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Cinco equilibrismos del nuevo Lula en Brasil: de la "responsabilidad fiscal" a la amnistía
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Cambio de ciclo en Brasil

Cinco equilibrismos del nuevo Lula en Brasil: de la "responsabilidad fiscal" a la amnistía

Con la entrada del nuevo año, Lula da Silva comienza su legislatura entre lágrimas y con la promesa de que "gobernará para todos" y luchará para arreglar el "abismo social" en el país

Foto: Foto de archivo: el presidente electo de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, asiste a la presentación de los ministros propuestos para su gobierno, en Brasilia. (Reuters/Adriano Machado)
Foto de archivo: el presidente electo de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, asiste a la presentación de los ministros propuestos para su gobierno, en Brasilia. (Reuters/Adriano Machado)

El año 2023 empieza con una imagen icónica que permanecerá durante décadas en la memoria colectiva de muchos brasileños: el presidente Luiz Inácio Lula da Silva subiendo la rampa del Palacio del Planalto de la mano del cacique indígena Raoni, de un niño negro de 10 años, de un influencer con discapacidad, de un obrero metalúrgico y de una recicladora de cartón, una mujer afrodescendiente que tuvo la responsabilidad simbólica de colocar la banda presencial en el cuello blanco del presidente. De fondo, el coro de las ovaciones de decenas de millares de seguidores ataviados de rojo, que aguantaron un calor infernal para disfrutar de este momento.

Debajo de la rampa del palacio presidencial, decenas de invitados a la ceremonia más esperada del año aplaudían emocionados la escena. Muchos no conseguían contener las lágrimas. "Ha sido lo mejor que podía haber pasado. Bolsonaro nos ha hecho un gran favor al marcharse a los Estados Unidos, negándose a cumplir el protocolo. Por primera vez en la historia, es el pueblo quien entrega la banda a su presidente. Ha sido lo más bonito que he visto en toda mi vida", decía a este periódico una mujer enfundada en un traje rojo que le llegaba hasta los pies. "He llorado horrores. Ha sido la investidura más emocionante de todas. Es la primera vez que la veo entera, de inicio a fin", remataba desde Río de Janeiro Ruth, profesora y militante de izquierda.

Foto: Seguidores de Lula en el acto de investidura. (EFE/Antonio Lacerda)

Cabe destacar la presencia estelar de Resistencia, la perrita que Janja da Silva, esposa del presidente, adoptó cuando Lula estaba preso en la sede de la Policía Federal de Curitiba. Durante los 580 días que duró su encarcelamiento, un grupo de fieles seguidores, acampados en las inmediaciones de la comisaría, desearon a gritos 'buenos días' y 'buenas noches' a su líder. La mascota merodeaba por el lugar y muy pronto se ganó las simpatías de todos. Cuando quedó enferma, Janja, que entonces era novia del futuro mandatario, decidió adoptarla. Lula quiso aparecer en la foto oficial junto a Resistencia, precisamente para recordar sus días de cautiverio.

Lo que siguió fue un guion emotivo en el que Lula lloró copiosamente al hablar del "abismo social" de la desigualdad. "La vuelta del hambre es un crimen", afirmó entre sollozos, al mismo tiempo que prometía luchar contra la extrema pobreza. También destacó que "gobernará para todos", incluso para aquellos que no le votaron, que no son pocos. Más de 58 millones de brasileños se decantaron por Jair Bolsonaro el pasado 30 de octubre.

Foto: Un seguidor de Bolsonaro agita la bandera nacional ante el atasco provocado por los simpatizantes. (Reuters/Diego Vara)

Mientras tanto, en la Plaza de los Tres Poderes, unos 40.000 simpatizantes, que tuvieron que ser regados a golpe de manguera por los bomberos para no desfallecer por el intenso calor, gritaban la consigna "sin amnistía". Se referían a Jair Bolsonaro, que tras dejar la Presidencia se queda sin inmunidad. A partir de ahora, el político de extrema derecha, que intentó forzar un golpe hasta el último momento de su controvertido mandato, puede ser juzgado como un ciudadano común en un tribunal de primera instancia. Se le imputan una serie de crímenes relacionados con la propagación de noticias falsas, que perjudicaron la gestión de la pandemia del coronavirus y acabaron causando casi 700.000 muertos.

Ahora Lula, que llega a la presidencia por tercera vez, tiene un enorme reto por delante: pacificar un país muy dividido sin ensañarse con su rival político, al que acusó durante su discurso de investidura de "manipular a los electores para un proyecto autoritario de poder" que destruyó Brasil. Durante la campaña, el fundador del Partido de los Trabajadores prometió que revocaría la cláusula de confidencialidad de 100 años impuesta por Bolsonaro a varios documentos oficiales, entre ellos el certificado de vacunación del propio Bolsonaro, que siempre se mostró contrario a la inmunización, y la gestión caótica de la pandemia realizada por el exministro de Salud Eduardo Pazuello, que causó el colapso sanitario en el Estado de Amazonas y la muerte de varias decenas de personas. Desde 2021, Pazuello, que es un general del Ejército, enfrenta un juicio en la Corte Suprema.

