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Seguidores de Bolsonaro invaden el Congreso de Brasil, el palacio presidencial y la Corte Suprema
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Lula ordena cerrar el centro de Brasilia

Seguidores de Bolsonaro invaden el Congreso de Brasil, el palacio presidencial y la Corte Suprema

El grupo, que defiende tesis golpistas y afirma que Lula no ganó las elecciones, ha cruzado los perímetros policiales y ha invadido las sedes de los tres principales poderes del Estado

Foto: Los manifestantes invaden la Cámara de los Diputados de Brasil. (EFE/André Borges)
Los manifestantes invaden la Cámara de los Diputados de Brasil. (EFE/André Borges)

En unas escenas que han recordado al asalto al Capitolio de Estados Unidos, este 8 de enero centenares de partidarios del expresidente Jair Bolsonaro asaltaron el Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo, el Congreso Nacional y la Corte Suprema, en un triple acoso contra los tres poderes del corazón de la democracia más grande de América Latina. Tras varias horas de caos en que los bolsonaristas ocuparon y vandalizaron las sedes de gobierno —la mayoría casi vacías, en un domingo —, solicitando al Ejército una intervención para derrocar al presidente reelecto, Lula da Silva, las fuerzas del orden recuperaron el control del centro de la capital, Brasilia, y detuvieron a al menos 300 personas, pero dejando Brasil más dividido en un delicado momento de tensión.

El 1 de enero, como manda la tradición, el reelecto Lula da Silva era investido presidente de Brasil. En aquel momento, muchos respiraron tranquilos: la ceremonia ocurrió sin incidentes. No era para menos: desde que Da Silva se hizo con poco más de la mitad de los votos en las elecciones presidenciales de 2022, los seguidores del expresidente Jair Bolsonaro han clamado contra lo que consideraron unos comicios "amañados". La posibilidad de un intento de golpe de Estado, o al menos de una jornada de violentas protestas, estaba en boca de todos.

Finalmente, este 8 de enero los bolsonaristas, que llevaban semanas manifestándose, terminaron por asaltar las sedes de los tres poderes, ante la aparente inacción de la policía. El propio presidente del país, Lula da Silva, quien ordenó a la Guardia Nacional desplegarse para reinstaurar el orden en la capital y cerrar el centro de Basilia durante las siguientes 24 horas, así como establecer la "intervención federal", acusó de "incompetencia, mala fe o malicia" a las fuerzas de seguridad del Distrito Federal. “Si hubo una omisión de alguien del Gobierno federal que facilitó esto, también será sancionado”, añadió.

En su discurso, un visiblemente enfadado Lula llamó a los asaltantes "fascistas fanáticos" que representan "todo lo que es abominable" y serán perseguidos "con toda la fuerza de la ley". También, incluyó, los "financiadores" de los asaltantes, en una clara señal al círculo de Bolsonaro y sus partidarios, muchos todavía en altos cargos de la estructura política brasileña.

Se espera que el estado de intervención federal, por el que la seguridad depende de las fuerzas bajo mandato de Lula, y no de las autoridades locales, dure al menos hasta el 31 de enero. “El objetivo de la intervención es poner fin al grave compromiso del orden público en el Estado en el Distrito Federal, marcado por hechos de violencia e invasión de edificios públicos”, dice el decreto. Además, un juez de la Corte Suprema del país ha suspendido de su cargo al gobernador de la capital Ibaneis Rocha, durante 90 días.

Manifestantes partidarios de Bolsonaro destruyeron las barreras que acordonaban las sedes, en estado de alerta en las últimas semanas, y atacaron a patrullas de la policía legislativa, que vela por la seguridad en el Congreso.

