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Españoles en el infierno: los republicanos a quienes ayudaron los franquistas en el Gulag
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Españoles en el infierno: los republicanos a quienes ayudaron los franquistas en el Gulag

Miles de republicanos quedaron atrapados tras la Guerra Civil en campos nazis, pero también en el Gulag soviético, donde les ayudaron los de la División Azul que había enviado el régimen de Franco. Una novela recupera su historia

Foto: Muestra de un negativo de una fotografía de Robert Capa de un grupo de republicanos tras la Guerra Civil española. (EFE)
Muestra de un negativo de una fotografía de Robert Capa de un grupo de republicanos tras la Guerra Civil española. (EFE)

Cuando el célebre barco Semiramis llegó al puerto de Barcelona el 2 de abril de 1954, hacía ya nueve años que se había liberado a los españoles republicanos del campo de Mauthausen del Tercer Reich, pero el barco procedente de la URSS no sólo llevaba a 248 voluntarios de la División Azul, sino también a 34 civiles republicanos y a cuatro niños de la guerra. En el Gulag soviético, esos divisionarios de Franco acogieron a los republicanos, que por si no hubiera sido suficiente sufrir a los nazis habían recalado en el infierno de la aberración de la URSS, y les ayudaron. Todos estaban sufriendo el terrible siglo de los totalitarismos.

El episodio, que se recoge de forma novelada en la reciente Un amigo en el infierno. La odisea de un grupo de republicanos por la Europa de los totalitarismos, de Julen Berrueta, publicada por Espasa esta semana, se basa en el terrible destino de 38 republicanos que, después de pasar por los campos franceses tras la Guerra Civil, y los campos nazis durante la Segunda Guerra Mundial, acaban en Berlín en abril de 1945 queriendo formar parte de los que liberaran la capital alemana de los nazis. Lo más sorprendente es que este grupo que sería detenido después por el Ejército Rojo, que tomó la capital del Tercer Reich, había ido allí con la intención de tomar la embajada española de Franco, construida a finales de los años 30 en los momentos de la amistad nazi.

Eran un grupo que fue a Berlín a tomar la embajada franquista en 1945 y acabaron detenidos por la URSS

El grupo de republicanos lo consiguió, hasta el punto de adueñarse de la embajada para izar la bandera tricolor republicana, pero no contaban con que los mismos soviéticos que habían ayudado a la República durante la Guerra Civil no basaban su sistema en la libertad, sino en el totalitarismo. Así, les enviaron al Gulag para seguir con sus sufrimientos, pero allí estaban otros españoles, los de la División Azul y al frente de ellos, el célebre capitán Teodoro Palacios, que ya había inmortalizado Torcuato Luca de Tena en Embajador en el infierno. Memorias del capitán Palacios, once años de cautiverio en Rusia.

Europa de los totalitarismos

Según lo cuenta Julen Berrrueta en Un amigo en el infierno: "Después de su detención, los rusos los enviaron en tren rumbo a la Unión Soviética. Su odisea por la Europa de los totalitarismos no finalizaba en Berlín. Después de una breve parada en Moscú, el destino final fue el campo núm. 27 de Krasny Bor cerca de Leningrado. Tras más de un año de internamiento, allí los trasladaron al num 74. de Oranki. En aquel campo represivo fue donde las dos España volvieron a encontrarse. Los recién llegados republicanos que habían padecido la tragedia del exilio y la hostilidad de la guerra coincidieron con los prisioneros de guerra españoles que habían combatido en la División Azul junto con los alemanes. Entre los voluntarios españoles se hallaba el más reconocido de los cautivos: el capitán Teodoro Palacios Cueto".

placeholder José del Castillo, Teodoro Palacios y Francisco Rosaleny.
José del Castillo, Teodoro Palacios y Francisco Rosaleny.