Lula prometió trabajar para la reunificación y la reconstrucción del país y sin ánimo de revancha

Durante la posesión, Lula prometió trabajar para la reunificación y la reconstrucción del país y afirmó que no va a actuar con ánimo de revancha. Varios analistas políticos subrayan que el presidente de izquierda tendrá que actuar con mucha sutileza para encontrar el justo equilibrio entre punir eventuales crímenes y agradar a la mitad de la sociedad y del Parlamento, que siguen apoyando a Bolsonaro.

No será una tarea fácil, porque Lula ganó las elecciones gracias al apoyo de una coalición amplia y diversificada, que incluye a muchos políticos de centro y centro-derecha. Su intención de implementar una amplia batería de medidas sociales solo puede concretarse con el respaldo de la mayoría de diputados y senadores, que apoyaron a Bolsonaro precisamente por su agenda neoliberal. El presidente brasileño ha advertido que no va a poder respetar el llamado "techo del gasto público", establecido durante el Ejecutivo de Michel Temer, si quiere acabar con el hambre en Brasil, que ya azota a más de 33 millones de personas. Sus palabras ya han desagradado al invisible y todopoderoso "mercado".

Lula pretende mantener el subsidio de 600 reales (105 euros) para los más necesitados, adecuar el salario mínimo a la inflación, retomar los programas de vivienda social, incentivar a las pequeñas y medianas empresas, impulsar la bioeconomía y facilitar la transición energética hacia una agricultura e industria más sostenibles. "Estamos comprometidos a combatir día y noche todas las formas de desigualdad: de renta, de género y de raza. Es una desigualdad entre los que tiran la comida y los que solo comen las sobras. Es inadmisible que el 5% más rico tenga la misma porción de ingresos que el otro 95%", dijo el exsindicalista durante su discurso oficial.

Los economistas más ortodoxos ven en el planteamiento de Lula una contradicción de fondo, ya que es prácticamente imposible respetar el dogma de la "responsabilidad fiscal" y, al mismo tiempo, superar las restricciones presupuestarias que existen en la actualidad. "El desafío de Lula será iniciar el proceso de reequilibrio de las cuentas públicas —ya sea aumentando los ingresos o recortando los gastos— que permita el crecimiento económico y posibilite la ampliación de su base social", señala Júnia Gama, analista política de XP Investimentos.

Otro asunto delicado es la relación con el Congreso y el Senado, ambos controlados por partidos conservadores. La Constitución de 1988 introdujo un semipresidencialismo en el que el Parlamento tiene un peso enorme, como quedó evidente durante el escándalo del Mensalão, durante el primer Gobierno de Lula. Fue una red de corrupción y sobornos, creada y encabezada por el Partido de los Trabajadores para asegurar una base aliada en las votaciones de las parlamentarias. El impeachment de la expresidenta Dilma Rousseff, en 2016, fue sin duda otro momento decisivo, en que quedó patente la influencia y el poder de los presidentes del Congreso y del Senado.

La Corte Suprema, que tiene una enorme injerencia en la vida política de Brasil, acaba de declarar inconstitucional el 'presupuesto secreto', introducido por Bolsonaro, para asegurarse una base fiel en ambas Cámaras. Gracias a este mecanismo, el Ejecutivo podía asignar fondos públicos a diputados y senadores para que pudiesen hacer obras públicas y acciones sociales en sus colegios electorales y así asegurar su reelección. A cambio, los parlamentarios agraciados se encargaban de conseguir una mayoría en las votaciones clave del Congreso. Sin esa estratagema, Lula tendrá que tirar de su arte de negociación para asegurar la gobernabilidad.

Foto: El presidente de Brasil y candidato presidencial, Jair Bolsonaro, durante su comparecencia. (Reuters/Adriano Machado)

Finalmente, el presidente de izquierda más mediático de América Latina tendrá que hacer gala de toda su sagacidad para reducir la influencia de las Fuerzas Armadas en la política. Los militares ganaron un enorme poder en el Gobierno de Bolsonaro, como no se veía desde la Dictadura Militar, que terminó en 1985. Se calcula que actualmente hay más de 6.000 integrantes de las Fuerzas Armadas en altos cargos de la maquinaria gubernamental, que incluso llegaron a tener categoría de ministros.

La "gran fiesta de la democracia" del 1 de enero culminó con un amplio cartel de espectáculos musicales en el centro de Brasilia, que congregaron a decenas de millares de seguidores enloquecidos de felicidad. El Festival del Futuro fue organizado por Janja da Silva para agradar y fidelizar a los electores más jóvenes. Pasada la resaca de las celebraciones y de los encuentros bilaterales con los jefes de Estados que visitaron Brasil, incluido el Rey de España, ha llegado la hora de demostrar qué sabe hacer este hombre de 77 años que asegura tener la fuerza de un treintañero y la pasión de un veinteañero.

El año 2023 empieza con una imagen icónica que permanecerá durante décadas en la memoria colectiva de muchos brasileños: el presidente Luiz Inácio Lula da Silva subiendo la rampa del Palacio del Planalto de la mano del cacique indígena Raoni, de un niño negro de 10 años, de un influencer con discapacidad, de un obrero metalúrgico y de una recicladora de cartón, una mujer afrodescendiente que tuvo la responsabilidad simbólica de colocar la banda presencial en el cuello blanco del presidente. De fondo, el coro de las ovaciones de decenas de millares de seguidores ataviados de rojo, que aguantaron un calor infernal para disfrutar de este momento.

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