El sexo como forma de espionaje es más viejo que el hilo negro
Agencias de servicios secretos como la Securitate, la Stasi o la KGB han utilizado 'romeos' y 'gorriones' para infiltrarse y sacar información de los grupos enemigos desde siempre
No, las activistas de la CUP cameladas por un policía camuflado que se infiltró en ese grupo no han sido las primeras, y sin duda no serán las últimas. El sexo siempre ha sido un arma poderosa en el espionaje.
“La Securitate trató activamente de reclutar hombres para que intimaran conmigo como una forma de averiguar lo que hacía realmente. A los recepcionistas masculinos de los hoteles donde me hospedé, entre otros, a menudo les instaban a acercarse a mí y varios lo intentaron. Entonces no me podía imaginar cuántos de los que se me insinuaban sexualmente lo hacían porque les atraía realmente, pero debería habérmelo preguntado, porque resultaron ser muchos. Así, la Securitate podía colonizar mi sexualidad para cercar mi mundo”.
Una de las sorpresas que se encontró Katherine Vérdery cuando accedió a los documentos e informes que sobre ella tenía la Securitate rumana del dictador Ceaucescu fue que su activa vida sexual en los setenta y los ochenta no solo fue fruto de su gran atractivo, sino también de las labores de vigilancia de la policía represiva del régimen —K. Vérdery, My Life as a Spy: Investigations in a Secret Police File—. No era tampoco demasiado extraño porque esos recepcionistas habrían sido cuervos, según el argot de la Guerra Fría empleada por la KGB soviética, que fue la más profusa en utilizar el método. Gorriones, para el caso femenino.
Por esas mismas fechas, tras un escándalo sexual que involucró a marines de EEUU en los ochenta en la embajada de EEUU en Moscú, el portavoz del Kremlin, Gennadi Gerasimov, expresó: “A veces se dice que hay rojos debajo de cada cama. Tal vez este dicho debería modificarse”.
Después de que cinco activistas de la CUP hayan denunciado al policía infiltrado de abusos por haberse acostado con ellas habiendo ocultado su identidad, engañándolas durante todo ese tiempo en la cama y fuera de ella, surge, entre chascarrillos, por un lado, e indignación, por otro, la realidad de un método utilizado por los servicios de espionaje y la policía secreta de forma generalizada, sobre todo a partir de la creación de los servicios secretos modernos durante la Segunda Guerra Mundial. Fingir amor y sexo a cambio de mantener un personaje consistente que permita seguir infiltrado, de un chantaje o para obtener subrepticiamente información del enemigo. Las múltiples facetas de un mismo mundo de engaño.
En la URSS existía por ejemplo la Escuela Estatal N.º 4, que bajo ese anodino nombre entrenaba activamente a jóvenes rusas en las artes del engaño y la recompensa sexual y afectiva para obtener información política de occidente. Lo que denominaron gorriones: agentes femeninas de la KGB con la misión de usar sus artes de seducción.
Lo retrató el ex agente de la CIA y escritor Jason Mathews en su trilogía
¿Cuáles eran los objetivos de esta técnica tan vieja? Cualquiera: hombres y mujeres, solteros y parejas casadas, jóvenes y viejos, homosexuales y heterosexuales, agregados militares y periodistas, guardias de seguridad y embajadores. En una era en la cual los métodos de vigilancia y espionaje, como son los tecnológicos, han seguido avanzando, al final siempre funciona el truco más viejo del mundo.
Katherine Verdéry, por ejemplo, era profesora de Antropología en la Universidad Johns Hopkins, de EEUU, a quien la Securitate confundió con espía en sus viajes por Transilvania para documentar y estudiar la colectivización y no respondía a ese otro canon célebre durante la Guerra Fría de secretaria necesitada de emociones. Tal y como lo describió Carmen Posadas en su obra
El policía infiltrado en la CUP, un 'romeo'
Al final, el policía infiltrado en Cataluña ha acabado por recordar, precisamente, a ese esquema que respondía a la estrategia Romeo empleada por la RDA, aunque no parezca tan elaborado. El artífice de la red Romeo, Markus Wolf, aseguró que no habría previsto nunca la cantidad de información que obtuvieron de la RFA con la simple táctica de proporcionar a las secretarias del gobierno una historia romántica y de sexo cuando la mayoría de los agentes estaba felizmente casados en Alemania, un doble engaño, devastador para cualquiera.
