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Brasilia se tiñe de rojo a la espera de que Lula sea investido presidente de Brasil por tercera vez
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Sucederá a Bolsonaro

Brasilia se tiñe de rojo a la espera de que Lula sea investido presidente de Brasil por tercera vez

Tras la derrota de su líder, el pasado 30 de octubre, varios centenares de fans han permanecido frente a los cuarteles del Ejército de las principales ciudades del país

Foto: El presidente electo de Brasil, Lula da Silva. (Reuters/Adriano Machado)
El presidente electo de Brasil, Lula da Silva. (Reuters/Adriano Machado)

"He venido en autobús desde el Estado del Maranhao, a más de 2.000 kilómetros de aquí. Voto a Lula desde que tengo 18 años y no quería perderme esta fiesta por nada en el mundo. Por fin se acabó la era Bolsonaro. Ha sido el peor presidente de Brasil. ¡La suerte es que vuelve el mejor!". Antonio es un artesano que vive en uno de los Estados más pobres de Brasil. En vísperas de las que ya es considerada la "gran fiesta de la democracia", ha salido a pasear con su novia por la Plaza de los Tres Poderes, en Brasilia. Quería ver de cerca los preparativos de la investidura de Luiz Inácio Lula da Silva, que está a punto de comenzar su tercer mandato, 20 años después de llegar al poder.

Una marea de simpatizantes y militantes del Partido de los Trabajadores ha teñido de rojo una ciudad donde, hasta hace poco, reinaban el verde y el amarillo de la bandera de Brasil, "secuestrada" en los últimos cuatro años por los seguidores de Jair Bolsonaro. Tras la derrota de su líder, el pasado 30 de octubre, varios centenares de fans han permanecido frente a los cuarteles del Ejército de las principales ciudades de Brasil para protestar contra la victoria de Lula, al que llaman despectivamente "ladrón". Llevan dos meses pidiendo a gritos la intervención de las Fuerzas Armadas y un golpe militar.

Foto: Protesta de los simpatizantes de Bolsonaro tras la victoria de Lula en Brasil. (Reuters/Diego Vara)

Su actuación se ha ido radicalizando en las últimas semanas, hasta culminar en el fallido atentado del 24 de diciembre, cuando la Policía encontró un camión bomba cerca del aeropuerto de Brasilia listo para explotar. La respuesta del Gobierno de transición y de los jueces ha sido contundente: dos microoperaciones policiales a nivel nacional y varios arrestos de personas involucradas en la planificación de atentados, que la prensa brasileña ya tilda de "terroristas".

Por su parte, Bolsonaro ha optado por desmarcarse de estos movimientos en la última conexión en directo que hizo desde sus redes sociales el 30 de diciembre, horas antes de marcharse del país. En un discurso emotivo en el que llegó a llorar, el líder de extrema derecha condenó el atentado, dijo que los campamentos son espontáneos y que no hay un líder claro, y culpó a la prensa por atribuir a los bolsonaristas todo lo malo que pasa en el país. La reacción de sus fans fue demoledora. Entre la decepción y las lágrimas, muchos de ellos abandonaron el cuartel general del Ejército en Brasilia, casi al mismo tiempo que Bolsonaro embarcaba en el avión presidencial rumbo a Orlando, en Florida, donde pasará un periodo sabático de algunos meses junto a su esposa.

Su salida apresurada del país se debe a dos razones. Por un lado, Bolsonaro se ha negado desde el inicio a entregar la banda presidencial a su rival, tal y como establece el protocolo oficial, porque considera que las elecciones no fueron limpias. Además, sus abogados le han aconsejado que se marche antes del 1 de enero, cuando perderá la inmunidad y podrá ser juzgado por un tribunal de primera instancia. Razones para temer no le faltan. Acumula varias acusaciones, entre ellas, propagar noticias falsas sobre el covid-19 al asociar las vacunas con el sida y encabezar junto a su hijo Carlos una milicia digital para la difusión sistemática de fake news. "El actual presidente de la República no se ha ido a los Estados Unidos. En mi opinión, está huyendo por el conjunto de delitos por los que tendrá que responder", asegura el senador Randolfe Rodrigues, recién nombrado líder del Gobierno de Lula en el Congreso.

Foto: Jair Bolsonaro saluda a sus simpatizantes. (EFE/Joédson Alves)

Mientras tanto, en Brasilia el clima es de alegría y optimismo a pocas horas de la investidura. "Olé, olé olé olaaaaá, Lula Lulaaaa"... Cánticos entusiastas resuenan por las calles del sector hotelero de esta ciudad, proyectada con forma de avión por el arquitecto Óscar Niemeyer. Turistas y activistas sacuden toallas con la imagen de Lula desde las ventanas de los hoteles. En la Explanada de los Ministerios, muy cerca del lugar donde se realizará el Festival del Futuro con la participación de artistas nacionales de renombre, muchos curiosos intentan husmear entre las instalaciones.

