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El drama de la productividad en España: tres décadas perdidas y sin señales de mejora
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Un problema que se ha enquistado

El drama de la productividad en España: tres décadas perdidas y sin señales de mejora

España se ha alejado de la media de países desarrollados en renta per cápita desde mediados de los noventa, pero no parece un reto prioritario para los partidos políticos

Foto: La desindustrialización y los problemas de productividad. (EFE/Ismael Herrero))
La desindustrialización y los problemas de productividad. (EFE/Ismael Herrero))
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Desde el año 1995 hasta la actualidad, España ha perdido casi un 18% de productividad respecto a la media de los países desarrollados (OCDE). El país, que había experimentado una rápida convergencia hacia los niveles de los países más avanzados desde la década de los sesenta, de pronto empezó a perder posiciones en un proceso que todavía no ha terminado.

Según los cálculos de Ángel de la Fuente y Rafael Doménech, publicados recientemente por BBVA Research, desde mediados de los noventa el crecimiento experimentado por España fue consecuencia, principalmente, del incremento de la tasa de ocupación. Esto fue consecuencia de la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral, así como del alargamiento de la vida laboral y la entrada de inmigrantes. Sin embargo, el crecimiento del empleo acumulado en este periodo por encima de la media de los países desarrollados vino acompañado de un descenso de la productividad por ocupado. Esto es, el crecimiento logrado desde los noventa ha sido cuantitativo (por el incremento de la ocupación), pero no cualitativo (por mejoras en los procesos productivos).

España arrastra graves problemas de productividad que impiden su convergencia hacia los niveles del resto de países desarrollados. Una vez agotado el impulso de la entrada de las mujeres y de los inmigrantes, el país carece de herramientas para seguir aproximándose al resto de economías avanzadas. Si no se consiguen incrementos sostenidos de la productividad, es el final de la convergencia para España.

Un estudio reciente del catedrático Rafael Myro (aquí puede consultar la entrevista realizada por este periódico) muestra que la productividad real ha caído un 0,5% cada año de media desde 2001 hasta 2019. Solo la acumulación de capital humano consigue elevar mínimamente la productividad, aunque el crecimiento es inferior al 0,05% anual. El estudio, que compara a España con Francia, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos, muestra cómo es el peor país de todos con una gran diferencia. España se ha quedado atrás en las últimas décadas.

"La evolución negativa de la productividad total de los factores tiene dos causas", explica Myro, "la primera es la ausencia de un cambio profundo del modelo productivo desde el capital tangible al capital humano, y sobre todo, al intangible. La segunda es la ineficiencia en la asignación de los recursos". Este reto exige un replanteamiento del modelo productivo de España y también de la gestión que hacen de la economía tanto las empresas como las administraciones públicas. A lo largo del artículo se irán desgranando estos problemas.

Todo cambió en los noventa

España logró una rápida convergencia hacia las economías más avanzadas desde los sesenta hasta los noventa. Fueron los años del milagro español, que se consiguió a base de inversión en capital físico y humano, pero también con una transformación del modelo productivo. Hasta ese momento, España era un país eminentemente rural y poco industrializado, pero desde entonces vivió un rápido desarrollo que culminó con la entrada en la Unión Europea. Sin embargo, en la segunda mitad de los noventa se produjo un cambio muy relevante: el país siguió creciendo rápidamente gracias a la acumulación de enormes cantidades de capital físico procedentes del exterior y de la bajada de los tipos de interés. Se comenzó a fraguar la gran burbuja inmobiliaria.

En esos años, la trayectoria de la productividad fue opuesta a la del PIB. El país crecía rápidamente por la inversión, pero lo hacía con una asignación muy ineficiente de sus recursos, que ni siquiera cubrían el capital invertido. Según los cálculos de De la Fuente y Doménech, la productividad de España se desplomó un 17% respecto a la media de la OCDE desde 1995 hasta 2008. La burbuja inmobiliaria permitió al país crecer muy rápidamente apoyándose en actividades improductivas que fueron la condena del país a largo plazo.

Esta estrategia fue diseñada por una administración pública deficiente (y corrupta en muchos casos) y por un tejido empresarial mal formado y avaricioso. Problemas que se extienden hasta el día de hoy. La enorme cantidad de capital extranjero que llegó a España no se canalizó hacia los sectores más productivos, sino hacia uno de los más improductivos: el inmobiliario. Fue una decisión empresarial auspiciada por los poderes públicos. De hecho, muchas empresas de sectores que nada tenían que ver con el ladrillo optaron por invertir en terrenos o inmuebles esperando que se revalorizaran. A finales de los noventa, Estados Unidos ya estaba apostando por la digitalización (burbuja de las puntocom) y el capital intangible, lo que ha cimentado su éxito actual. Pero España estaba inmersa en un ciclo mucho más terrenal: el ladrillo.

