis financiera, el crecimiento de su productividad era del 0,3% anual y actualmente, al 0,4%. España necesita aumentar la inversión para crecer y también mejorar su composición. España invierte menos que otros países en tecnologías de la información y las comunicaciones y en intangibles. Otro problema de España es que las empresas son más pequeñas, en media, que las europeas y ya no digamos que las americanas.
"España necesita aumentar la inversión para crecer y también mejorar su composición"
España también tiene que invertir en capital humano, porque de ello dependerá la capacidad de absorción de la tecnología. España, que tiene un ‘pool’ de talento muy importante, pero tiene que seguir desarrollándolo y sobre todo, actualizándolo mucho. España tiene también una serie de ventajas en las que apoyarse. En primer lugar, es un país muy atractivo para atraer talento. También tiene muy buena infraestructura, tanto física como digital. Y está conectada a uno de los mercados más grandes, más prósperos y más avanzados del mundo que se llama Europa. España tiene que apoyarse en estas ventajas, algunas inherentes y otras ganadas y centrarse en mejorar la productividad y, por tanto, los estándares de vida.
P. En los últimos 25 años hay una serie de países en el mundo que no han sido capaces de incorporarse al crecimiento, a los que no ha llegado la convergencia. Muchos de los cuales están atascados en la pobreza.
R. Sí, en el último informe clasificamos a los emergentes en tres grupos, el carril rápido, medio y el lento. En el primero la productividad ha crecido bastante rápido y han conseguido converger. Hablamos de algunos de los sospechosos habituales, como puede ser China, India, pero también muchas otras economías como Vietnam, Bangladesh, Europa del Este o Ruanda. En el extremo opuesto está el carril lento, en el que hay 30 países que tienen unos 1.400 millones de personas y que no han estado convergiendo con las economías avanzadas. En buena parte están en África Subsahariana y Latinoamérica. Obviamente, hay mucha heterogeneidad en estos países, pero en general tienen una serie de características comunes. Una es que son países en los que la inversión ha crecido muchísimo menos. En las economías emergentes la inversión suele tener un peso en el PIB de entre el 20 y el 40%, pero en estos países es muy inferior.
Otro punto en común es cómo se han urbanizado estas economías. Un informe del Banco Mundial señala que hay dos formas básicamente de urbanizarse, como pirámides o como tortitas. Cuando un país se urbaniza de forma densa, genera una serie de economías de aglomeración que provocan sinergias de conocimiento muy positivas. En cambio cuando se urbanizan en forma de tortita es menos eficiente.
P. ¿El desarrollo pasa necesariamente por la industrialización de los países?
R. Se suele pensar mucho en que es que la convergencia se debe a las manufacturas. Que hay que seguir los pasos de Corea. Pero lo que vemos es que hay países del carril rápido que han conseguido crecer aumentando la complejidad de su producción o exportando más servicios. Si se mira la producción de servicios de las economías del carril rápido vemos que ha crecido muchísimo.
P. Vemos la Inteligencia Artificial como la gran esperanza para dar otro salto de productividad, pero lo mismo pensábamos con las puntocom y el crecimiento no ha sido tal. ¿Crees que la IA tiene potencial para generar una nueva ola de productividad?
R. En primer lugar, creo que hablamos mucho de IA, pero hay muchísimas otras cosas que son parte de esta potencial revolución tecnológica, que no son solo IA. Por ejemplo, la digitalización de procesos. Una cosa que nos enseña la historia es que las revoluciones tecnológicas tardan un tiempo en impactar en la productividad. En cuanto a la IA, yo creo que tiene visos de ser lo que llamamos general purpose technology [tecnología de uso generalizado]. Nosotros estimamos que en los países avanzados puede aumentar la productividad entre 0,2 y 0,7 puntos al año. Esto es bastante comparado con cualquier otra tecnología. Pero no deberíamos esperar que el cambio se produzca de forma inmediata porque las tecnologías tardan un poco de tiempo en generar impacto.
"La IA puede elevar el crecimiento de la productividad entre 0,2 y 0,7 puntos"
P. ¿Cómo afecta el envejecimiento a la productividad?
R. Lo primero es decir que el aumento de la esperanza de vida es una muy buena noticia. Pero ¿son las personas mayores menos productivas? Esta es una pregunta bastante interesante porque creo que tendemos a asumir que sí, y no es nada obvio. Incluso la investigación realizada al respecto no es muy concluyente. Por un lado, las personas mayores sí que tienen más adversidad al riesgo y son menos innovadoras, pero también tienen mucha más experiencia. Y la productividad en la sociedad del conocimiento es fundamental. La mayoría de estudios que hay ahora obtienen resultados variados, pero sí que nos dicen que en general una población más envejecida en media parece que impacta negativamente la productividad.
P. Aunque los trabajadores sénior puedan ser menos productivos, el gran crecimiento de las jubilaciones está reduciendo las tasas de paro, lo que podría suponer un incentivo a la inversión de las empresas.
R. Sin duda está muy relacionado. Un mercado laboral con bajas tasas de desempleo incentiva a las empresas a invertir en tecnología y en las capacidades de sus trabajadores para conseguir que sean más productivos. Otra cuestión importante es que la IA y la digitalización están reduciendo la carga física de algunos trabajos, lo que puede alargar la vida laboral.
P. ¿Cómo afectará al crecimiento la fragmentación del comercio global por cuestiones geopolíticas?
R. Un comercio global más fragmentado probablemente reducirá un poco el crecimiento por una asignación de recursos menos eficiente. Pero esta reasignación del comercio también genera una serie de oportunidades. Tenemos muy buenos ejemplos que ya han estado aprovechando cierta reasignación del crecimiento global, como puede ser Vietnam o México.
En los últimos quince años las economías desarrolladas saltan de crisis en crisis, lo que ha generado cierto agotamiento social. No les falta razón, ya que la productividad, que determina los estándares de vida de cada país, ha crecido a tasas muy bajas. Sin embargo, algo está cambiando. Marc Canal, investigador sénior de McKinsey Global Institute, experto en crecimiento y productividad, explica que hay motivos para el optimismo. En los últimos años, ha analizado las causas de la caída de la productividad en las economías desarrolladas, que básicamente son dos: el final del multiplicador de la revolución informática de los noventa y el parón de la inversión para digerir los excesos de la crisis financiera.
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