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Valerie Trouet, la científica que lee el fin de las civilizaciones en los árboles: "El cambio climático es un factor decisivo"
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Entrevista

Valerie Trouet, la científica que lee el fin de las civilizaciones en los árboles: "El cambio climático es un factor decisivo"

La científica belga, una de las más reputadas en el campo de la dendrocronología, disciplina que estudia los cambios ambientales a través de los anillos de crecimiento de los árboles, hablará este viernes en el Hay Festival Segovia

Foto: La paleoclimatóloga belga Valerie Trouet. (Contacto Photo/New York Times/Adriana Zehbrauskas)
La paleoclimatóloga belga Valerie Trouet. (Contacto Photo/New York Times/Adriana Zehbrauskas)

¿Pueden los anillos de crecimiento de los árboles, esos que sirven para saber la edad del ejemplar, contarnos por qué en 1644 desapareció la dinastía Ming, una de las más gloriosas no solo del pasado de China, sino de la historia universal? ¿Puede un trozo de madera ayudarnos a predecir qué será de nosotros en un futuro? Sí. Valerie Trouet es investigadora en la Universidad de Arizona, paleoclimatóloga —estudia el clima de la Tierra a lo largo de la historia— y una de las dendrocronólogas —analiza ese mismo clima a través de los anillos de crecimiento de los árboles— más reputadas.

Trouet, autora de Escrito en los árboles: la historia del mundo contada en anillos (Crítica, 2021), descubrió en 2018 en un estudio llevado a cabo junto a la barcelonesa Raquel Alfaro Sánchez que entre los años 1568 y 1634, los trópicos se desplazaron hacia el norte, lo que coincidió con sequías extremas y al mismo tiempo con el declive del Imperio otomano, la desaparición de la dinastía Ming y el abandono, después de que el 80% de su población muriese de hambre y de diversas enfermedades, de Jamestown, la primera colonia inglesa en suelo estadounidense. ¿Coincidencia? No. "Nuestros resultados sugieren que el cambio climático fue uno de los factores decisivos en estas disrupciones sociales", explicó Trouet entonces. Cinco años después, la investigadora belga participará este viernes 14 de septiembre en el Hay Festival Segovia, en una conversación junto a Vincent Doumeizel —experto en algas desde el punto de vista de la agroalimentación, la medicina y la climatología— y el ornitólogo David Lindo.

Foto: Nacho Cardero (d) y Juan Soto Ivars. (J. L./S. B.)

Este fin de semana las inundaciones han arrasado Libia. De momento hay más de 6800 muertos y 10.000 desaparecidos. Barrios enteros borrados por el agua. Son las riadas más mortíferas en lo que queda de verano, pero no las únicas. En estos últimos meses el mundo ha visto cómo, primero, Europa sufría una ola de calor para luego ver cómo el agua anegaba pueblos y ciudades en España, en Grecia y en Escandinavia. Estados Unidos también ha visto cómo ciudades como Nueva York amanecían desbordadas. En Taiwán, China y Hong Kong han sufrido el paso del supertifón Saloa, uno de los más agresivos de los últimos años. En Hawái han muerto al menos 115 personas a causa de los incendios que han arrasado la isla de Maui. A principios de agosto, Portugal vivió 14 incendios al mismo tiempo. Las proporciones y la frecuencia de las catástrofes naturales se ha incrementado en los últimos años de forma crítica.

placeholder Bomberos y voluntarios luchan contra un incendio al sur de Grecia en 2018. (EFE/Vassilis Psomas)
Bomberos y voluntarios luchan contra un incendio al sur de Grecia en 2018. (EFE/Vassilis Psomas)

"Nosotros estudiamos el pasado, pero si queremos hacer predicciones futuras utilizamos modelos: nunca podemos saber exactamente lo que va a ocurrir. Hay muchas incertidumbres en el sistema climático, pero lo que sabemos con certeza es que si seguimos llenando la atmósfera de dióxido de carbono, la atmósfera se calienta y se produce el efecto invernadero, una ley física que conocemos desde 1850", explica Trouet a El Confidencial. "Si esto ocurre, provoca olas de calor y la subida de la temperatura global. Hay inviernos menos fríos. Con las temperaturas más elevadas aparecen las sequías: la misma cantidad de lluvia en un contexto más caluroso, mayor parte de agua se evapora. Es así de simple. Con las sequías y las temperaturas más altas aumentan los incendios. Es todo muy lógico. El calentamiento global, las sequías más extremas, el mayor número de incendios son consecuencias fáciles de entender".

"Luego hay que sumarle que, si el aire es más cálido, puede guardar más cantidad de agua, lo que provoca que, cuando llueve, llueva con mucha más fuerza", continúa. "Es decir, tendremos, por un lado, sequías extremas y, por otro, lluvias torrenciales. Lo que se traduce en inundaciones. También los huracanes se hacen más violentos. Es decir, hay más variabilidad y fenómenos más extremos. Esto es complicado para una sociedad que está construida basándose en condiciones promedio".

