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Lecciones de la Italia de los Fratelli para Pedro Sánchez: el 'no pasarán' que no funcionó
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Lecciones de la Italia de los Fratelli para Pedro Sánchez: el 'no pasarán' que no funcionó

El PD (izquierda en Italia) basó toda su campaña en alertar de que llegaba el fascismo. Fue casi su único mensaje y fracasó. FDI venció con más margen que incluso en las encuestas

Foto: El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, saluda a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. (EFE / Riccardo Antimiani)
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, saluda a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. (EFE / Riccardo Antimiani)
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"En este municipio, en la segunda vuelta, me han organizado una campaña de odio publicando viejas fotos de cuando hacía el saludo romano (fascista), pecado de juventud. Han publicado unas fotos de mi librería de casa donde había un libro de Mussolini, pero obviando que había también un libro de Marx. Han montado una campaña de odio de 15 días, donde venían a hacer manifestaciones cada jornada para parar el fascismo, y el resultado, al final, es que en mi opinión a los ciudadanos esto no les interesa. He ganado con el 60% pese a la campaña difamatoria de televisiones y periódicos nacionales. Los vecinos están hartos de nazismo, fascismo, comunismo, que desde luego deben ser recordados para no repetir errores, pero con acusar de fascismo no se adiestra a los electores", me decía en una entrevista en su despacho el presidente del municipio VI de Roma, Nicola Franco, el 6 de junio de 2022.

Él, miembro de Fratelli d’Italia, gobernaba entonces el único distrito en el que la izquierda del Partido Democrático no había conseguido vencer en la capital. Fuimos hasta allí a entender el auge de los extremismos en una Italia convulsa en justamente el barrio más pobre, violento y marginal de la ciudad. Poco más de un mes después, caía el Gobierno de concertación nacional de Mario Draghi y el partido de Nicola Franco, heredero directo del viejo partido fascista, acabaría venciendo contundentemente en todo el país.

Foto: Giorgia Meloni, líder de los Hermanos de Italia. (EFE)
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Un amante de las apuestas en Italia ha tenido diversas opciones de hacerse muy rico. Si en marzo de 2018, cuando los populistas del Movimiento 5 Estrellas (M5S) ganaron las elecciones generales con un 32% de los votos por el 4% de FdI, alguien se hubiera jugado unos euros a que Giorgia Meloni acabaría siendo en 2022 la Primer Ministro (ella misma se llama el primer ministro), seguro que hubiera obtenido grandes beneficios. Mismo escenario que en mayo de 2019, cuando se celebraron las elecciones europeas en las que el ganador, La Lega, obtuvo el 34% de los votos, mientras que FdI quedó quinto con el 6% de los sufragios. Y mismo escenario, unos meses después, en agosto de 2019, cuando el efervescente Matteo Salvini y su Lega dejaba la coalición de Gobierno con el M5S y parecía que condenaban al país a nuevas elecciones en las que él preveía arrasar.

Primera lección, en política todo puede suceder, hasta lo imposible, muy rápido. Seducir es un voto más seguro que simplemente aleccionar y regañar al votante por votar al otro. ¿Recuerdan el Brexit, Trump…?

La realidad es que ningún analista vio venir que el "proscrito" y residual FdI podía vencer unas elecciones. ¿Cómo sucedió eso? La victoria del FdI se dio por una conjunción de factores: aciertos propios, casualidades, desafección y errores de bulto de sus adversarios.

Foto: Imagen: Laura Martín.
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Empecemos por el final. La campaña electoral italiana del verano de 2022 se inicia con el enésimo juego de poder palaciego que hace caer el Gobierno de coalición de Mario Draghi. Los sondeos daban entonces como primera fuerza a un FdI que forma parte del bloque de centro extrema derecha, en el que se integran también la Forza Italia de Silvio Berlusconi y la Lega de Matteo Salvini. Ni siquiera sus compañeros de coalición parecían cómodos con el sorprendente liderazgo del que siempre fue el partido residual, por extremista, del bloque conservador.

