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¿Cambio climático? Las subvenciones a las energías sucias se duplican en un año
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MÁS DE 1,3 BILLONES DE AYUDAS

¿Cambio climático? Las subvenciones a las energías sucias se duplican en un año

Una cosa es predicar y otra dar trigo. Lo cierto es que el año pasado las subvenciones a las energías más contaminantes se duplicaron. Los gobiernos concedieron una cifra equivalente al PIB de España

Foto: Una máquina bombea petróleo en California (EEUU). (EFE/Caroline Brehman)
Una máquina bombea petróleo en California (EEUU). (EFE/Caroline Brehman)
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Los cálculos los ha hecho la OCDE y revelan —aquí el estudio— que, en medio de la actual crisis climática, las subvenciones y ayudas públicas a las energías fósiles —las más contaminantes— alcanzaron el año pasado un récord histórico. En total, 1,48 billones de dólares (1,35 billones de euros), una cifra similar al PIB de España. Es decir, más del doble que un año antes.

La explicación es muy simple. El alza de la inflación obligó a los gobiernos a diseñar todo tipo de ayudas para compensar el incremento del petróleo y de sus derivados. El inventario de medidas de apoyo a los combustibles fósiles de la OCDE, que recoge información de 82 países, estima, en concreto, que las transferencias directas y los gastos fiscales asociados a las medidas de apoyo a los combustibles fósiles ascendieron a 427.900 millones de dólares (unos 392.500 millones de euros) en 2022.

En la misma línea, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha estimado que el valor económico de los combustibles fósiles que se venden por debajo de los precios de mercado ascendió a 1,12 billones de dólares (1,03 billones de euros). Las cifras incluyen las ayudas al consumo de gasolinas, electricidad o gas natural, fuertemente subvencionado.

La decisión de los gobiernos de subvencionar los combustibles fósiles fue respaldada en un primer momento por todos los organismos multilaterales para evitar que los hogares y las empresas sufrieran de forma más severa los efectos de la fuerte subida de los precios, pero, posteriormente, se mostraron más proclives a que las ayudas no fueran generalistas, sino que discriminaran en función de la renta de los beneficiados. Es decir, pudieran diferenciar el poder adquisitivo de los agentes económicos para favorecer la igualdad. La OCDE apunta que hoy existen instrumentos digitales para discriminar de una forma eficiente cuando un conductor, por ejemplo, llega a una gasolinera para cargar combustible. De lo que se trata, asegura, es de incentivar el ahorro de energía.

162 nuevas medidas

Esta política de ayudas hizo que el año pasado se introdujeran nada menos que 162 nuevas medidas de apoyo de este tipo en los países de la OCDE y sus socios. La mayoría de estas medidas respaldó la producción y el consumo de combustibles fósiles, recuerda la organización, con sede en París.

Lo que destaca el organismo, que agrupa los países más avanzados, es que esta política de subvenciones también afectó de forma intensa a energías como el carbón, que ha vuelto a tener un papel relevante, tanto en la producción como en el consumo. Las subvenciones totales ascendieron a 36.100 millones de dólares (unos 33.120 millones de euros), lo que representa un 60% más que en 2013.

Esta política hizo que el año pasado se introdujeran 162 nuevas medidas de apoyo de este tipo en los países de la OCDE

La utilización del carbón en el mix energético, como se sabe, estaba en retirada en la mayoría de los países, pero la guerra de Ucrania y el posterior aumento de los precios impulsaron a los gobiernos a recuperar su uso. Incluso en países que encabezan la lucha contra el cambio climático, como Alemania. Otros, como Polonia, nunca quisieron prescindir del mineral.

China, por ejemplo, concedió permisos para construir centrales eléctricas de carbón. Los nuevos permisos fueron los más elevados desde 2015, y su capacidad superó en seis veces la del resto del mundo.

El informe destaca, igualmente, que muchos países reabrieron minas o extendieron su vida útil para poder producir energía eléctrica con carbón en aras de mantener la seguridad en el aprovisionamiento o la política de precios.

China, por ejemplo, concedió permisos para construir centrales eléctricas de carbón

En términos relativos, el mayor aumento del coste fiscal de las subvenciones se dio en el gas y la electricidad. Los instrumentos más utilizados por los gobiernos fueron la rebaja del IVA o de los impuestos especiales. Igualmente, se utilizó la vía de imponer precios máximos a la venta de determinados productos. Lógicamente, recuerda la OCDE, los países que más importan petróleo o gas y, por lo tanto, son más dependientes fueron quienes aumentaron en mayor medida las subvenciones, al contrario de los que gozan de mayor autonomía en el suministro.

Los datos de la OCDE —conocidos en plena cumbre de la COP28 en Dubái— muestran que el 81% de las ayudas fue a parar a empresas y familias. Otro 16% fue dirigido a los productores de energías fósiles y el resto, a los llamados servicios generales, que no definen con precisión quiénes son los destinatarios finales. Uno de los mayores aumentos, en todo caso, fue el dirigido a subvencionar los edificios residenciales, con un incremento de nada menos que el 154%. En particular, para el consumo de gas y electricidad.

Emisiones cero

Del mismo modo, creció de una forma extraordinaria el apoyo a la energía consumida por el transporte, un 127%, hasta los 123.300 millones de dólares, precisamente el sector más contaminante.

Creció de una forma extraordinaria el apoyo a la energía consumida por el transporte, un 127%, hasta los 123.300 millones de dólares

La conclusión que saca la OCDE es que esta política de subvenciones indiscriminada pone en riesgo los objetivos de emisiones cero a la atmósfera para combatir el CO₂, máxime cuando existen fuertes incertidumbres, tanto desde el lado de la economía como de la geopolítica. Como consecuencia de ello, la organización recuerda que los combustibles fósiles se han convertido en menos fiables que otras fuentes de energía en la medida en que las tensiones son más frecuentes en los países productores.

Su impresión es que los gobiernos pueden hacer mucho más en aras de conseguir la meta de la descarbonización. Y, en concreto, propone que los gobiernos empiecen por alejarse del apoyo "a gran escala", tanto a los hogares como a las empresas. Esa política tiende a menudo, de forma desproporcionada, a beneficiar a los usuarios que no lo necesitan, al tiempo que sugiere un rediseño de las políticas para adoptar medidas más específicas.

Un enfoque de este tipo, aseguran sus economistas, contendría los costes fiscales de las subvenciones y restablecería la señal de precio de los combustibles fósiles para la mayoría de los usuarios, creando así incentivos para el ahorro de energía y el cambio a fuentes de energía no fósiles.

Los cálculos los ha hecho la OCDE y revelan —aquí el estudio— que, en medio de la actual crisis climática, las subvenciones y ayudas públicas a las energías fósiles —las más contaminantes— alcanzaron el año pasado un récord histórico. En total, 1,48 billones de dólares (1,35 billones de euros), una cifra similar al PIB de España. Es decir, más del doble que un año antes.

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