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El sueño del sur: por qué el 'euro' de Latinoamérica está condenado antes de nacer
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El sueño del sur: por qué el 'euro' de Latinoamérica está condenado antes de nacer

Argentina y Brasil quieren crear una moneda común llamada sur. Si lo logran, podrían crear la mayor unión monetaria del mundo después de la UE. Pero la propuesta levanta ciertas dudas

Foto: El presidente de Argentina, Alberto Fernández (i), recibe al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. (EFE/Matías Martín Campaya)
El presidente de Argentina, Alberto Fernández (i), recibe al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. (EFE/Matías Martín Campaya)

"Si Dios quiere, crearemos una moneda común para América Latina, porque no debemos depender del dólar", dijo el presidente brasileño, Lula da Silva, el año pasado, durante la campaña electoral que acabó llevándole al poder. Era toda una declaración de intenciones, plasmada esta semana en la declaración conjunta entre su país y Argentina, que ha anunciado el inicio del proceso para la creación del sur, una divisa que una a los dos países, proyecto al que han invitado también al resto de naciones de América Latina. "Es el primer paso de un largo camino", admitió el ministro de Economía argentino, Sergio Massa, consciente de la dificultad de un proceso que llevó 35 años completar en la Unión Europea.

El sur supondría, si se adhiriesen todos los países objetivo, el segundo bloque monetario del mundo, representando al 5% del PIB mundial, solo por detrás del euro, que representa al 14%, y superando a otras divisas como el Franco CFA, utilizado por varios países de África. Un objetivo principal es evitar las fuertes subidas del dólar estadounidense sobre las divisas regionales que se producen cíclicamente y se traducen en aumentos del coste de vida por la alta dependencia de importaciones que se pagan, vengan de donde vengan, en la moneda del país norteamericano. El anuncio, replicado en los medios de toda la región, ha sido recibido con escepticismo por numerosos analistas políticos y económicos. Todos coinciden en señalar que el proceso es extremadamente complicado en una zona de muchas desigualdades y políticamente inestable. Algunos incluso creen que es un disparate.

Una divisa que conviviría con las nacionales

Los beneficios de una unión monetaria los expone la propia Unión Europea en su página de internet. El euro impulsa la competencia entre empresas, facilitando la comparación de precios y su estabilidad, da a las compañías seguridad, fomentando el ahorro y permitiendo establecer relaciones comerciales con el resto del mundo. Ofrece, también, mayor estabilidad y eficiencia, integra mejor los mercados financieros, da mayor influencia en la economía mundial y es, al mismo tiempo, un signo tangible de la identidad europea.

Foto: Samantha Ricciardi. (Cedida)

"En cuanto a los contras, los países comienzan a ceder parte de su soberanía monetaria. Les cuesta o no pueden devaluar su moneda cuando se enfrentan a crisis internacionales, y no pueden tomar medidas de manera única y exclusiva, sino que se ven obligados a coordinar con otro, pudiendo llegar a ralentizar los procesos de toma de decisiones en materia de política fiscal y económica", recuerda Gabriel Orozco, experto colombiano en relaciones internacionales y docente de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla.

Por eso, a los analistas no les ha sorprendido que el anuncio haya ido acompañado de la aclaración de que ni Brasil ni Argentina están dispuestos a renunciar, al menos en un principio, a sus divisas locales y por ende a la gestión de su política monetaria. Es decir, el sur sería una divisa utilizada, a priori, de forma exclusiva para el comercio internacional, algo que, según parte de los analistas, rompería de inicio la estabilidad que ofrece tener una moneda única.

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"Tener divisas paralelas implicaría dificultades prácticas, como las institucionales, al tener que existir un banco nacional con independencia monetaria y un banco común, para la moneda compartida, con autoridad monetaria conjunta", considera Germán Machado, profesor de Economía en la colombiana Universidad de los Andes.

