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¿América Latina teñida de rojo con la victoria de Lula? Mira otra vez
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Adiós a la 'ola rosa'

¿América Latina teñida de rojo con la victoria de Lula? Mira otra vez

El triunfo de Lula da Silva en Brasil supone que, por primera vez en la historia, las cinco principales economías de la región estén gobernadas por distintos tipos de progresismo

Foto: Simpatizantes de Jair Bolsonaro el 2 de noviembre. Diego Vara / REUTERS
Simpatizantes de Jair Bolsonaro el 2 de noviembre. Diego Vara / REUTERS

La izquierda ha alcanzado una representación histórica en América Latina. El triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones brasileñas supone que, por primera vez en la historia, las cinco principales economías de la región y el 85% de sus habitantes estén gobernados por distintos tipos de progresismo, situación que no se dio ni siquiera en la "ola rosa" de principios de siglo y que podría generar una mayor integración entre los distintos países.

La victoria del veterano político brasileño se une a los recientes triunfos de Gustavo Petro en Colombia, que por primera vez desde la independencia está gobernada por la izquierda, y de Gabriel Boric en Chile. En Sudamérica, apenas Ecuador, Uruguay y Paraguay seguirán siendo gobernados, a partir del próximo enero, por ejecutivos de centro derecha o derecha.

Foto:  Lula da Silva, tras ganar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil. (Reuters//Carla Carniel)

La nueva ola de izquierda tiene, en cualquier caso, características diferentes a la capitaneada por el venezolano Hugo Chávez hace dos décadas, que cristalizó en las victorias electorales de Néstor Kirchner, Lula, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega, el Frente Amplio uruguayo o Michelle Bachelet.

Buena parte de los analistas destacan que, más que un giro a la izquierda, lo que está ocurriendo en una América Latina con severos problemas económicos —la región apenas crecerá un 1,3% en 2022—, azotada por una alta inflación y la depreciación de las divisas nacionales, es un castigo a los gobernantes en curso. Los últimos siete años de procesos electorales en la región se han caracterizado por el rechazo y la no reelección de los presidentes que aspiraban a renovar el poder, algo que aumentó tras la pandemia mundial y que podría afectar también a los nuevos gobiernos de izquierda.

De hecho, la popularidad de Petro en Colombia ha caído diez puntos en apenas dos meses y medio de mandato. El chileno Boric ha visto también cómo el apoyo a su Gobierno ha disminuido en algunas encuestas por debajo del 36% tras haber asumido al poder en marzo, afrontando fuertes críticas tanto a su derecha como a su izquierda. Peor incluso lo tiene el Ejecutivo del peruano Pedro Castillo, cuya popularidad es menor al 20%, está siendo investigado por la Fiscalía por actos de corrupción y se encuentra al borde del juicio político.

Foto: El ex secretario general de Podemos Pablo Iglesias. (EFE/Raúl Martínez) Opinión

La izquierda tiene también problemas en Argentina. Alberto Fernández mantiene una disputa interna con la vicepresidenta Cristina Fernández Kirchner y lucha por hacer frente a una crisis económica que ha puesto a la coalición de Gobierno en jaque. El peronismo aparece segundo en intención de voto de cara a las presidenciales de 2023, a una holgada distancia del macrismo opositor, que lidera los sondeos, y más cerca del tercero, el libertario Javier Milei, cuyo movimiento es cercano al de Jair Bolsonaro en Brasil.

Una parte de los analistas es de la opinión que la ola de rechazo a las reelecciones podría afectar también a los gobiernos de izquierda en el corto plazo y que por eso no puede considerarse un giro ideológico en bloque de la región.

