¿Se ahorra más con una caldera o con una bomba de calor? La clave está en el clima
Los sistemas eléctricos son la opción más segura para el futuro, frente a la incertidumbre de los gases renovables. Pero, de momento, el ahorro en la factura no compensa la inversión
Lo peor del invierno ha llegado, con una semana de temperaturas negativas en casi todo el país. En estos momentos, muchos se preguntan si es mejor tener una calefacción de gas natural, el modelo más extendido en España, o pasarse a las bombas de calor, como recomienda la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y quiere impulsar la Comisión Europea a través de su programa RePowerEU. La respuesta depende de dos factores: el ecológico y el económico.
En lo que se refiere al impacto medioambiental, la decisión más intuitiva se decanta, en estos momentos, a favor de las segundas, que, teóricamente, evitan la utilización de combustibles fósiles. Sin embargo, de forma indirecta, todo depende del mix de cada país: la electricidad que emplean las bombas de calor también puede salir de la quema de gas, o incluso de carbón. En el caso de España, las renovables ya supusieron más de la mitad de la generación en 2023, según los datos de Red Eléctrica. Y esta cifra seguirá aumentando durante los próximos años.
El gas natural se presenta, así, como una fuente de energía con los días contados para la climatización del hogar. De hecho, el acuerdo provisional entre el Consejo y el Parlamento Europeo para la revisión de la directiva sobre eficiencia de edificios —el texto todavía no es definitivo— prevé la prohibición de instalar dispositivos de climatización que empleen este hidrocarburo, tanto en las viviendas de obra nueva como en las reformadas, a partir de 2040. Otra directiva comunitaria en vigor desde octubre de 2023, la de eficiencia energética, ya prohíbe que estos proyectos reciban financiación pública. Los Estados miembros, entre ellos España, tienen dos años para transponerla. En otras palabras: a la vista de por dónde va la regulación, quizá va siendo hora de olvidarse del gas natural.
Pero eso no significa que las calderas, el sistema que el 40% de los españoles tienen en casa —son datos de la última Encuesta de Características Esencial de la Población y Viviendas, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística—, vayan a morir con el hidrocarburo. De hecho, existe un intenso debate sobre las ventajas y desventajas de que estos dispositivos, que calientan agua para alimentar los circuitos de calefacción, empleen gases renovables, como el biometano o el hidrógeno verde, que no producen CO2 y, por tanto, contribuyen a la descarbonización.
Según Sedigas, que agrupa a las principales empresas del sector, las calderas de última generación, llamadas de condensación, ya están adaptadas para este tipo de gases. El problema es que es la propia red la que debe estar preparada para el suministro de los mismos, y esto podría requerir de ingentes inversiones públicas. En este momento, existe incertidumbre sobre la posibilidad de que los gobiernos acaben apostando por introducir los gases renovables para el abastecimiento de los hogares y, en caso de hacerlo, cuándo tendrá lugar el cambio. El Reino Unido, por ejemplo, acaba de detener sus planes para probar el hidrógeno verde en la climatización residencial, que ya no se contempla en la actualización de su estrategia para este gas lanzada en diciembre.
Los defensores de que esta no es la apuesta de futuro argumentan que el uso del hidrógeno en este ámbito es menos económico, menos eficiente, consume más recursos y está asociado a mayores impactos ambientales que sus alternativas, especialmente la bomba de calor. No hay que olvidar que, para la obtención del hidrógeno verde, es necesario el proceso de electrólisis —separación de las moléculas de agua—, que necesita importantes cantidades de electricidad. Una vez más, todo vuelve al principio: ¿de dónde se saca esta energía? Dependiendo de eso, tanto las bombas de calor como las calderas de gases renovables serán más o menos limpias en relación con el gas natural.
