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¿Un frente a 3.000 kilómetros? Cómo la guerra de Ucrania va a meterse en tu casa
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¿Un frente a 3.000 kilómetros? Cómo la guerra de Ucrania va a meterse en tu casa

Hay motivos de sobra para asegurar que se trata del mayor conflicto en Europa desde el final de las guerras yugoslavas y puede que desde la II Guerra Mundial

Foto: Ciudadanos ucranianos se refugian en el sótano de un colegio en Kiev. (EFE/ EPA/ Sergey Dolzhenko)
Ciudadanos ucranianos se refugian en el sótano de un colegio en Kiev. (EFE/ EPA/ Sergey Dolzhenko)

Los europeos despertaron este jueves con una noticia no escuchada en las últimas tres décadas: la guerra ha regresado al continente. La escala real de la ofensiva militar rusa contra Ucrania es imposible de calcular ante la lluvia de datos, vídeos y mapas que llegan desde los múltiples frentes que ha abierto Vladímir Putin en el país. Pero hay motivos de sobra para asegurar que se trata del mayor conflicto en Europa desde el final de las guerras yugoslavas y puede que desde la II Guerra Mundial. En España, el país europeo más alejado de Rusia después de Portugal, hay quien acaricia la idea de desentenderse de un frente a 3.000 kilómetros de casa. Que el impacto nacional será limitado. Pero la realidad es otra.

"Se dice mucho que España tiene un interés indirecto o secundario en la crisis de Ucrania dada nuestra distancia geográfica", explicó Luis Simón, investigador del Real Instituto Elcano, durante una mesa redonda del 'think tank' sobre Ucrania y el futuro del orden internacional el jueves. "Pero el hecho de que sea indirecto no significa que no sea importante. El oasis de seguridad, estabilidad política y prosperidad económica europeo que apuntala a España tiene su principal amenaza en el flanco oriental", sentenció.

Con la economía global todavía digiriendo el impacto de la pandemia, la guerra en el este de Europa amenaza con agravar muchos de los problemas con los que ya lidiaban los gobiernos del mundo, desde la alta inflación a los problemas de suministro. Y también podría crear algunos nuevos. Así se va a meter la guerra de Ucrania en tu propia casa:

Foto: Una bomba petrolífera. (Larry W. Smith/EFE)

1: Energía y mercados

Que Rusia es el principal suministrador de gas natural a Europa y que gran parte de la UE depende excesivamente del combustible ruso es un hecho que ha sido repetido incesantemente a lo largo de los últimos meses. En este frente, España está blindada por su escasa interconexión gasística con el resto de Europa. Esto nos hace no ser dependientes de los gasoductos de Gazprom (la paraestatal energética rusa) gracias a los contratos con Argelia y una alta capacidad de importación de gas natural licuado (GNL) de todo el mundo. El suministro, por lo tanto, está garantizado. La pregunta es, ¿a qué precio?

Independientemente de que el gas siga fluyendo con normalidad por los ductos rusos, la invasión orquestada por Putin ha provocado una redoblada inflación en los precios del combustible, que vuelven a aproximarse a los máximos históricos que experimentamos en diciembre. Rusia es un productor clave de petróleo, tercero con un 11% del bombeo global, y suministrador clave de combustible y carbón a Europa.

La escalada del crudo acabará sintiéndose en todos los sectores industriales y en las gasolineras, alimentando la inflación. Una subida que supondría un masivo gasto para las arcas de los Estados miembros, incluido el español. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ya reconoció el jueves este hecho: "Este conflicto, y las sanciones que derivan de él, van a tener sin duda alguna un impacto económico en nuestro país y en la Unión Europea (UE), especialmente en los mercados energéticos".

2: Alimentos

Rusia (primero) y Ucrania (quinto) son dos de los principales productores globales de trigo. Juntos suman cerca del 30% de las exportaciones mundiales del grano. El impacto de una disrupción a gran escala como la que estamos experimentando podría poner en peligro la cadena de suministro de un cereal básico que ya cotiza a sus mayores niveles en una década. Esta subida se ha replicado en otros alimentos, como la soja, la cebada o las semillas de girasol, que a su vez afectan también a la ganadería.

