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Pablo Aguado: "Si los toros se identificaran con una ideología, debería ser la izquierda"
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ENTREVISTA

Pablo Aguado: "Si los toros se identificaran con una ideología, debería ser la izquierda"

Desde hace meses, se le define como la revelación del toreo en España

Foto: El torero Pablo Aguado. (Jorge Álvaro Manzano)
El torero Pablo Aguado. (Jorge Álvaro Manzano)

Pablo Aguado (1991) entra en la cafetería del Círculo de Bellas Artes. Desde hace meses, se le define como la revelación del toreo en España. Los piropos, dirá después, le dan vergüenza. Pero los datos avalan la carrera que lleva. Con menos de dos años de alternativa, acabó 2019 como número cinco del escalafón, con 41 festejos, 37 orejas (cuatro de ellas conseguidas en Sevilla) y un rabo. La pandemia le pilló entrenando para comenzar la temporada. Desde marzo ha toreado solo en cinco ocasiones.

De Aguado dicen que es reservado. Quizá por eso en los minutos previos antes de encender la grabadora mira de reojo a su apoderado, Curro Vázquez. Pasados unos minutos, se recuesta en el sofá.

placeholder El torero Pablo Aguado, en un momento de la entrevista. (Jorge Álvaro Manzano)
El torero Pablo Aguado, en un momento de la entrevista. (Jorge Álvaro Manzano)

PREGUNTA. Por fin le pongo cara. Usted no sale en revistas de corazón ni se le conoce polémica alguna. Preséntese, por favor.

RESPUESTA. Soy Pablo Aguado y nací en Sevilla. Desde niño me llamó la atención el mundo del toro, pero lo dejé de lado y seguí la vida de un chaval normal (mis estudios, mi carrera, mi afición por el fútbol y los amigos). Llegó un momento en mi vida en el que volvió a prenderse la llama que tuve de niño, así que cometí la locura de seguir el instinto.

P. ¿Esa afición a los toros de dónde procede?

R. Mi abuelo fue ganadero y escuchaba sus historias de pequeño. En casa había afición, pero la mayor influencia creo que procede de mi tierra, porque en Sevilla se habla de toros y hay referencias casi en cualquier esquina. Eso sí, para ponerte delante de un toro eso no basta, hay algo interior que no sé muy bien cómo llamarlo que tiene que estar en ti.

P. Le escucho hablar de esa llama y suena a vocación sacerdotal…

R. De niño estuve en la escuela taurina, pero lo que hacía era más jugar a los toros. Pero a los veinte años, mientras estaba haciendo la carrera, volví a los tentaderos, a coger la muleta y vi que era feliz toreando. Fue un proceso, no me levanté esa mañana y seguí el cliché de decir: "Mamá, quiero ser torero".

"Por ser torero no eres ni conservador ni progresista. Es como si por ser español te tuviera que gustar el jamón"

P. Hablando de clichés. Recuerdo en mi época de aficionada taurina a Roberto Domínguez triunfando en las plazas con su carrera de Arquitectura. Usted también pasó por la universidad, ¿fue también por vocación o no le quedaba más remedio?

R. Estudié Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Sevilla, y lo escogí porque siempre me ha gustado el mundo de los negocios, las matemáticas y también la imagen del ejecutivo que vemos en las películas (sonríe). La acabé porque en casa me dejaron caer que para seguir toreando tenía que acabar con los estudios, que nada de dejar una cosa por la otra. Fue complicado porque el toro, como cualquier otra profesión, te exige el 100% de tu mente; pero siempre he pensado que el día tiene 24 horas y hay tiempo para todo.

Eso se lo digo muchas veces a los chavales jóvenes. Que esa idea arcaica de que el torero tiene que pasar hambre, que es un sacrificio que te quita todo el tiempo… eso no tiene sentido. Hoy los tiempos han cambiado y hay tiempo para todo. Y, además, tener una formación te ayuda a ver el toreo desde otro punto de vista más serio, más culto, más profesional.

P. Me gustaría que esta entrevista sirviera para eliminar algunos estereotipos. Esa idea tan literaria del torero humilde que lo deja todo por el triunfo, que siempre tiene mentalidad conservadora, profundamente machista y mujeriego… la finca y el Mercedes. Los tiempos han cambiado, pero ¿los toreros también?

R. Esas ideas prevalecen desde siempre, como la del futbolista fiestero. Cuando hay uno que saca los pies del plato es fácil pensar que todos somos así. También creo que ha habido una politización de la tauromaquia y, para hacérsele daño, se le ha intentado encasillar en un bando. Al meterlo ahí, el ataque del contrario lo que hace es acentuar esos clichés. Creo que es más un trabajo de los detractores que una ciencia cierta. Por ser torero no eres ni conservador ni progresista. Es como si por ser español te tuviera que gustar el jamón. Habrá gente a la que le guste desayunar huevos fritos, como hacen en Londres.

placeholder El torero Pablo Aguado. (Jorge Álvaro Manzano)
El torero Pablo Aguado. (Jorge Álvaro Manzano)

P. Tampoco sé si los apoyos que han recibido han ayudado mucho al sector…

R. Hablando claro, si nos apoyan Vox y el PP entonces parece que los toros son de derechas. Pero insisto, creo que esa defensa viene del ataque de otros partidos más de izquierdas que piensan erróneamente que esto es una actividad de derechas. Los partidos siempre han estado un poco callados y creo que ahora la balanza está equilibrada. Además, hay muchos aficionados de izquierdas.