"Si el aire es más cálido, puede guardar más cantidad de agua, lo que provoca que, cuando llueve, llueva con mucha más fuerza"

Pero ¿cómo pueden ayudarnos los anillos de los árboles a conocer las condiciones climáticas del pasado para hacer predicciones para el futuro? "Desde niños, se nos cuenta que los árboles tienen anillos que se crean cada año y que si los cuentas te dan una idea aproximada de cuántos años tiene el árbol", explica Trouet. "Pero no todos los años los anillos son iguales: algunos anillos son más anchos, algunos son más estrechos. Y un factor que determina cómo de ancho o cómo de estrecho es un anillo son las condiciones climáticas de aquel año".

Si es un año húmedo, los anillos de los árboles serán más anchos; si ha sido un año seco, los árboles no recibirán suficiente agua y los anillos serán estrechos. No solo se puede determinar la edad del árbol, sino el tiempo que hizo cada año en la zona en la que creció el árbol. Se puede extraer información de la anchura del anillo, pero también de la densidad o del contenido químico de la madera del árbol. "Muchos de mis compañeros analizan los isótopos estables del carbono y del oxígeno", puntualiza.

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Coches abandonados en la autopista de Queens, en Nueva York. (Reuters/Brendan)

Sin embargo, el árbol vivo más antiguo de Europa datado hasta el momento tiene 1.075 años. Es un pino bosnio encontrado en 2015 en el norte de Grecia y bautizado como Adonis. En otras partes del mundo hay árboles todavía más antiguos: el árbol vivo más antiguo del mundo es Matusalén, un pino Bristlecorne que tiene alrededor de 5.000 años y se encuentra en California. "La antigüedad de un árbol depende en parte de la genética —hay especies que viven más tiempo que otras—; otra parte depende, por ejemplo, de que en Europa se ha utilizado mucho más la madera para, por ejemplo, construir, y es un continente que ha estado muy densamente poblado desde hace mucho tiempo. Los romanos ya usaban la madera, pero en Estados Unidos se empezó a usar mucho más tarde", cuenta Trouet.

Pero ¿a través de los árboles tan solo podemos volver 5.000 años atrás? No. "Lo bueno es que la información también se puede extraer de la madera incluso después de la muerte del árbol. En algunos lugares, árboles que han crecido en zonas muy altas donde el clima es muy seco y donde no hay casi insectos ni hierba se pueden preservar durante miles de años después de su muerte. Si te encuentras un árbol que murió hace 2.000 años y que tenía 5.000 años, te da la información de hace 7.000 años. Podemos estudiar los anillos de la madera arqueológica. En la Edad Media, las catedrales y la mayoría de edificios estaban hechos de madera. Se puede utilizar la dendrocronología para datar esos árboles y extraer la información". La cronología más antigua que se ha extraído de la madera es de hace más de 12.000 años. "Eso es mucho tiempo. Pero también puedes sacar información todavía más antigua de dentro del hielo de Groenlandia, por ejemplo. Puedes analizar las capas del suelo, el contenido de las burbujas de aire. Y eso te puede llevar hasta un millón de años atrás".

Foto: Sally Helgesen. (Getty/WireImage/Marla Aufmuth)

A partir de roble y pino en Alemania, los científicos han conseguido retrotraerse 12.000 años. "Primero, han utilizado árboles vivos de alrededor de 500 años. Después, han utilizado madera de árboles muertos, que te llevan otros 800 años atrás. Luego, madera de edificios históricos, construidos en la Edad Media. Y así vas yendo cada vez más atrás en el tiempo", desvela Trouet. "El último paso sería utilizar madera fósil. Cuando la madera se preserva debajo del agua —en lagos o en sedimentos, por ejemplo— y no hay oxígeno con el que tener contacto, se puede conservar durante miles de años y puedes leer los anillos mucho más atrás en el tiempo".

"Conocemos el año exacto al que pertenece cada anillo y podemos saber cuál era el clima en la zona en un año concreto", continúa. "Esa información la puedes comparar con eventos históricos, especialmente en Europa, cuya historia se ha registrado de forma muy detallada y puedes saber, por ejemplo, que el clima de la época romana era más bien frío e inestable. Nunca puedes decir que el cambio climático causó la caída del imperio romano, pero sí puedes pensar en cómo este clima inestable pudo contribuir a la caída del Imperio Romano. En el caso del Imperio maya está muy claro: hubo una sequía muy importante", determina. "También si ves que, por ejemplo, en una zona se construyeron muchos edificios en los años 1180, 1190, 1200 y luego ya no se construyen más, puedes interpretar que la gente se desplazó a otro lugar, por ejemplo. Si a la vez puedes estudiar cómo era el clima en ese momento y ves que justo cuando la población se marchó de esa zona coincide un periodo de sequías extremo, puedes sacar conclusiones". La edad de oro de la piratería, por ejemplo, coincidió con una época en la que apenas hubo huracanes.