Los bolsonaristas han asaltado las distintas sedes pidiendo una intervención militar de las Fuerzas Armadas para derrocar a Lula. Aunque las Fuerzas Armadas han mantenido un discreto segundo plano en la difícil transición democrática brasileña, para los más acérrimos partidarios de Bolsonaro son sus aliados. Los militares ganaron un enorme poder en el Gobierno de Bolsonaro, como no se veía desde la dictadura militar, que terminó en 1985. Se calcula que actualmente hay más de 6.000 integrantes de las Fuerzas Armadas en altos cargos de la maquinaria gubernamental, que incluso llegaron a tener categoría de ministros.

placeholder Los policías se enfrentan a seguidores del expresidente brasileño Jair Bolsonaro. (EFE/André Borges)
Los policías se enfrentan a seguidores del expresidente brasileño Jair Bolsonaro. (EFE/André Borges)

El expresidente Jair Bolsonaro se ha desmarcado del asalto. En su cuenta de Twitter ha reprobado las acciones de sus seguidores, aunque también ha criticado las acusaciones "sin pruebas" de Lula, que le acusó de haber "estimulado" los actos del domingo. Tras la victoria del actual presidente en los comicios y tras una larga pausa de 45 horas desde que se confirmaran los resultados, Bolsonaro salió en público a aceptar que "seguirá fiel a la Constitución", aunque sin aludir directamente a la victoria de Da Silva. Aunque calmó los ánimos, no fue suficiente para sus partidarios más acérrimos, que bloquearon durante días las principales carreteras del país.

Otro importante momento de tensión fue un presunto intento de atentado del 24 de diciembre, cuando la policía encontró un camión bomba cerca del aeropuerto de Brasilia listo para explotar. Bolsonaro optó entonces por desmarcarse de estos movimientos en su última conexión en directo, que hizo desde sus redes sociales el 30 de diciembre, horas antes de marcharse del país. En un discurso emotivo en el que llegó a llorar, el líder de extrema derecha condenó el atentado, dijo que los campamentos son espontáneos y que no hay un líder claro, y culpó a la prensa por atribuir a los bolsonaristas todo lo malo que pasa en el país. La reacción de sus fans fue demoledora. Entre la decepción y las lágrimas, muchos de ellos abandonaron el cuartel general del Ejército en Brasilia, casi al mismo tiempo que Bolsonaro embarcaba en el avión presidencial rumbo a Orlando, en Florida, donde pasará un periodo sabático de algunos meses junto a su esposa. Este 8 de enero, por el momento, no se ha pronunciado.

Las protestas de este 8 de enero estallaron cuando los campamentos de los bolsonaristas radicales, que se han multiplicado en ciudades de todo el país, comenzaron a ser desmontados el viernes en Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, donde ocurrieron algunos disturbios. El sábado, el ministro de Justicia, Flávio Dino, autorizó la actuación de la Fuerza Nacional de Seguridad, un grupo de élite de los cuerpos de policía de todo el país, que se moviliza para misiones especiales.

Antes de la invasión del Congreso, Dino se pronunció en las redes sociales y dijo que los opositores deberán esperar hasta 2026, cuando se celebren las próximas elecciones presidenciales, así como el actual Gobierno esperó entre 2018 y 2022.

Los actos en Brasilia han desencadenado otros en el país, entre ellos en São Paulo, donde la avenida 23 de Maio, una de las principales de la ciudad, fue bloqueada por los fieles al exmandatario brasileño, que impiden la circulación de automóviles cerca del aeropuerto de Congonhas.

En unas escenas que han recordado al asalto al Capitolio de Estados Unidos, este 8 de enero centenares de partidarios del expresidente Jair Bolsonaro asaltaron el Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo, el Congreso Nacional y la Corte Suprema, en un triple acoso contra los tres poderes del corazón de la democracia más grande de América Latina. Tras varias horas de caos en que los bolsonaristas ocuparon y vandalizaron las sedes de gobierno —la mayoría casi vacías, en un domingo —, solicitando al Ejército una intervención para derrocar al presidente reelecto, Lula da Silva, las fuerzas del orden recuperaron el control del centro de la capital, Brasilia, y detuvieron a al menos 300 personas, pero dejando Brasil más dividido en un delicado momento de tensión.

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