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Una 'nueva tormenta' pandémica azota una Europa que nunca abandonó la segunda ola
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EL PEOR MOMENTO

Una 'nueva tormenta' pandémica azota una Europa que nunca abandonó la segunda ola

El reciente ascenso meteórico en las curvas de fallecimientos por covid-19 se solapa con el de una segunda ola que, en varios países europeos, nunca fue controlada

Foto: Un anuncio pide a los británicos respetar el confinamiento. (EFE)
Un anuncio pide a los británicos respetar el confinamiento. (EFE)

Irlanda parecía un ejemplo a seguir. Tras convertirse en el primer Estado miembro de la Unión Europea en imponer un segundo confinamiento, el 'taoiseach' podía presumir de la menor tasa de incidencia del covid-19 del bloque comunitario. Sin embargo, una relajación de las restricciones y la llegada de la variante británica del virus provocaron, desde el inicio de este año, un giro de 180 grados. Irlanda se convirtió en esta semana en el país con más casos por millón de habitantes del mundo. El profesor Alan Irvine, presidente de la Asociación Irlandesa de Consultores Hospitalarios, alertó en la BBC de que el sistema hospitalario de cuidados intensivos se encontraba ante “la mayor presión que jamás haya sostenido”.

Foto: Miguel y Marina, en el hospital de Southampton. (Cedidas)

El caso irlandés ha supuesto una alerta clara para Europa sobre el enorme impacto que las nuevas variantes del coronavirus, sumadas al incremento de los contactos entre personas propio de las fiestas navideñas, puede tener en la salud pública. El problema es que la alarma llega tarde. La curva de contagios y de fallecimientos se ha disparado en la mayoría de los países europeos, muchos de los cuales —entre ellos, el Reino Unido, Portugal, Alemania o los Países Bajos— han reinstaurado o endurecido los confinamientos en medio de un lentísimo arranque de unas campañas de vacunación que durante meses no tendrán un efecto considerable a la hora de aplacar los contagios. "Una nueva tormenta se cierne sobre Europa", advirtió esta semana el ministro de Sanidad italiano, Roberto Speranza, dando la razón a la advertencia previa de Angela Merkel: "Ella tenía razón cuando dijo que nos enfrentamos ahora a los meses más duros de la pandemia".

Un vistazo a las curvas muestra que no existe, como tal, una tercera ola del covid-19, sino un enquistamiento y empeoramiento de una segunda ola que nunca desapareció y cuyo impacto ha eclipsado al primer brote pandémico en marzo del año pasado. El gráfico muestra el número de fallecidos diarios por cada millón de habitantes, de media, en los últimos siete días. Con datos a fecha de 13 de enero, en República Checa y Reino Unido, los más afectados, la tasa es de en torno a 16 fallecidos diarios por millón de habitantes. En España la tasa ronda cuatro por millón. El efecto de la Navidad se nota ya en el número de casos, que se ha disparado en los últimos días, pero la cifra de fallecidos por habitante está por el momento lejos de los peores datos en Europa. Como puede observarse, en la mayoría de los países europeos, la reciente evolución de defunciones se está solapando con la ola que comenzó entre finales de septiembre e inicios de octubre de 2020.

Dada la cantidad de población, la situación es especialmente grave en Reino Unido y Alemania, dos países que esta semana experimentaron, día a día, reiterados récords negros de contagios y fallecimientos. El Gobierno británico reportó el pasado miércoles 1.564 muertes y el germano, 1.244, cifras muy por encima, sobre todo en el caso alemán, de las experimentadas en la primera ola. En total, más de 26 millones de casos y 584.000 muertes han sido reportados en la Unión Europea y el Reino Unido, de acuerdo con el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades.

placeholder Alemania se ha convertido en uno de los países más afectados por el covid-19. (EFE)
Alemania se ha convertido en uno de los países más afectados por el covid-19. (EFE)

Por si fuera poco, la variante británica del covid-19, cuya transmisibilidad puede llegar a ser hasta un 70% superior al virus original, supone una fuente cada vez mayor de preocupación. El caso irlandés antes mencionado es el más emblemático: la B.1.1.7, como se conoce a esta variante, es responsable de un 45% de los nuevos casos reportados en el país. "Con una mayor transmisibilidad y una gravedad de la enfermedad similar, la variante supone una alarma: sin un mayor control para frenar su propagación, habrá un mayor impacto en las instalaciones de salud, ya de por sí estresadas y bajo una gran presión", advirtió el jueves Hans Henri Kluge, director regional de la OMS para Europa.