El aire a favor podría cambiar

Esa barrera de inicio muestra las grandes dudas en torno al proyecto, incluso de quienes lo han publicitado. El anuncio ha sido hecho en un momento de gran convergencia ideológica entre los gobiernos izquierdistas del brasileño Lula y el argentino Alberto Fernández, que se replica, asimismo, en la práctica totalidad de América Latina, donde apenas un puñado de países mantienen gobiernos de centro derecha o derecha, todos ellos modestos en términos poblacionales.

Pero esa convergencia podría cambiar pronto, y además, en uno de los países clave del proyecto, Argentina. El Gobierno peronista tiene muy complicado ganar las elecciones de finales de 2023. La práctica totalidad de las encuestas da una ventaja considerable al macrismo centro derechista, e incluso algunos sondeos ponen a la actual coalición oficialista más cerca del tercer lugar que de la cabeza. Una posible derrota electoral peronista debilitaría el proyecto porque la interlocución no sería la misma.

"En estos momentos hablar de una unión monetaria parte, en gran medida, de que hay una coincidencia política de varios gobiernos, un movimiento de péndulo hacia esta nueva rosa que tiene nuevamente la región. Obviamente, el eje Brasil-Argentina quedaría roto si cambia el panorama político en ese último país. No habría esa sintonía ideológica para poder impulsar el sur", considera el analista Orozco.

Los anteriores proyectos de integración monetaria, de hecho, estuvieron también motivados por vínculos ideológicos, como el Sucre, propuesto por Hugo Chávez para los países miembros del Alba en 2009, que quedó en papel mojado cuando los gobiernos comenzaron a distanciarse de ese organismo e iniciaron los problemas en Venezuela, o el "Peso Real" que el argentino Mauricio Macri y el brasileño Jair Bolsonaro llegaron a proponer y que tanto el independiente Banco Central de Brasil como el peronismo, tras volver al poder, se encargaron de enterrar.

Foto: Alberto Fernández recibe a Lula da Silva en la casa Rosada en su primer viaje internacional. (Reuters/Agustín Marcarian)

Eso, por supuesto, por no hablar de la inestabilidad política de una región donde se producen constantes estallidos sociales o, claro, la propia falta de democracia y garantías de los derechos humanos en varios países.

La UE empezó el proyecto común después de un trauma como fue la Segunda Guerra Mundial y el euro cuajó después de décadas en los que el centro izquierda y el centro-derecha se turnaron en el poder pacífica y democráticamente en la práctica totalidad de los países. Ese escenario no existe en la América Latina actual. Ni siquiera en Brasil, como se ha visto en las últimas semanas, país sin el que el sur es prácticamente imposible.

Agudas desigualdades

Los problemas en lo político se amplían más si cabe en lo económico. El principal escollo son las muy considerables diferencias económicas entre los países. La economía brasileña es colosal si se compara a la del resto de los países latinoamericanos. Argentina tuvo una inflación cercana al 100% anual en 2023, y Brasil diez veces menor. Nadie quiere divisas como el bolívar venezolano —una economía con hiperinflación crónica— o el peso argentino. Unas naciones están mucho más endeudadas que otras. Hay países como Honduras o Nicaragua que tienen economías extremadamente precarias.

Foto: Un Starbucks en El Salvador, donde ya se puede pagar con bitcoins. (Reuters)

"Con una moneda única se sacrifica el control directo sobre la cantidad de dinero en circulación y sobre las tasas de intervención. Por eso, en países políticamente dispares y con perfiles exportadores diferentes, como, por ejemplo, la zona euro, implica compartir un mínimo de objetivos macroeconómicos específicos y medibles y tener un patrón similar de crecimiento económico", comenta el economista Machado.

"Sin embargo, en América Latina y, en particular, en el caso brasileño y argentino, hay diferencias estructurales en la economía de los países que generan que los ciclos económicos no van a ser parejos. En ese escenario, hay pocos incentivos para que cada país sacrifique su autonomía e independencia monetaria, pues la moneda única solo es viable si las decisiones monetarias benefician, o minimizan los choques, al bloque económico, y si el socio de la moneda única tiene un historial de credibilidad macroeconómica", puntualiza Machado.