Si usted es conservador y está dudando entre instalar una bomba de calor o una caldera, la opción más segura es la primera
Jan Rosenow, director para Europa del laboratorio de ideas energético Regulatory Assistance Project (RAP), ha recopilado 54 estudios que ponen en cuestión el uso del hidrógeno verde para la calefacción doméstica. "En países como el Reino Unido, España, Italia y Alemania, los responsables políticos deberían tomar nota de estos resultados y no dejarse distraer por la falsedad de que algún día el hidrógeno alimentará nuestras calderas de gas. El tiempo apremia. Lo que necesitamos ahora es un paquete de medidas para desplegar tecnologías probadas", afirma. Desde Sedigas, cuestionan esta visión: de hecho, dicen, las calderas de condensación son un 30% más eficientes que las convencionales, también llamadas estancas.
En definitiva: si usted es conservador y está dudando entre instalar una bomba de calor o una caldera, la opción más segura es la primera, ya que todas las autoridades apuestan en estos momentos por la electrificación, mientras que los gases renovables tienen un futuro más incierto. Sin embargo, eso no significa que las calderas queden prohibidas a partir de 2040, como se ha extendido en forma de bulo durante los últimos meses. Puede estar tranquilo: el gas natural, de momento, seguirá llegando a su domicilio, y si usted dispone de un dispositivo nuevo, de condensación, ni siquiera tendrá que adaptarla en caso de que, en un futuro, se impongan el biometano o el hidrógeno verde.
¿Merece la pena la caldera?
Pero una cosa es lo que vaya a pasar a largo plazo, que siempre está sujeto a un cierto grado de incertidumbre, y otra lo que merezca la pena en el corto. El debate económico del presente no entiende de contaminación; solo de números. Y, en este caso, las cosas están más repartidas.
De momento, hay que sacar los gases renovables de la ecuación, así que la disyuntiva está entre las calderas de gas natural y las bombas de calor. Lo primero que hay que decir es que cualquier cuenta estará condicionada por el precio de ambos, que depende de los mercados y de las regulaciones gubernamentales. Tanto la luz como el gas se han abaratado enormemente durante los últimos meses, gracias al fin de las tensiones en los mercados energéticos. Ambos van de la mano, debido al funcionamiento del sistema marginalista del mercado eléctrico: la última tecnología que colma la demanda, habitualmente las centrales de ciclo combinado, que utilizan gas natural, es la que marca el precio de la luz. Sin embargo, el veloz despliegue de las renovables en España irá desligando, progresivamente, ambos mercados, y, según los expertos, provocará una tendencia hacia el abaratamiento de la electricidad, que ya se está haciendo patente en los meses de primavera.
Más allá de este factor, los precios más recientes permiten hacer algunos cálculos. Para ello, este periódico se ha puesto en contacto con Pablo Dueñas, investigador del prestigioso MIT estadounidense y otros centros nacionales e internacionales en el ámbito de la energía. Esta es su respuesta, aplicada a la capital de España:
"Para el consumidor doméstico, el precio minorista de la electricidad ronda los 0,15 euros el kilovatio hora (kWh), mientras el de gas (regulado) ronda los 0,05 €/kWh. Como el COP [rendimiento] de una bomba de calor en Madrid ronda el cuatro, la electricidad cuesta en realidad cuatro veces menos usando una bomba de calor; es decir, 0,0375€/kWh. Para una casa estándar, el IDAE [Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica] dice que el consumo en calefacción es de 5.100 kWh de gas al año. Así que el ahorro, suponiendo un rendimiento similar en todo lo demás, será de unos 65 euros, que no es mucho".
La clave del asunto radica en que, a diferencia de las calderas de gas, que tienen un rendimiento cercano a uno —algo inferior en el caso de las estancas, algo superior en las de condensación—, las bombas de calor emiten entre tres y cinco veces más energía de la que usan. Es decir, cuadriplican, de media, la eficiencia de sus competidoras. Esto permite compensar el mayor precio de la electricidad, lo que les da una ligera ventaja en términos económicos, más o menos sensible en función de la fluctuación de los precios de ambos mercados. Sin embargo, no es el único factor a tener en cuenta.