La producción de trigo ucraniana podría verse afectada por los combates, ya que el área donde se cultiva y procesa la mayoría del cereal está concentrada en el sureste del Ucrania, cerca de las regiones de Donetsk y Lugansk, uno de los puntos más calientes del conflicto. Además, la guerra también podría afectar a las operaciones portuarias del Mar Negro, un punto geoestratégico para ambos países y por donde Ucrania saca más del 90% de su cosecha. El comercio del trigo ruso, por su parte, podría verse impactado por sanciones occidentales. Todo en un mercado ya muy estresado -en 2021 el precio del trigo ya subió un 21%- y con una demanda muy inelástica. Ucrania es además el mayor productor mundial de girasol y una importante productora de maíz, con el 13% de las exportaciones globales.

Por si fuera poco, existe una interconexión directa entre los precios de la energía y el mercado de alimentos debido a que la mayoría de los fertilizantes más utilizados en el mundo requieren de gas para su elaboración. Por ello, durante los últimos meses, numerosas plantas productoras de abonos han tenido que cerrar o reducir sus operaciones a lo largo y ancho de Europa debido al coste desorbitado del combustible. Esto, a su vez, ha afectado a los rendimientos agrícolas y coincidido con una de las peores sequías de la historia reciente en España y otros países. La suma explosiva de todos estos factores es un efecto multiplicativo sobre el índice de precios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), que se encuentra en máximos hace más de una década.

Dado que la UE es la principal productora y exportadora de alimentos del mundo, es probable que el impacto económico directo del caos en los mercados de cereal sea más moderado que en otras regiones, aunque no imperceptible. Sin embargo, el potencial de los impactos indirectos es preocupante. La última vez que el precio del trigo alcanzó los niveles experimentados estos meses, el resultado fue una oleada de protestas en el norte de África y Medio Oriente que se tradujeron en la Primavera Árabe. Actualmente, varios de los principales clientes del cereal ucraniano son estados vulnerables de estas mismas regiones, como Yemen, Líbano o Libia, donde la escasez de los alimentos o el aumento repentino de su precio no solo podrían profundizar la miseria de sus ciudadanos, sino también producir drásticas dinámicas sociales cuyo alcance, como hemos visto en el pasado con el caso de Siria, no tienen por qué limitarse a sus fronteras.

3: Materias primas y mercados

Rusia es uno de los grandes 'depósitos' globales de materias primas. Si las sanciones que prepara Occidente afectasen a sus exportaciones, o el Kremlin decidiese cortar el grifo como presión a sus adversario, se abriría otro flanco de inestabilidad económica con múltiples ramificaciones que se colarían por nuestras fronteras.

Rusia es el mayor productor mundial de paladio, un material que se utiliza desde los teléfonos móviles a los implantes dentales, y el segundo mayor productor de aluminio, que necesitan desde automóviles a latas de cerveza y refrescos. Controla un 10% de las reservas globales de cobre, es el segundo mayor productor mundial de platino y el tercero de níquel. El gigante euroasiático produce los tres tipos de fertilizantes más empleados del planeta —los basados en potasio, fosfato y nitrógeno—, con un 13% de la cuota de mercado mundial. Además, vende a varios mercados automóviles, medicinas y motores. La reacción en cadena que desatarían unas eventuales sanciones occidentales afectaría a múltiples cadenas de suministro con consecuencias imprevisibles. Por ejemplo, el propio gigante aeronáutico europeo Airbus compra titanio a Rusia.

Foto: La Plaza Roja de Moscú. (EFE/Ignacio Ortega)

Pese a que Moscú es una potencia económica hasta cierto punto modesta -ni siquiera está en el top 10 por Producto Interno Bruto (PIB)-, sigue siendo un actor nuclear y geopolítico de primer orden, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y con casi 150 millones de habitantes repartidos en dos continentes. La actuación aparentemente errática de Putin ha hecho arreciar la incertidumbre en unos mercados que todavía trataban de descifrar cómo los bancos centrales iban a equilibrar la ecuación inflación-crecimiento y se disponían a retirar estímulos monetarios.

Además, varios países -incluyendo el propio presidente estadounidense, Joe Biden- han sacado a relucir la posibilidad de excluir a Rusia del sistema SWIFT, que regula los pagos internacionales, y sancionar a aquellos países que hagan negocios con empresas rusas. Bancos alemanes, franceses e italianos tienen una exposición multimillonaria al mercado financiero ruso. De nuevo, movimientos sin precedentes con resultados impredecibles. Todo esto generando un cóctel de volatilidad que amenaza con ralentizar la recuperación económica.