De hecho, si se tuviera que identificar una ideología con la tauromaquia debería ser la izquierda. Viene del mundo rural, de los que tenían menos poder adquisitivo… Y una de las primeras manifestaciones democráticas que se dan en España ocurre en una plaza de toros, porque el público decide qué premio se le da al torero. Pero cuando ese mundo rural decidió convertirlo en un espectáculo de masas, la ley de la oferta y la demanda hizo que se convirtiera en algo caro y elitista. Eso cambió la imagen, de fiesta del pueblo a la de la élite.

Foto: El novillero Jesús Rivero posando para El Confidencial. (Fernando Ruso)

P. ¿Usted vota?

R. Soy votante, sí.

P. ¿Y ha votado siempre al mismo?

R. No, qué va.

P. Sabe que esto puede estar mal visto y que le llamen veleta, ¿verdad?

R. Ese es el problema de las mentalidades muy cuadradas. Normalmente votas a uno porque es lo que se vota en casa, pero parece que si cambias es malo. Yo una vez le escuché a un político decir que arreglar un bache no es de izquierdas ni es derechas.

placeholder El torero Pablo Aguado. (Jorge Álvaro Manzano)
El torero Pablo Aguado. (Jorge Álvaro Manzano)

P. ¿Ha intentado convencer alguna vez a un antitaurino, de los que en Twitter les llaman asesinos y se alegran de las cogidas?

R. Yo tengo la mente abierta y, cuando hablo con alguien contrario a la fiesta, siempre pienso que no hay mejor medicina que el diálogo. Siempre procuro que vengan al campo a ver los animales, a los ganaderos, y creo que el animalismo reside ahí. Y en la plaza a veces se crea algo grandioso entre un hombre y un animal que quiere acabar con él. Si esto consistiera solo en matar un animal cruelmente no llevaría tanto tiempo existiendo ni se emocionaría tanta gente. Si aun así no convenzo, tan amigos.

P. Permítame un poco de demagogia. Las últimas noticias referentes a su oficio tienen que ver con la separación de un torero y la herencia de otro que falleció hace 36 años. ¿A usted qué le parece?

R. En la vida privada cada uno debe hacer lo que crea conveniente, y los demás solo debemos valorar lo que hace en el ruedo.

"Pasar desapercibido es un privilegio y da mucha libertad. La falta de intimidad es una de las cosas que peor he llevado desde el año pasado"

P. Vamos, que le gusta haber atravesado el Círculo de Bellas Artes hasta este sofá sin que nadie le mire y le haga una foto.

R. Por supuesto. Pasar desapercibido es un privilegio y da mucha libertad. Una de las cosas que peor he llevado desde el año pasado, porque decir desde que he triunfado queda feo, es la falta de intimidad. Aunque es una falta de libertad que procede de algo positivo. Pero si yo pudiera escoger, una de las cosas que más feliz me haría es ser invisible. Lo paso muy mal cuando alguien te alaba, me da mucha vergüenza.

P. ¿Qué hacía el día en el que Pedro Sánchez anunció el estado de alarma y se inició el confinamiento?

R. Ha sido uno de los momentos de más miedo y estrés que he podido tener. En marzo, preparándome para la temporada. Me pilló con toda la cuadrilla entrenando en Sanlúcar de Barrameda a menos de una semana de torear un mano a mano con Enrique Ponce en una plaza de primera como es Valencia. Tenía un nivel de tensión máxima, así que la noticia supuso un 'shock' porque llevábamos preparándonos desde enero. Y de repente te tienes que olvidar de Valencia, de Sevilla, de Madrid, en un año de consolidación para mí tan importante.

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El torero Pablo Aguado. (Jorge Álvaro Manzano)

P. ¿Cuánto dinero ha dejado de ingresar por culpa de la pandemia?

R. He tenido la suerte de que he toreado algo en verano, cuando las circunstancias han estado mejores, pero ha sido más por el beneficio de la fiesta que por nosotros. Cuando uno echa números, te echas a temblar. Pero las cosas han venido así y ya está. Hay gente mucho peor que yo, soy un afortunado.

P. ¿Ha tenido que bajar su caché o se plantea hacerlo de cara a lo que viene?

R. Este verano con los límites de aforo lo tuvimos que rebajar, es lógico. Nos hemos jugado la vida prácticamente gratis. De cara al futuro, veremos cómo y cuándo se reactiva esto. Porque, después de la guerra, viene la posguerra.

P. ¿Cuánta gente depende de usted?

R. Directamente 13 personas, e indirectamente muchos más, porque no te incluyo hosteleros, el alquiler de la furgoneta, etcétera.

"Aunque sea duro, yo solo sueño con verme entero, ahora y dentro de 15 años"

P. Esta noche viaja a Ecuador. ¿Cómo se le presenta la temporada?

R. Voy a un festejo menor, estoy una semana allí y vuelvo. Me dicen que las cosas están bien por allí, que las medidas se están cumpliendo a rajatabla y eso me tranquiliza. Pero en América no hay mucho movimiento, nada a la vista. Tengo que esperar a marzo, a ver qué temporada hay en España.

P. ¿Se le ha pasado por la cabeza en todo este tiempo hacer otra cosa? Hacerse empresario, por ejemplo…

R. Mira, te voy a decir una cosa aunque sea duro, yo solo sueño con verme entero, ahora y dentro de 15 años. He tenido pocos percances, soy un afortunado.

Pablo Aguado (1991) entra en la cafetería del Círculo de Bellas Artes. Desde hace meses, se le define como la revelación del toreo en España. Los piropos, dirá después, le dan vergüenza. Pero los datos avalan la carrera que lleva. Con menos de dos años de alternativa, acabó 2019 como número cinco del escalafón, con 41 festejos, 37 orejas (cuatro de ellas conseguidas en Sevilla) y un rabo. La pandemia le pilló entrenando para comenzar la temporada. Desde marzo ha toreado solo en cinco ocasiones.

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