El árbol vivo más antiguo de Europa datado hasta el momento tiene 1.075 años. Es un pino bosnio encontrado en 2015 en el norte de Grecia

Trouet consiguió su doctorado en 2004 y desde 2006 se ha especializado en el cambio climático. "La gran diferencia entre cómo se abordaba el cambio climático antes y cómo se aborda ahora es que antes se hacía principalmente desde la teoría —experimentos, modelos, simulaciones que utilizábamos para advertir del cambio climático, algo que se venía haciendo desde los años noventa—, pero no estaba ocurriendo ya. Ahora sí. El cambio climático está aquí. Las olas de calor en España, las lluvias torrenciales, los incendios en Hawái, las inundaciones en Escandinavia, en Grecia. Todo ha ocurrido en unas semanas. Se ha convertido en una emergencia", advierte. "Pero también se ha convertido en trabajo más difícil para los científicos, porque tenemos que estudiar todos estos fenómenos al mismo tiempo que están ocurriendo y preguntarnos el porqué. Estamos en un territorio desconocido del que no hay precedentes. Tenemos que estudiar los fenómenos al tiempo que están ocurriendo. Y la gente quiere respuestas enseguida: ¿por qué se está incendiando Hawái? ¿Es por culpa de El Niño? Pero no tenemos tiempo para contestar tan rápido y necesitamos tiempo para entender cómo funciona el sistema climático en su totalidad para dar estas respuestas". Trouet advierte de que las condiciones climáticas que vivimos hoy no tienen referentes similares en los miles de años previos que han sido objeto de su estudio.

Entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre se celebrará en Dubái (Emiratos Árabes Unidos) la Cumbre del Clima de Naciones Unidas de 2023 (COP28), el primer balance global del Acuerdo de París. "No creo que sea imposible poner de acuerdo a todos los países: conseguimos los acuerdos de París 2015, que fueron monumentales", celebra Trouet. "E incluso si no todos los países están cumpliendo lo firmado, el impacto en el sector privado ha sido inmenso, en cuestiones de innovación y de seguir adelante con la transición ecológica no debe infravalorarse. No nos estamos moviendo lo suficientemente rápido, pero nos estamos moviendo, como una comunidad global".

Foto: El arquitecto Ben van Berkel. (ContactoPhoto/Zuma Press/Robin Utrech)

Trouet también es optimista respecto a la corriente negacionista del cambio climático. "No creo que sean más, sino que se les está dando más voz", defiende. "Desde el principio hemos tenido que lidiar con el negacionismo, pero antes solo les escuchábamos los científicos. Ahora todo el mundo les presta atención. Todo el mundo hoy en día está al tanto del cambio climático, así que vale que puede haber más negacionistas del cambio climático, pero es porque hay más gente interesada por el cambio climático. Creo que es casi lógico que cuando un problema crece y, además, se politiza —las compañías petroleras, por ejemplo, se sienten amenazadas por la transición ecológica y van a utilizar su poder para generar confusión y negar la evidencia—, que aparezcan negacionistas. Pero no diría que son peores que los que había al principio".

"El cambio climático está aquí. Las olas de calor en España, las lluvias torrenciales, los incendios en Hawái, las inundaciones en Grecia..."

La gran pregunta del millón para los gobiernos y las empresas es si economía y ecología son compatibles. "Para mí tienen que serlo. Y creo que otro aspecto que no se subraya lo suficiente son las ventajas económicas de la transición ecológica. Las empresas van a ser mucho más productivas una vez que dejen de depender de los combustibles fósiles. Pero, para ponernos al mismo nivel, toda la tecnología, toda la protección de la naturaleza que necesitamos para hacer posible esta transición, para hacer esto accesible para todo el mundo, necesitamos mucho dinero. Y como necesitamos que ocurra rápido, necesitamos más dinero aún. Y necesitamos adaptarnos al cambio climático que está ocurriendo ya, así que necesitamos todavía más dinero. Necesitamos que la economía crezca para poder hacer frente a esta transición, lo más rápido posible y lo más globalmente posible. Y eso lo saben muchas compañías que están invirtiendo mucho en esta transición, porque además de que les preocupe el planeta, también entienden el beneficio económico que obtienen. Entienden que si dejan de depender de los combustibles fósiles consiguen beneficios no ya como sociedad, sino como empresa. Los combustibles fósiles extractivos son terribles, no solo para el clima, sino para la salud, la justicia social… Desprendernos de ellos es lo más beneficioso que podemos hacer".

¿Pueden los anillos de crecimiento de los árboles, esos que sirven para saber la edad del ejemplar, contarnos por qué en 1644 desapareció la dinastía Ming, una de las más gloriosas no solo del pasado de China, sino de la historia universal? ¿Puede un trozo de madera ayudarnos a predecir qué será de nosotros en un futuro? Sí. Valerie Trouet es investigadora en la Universidad de Arizona, paleoclimatóloga —estudia el clima de la Tierra a lo largo de la historia— y una de las dendrocronólogas —analiza ese mismo clima a través de los anillos de crecimiento de los árboles— más reputadas.

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