En las zonas más frías del país, como Aragón o las dos Castillas, la bomba de calor no es rentable
Dueñas recuerda que el COP de las bombas de calor varía en función de la temperatura exterior, de tal forma que desciende a dos cuando las temperaturas son muy bajas. En estos casos, la ventaja de las bombas frente a las calderas se diluye, hasta no merecer la pena. Así lo ha comprobado un estudio del propio Dueñas para Massachusetts, donde ni siquiera los 10.000 euros de subvención para las bombas de calor permiten amortizar la inversión. Las temperaturas extremas de ese estado del noreste de Estados Unidos, el hecho de que la mayoría de sus habitantes vivan en casas unifamiliares, que requieren una mayor climatización, y el elevado precio de la electricidad frente al gas en ese país ayudan a explicar los datos.
Desde el sector, Naturgy ha elaborado un detalladísimo estudio por zonas climáticas españolas, que llega a la siguiente conclusión sobre el uso de las bombas de calor en las más frías: "Es posible que se requiera un respaldo adicional, como sistemas de calefacción suplementarios o resistencias eléctricas, para alcanzar las temperaturas deseadas".
En definitiva: en los territorios gélidos del interior del país, como Aragón o las dos Castillas, la bomba de calor no es una opción rentable, al menos si se aspira al mismo nivel de confort que con la calefacción convencional. En el resto, la decisión se antoja más discutible, sobre todo teniendo en cuenta, apunta Dueñas, el factor de la climatización en verano. En los lugares donde las temperaturas invernales son relativamente suaves y es necesario refrigerar la vivienda en época estival, principalmente en la mitad sur y la costa mediterránea, merece la pena tener una bomba de frío y calor, en lugar de una caldera de gas, por un lado, y un aparato de aire acondicionado, por otro.
Instalar un sistema de climatización con bomba de calor es más caro, pero se está abaratando
Otra de las cuestiones a tener en cuenta es el coste de la instalación para equipar un hogar. El de un sistema de climatización con bomba de calor es más caro que el de otro con caldera, con un rango de precios que varía enormemente en función del tamaño de la vivienda, el número de dispositivos o las características técnicas. Sin embargo, el primero se ha ido abaratando a lo largo del tiempo, y lo hará más, a medida que la tecnología se vaya consolidando. "Así que gana la electricidad, pero no compensa el coste de instalar una bomba de calor", concluye Dueñas.
El tipo de hogar puede ser otro factor determinante para saber si merece o no la pena la inversión, ya que en el caso de los de gran consumo la instalación puede acabar amortizándose... siempre que la climatización con este método, claro está, sea capaz de aportar el nivel de confort que se busca. La posibilidad de obtener alguna subvención, que han proliferado al calor de los fondos europeos, también puede ayudar a desequilibrar la balanza. Aquí tiene más información al respecto.
En condiciones normales, sin embargo, el ahorro mensual no resulta suficiente para recuperar el desembolso inicial, sobre todo si la vivienda ya dispone de un sistema de climatización con gas. Elegir una bomba de calor para un piso nuevo es una opción a considerar, especialmente si se mira al largo plazo y se tienen en cuenta factores medioambientales, pero sustituir una instalación tradicional por otra eléctrica no merece la pena si se piensa en el bolsillo para este invierno (o para el siguiente). Excepto en los climas más suaves de nuestro país, la caldera de toda la vida todavía se impone en términos económicos. La pregunta es por cuánto tiempo.
Lo peor del invierno ha llegado, con una semana de temperaturas negativas en casi todo el país. En estos momentos, muchos se preguntan si es mejor tener una calefacción de gas natural, el modelo más extendido en España, o pasarse a las bombas de calor, como recomienda la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y quiere impulsar la Comisión Europea a través de su programa RePowerEU. La respuesta depende de dos factores: el ecológico y el económico.