Foto:  Un hombre mueve cajas en un almacen. (iStock)

Myro explica que la mala asignación de los recursos que se produjo durante más de una década tiene tres causas. La primera es que el capital para la inversión inmobiliaria se abarató rápidamente por la expectativa de revalorización de estos activos. La banca hizo una mala gestión de sus inversiones y del riesgo apoyándose también en las enormes subvenciones e incentivos fiscales que establecieron los distintos gobiernos para la inversión inmobiliaria (incluyendo deducciones en el IRPF).

La segunda es que los recursos se dirigieron hacia las empresas más saneadas y con más colaterales que ofrecer a los bancos. En muchos casos eran ya empresas maduras y poco productivas. No hubo una apuesta por las empresas innovadoras, lo que provocó que se quedaran al margen de la burbuja.

Por último, hubo mucho clientelismo y corrupción durante esos años. El capital se abarató especialmente en las empresas mejor relacionadas con el poder, lo que provocó concentración de recursos en actividades improductivas. "En ausencia de clientelismo, la PTF habría crecido en el período citado a una tasa media anual del 2,4 por ciento, en lugar de reducirse a una tasa del 0,7 por ciento", sentencia Myro. Durante esos años España perdió rápidamente posiciones en los rankings internacionales de calidad institucional, el problema es que este deterioro todavía se mantiene.

Mejorar la gobernanza

La productividad de la economía española no ha estado en el centro de las políticas públicas desde hace décadas. Solo la creación de los fondos Next Generation EU a nivel comunitario va en la dirección de transformar el tejido productivo, pero es una iniciativa a nivel europeo que muchos países están boicoteando con sus reformas. Como es el caso de España.

La inversión pública ha desaparecido por el peso creciente del gasto público corriente, en especial las pensiones. Y tampoco hay administraciones capaces de liderar al sector privado para innovar. Los problemas del PERTE del vehículo eléctrico son la mejor prueba de que el Gobierno no consigue activar al sector privado ni siquiera cuando dispara con pólvora europea.

Foto: Una fábrica de Valencia. (EFE/Kai Forsterling) Opinión

Para potenciar la productividad es imprescindible "incrementar de forma intensa la acumulación en capital humano e intangible, proceso que el sector público debe incentivar y favorecer, dadas sus importantes externalidades", explica el catedrático. Estas inversiones generan unas externalidades que exceden a las propias empresas: por ejemplo, formar a los trabajadores genera un efecto positivo en todo un sector porque posteriormente se mueven a otras empresas. De ahí que el sector público deba impulsarlas para conseguir un nivel de inversión óptimo que nunca conseguirá alcanzar el sector privado.

Este proceso debe ir acompañado de un cambio en el modelo productivo del país, priorizando la industria manufacturera y los servicios innovadores y de alto valor añadido. Un estudio de CaixaBank Research, compara el diferencial de productividad de Alemania con España en el año 2019. Esta brecha es del 28%, cinco puntos peor que hace una década.

"La productividad de España sería un 15,9% más alta si tuviera la especialización productiva de Alemania"

La mitad de esta diferencia se explica por la composición sectorial de la economía española, con poca industria y mucha hostelería y comercio. "Estimamos que la productividad de la economía española sería un 15,9% más alta si tuviera la especialización productiva de Alemania", explican Judit Montoriol y Erik Solé, autores del estudio. La otra mitad de la brecha se explica porque la productividad dentro de cada sector es más baja en España.

Los gobiernos de las diferentes administraciones tienen un amplio margen de mejora en el diseño de las políticas públicas para mejorar la productividad. Pero también la gestión empresarial deja mucho que desear. De hecho, la gran caída de la productividad en España, descontada la acumulación de capital tangible, intangible y humano, es consecuencia de la mala calidad organizacional del tejido productivo. En palabras de Myro, se necesita "crear una verdadera cultura empresarial e industrial y aumentar la sofisticación en los negocios".

Se necesita "crear una verdadera cultura empresarial e industrial y aumentar la sofisticación en los negocios"

El capital humano ha mejorado drásticamente en España en este período gracias a la formación. Sin embargo, todavía quedan en el país grandes bolsas de desempleo vinculadas con la inaplicabilidad de una buena parte de la población, que necesita recualificación. Pero hay otras políticas que pueden ayudar a conseguir ganancias de productividad, como es la reducción de la jornada laboral.

La tendencia de los países más productivos va en dirección a la reducción paulatina del tiempo de trabajo. Lo mismo ocurre con los empleados a tiempo parcial, que habitualmente son más productivos que sus compañeros a tiempo completo. Esta medida ayudaría a conseguir un aumento de productividad, pero si se adopta sin una reforma del desempleo que incentive la búsqueda de un trabajo y recualifique a los parados, será imposible lograr un avance sostenido.

Desde el año 1995 hasta la actualidad, España ha perdido casi un 18% de productividad respecto a la media de los países desarrollados (OCDE). El país, que había experimentado una rápida convergencia hacia los niveles de los países más avanzados desde la década de los sesenta, de pronto empezó a perder posiciones en un proceso que todavía no ha terminado.

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