La estrategia Romeo comprometió en los setenta y los ochenta gravemente a varias instituciones de la RFA como la policía, el cuerpo diplomático e incluso la Iglesia alemana. En muchos casos, las secretarias y funcionarias del estado acababan siendo conscientes, por supuesto, de la actividad de sus amantes, pero estaban demasiado enamoradas para dejarlos. Algunas incluso exigieron casarse con ellos, aunque fue lo menos habitual, ya que el extenso papeleo que requería podía poner en riesgo la operación. Muchas de ellas fueron descubiertas, acusadas de espionaje y condenadas.
Profumo se vio envuelto en una 'honey trap': una atractiva mujer que se acerca a un político y compromete su carrera con sus revelaciones
La KGB hizo lo propio tanto con sus gorriones femeninos, que eran típicamente campesinas a las cuales se les instruía en ciertas escuelas. “Según han revelado algunas de las que lograron escapar de sus rigores, el reclutamiento de alumnas se hacía en aquellos años de la Guerra Fría entre muchachas campesinas de aldeas humildes, eligiendo a las más guapas y también a las más sumisas. A los padres se les explicaba que sus hijas habían tenido la fortuna de ser seleccionadas por las autoridades de Moscú para convertirse en funcionarias de élite, pero que, al tratarse de un programa secreto, durante un tiempo no podrían comunicarse con ellas, ni siquiera por carta”, escribe Carmen Posadas en Licencia para espiar.
Por supuesto, la realidad era otra e incluía el visionado de cintas pornográficas y la instrucción por parte de agentes de la KGB. Las embajadas de los países occidentales dentro de la URSS estaban plagadas de estas relaciones fomentadas por el servicio secreto soviético, que además también empleó a los cuervos en el exterior, como es el caso en el célebre caso Profumo, así conocido por tener como protagonista al ministro de la Guerra de Reino Unido, John Profumo.
El escándalo sacudió los cimientos del gobierno de Harold McMillan en 1963, cuando se descubrió la relación extra marital del ministro de Defensa con Christine Keeler, una bailarina de streaptease que a su vez mantenía relaciones con Yevguev Eugene Ivanov, el oficial agregado naval de la marina en la embajada de la URSS —uno de los cuervos rusos—. Profumo se vio envuelto en lo que se llamaba honey trap, una operación repetida una y mil veces: una atractiva mujer que se acerca en este caso a un alto representante político y compromete su carrera con sus revelaciones.
'Rojos' debajo de cada cama
En el caso de los gorriones soviéticos, destacó la bailarina y actriz Larissa Krongberg- Soboleskaya, a quien reclutó el KGB para espiar al embajador francés en Moscú, Maurice Dejean, en 1955. Larissa, que no había tenido papeles destacados en el cine, estaba en el apogeo de su belleza y, siguiendo con el consabido esquema de Lublyanka —la sede central de la KGB en Moscú—, se las arregló sin mucha dificultad para introducirse en su cama. El objetivo era tan sencillo como tener sexo con él para posteriormente chantajearle a cambio de que Maurice Dejean revelase secretos. Como diría más tarde el diplomático soviético Gennadi Gerasimov, había “rojos debajo de cada cama”.
En las misiones diplomáticas extranjeras en Moscú ese dicho se cumplía con bastante asiduidad. El caso de Dejean se destapó cuando el desertor ruso Yuri Krotkov expuso la operación que había sido diseñada por el general de la KGB Oleg Kribanov, según uno de los historiadores expertos en la materia, Nigel West, autor de Historical Dictionary of Sexpionage.
Hay cientos de casos durante la Guerra Fría, tanto entre hombres como mujeres, romeos y gorriones, utilizados para la clásica trampa del chantaje como para obtener información continuadamente de los oficiales seducidos, como fue el célebre caso de la bailarina y actriz Mata-Hari durante la Primera Guerra Mundial. Mientras, en Rumanía, a finales de los setenta, la profesora de antropología Katherine Vérdery exhibía así sus sentimientos: “Durante esa época me encontré apegada emocionalmente a un número mucho mayor de personas de lo que habría sido en mi vida normal en EEUU. Aunque siempre he tenido una propensión a desarrollar vínculos fuertes, durante mi trabajo de campo y especialmente a mediados de la década de 1980, noté que desarrollé una promiscuidad emocional sin precedentes, aunque solo una parte fuera sexual”, sostiene K. Vérdery en My Life as a Spy: Investigations in a Secret Police File.
Al final resulta bastante asqueroso en cualquier caso, ya fueran gorriones o romeos.
No, las activistas de la CUP cameladas por un policía camuflado que se infiltró en ese grupo no han sido las primeras, y sin duda no serán las últimas. El sexo siempre ha sido un arma poderosa en el espionaje.
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