Las alarmas no están siendo ignoradas. Aunque Europa cuenta con una ventaja en contener la nueva variante debido a las restricciones de viaje impuestas a fines del año pasado, la velocidad a la que se ha convertido en la forma dominante del virus en el Reino Unido e Irlanda ha preocupado enormemente a los dirigentes del continente. La canciller alemana, Angela Merkel, advirtió de que el confinamiento reinstaurado en el país podría extenderse hasta abril "si no logramos detener esta variante británica"; el Gobierno francés impuso un toque de queda a partir de las 18:00 después de que la B.1.1.7 fuera detectada en Marsella; Dinamarca extendió tres semanas las medidas excepcionales de seguridad que debían concluir el día 17 después de un "extremadamente preocupante" incremento en las infecciones a causa de esta mutación del virus. "Lo que vemos en Gran Bretaña e Irlanda es desgarrador y alarmante", argumentó el primer ministro neerlandés, Mark Rutte, a la hora de anunciar el pasado martes la prolongación del confinamiento y la posibilidad de nuevos toques de queda.

Mark Rutte (Países Bajos): "Lo que vemos en Gran Bretaña e Irlanda es desgarrador y alarmante"

Y la variante británica podría tratarse de la primera de muchas: nuevas mutaciones han sido detectadas en Sudáfrica, Japón y Brasil, desatando nuevas restricciones de viaje para evitar su propagación en el continente europeo.

El toque de queda, cada vez más utilizado

Ante el miedo al impacto económico de un nuevo confinamiento, muchos países han recurrido al toque de queda como herramienta para intentar frenar los contagios. Esta medida es aplicada en todo el territorio nacional, en diferentes grados de extensión e intensidad, por Bélgica, Chipre, España, Francia, Grecia, Hungría, Italia, Letonia, Luxemburgo, Portugal, la República Checa, Rumanía y Eslovenia, además de en partes de Alemania. De entre todos, el más estricto es, con diferencia, el francés: dura 12 horas (de seis de la tarde a seis de la mañana), todas las actividades al aire libre y el comercio están vetadas durante su duración y, aunque la entrega de comida a domicilio está permitida, los clientes no pueden recogerla en el establecimiento. Todo ello, bajo amenaza de multa.

Foto: Investigadores trabajando en la vacuna contra el covid-19 en un laboratorio en Italia, en enero de 2021. (EFE)

Estas medidas cuentan con un número importante de detractores. Además de las habituales condenas de cualquier restricción que limite la libertad individual (menos frecuentes, eso sí, que las procedentes de Estados Unidos), críticos del toque de queda extremo francés afirman que produce el efecto contrario al deseado: provoca aglomeraciones en el transporte público, obstruye carreteras y vías urbanas y aumenta la probabilidad de contagio en los supermercados y tiendas de alimentación por la estrecha ventana de apenas una hora que muchos comparten entre la salida del trabajo y el inicio del encierro obligado.

Irlanda parecía un ejemplo a seguir. Tras convertirse en el primer Estado miembro de la Unión Europea en imponer un segundo confinamiento, el 'taoiseach' podía presumir de la menor tasa de incidencia del covid-19 del bloque comunitario. Sin embargo, una relajación de las restricciones y la llegada de la variante británica del virus provocaron, desde el inicio de este año, un giro de 180 grados. Irlanda se convirtió en esta semana en el país con más casos por millón de habitantes del mundo. El profesor Alan Irvine, presidente de la Asociación Irlandesa de Consultores Hospitalarios, alertó en la BBC de que el sistema hospitalario de cuidados intensivos se encontraba ante “la mayor presión que jamás haya sostenido”.

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