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"Torear es un estado de paz en la guerra". La poderosa fragilidad de Pablo Aguado
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"Torear es un estado de paz en la guerra". La poderosa fragilidad de Pablo Aguado

El diestro sevillano identifica un perfil atípico del escalafón y una tauromaquia que sigue asombrando

Foto: Pablo Aguado. (Tomás Muruaga)
Pablo Aguado. (Tomás Muruaga)

Puede que la mayor fuerza de Pablo Aguado consista en su debilidad, en las dudas con que ejerce su profesión y su misterio. Porque torea "a expensas de los sentimientos". Y porque a él mismo le sorprende todavía hacer el paseíllo junto a los colegas a los que idolatraba. Por ejemplo, Morante, protagonista de una fotografía en la que Aguado aparece sacándolo a hombros, cuando los estudios postergaron su misión en los ruedos.

Se licenció el diestro sevillano en Administración de Empresas. Y tomó la alternativa unos años después (2017), aunque la verdadera revelación sobrevino en La Maestranza, en la Feria de Abril de 2019. Aguado “reventó” la Puerta del Príncipe y adquirió una reputación de matador exquisito. Una tauromaquia de pasmo y de temple. Un torero de gracia y de… fragilidad.

Foto: El torero Pablo Aguado. (Jorge Álvaro Manzano)
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“Me siento inseguro muchas veces. Tengo dudas. Dependo de mi estado de ánimo, de cómo me encuentro cuando me visto de luces o hago el paseíllo. Toreo a expensas de mis sentimientos. Y eso es bueno cuando me siento inspirado, pero no tanto cuando no lo estoy. No sé fingir. Y se me nota”.

Conversamos con Aguado (Sevilla, 1991) en un hotel de Alicante. Una mañana agradable entre jugadores de golf. Un café con leche fría. Y una timidez que el torero interrumpe cuando sonríe o cuando se ensimisma. “Torear es sentir un estado de paz dentro de la guerra. Escuchas cómo silban las balas a tu alrededor, pero te sientes invulnerable, como si flotaras sobre las zapatillas. Todo fluye. Percibes una sensación de ingravidez. La ligereza en medio del peligro. La serenidad. La calma. El placer. Son sensaciones increíbles”.

placeholder Pablo Aguado.
Pablo Aguado.

Sabe cómo trasladarlas Aguado al tendido. La despaciosidad y el gusto identifican una tauromaquia cuya inspiración relativiza las coordenadas del espacio y del tiempo. “La contrapartida son las tardes ingratas, la presión, la incertidumbre. El toreo te ocupa la cabeza las 24 horas. Requiere mucha disciplina y entrega. Cada vez le tengo más admiración a mis compañeros que llevan tanto tiempo. Tiene muchísimo mérito mantenerse allí arriba”.

Pablo Aguado ocupa la sexta plaza del escalafón. No es torero de números espectaculares ni de estadísticas apabullantes, pero forma parte del linaje de los matadores de clase y de arte. Frágiles, decíamos. Y muy fuertes al mismo tiempo, cuando sobreviene el trance y la revelación.

El valor no existe. Es una mentira. O solo lo tienen poquísimos toreros

“El valor no existe. Es una mentira. O solo lo tienen poquísimos toreros. Algunos, como Manolete, lo llevan descrito en la casa. Otra cosa es la confianza, la seguridad, pero el valor seco es una leyenda. El miedo sí que existe. No solo cuando toreas, sino cuando piensas en el futuro. Ahora soy feliz. Nunca alcanzas la faena que sueñas ni la vida que quieres, pero sentirte cerca de esos objetivos te proporciona un estado de ánimo dichoso y de serenidad que muchas veces me angustia perder”.

Sentimental y matemático

No exterioriza Aguado la congoja. Acaso se protege con los brazos. Y se reconoce en los matices de un retrato ambiguo. Sentimental e irracional por un lado. Racional, matemático y cabezota por el otro. ¿Cuánto dinero invertiría en el porvenir de la tauromaquia?, le pregunto a bocajarro.

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“A la tauromaquia he apostado mi vida, no se me ocurre mayor demostración de entrega y de confianza. Soy consciente de todas las dificultades que nos rodean. Y de los malentendidos. Los toros se perciben como conservadores cuando no lo son en absoluto. Los toros son un bien ecológico, pero tienen una reputación de lo contrario. Creo que nos tenemos que explicar mejor a la sociedad, pero es que también somos víctimas de un aislamiento mediático”.

El público joven está acudiendo de manera impresionante a los toros

El porvenir está en los tendidos, pues. En la revolución generacional que se ha advertido en los últimos años. “El público joven está acudiendo de manera impresionante a los toros. No estoy muy seguro de los motivos. Puede que influya una reacción a las prohibiciones. Pero también la experiencia de vivir cosas extraordinarias. Los toros son un espectáculo único”.

Pablo Aguado es religioso a su manera (“no le pido cuentas a Dios”). Le gusta escuchar flamenco. Lee y relee 'La música callada del toreo' (José Bergamín). Y es hincha del Sevilla, pero admite una devoción particular y específica al bético Joaquín. “Necesitamos que las grandes personalidades de la sociedad no tengan miedo a exponer su afición a los toros. Hay que romper ese tabú. Y percibo que las cosas están cambiando. Que está desapareciendo el miedo a dejarse ver en una plaza de toros”.

Foto: El diestro Julián López 'El Juli'. (EFE/Juanjo Martín)

Es conservador Pablo Aguado en sus inversiones. Prefiere la liquidez y el ladrillo al interés variable. Todavía no se ha comprado una finca, aunque le gusta vivir en el campo. Y siente en sus carnes la responsabilidad de gestionar una empresa (la cuadrilla), pero también agradece a la tauromaquia la oportunidad de frecuentar a los antiguos maestros. Curro Romero entre ellos. Y Curro Vázquez también. Que lo apodera. Y que representa la estirpe de los mejores conversadores.

La técnica es necesaria solo hasta cierto punto. Hay que dejar sitio a los sentimientos

“Aprendo mucho de estos maestros. Y me identifico en esta versión o percepción del torero romántico. Tanto en la mentalidad y en la forma de vivir como en la tauromaquia. Por eso creo que la técnica es necesaria, pero solo hasta cierto punto. Hay que dejar sitio a los sentimientos. Hay tardes en las que tienes ganas de huir, de escaparte. Pero la recompensa de las faenas importantes demuestran que caminas por el buen camino”.

El buen camino es haber emprendido una vocación. Y no un trabajo. Encontrar un lugar en la naturaleza. Interpretar la tauromaquia desde la sencillez. Y convertir las dudas y las interrogaciones en los mejores espolones. “Lo que he conseguido no quiero perderlo”.

Puede que la mayor fuerza de Pablo Aguado consista en su debilidad, en las dudas con que ejerce su profesión y su misterio. Porque torea "a expensas de los sentimientos". Y porque a él mismo le sorprende todavía hacer el paseíllo junto a los colegas a los que idolatraba. Por ejemplo, Morante, protagonista de una fotografía en la que Aguado aparece sacándolo a hombros, cuando los estudios postergaron su misión en los ruedos.

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