Por una derecha más fuerte

La idea de un giro ideológico hace aguas porque la derecha dura, capitaneada por Bolsonaro, ha ganado terreno en América Latina, especialmente en Chile, liderada por José Antonio Kast, segundo en las elecciones de 2021. También en Perú, donde Keiko Fujimori no fue presidenta por un puñado de votos, o el mismo Brasil, donde Bolsonaro perdió el pasado domingo, pero mantiene el apoyo de prácticamente la totalidad del electorado y cuyo movimiento político es el más fuerte del Congreso. En otras palabras, la izquierda gana en un escenario en el que la centroderecha se diluye en favor de líderes más dogmáticos con gran poder en las urnas y en los legislativos nacionales.

Boric, Petro y Castillo también están muy lejos de contar con mayoría en los Congresos de sus países y eso ha empujado a los nuevos líderes de izquierda a alianzas con la centroizquierda e incluso con la centroderecha, en los casos colombiano y brasileño, para ganar las elecciones y hacerse con la gobernabilidad. De esta manera, se ha contribuido a su moderación, una necesidad que no existía durante la "ola rosa" de principios de siglo.

Foto: Los chilenos votaron este domingo en contra de la nueva Constitución. (Reuters/Iván Alvarado)

No es, en cualquier caso, simplemente una necesidad. Boric y Petro tienen discursos profundamente izquierdistas, pero sus programas electorales y sus primeros pasos en el Gobierno han estado cerca de la centroizquierda y lejos de las experiencias de principios de siglo. Tampoco Andrés Manuel López Obrador en México está ejecutando medidas o programas de rupturismo izquierdista, manteniendo una muy estricta política de control del gasto público. El boliviano Luis Arce, exministro de Economía de Evo Morales, está más centrado que el expresidente izquierdista y, de hecho, ambos líderes mantienen una reciente disputa, similar a la surgida en Argentina entre Alberto y Cristina.

La situación económica tampoco es la misma. Los Chávez, Correa, Morales, disfrutaron de un periodo de precios récord de las materias primas, con los que pudieron financiar sus programas sociales. La situación es ahora muy distinta, a pesar del aumento del valor de algunos commodities tras el estallido de la guerra de Ucrania.

La izquierda autoritaria y Estados Unidos

"Veo una nueva izquierda en América Latina que no es antiamericana. Lula será un puente entre la vieja y la nueva izquierda", dijo Thomas Shannon, el exembajador de EEUU en Brasil durante los anteriores gobiernos izquierdistas, al diario brasileño Globo. Lula es superviviente de la "ola rosa" y podría servir de bisagra con la izquierda autoritaria que gobierna en Cuba, Nicaragua —donde también sobrevive Ortega, tras reelegirse después de encarcelar en bloque a los candidatos opositores— y Venezuela y de la que especialmente Boric parece alejado después de haber criticado profundamente la existencia de presos políticos en esos países, cuyos gobiernos considera dictaduras.

Otros líderes como López Obrador o Pedro Castillo mantienen una calculada equidistancia con esos tres países. Critican, por un lado, las sanciones en su contra, pero sin adherirse como sí hicieron Correa, Zelaya o Morales en el pasado. Los líderes de otra fuerza de izquierda clave en la región, el Frente Amplio uruguayo, han criticado profundamente a Caracas, La Habana y Managua, poniéndose el expresidente José Mujica en cabeza de los señalamientos.

Foto: Donald Trump y Juan Guaidó, juntos en en Washington. (EFE/Erik S. Lesser)

Petro, que también considera a Maduro y a Ortega dictadores, sí ha iniciado una política de deshielo entre Colombia y la vecina Venezuela, que incluye el restablecimiento de las relaciones bilaterales, después de que su predecesor en el cargo, Iván Duque, apoyase al opositor Juan Guaidó como presidente interino del país, la reapertura de la frontera y una reciente, y muy criticada, visita a Caracas. "Separar a las dos naciones es un suicidio", señaló Petro esta semana en su visita al país vecino, tras reunirse con Maduro.

El presidente colombiano midió sus gestos y su discurso, en lo que parte de los analistas considera como un intento de Petro de no quedar ante el mundo como el presidente que legitimó al Gobierno de Maduro, mientras otros expertos y la Oposición criticaron la visita como una "vergüenza". Petro cree que la estrategia de confrontación con Caracas, tras el surgimiento de Guaidó y la creación del Grupo de Lima para aislar a Maduro, fue un fracaso, y parece confiar en que puede arrancar compromisos democráticos al Gobierno del país vecino.