La izquierda del PD presenta como candidato a un ex primer ministro, Enrico Letta, que no goza de enorme popularidad. Un 'más de lo mismo', poco seductivo, de un partido que ha perdido parte del apoyo obrero y popular. El PD vence en los mejores barrios de las grandes ciudades, especialmente en los círculos universitarios, mientras que la extrema derecha parece llevarse el voto urbano pobre y desencantado, junto al de un mundo rural olvidado.

"El fascismo en nuestro país no ha muerto y no me gustaría nada volver a ver a los fascistas en el gobierno"

En ese escenario se empieza la campaña en la que el bloque conservador y el progresista se juegan la victoria. ¿Y qué propone el PD para revertir los sondeos? Nada muy seductor o relevante más allá de una campaña mediática y social en la que advierten a los electores del peligro del fascismo. Letta promete al inicio "no hacer una campaña que gire en torno al fascismo", pero la sensación es que más que ofrecer que les voten a ellos, parece que le piden al ciudadano que no permitan que ganen los otros. "También Mussolini venció las elecciones", advierte Letta pocos días antes de los comicios. "El fascismo en nuestro país no ha muerto y no me gustaría nada volver a ver a los fascistas en el gobierno", señala también el alcalde de Bolonia del PD, Matteo Lepore.

El resultado de esa pobre campaña de la izquierda es que FdI los mejoró, inclusolos que le daban los sondeos, con un 26%, y el PD empeoró los suyos, alcanzado un 19%. La participación, ante la desmovilización de muchos desencantados electores, fue de un 63%, la más baja en unos comicios generales. FdI, partido que proviene del Movimento Sociale Italiano, partido neofascista creado en 1947 tras la caída de Mussolini, llegaba cien años después de nuevo al poder en Roma.

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El PD se lo jugó de nuevo todo a una carta, la del fascismo, que en 2020 le había dado de casualidad resultada. En enero de 2020, la ola de Salvini y su Lega amenazaban con ocupar todo. El milanés, que había convertido la Lega en una formación aliada a toda la extrema derecha europea, pone toda su maquinaria para conseguir la victoria en una región que siempre había gobernado la izquierda. Surge, sin embargo, entonces un movimiento, las Sardinas, que empieza a ocupar las plazas y manifestarse contra la llegada del fascismo. Es un movimiento ciudadano, espontáneo y popular, cuyo emblema, una sardina, no se asocia a ninguna formación. El éxito es arrollador y el moribundo PD salva la bola de partido aupada por unos jóvenes que ocuparon las calles y le dan la victoria bajo un hipotético "no pasarán". Uno de los efectos de las Sardinas fue elevar la participación hasta el 68%, frente al 37% de 2014.

Funcionó una vez, en unas determinadas circunstancias, pero el Movimiento decidió no involucrarse en las elecciones de 2022, ni parece que hubiera tenido el mismo éxito ante un mensaje ya repetido.

En junio de 2021, publicamos en El Confidencial un reportaje que hablaba del abuso del fantasma del fascismo. En Italia, igual que en España, ha habido durante años un encendido debate de sí se blanqueaba o toleraba el fascismo, ideología prohibida en la Constitución. "La izquierda tiene necesidad de agitar el miedo al fascismo. Encuentro absolutamente loco que toda la campaña electoral la haya pasado hablando de algo que ha terminado hace 70 años. No quiero dar lecciones de historia, quiero hablar de los problemas de hoy", manifestaba la hoy primer ministro Giorgia Meloni antes de las elecciones de 2018.

"En Italia, extrañamente, emerge el fascismo solo cuando se vota y comienza el discurso del fascismo y nazismo para meterlo en un cajón en cuanto pasan los comicios y sacarlo de nuevo en las próximas elecciones", me decía en aquella entrevista de 2022 Nicola Franco.