El pasaje corresponde al capítulo final del libro, a modo de epílogo, que contextualiza con los datos históricos esa novela de no ficción. Es decir, el periplo de los personajes reales que el escritor convierte de 38 republicanos a 11 y en el que se recupera también la figura de los divisionarios reales, como el propio capitán Palacios, el teniente Castillo o Francisco Rosaleny en los que se basan sus personajes:

El encuentro se tradujo a la larga en una convivencia pacífica de las dos españas

"Palacios y sus hombres fueron los primeros en conocer el campo num. 74 de Oranki. No fue hasta pasados los tres meses cuando la treintena de republicanos llegó al nuevo destino. El alférez José del Castillo, compañero divisionario de Palacios, se dirigió a ellos con los brazos abiertos al escucharlos hablar en castellano: "¡Viva España!". La respuesta republicana se basó en el silencio. Aquel primer encuentro se tradujo, a la larga, en una convivencia pacífica entre republicanos y divisionarios. Los azules más experimentados, ayudaron a los rojos a sobrevivir en el Gulag. Les enseñaron sus derechos como internados que eran, e incluso les aconsejaron que se declarasen en huelga de hambre si se les obligaba a trabajar forzosamente en calidad de soldados prisioneros. Tal fue el vínculo que entablaron los españoles que, cuando a los republicanos se les trasladó a un campo filial, reconocieron abiertamente la ayuda que les habían brindado: "¡Qué será de nosotros sin su protección!".

Españoles en el Gulag

Como explica Berrueta la ayuda de Oranki y Krasny Bor entre el capitán Palacios y los berlineses -así llamados el grupo de republicanos que tomaron la embajada franquista en Berlín- no fue el único contacto entre esas dos España porque sencillamente "la presencia española en el Gulag fue más abundante de lo que comúnmente se conoce". De hecho, los berlineses que aparecen ficcionados en la novela de Berrueta no serían los que regresaran en el Semiramis a Barcelona, ya que la mayoría de ellos firmaron un documento para poder salir del Gulag y quedarse en el país, pero sí hubo otros republicanos en campos como los que han estudiado los historiadores Luiza Iordache -En el Gulag. Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin- y Secundino Serrano -Españoles en el Gulag. Republicanos bajo el estalinismo- que han ayudado a Berrueta a concoer el period y reconstruir las biografías reales de algunos de ellos que salen a modo de epílogo de la novela.

placeholder Llegada del Semiramis a Barcelona el 2 de abril de 1954.
Llegada del Semiramis a Barcelona el 2 de abril de 1954.

El Semiramis no fue el último barco que trajo a los presos españoles en los gulag rusos lo que ocurre es que ya no recibieron la misma atención, en los puertos de Castellón o Alicante no les esperaba ya Franco, ni la plana mayor del gobierno y el ejército, como en abril de 1954. Hubo hasta siete expediciones, la última en 1959, catorce años después de haber acabado el totalitarismo nazi, el soviético seguía en pie, y muchos españoles atrapados en él. De los berlineses cuyo periplo traslada la magnífica novela de Julen Berrueta, en la que se trata sin complejos la realidad de la Guerra Civil en boca de sus personajes y en donde queda patente que no solo el ejército nacional sino también los republicanos cometieron atrocidades, como la de Paracuellos. Quizás todas esas actitudes beligerantes entre españoles fueran tan nefastas como para que todos acabaran atrapados, por un lado u otro, o algunos en los dos.

Cuando el célebre barco Semiramis llegó al puerto de Barcelona el 2 de abril de 1954, hacía ya nueve años que se había liberado a los españoles republicanos del campo de Mauthausen del Tercer Reich, pero el barco procedente de la URSS no sólo llevaba a 248 voluntarios de la División Azul, sino también a 34 civiles republicanos y a cuatro niños de la guerra. En el Gulag soviético, esos divisionarios de Franco acogieron a los republicanos, que por si no hubiera sido suficiente sufrir a los nazis habían recalado en el infierno de la aberración de la URSS, y les ayudaron. Todos estaban sufriendo el terrible siglo de los totalitarismos.

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