Una divisa común exigiría, según parte de los analistas, una armonización que debería incluir una política de transferencias, como la que existe en la Unión Europea, desde los países más ricos hacia los más pobres.

Foto: Pancarta contra Jair Bolsonaro en Sau Paulo, Brasil (REUTERS Carla Carniel)

Pero en Latinoamérica los países más ricos, como Brasil, tienen grandes desafíos y bolsas de pobreza interna ¿Qué habitante de favela estaría de acuerdo con que parte del dinero de las arcas brasileñas fuese destinado a Honduras, Nicaragua o Perú?

Por otro lado, los precursores del euro advirtieron también de que el proyecto no era posible sin una política de libre movimiento de capitales y personas, lo cual sería un desafío total en una América Latina donde parte de los países son proteccionistas y hay grandes obstáculos a los movimientos migratorios, como el éxodo venezolano ha puesto de manifiesto en lugares como Perú, Chile, México y Ecuador, donde también se han dado expresiones xenófobas.

Un desafío institucional muy complicado

A nivel institucional, el presidente del Senado colombiano, Roy Barreras, que apoya el proyecto, ya habló de la creación de un parlamento latinoamericano para favorecer la integración política de los países de la región.

Foto: entrevista-ocampo-colombia-petroleo-materias-primas-izquierda-lula-boric-tipos

No sería el único organismo que habría que erigir de cero. El proyecto necesitaría, según los analistas, la creación de un Banco Central común, con capitalización inicial proporcional de los países miembros, que abogue por unas normas mínimas en cuestiones de déficit y de deuda, todo un desafío para una región en la que unos países están sobre endeudados, gastan muchísimo y activan la maquinita del dinero a discreción, como Argentina o Venezuela, mientras otros, como Colombia, han hecho durante décadas políticas austeras.

Otros apuntan también a que, siendo el tipo de cambio flotante con las divisas nacionales, sería necesario crear una cámara de compensaciones para reducir asimetrías e impedir que Brasil, cuya economía es colosal comparada con el del resto de países, generase una dependencia en sus socios.

Foto: Simpatizantes de Jair Bolsonaro el 2 de noviembre. Diego Vara / REUTERS
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Eso sin contar que lo primero que habría que hacer es lo obvio: fomentar el intercambio interno entre los países latinoamericanos, que en la actualidad es escaso. El comercio intrarregional, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) supera, por poco, el 14% del total de los países que forman parte de América Latina, mientras que en la Unión Europea supone el 59%.

Crisis premonitoria del Mercosur

Parte de los problemas, de hecho, no son nuevos, y ya se replican en el Mercosur, organismo en el que se han producido fortísimas tensiones recientes por la decisión de Uruguay de negociar unilateralmente un tratado de libre comercio con China, algo que Argentina considera prohibido por el tratado de creación de la alianza de países.

Montevideo, por su parte, ha censurado las posturas proteccionistas de Argentina y ha reclamado con vehemencia una modernización y apertura de la alianza. Si esas tensiones han tenido lugar en Mercosur, un pacto, a priori, más limitado que el proyectado con el sur, es de esperar que las negociaciones para crear la divisa única sean muy complicadas. Por eso, conscientes de las dificultades, los precursores de la idea han recalcado que se trata de un proyecto muy a largo plazo.

"Si Dios quiere, crearemos una moneda común para América Latina, porque no debemos depender del dólar", dijo el presidente brasileño, Lula da Silva, el año pasado, durante la campaña electoral que acabó llevándole al poder. Era toda una declaración de intenciones, plasmada esta semana en la declaración conjunta entre su país y Argentina, que ha anunciado el inicio del proceso para la creación del sur, una divisa que una a los dos países, proyecto al que han invitado también al resto de naciones de América Latina. "Es el primer paso de un largo camino", admitió el ministro de Economía argentino, Sergio Massa, consciente de la dificultad de un proceso que llevó 35 años completar en la Unión Europea.

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