No fue suficiente ni convincente alertar de los peligros y extremismos del neofascismo para contener a FdI. A la extrema derecha italiana le bastó, tras años de repetir la fórmula, con agitar el fantasma de la inmigración, la patria y los valores, donde ellos se identifican como el verdadero pueblo alejado de los círculos 'chic' del poder, para vencer unas elecciones. Meloni no es una señorita italiana de buena familia conservadora, sino una romana de barrio más cercana a un electorado obrero urbano que líderes como Letta o Renzi. Es carismática y creíble. Los líderes del PD, y del resto de formaciones, no fueron capaces de desmontar algunos bulos y mitos de la extrema derecha sobre problemas como la inmigración o la soberanía, y tampoco supieron seducir a los electores con sus propuestas propias.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)

En política las ideas importan y las de FdI son ultraconservadoras y herederas de un fascismo que tampoco hoy sería igual que el de 1920, porque hoy el mundo es otro. En Italia, uno de cada cuatro votantes decidieron ir a votar por esa formación basada en una ideología prohibida. ¿Hay de pronto un 26% de fascistas en Italia? Desde luego no hay un 26% de electores que aceptaría esa definición.

¿Qué ha cambiado con Meloni?

Casi un año después de su llegada al poder, hay cambios significativos en algunos campos con este gobierno de Meloni y cosas que permanecen estables. En la oposición, FdI era un partido soberanista, que amenazaba con salirse del euro y abogaba por cambiar Europa junto a personajes como el húngaro Viktor Orbán. En el Gobierno, su mensaje ha sido mucho más conciliador. Ninguna salida de pata dentro de la UE, salvo algún rifirrafe con Francia y algunas reglas sobre carne sintética, y un absoluto compromiso dentro de la OTAN y su apoyo a Ucrania, algo que impone Meloni a sus dos socios menores, Berlusconi y Salvini, amigos declarados del presidente ruso Vladímir Putin.

Sí ha habido cambios en política migratoria, donde se mantienen "cierres" de determinados puertos y dificultar las labores de rescate de los barcos de las ONG, que se vio sacudida el pasado febrero por el naufragio y muerte de al menos 94 inmigrantes, incluidos 35 menores, en las Costas de Calabria a los que los guardacostas no consiguieron dar ayuda.

Foto: La primera ministra italiana, Giorgia Meloni. (EFE/EPA/Martin Divisek)

Recientemente, el ministro de Agricultura, Francesco Lollobrigida, ha hecho unas polémicas declaraciones en un foro de la familia en Roma en las que afirmaba que "está claro que no hay una raza italiana. Es un falso problema imaginar un concepto de esa naturaleza. Sin embargo, hay una cultura, una etnia italiana, (...) que me imagino que en esta conferencia hay una tendencia a proteger". El mismo político, miembro de FdI, había declarado un mes antes que "Italia no podía ceder a la idea de la sustitución étnica", algo tachado de mensaje supremacista y racista por los opositores.

También bajo este gobierno, se ha decidido dejar de inscribir en los ayuntamientos a los hijos de las parejas del mismo sexo inscritas en el extranjero, rechazando el certificado de paternidad europeo. El Gobierno pretende regular también como delito la maternidad subrogada. Los colectivos LGTB denuncian que hay una agenda para restringir sus derechos y fomentar la familia tradicional de este Ejecutivo.

Por último, la Primer Ministro prometió derogar la renta de ciudadanía, y aunque todavía no lo ha abolido, se han introducido ya cambios que, según Meloni, "están dando sus frutos".

Los sondeos siguen siendo muy favorables y avalan todas esas medidas. Un 30% de los italianos votaría a FdI, según los últimos sondeos. Todo esto se llama democracia, donde para vencer hay que conseguir más votos que el otro en las urnas y no en "me gusta" en las redes sociales.

"En este municipio, en la segunda vuelta, me han organizado una campaña de odio publicando viejas fotos de cuando hacía el saludo romano (fascista), pecado de juventud. Han publicado unas fotos de mi librería de casa donde había un libro de Mussolini, pero obviando que había también un libro de Marx. Han montado una campaña de odio de 15 días, donde venían a hacer manifestaciones cada jornada para parar el fascismo, y el resultado, al final, es que en mi opinión a los ciudadanos esto no les interesa. He ganado con el 60% pese a la campaña difamatoria de televisiones y periódicos nacionales. Los vecinos están hartos de nazismo, fascismo, comunismo, que desde luego deben ser recordados para no repetir errores, pero con acusar de fascismo no se adiestra a los electores", me decía en una entrevista en su despacho el presidente del municipio VI de Roma, Nicola Franco, el 6 de junio de 2022.

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