4: La seguridad

Los europeos nos estábamos acostumbrando a vivir en una época -inédita, por otra parte- en la que los cambios de fronteras a través de la fuerza eran cosa del pasado. En 2014, Rusia pinchó parcialmente esa burbuja al anexionarse Crimea y ayudar a los grupos separatistas armados a hacerse fuertes en Donetsk y Lugansk, el este de Ucrania. Esta agresión rusa fue minimizada por la comunidad internacional, que la justificó como una aberración, una anomalía, un zarpazo de rabia histórica del Kremlin en unas zonas tradicionalmente prorrusas o una cortina de humo de un Putin con la popularidad en picado. Pero en pleno siglo XXI, un país no podía invadir otro país así como así. No en Europa.

Este jueves, el aeropuerto militar de Hostomel, a escasos kilómetros de la capital Kiev, era tomado por paracaidistas rusos entre fuego de artillería y el sobrevuelo de helicópteros de combate. El sueño civilizatorio se acabó.

"La paz en nuestro continente se ha hecho añicos. Ahora tenemos una guerra en Europa a una escala y de un tipo que pensábamos que pertenecía a la historia", avisaba el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en su discurso tras el inicio de la ofensiva rusa. En su alocución, el noruego predecía que habrá "una nueva realidad" y "una nueva Europa" tras la invasión. La mayoría de los analistas coinciden y ven en el futuro inminente de Europa un importante replanteamiento de sus prioridades -y presupuestos- en materia de seguridad y defensa. No solo física, sino también digital. Los ciberataques rusos contra Ucrania que han precedido a la invasión podrían replicarse en países de la Alianza, en represalia por el suministro de equipamiento militar a Ucrania o las sanciones.

"La cuestión sobre cómo garantizar la seguridad en el Este de Europa se convertirá seguramente en la primera prioridad tanto de la OTAN como de la Unión Europea y limitará también su ancho de banda para otras prioridades", señaló el investigador de Elcano Luis Simón.

España fue en 2021 el segundo país de la Alianza que menos gastó en Defensa en relación con nuestro PIB: un 1,02%, solo por delante del 0,57% de Luxemburgo. En 2014, el Gobierno del entonces presidente Mariano Rajoy se comprometió, junto al resto de los aliados, a lograr en una década aumentar esta contribución hasta el 2%. Un compromiso que revalidó Sánchez en 2018. Vamos enormemente retrasados. Pero no están las encuestas para hablar de financiar otra cosa que no sea empleo, sanidad o pensiones.

En un nuevo contexto europeo en el que la defensa colectiva tiene una importancia mucho más destacada y con Madrid como sede de la cumbre en la que los próximos 29 y 30 junio de este año la OTAN renovará su concepto estratégico, Moncloa tiene delante un círculo difícil de cuadrar. Especialmente, con un partido que forma parte de la coalición de Gobierno y que el jueves, al manifestar su rechazo a los ataques rusos contra Ucrania, solicitaba a su vez la disolución de la OTAN.

5: La nueva era, más tensión

Lo que sí sabemos es que es cuestión de tiempo que la guerra en Ucrania sea politizada y utilizada como arma arrojadiza entre partidos; cree tensiones sociales y acapare tiempo y recursos, siempre escasos. En apenas unos meses, los españoles que consideran a Rusia como una amenaza se ha disparado del 5% al 34%, un aumento dramático de 29 puntos que ha convertido al gigante euroasiático en el primer problema de seguridad para nuestro país, por encima de Marruecos. Pero también Putin sigue teniendo muchos defensores en ambos extremos del arco ideológico. Y Ucrania, al fin y al cabo, está a 3.000 kilómetros, ¿no?

España -el planeta- todavía se lame las heridas sanitarias, económicas y emocionales de la pandemia. El mundo no había acabado de cambiar cuando toma otro giro imprevisible. Como dijo Josep Borrell, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, al comenzar el comunicado de los Veintisiete ante la materialización de la esperada agresión: "Estas son unas de las horas más oscuras para Europa desde la Segunda Guerra Mundial". Nadie lo acusó de exagerar. Nadie puede garantizar lo que viene después.

Los europeos despertaron este jueves con una noticia no escuchada en las últimas tres décadas: la guerra ha regresado al continente. La escala real de la ofensiva militar rusa contra Ucrania es imposible de calcular ante la lluvia de datos, vídeos y mapas que llegan desde los múltiples frentes que ha abierto Vladímir Putin en el país. Pero hay motivos de sobra para asegurar que se trata del mayor conflicto en Europa desde el final de las guerras yugoslavas y puede que desde la II Guerra Mundial. En España, el país europeo más alejado de Rusia después de Portugal, hay quien acaricia la idea de desentenderse de un frente a 3.000 kilómetros de casa. Que el impacto nacional será limitado. Pero la realidad es otra.

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