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Sevilla y Madrid dirimen el mundial del toreo en 41 tardes consecutivas
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Sevilla y Madrid dirimen el mundial del toreo en 41 tardes consecutivas

Morante y Roca Rey son el centro de gravedad de una temporada decisiva que ayer cogió vuelo con la Puerta del Príncipe de Daniel Luque y depara el regreso de Talavante y la reaparición de José Tomás

Foto: El diestro Daniel Luque sale por la Puerta del Príncipe . (EFE/Raúl Caro)
El diestro Daniel Luque sale por la Puerta del Príncipe . (EFE/Raúl Caro)

Abrió este jueves Daniel Luque la Puerta del Príncipe. Y se convirtió en la primera sorpresa de la temporada. No porque pudiera sorprender a nadie su proceso de madurez ni de lucidez, pero sí porque el diestro sevillano necesitaba un golpe de autoridad en nombre de la clase media. El triunfo categórico de Luque concede vuelo al regreso a la normalidad de una temporada que se había resentido de la fatalidad de la meteorología y del contratiempo de las cogidas. Ninguna tan grave como la de Emilio de Justo en Las Ventas el Domingo de Ramos. Y ninguna tan significativa como la de Morante de la Puebla. Nada serio —una luxación en la clavícula—, pero suficientemente incómoda como para haberse cuestionado la posibilidad de cruzar el umbral de las 100 tardes.

Era —y es— el objetivo megalómano del maestro sevillano y la forma de emular la proeza de Joselito el Gallo. Morante fue el gran artífice y el mayor estímulo de la temporada de 2021. Asumió como nadie la responsabilidad de reivindicar la tauromaquia. Y por idénticas razones defiende el título de primera figura como timonel de los toreros de arte —Aguado, Ortega, Urdiales, Ginés Marín— y como contrapeso a los primeros zarpazos de Roca Rey.

Foto: Andrés Roca en un fotomontaje elaborado por Vanitatis.

El ídolo peruano ha recuperado el territorio de la arrogancia y de la épica. Lo hizo en Valencia categóricamente. Y se ha instalado en la 'rutina' de las salidas a hombros allí donde se ha anunciado. Roca es la referencia feroz del escalafón y el contrapeso de una temporada que destaca por la reaparición de José Tomás —12 de junio, Jaén— y que se dirime en la dialéctica de La Maestranza y Las Ventas. Se suceden las ferias de Sevilla y Madrid. Encadenan la una y la otra 41 tardes consecutivas a semejanza de un mundial. No solo por la proliferación de fechas. También por el rasgo cosmopolita del escalafón. La hegemonía inca de Roca tanto vale como la idiosincrasia francesa de Lea Vicens y como la oportunidad que tienen delante los toreros de ultramar que han sido contratados en la plaza de Las Ventas (Adame, Galdós, Leo Valadez, Enrique Colombo…).

Comienza la 'isidrada' el mismo día que finaliza la Feria de Sevilla. Se anuncia en La Maestranza (8 de mayo) Manuel Escribano con seis toros de Miura y le replica en Madrid la encerrona en solitario de Paco Ureña (21 de mayo), aunque puede que el mayor atractivo del abono madrileño, descontados Morante y las estrellas “convencionales”, consista en el regreso a pleno pulmón de Alejandro Talavante. El torero extremeño se ha alistado en la temporada más ilusionante del siglo. Y puede que estemos exagerando las cosas respecto a la ilusión, pero el paradigma de los toreros de arte, la plenitud morantista, la tiranía de Roca, la excentricidad de Ferrera, la sombra de José Tomás, la implicación de Talavante y la madurez de las figuras (Juli, Manzanares, Perera, Cayetano), se añade a la coyuntura decisiva e hipersensible en que se encuentra la tauromaquia.

placeholder El torero Alejandro Talavante. (EFE)
El torero Alejandro Talavante. (EFE)

Ha sobrevivido a la pandemia. Ha resistido a sus mecanismos endogámicos. Y ha logrado sacudirse los complejos con que trata de abrumarla la instrumentalización política, el apagón mediático y la hostilidad amanerada de una sociedad infelizmente inodora, incolora e insípida.

