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¿Qué pensarán del 'poli' infiltrado los que se metieron en la CUP para ligar?
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¿Qué pensarán del 'poli' infiltrado los que se metieron en la CUP para ligar?

Los que habéis frecuentado movimientos sociales o casas okupas, sabéis que en esos ambientes siempre hay varios arquetipos. El "compañero" (hoy llamado "aliado") es el que se arrima para pillar cacho

Foto: Manifestación independentista en Barcelona. (EFE/Toni Albir)
Manifestación independentista en Barcelona. (EFE/Toni Albir)

Ahora que ya habéis escrito todos vuestras gracias, lemas y protestas sobre el policía infiltrado en los contornos íntimos de la CUP y movimientos sociales anejos, pido la vez para recrearme en un personaje secundario injustamente olvidado. En esta mezcla castiza de Corrupción en Miami y El burlador de Sevilla, en este sainete como de Pajares y Esteso, titulado (en mis fantasías enfermizas) Si no soy poli, ¿qué es este madero?, hay una víctima colateral.

Las ocho mujeres que, sin saberlo, estaban practicando el poliamor, se sienten justamente furiosas y ultrajadas. Diría yo que la cosa no es como para llamar agresión a lo que les pasó, porque la seducción se basa en la mentira, pues nadie se nos acercaría si nos viera como somos de verdad: bata y pantuflas. Pero razones para el cabreo sí que tienen. Tantas como las doncellas de la obra de Tirso de Molina. La honra es la honra, lo mismo en movimientos supuestamente libertarios que en el religiosísimo Barroco.

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Como la pija que descubre que ese noviete que alardeaba de ser hijo de empresario rico es en realidad un muerto de hambre, y además ateo, las mujeres del entorno cupero han descubierto algo terrible para sus principios (Estat Opresor™): se habían estado zumbando a un policía nacional. Es feo, esto. Emular una vida falsa para ligar parece propio de canallitas. Se diría que no es adecuado que un Estado se comporte así, más que nada porque tampoco estamos hablando de meterse en ETA o una mezquita salafista.

Me pregunto qué información vital para la seguridad del Estado pretendía sacar la policía, a base de polvos, de entre los litros de Xibeca y flequillos arriesgados. ¿Objetivos terroristas escondidos en las letras de Skatalà?

Pero bueno, lanzada mi duda sobre los métodos y fines de este canallita espionaje, manifestada mi simpatía con el mosqueo comprensible de las burladas pero no con sus acciones legales, supongo que al menos ellas pasaron un buen rato con el poli, porque esto ninguna lo ha negado. Cinco denuncian, luego tres no. Y una ha dicho en La Directa que en su engaño las cuidaba, les daba la razón en todo. Sospecho que tampoco era un patán en el catre.

Algo es algo, aunque esté muy feo engañar de esta manera a la gente. El caso: hay otro personaje que no se ha llevado ni eso.

Los que habéis frecuentado movimientos sociales, manifestaciones o casas okupas en algún momento de vuestra vida, sabéis tan bien como yo que en esos ambientes siempre hay varios arquetipos reconocibles. Está el líder natural. Está el autoritario. Está el que toca la guitarra. Está el seguidista. Está el fantasioso. Está el paranoico. Está el borracho. Y está el "compañero". El "compañero" (hoy llamado "aliado") es el que se arrima al mogollón y agarra la pancarta con la única misión de pillar cacho.

Foto: Discusión en el Parlamento griego. (EFE EPA/Orestis Panagiotou)

Tipos de esta clase hay en la CUP, en Podemos, en Más País y en cualquier ambiente alternativo no organizado: desde la casa okupa más costrosa del extrarradio de Castellón hasta los festivales de fanzines cuquis de La Casa Encendida de Madrid. Y, claro, las mujeres de los movimientos sociales, que de tontas no tienen un pelo, los huelen a la legua y no los tocan ni con un palo. La abstinencia provoca en los aliados un rictus de compromiso severo que es en realidad amargura disimulada.

Sabéis que es verdad. Lo sabéis tan bien como yo. Habéis conocido a unos cuantos. Me refiero al que hoy asiste al taller de deconstrucción de la masculinidad, el que usa el femenino inclusivo, ataca por Twitter al machista con pasión y repite los eslóganes como si fueran invención suya; el que escucha en silencio reverente a les persones oprimides que trajeron ayer a dar una charla; el que se traga todas las consignas y se comporta siempre según los cánones de la hipercorrección feminista, hasta que un día deja ver su verdadero rostro, y a veces hasta lo denuncian.

Foto: Detalle de la manifestación de Cibeles contra Sánchez. (EFE/Víctor Lerena)

Ese ejemplar de pagafantas combativo, cuota de insatisfacción sexual levemente reprimida, que decidió "comprometerse" persuadido de que una causa política común era un buen punto de partida para entablar relaciones sexuales, ¿cómo habrá vivido este escándalo policial? ¿Cómo te sientes cuando cumples a rajatabla las normas, cuando haces todo lo que se supone que esperan de ti, e incluso llegas a creer ligeramente en ello de tanto que te metes en el papel, y luego te adelanta por la derecha un bigardo fornido que resulta ser, para colmo, policía nacional?

Estos compañeros mienten y simulan como el policía, repiten ideas sin creer en ellas, dan la razón, se ponen el corsé conveniente y se mimetizan, como topos, no con el fin de obtener información, sino de recibir mimos. Y fracasan, por lo corriente, así que —casi puedo oírlos— hoy se preguntarán, recocidos en un malestar envidioso que es la prueba de que la masculinidad no se deconstruye con talleres, qué hizo bien ese cabronazo que ellos no han sabido hacer. Y cómo es posible que las muchachas, tan avispadas para notar las trampas que ellos les tienden, cayeran en la de ese topo maligno.

Esto jamás lo admitirán, claro, y alguno me insultará por escribirlo, pero sospecho que, en cuanto apaguen la luz y agarren el rollo de papel higiénico, fantasearán con que son el policía infiltrado. Y luego, ante el espejo, sin entender, entonarán el lastimoso: ¿pero qué tiene él que no tengo yo, a ver? Desde luego, ellas no van a darles una respuesta.

Ahora que ya habéis escrito todos vuestras gracias, lemas y protestas sobre el policía infiltrado en los contornos íntimos de la CUP y movimientos sociales anejos, pido la vez para recrearme en un personaje secundario injustamente olvidado. En esta mezcla castiza de Corrupción en Miami y El burlador de Sevilla, en este sainete como de Pajares y Esteso, titulado (en mis fantasías enfermizas) Si no soy poli, ¿qué es este madero?, hay una víctima colateral.

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