La situación ha cambiado después del inicio de la guerra de Ucrania, e incluso EEUU envió a un equipo de altos funcionarios a Caracas para reunirse con el Gobierno venezolano. Allí se habló, según las agencias internacionales, de la posible relajación de sanciones, especialmente en el rubro petrolero, muy afectado por el conflicto en Europa, a cambio de reformas democráticas.

Una América Latina integrada

Petro ha tomado la batuta en cuanto a las relaciones con Venezuela, y Lula probablemente lo hará en cuestión de la integración latinoamericana, que lleva aparcada desde hace años y que ahora quiere reactivar. Solo Brasil tiene el peso suficiente como para propiciar una mayor unión de los países de la región, y Lula ha hecho especial hincapié en avanzar hacia ese objetivo, incluso sugiriendo, el pasado año, la creación de una moneda única, algo que la mayoría de los analistas ven muy lejano.

"América Latina está unida de nuevo. Vamos a trabajar juntos para fortalecer la relación entre nuestros países", dijo después de reunirse en persona este lunes con el presidente argentino, Alberto Fernández, que tomó un avión a Sao Paulo pocas horas después de la victoria de Lula en las urnas. "Con Lula compartimos la mirada sobre la necesidad de integración en América Latina, de que la democracia se consolide en todo el continente", señaló por su parte el presidente de Argentina.

Foto: Mujeres ucranianas protestan frente a la embajada de Rusia en México. (Reuters/Luis Cortes)

Lula apoyó decisivamente la creación de organismos de cohesión, como la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), en 2008, y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), en 2011. Los proyectos llegaron a contar con el visto bueno de gobernantes de derecha de la época, como el colombiano Álvaro Uribe, a pesar de su furibundo enfrentamiento —atenuado con los años— con Chávez, o del chileno Sebastián Piñera.

Esos dos organismos se encuentran actualmente en coma, después de que los gobiernos de derecha que sucedieron a la ola rosa le dieran la espalda —Bolsonaro decidió que Brasil abandonase la Celac en 2020— pero todo apunta a que serán restablecidos ahora. "La victoria de Lula cambia totalmente el balance geopolítico en la región. Estoy casi seguro de que con Lula se fortalece la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños”, dijo el expresidente ecuatoriano Correa a la agencia Télam. Correa vive en Bélgica y fue condenado en su país por corrupción, unos cargos que él niega y ha denunciado persecución judicial. "El mundo de futuro es de bloque y Latinoamérica debe ir a bloque", destacó.

Foto: El expresidente de Ecuador Rafael Correa. (Efe)
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Héctor Estepa. Quito

También supondrá la vuelta de Lula al poder un impulso al Mercosur, formado por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, que también atraviesa su propia crisis, ante la imposibilidad de ratificar el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea debido las diferencias entre los países.

Bolsonaro, a rebufo del presidente centroderechista uruguayo, Luis Lacalle Pou, reclamó medidas para reducir el proteccionismo del bloque, a las que se opuso de forma terminante Argentina.

Ahora el equilibrio de fuerzas cambia, con Lula alineado a los postulados de Buenos Aires, y aunque está por ver que Lacalle renuncie a su principal objetivo, que es firmar un acuerdo de libre comercio con China con o sin la aprobación del bloque, algo que podría hacer saltar por los aires al Mercosur, ya que el tratado impide la adopción de ese tipo de acuerdos de forma unilateral.

La izquierda ha alcanzado una representación histórica en América Latina. El triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones brasileñas supone que, por primera vez en la historia, las cinco principales economías de la región y el 85% de sus habitantes estén gobernados por distintos tipos de progresismo, situación que no se dio ni siquiera en la "ola rosa" de principios de siglo y que podría generar una mayor integración entre los distintos países.

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