No es que haya respondido inequívocamente el público a las primeras convocatorias, como ha sucedido. Ni que lo haya hecho el compromiso de Movistar (Canal Toros), presente con sus cámaras en las grandes ferias. La mayor expectativa, en realidad, proviene del prestigio contracultural de los toros y de la reacción de los espectadores jóvenes. Cada vez hay más en los tendidos. Cada vez parece más garantizado el relevo generacional.

Es la perspectiva que involucra a los diestros de mayor juventud. Los hay que se trabajan con audacia las redes sociales (Caballero, Román). Y los hay, como Tomás Rufo, que se exponen a la presión de La Maestranza y de Las Ventas en su primera “gran temporada” de matador de toros.

Foto: Joel Ramírez. (Miguel Arboledas)

Ha empezado accidentalmente el ejercicio de 2022. Y ha sacrificado prematuramente la importancia que revestía la campaña de Emilio de Justo. El diestro extremeño tendrá que recuperarse de la lesión cervical. Y depositar su trono vacante en otros matadores que también impresionaron en 2021. Luque es un caso significativo. Ginés Marín también, aunque la salida a hombros en Las Ventas en la Feria de Otoño no le ha servido para que el empresariado lo tenga en cuenta en el arranque de la campaña.

El mal tiempo la ha deslucido. Ha malogrado las grandes ferias (Valencia, Castellón) y saboteado muchas otras plazas, aunque la principal decepción quizá haya sido la del ganado. Las divisas de mayor reputación —Juan Pedro Domecq, en cabeza— han fallado en los días clave. Y es verdad que Victoriano de Río ha exhibido en Las Ventas (Domingo de Ramos) un toro de época —'Duplicado'—, pero el dogmatismo con que se contrata a los hierros convencionales tendría que observar mayor tolerancia hacia otros encastes.

Muchas respuestas al porvenir de la tauromaquia se encuentran al otro lado de los Pirineos

De hecho, el ingenio del exmatador francés Juan Bautista como timonel de la plaza de Arles demuestra que muchas de las respuestas al porvenir de la tauromaquia se encuentran al otro lado de los Pirineos.

Fue el propio JB quien encontró al nuevo mesías. Se llama Marco Pérez. Tiene 14 años y ya se le observa como un fenómeno providencial. Y no es que el porvenir de la tauromaquia dependa de los milagros, pero nunca han venido mal a la salud de la Fiesta los acontecimientos sobrenaturales.

El más elocuente de las últimas décadas ha sido José Tomás. Por eso reviste tanta expectación su regreso a los ruedos. Y por la misma razón resulta frustrante que el acontecimiento se restrinja a la lidia de cuatro toros en solitario. Se agotaron las entradas a la hora de ponerse a la venta. Y se demostró que el josetomasismo ha sido el último gran punto de encuentro absoluto entre la orilla de la tauromaquia y la orilla de la sociedad civil.

Abrió este jueves Daniel Luque la Puerta del Príncipe. Y se convirtió en la primera sorpresa de la temporada. No porque pudiera sorprender a nadie su proceso de madurez ni de lucidez, pero sí porque el diestro sevillano necesitaba un golpe de autoridad en nombre de la clase media. El triunfo categórico de Luque concede vuelo al regreso a la normalidad de una temporada que se había resentido de la fatalidad de la meteorología y del contratiempo de las cogidas. Ninguna tan grave como la de Emilio de Justo en Las Ventas el Domingo de Ramos. Y ninguna tan significativa como la de Morante de la Puebla. Nada serio —una luxación en la clavícula—, pero suficientemente incómoda como para haberse cuestionado la posibilidad de cruzar el umbral de las 100 tardes.

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