"Yo trabajé en el equipo de prensa de Gilberto Gil cuando fue ministro de Cultura con Lula. No consigo explicarte la emoción que siento al volver aquí después de estos años tan duros, tras el 'golpe' contra Dilma Rousseff, y el 'desgobierno' de Michel Temer y de Bolsonaro. Parece que por fin se acaba una terrible pesadilla", comenta un periodista de Midia Ninja, una plataforma independiente que ha criticado al presidente de derecha durante todo su mandato.

A cinco kilómetros de distancia, en el Estadio Mané Garrincha, no paran de llegar autobuses desde otros Estados del país. En este recinto dedicado a uno de los jugadores más famosos de Brasil, el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) ha montado un campamento con capacidad para 11.000 personas. Entre un bosque de tiendas de campaña encontramos a Isaias Feitosa, agente comunitario de salud que ha encarado casi tres días de viaje desde Pernambuco, el Estado donde nació Lula.

Foto: Simpatizantes de Jair Bolsonaro el 2 de noviembre. Diego Vara / REUTERS
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"La lucha contra el hambre es hoy nuestra principal batalla. Trabajamos desde hace muchos años para que la población sin tierra tenga un pedazo de tierra para cultivar, y también para alimentar a la sociedad en la periferia de las grandes capitales con proyectos solidarios", explica este hombre humilde de 53 años, con pocos dientes y muchos sueños. "Nos esforzamos mucho para que el compañero Lula pueda volver al Gobierno. Ahora entre todos tenemos que levantar de nuevo este país y dar dignidad a los más pobres", añade.

La presencia de policías y cuerpos especiales de seguridad es patente en el centro de la capital. "Dado que hoy tenemos dos grupos antagónicos y una tensión política muy grande, nos preocupamos de reforzar todos los hoteles que albergan a los jefes de Estado y a los diplomáticos. El aeropuerto de Brasilia está con la seguridad reforzada, así como todos los puntos sensibles de Brasilia, como la torre de la televisión", explica la coronel Cinzia Queiroz de Castro, subsecretaria de Operaciones Integradas de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal. Aunque se niega a dar datos oficiales, la prensa local habla de más de mil agentes en servicio.

"Yo me siento muy tranquila, hay policías por todas partes y muchos controles. Creo que vamos a poder disfrutar de un fiestón con tranquilidad", señala Marina, estilista y activista. Se refiere al Festival del Futuro, organizado por Janja, la esposa de Lula. Con más de 60 artistas en cartel, promete entretener a un público estimado de 300.000 personas hasta altas horas de la madrugada, junto a la feria gastronómica y a las atracciones culturales que celebran el folklore brasileño.

Foto: Los bolsonaristas se colocaron los móviles sobre su cabeza (Twitter/@ElementalELM)

Al menos 19 jefes de Estado y representantes de casi 120 países homenajearán a Lula el 1 de enero. Entre ellos, cabe destacar la presencia del rey Felipe VI, que se reunirá el lunes con el nuevo presidente. El monarca español viaja acompañado por el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. Se une a la delegación la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo de España, Yolanda Díaz, que llegó a la capital brasileña el 30 de diciembre.

La gran pregunta es si el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, conseguirá participar en la ceremonia. Es conocido el deseo de Lula de que todos los mandatarios de América Latina estén presentes en su toma de posesión, para retomar su proyecto de reunificar un continente donde hay cada vez más Gobiernos de izquierda. Maduro estaba en la lista negra del Ministerio de Exteriores de Brasil. Existe incluso una ordenanza de 2019 que impedía a las autoridades venezolanas ingresar a Brasil. Sin embargo, en su último día en tierras brasileñas, Bolsonaro aceptó revocar la ordenanza, lo que en teoría permitiría la llegada del líder venezolano.

La cuestión es que las sanciones estadounidenses impuestas a cualquier empresa que mantenga relaciones comerciales con el gobierno de Maduro aún ponen en duda el desembarco del presidente de Venezuela en Brasilia. A pesar del resultado de este embate diplomático, ha quedado claro una cosa: incluso antes de llegar al poder, Lula ya desempeña un importante papel internacional y promete sacar a Brasil del aislamiento al que le había sido condenado por Bolsonaro por razones ideológicas.

"He venido en autobús desde el Estado del Maranhao, a más de 2.000 kilómetros de aquí. Voto a Lula desde que tengo 18 años y no quería perderme esta fiesta por nada en el mundo. Por fin se acabó la era Bolsonaro. Ha sido el peor presidente de Brasil. ¡La suerte es que vuelve el mejor!". Antonio es un artesano que vive en uno de los Estados más pobres de Brasil. En vísperas de las que ya es considerada la "gran fiesta de la democracia", ha salido a pasear con su novia por la Plaza de los Tres Poderes, en Brasilia. Quería ver de cerca los preparativos de la investidura de Luiz Inácio Lula da Silva, que está a punto de comenzar su tercer mandato, 20 años después de llegar al poder.

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