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Israel estaba usando el gas para seducir a sus vecinos. Ahora, todo puede estallar
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En la guerra, todo arde

Israel estaba usando el gas para seducir a sus vecinos. Ahora, todo puede estallar

En un contexto de crisis energética global, Israel había tenido con el gas una baza para intentar atraer a su vecindario. Tras el estallido de la guerra, no quedan muchas esperanzas

Foto: Extracción en el yacimiento de Tamar. (EFE/EPA/Albatross Aerial Photography)
Extracción en el yacimiento de Tamar. (EFE/EPA/Albatross Aerial Photography)

Fue una decisión que, como es de esperar, pasó casi completamente desapercibida. El pasado 9 de octubre, dos días después de que comenzara la guerra entre Hamás e Israel a raíz de la matanza perpetrada por el grupo terrorista, la petrolera estadounidense Chevron anunció el cierre de las operaciones en una de sus dos plataformas marítimas de extracción de gas natural frente a la costa israelí. Siguiendo las instrucciones del Ministro de Energía de Israel, quien temía un posible ataque desde Gaza, la actividad en la plataforma de Tamar (a apenas 20 kilómetros de la Franja) quedaba suspendida hasta nuevo aviso.

Se trata de un evento menor en comparación con la magnitud de una guerra en la que, tras la masacre de más de 1.400 de sus ciudadanos, las Fuerzas Armadas de Israel ya han matado a más de 2.750 personas con sus bombardeos y ataques con misiles contra Gaza. Sin embargo, el cierre de la plataforma de Tamar es un símbolo del fin de las esperanzas que Israel había depositado durante los últimos años en la explotación del gas natural frente a sus costas. Una que iba más allá de lo económico y que tenía un fin aún más valioso en una región donde sus aliados brillan por su ausencia: la diplomacia.

Israel comenzó en 2019 a exportar gas natural a Egipto y Jordania, dos de sus vecinos. Aunque ambos son países que mantienen relaciones cordiales con Tel Aviv, estos acuerdos fueron vistos con incomodidad por sus habitantes, quienes siguen teniendo una imagen extremadamente negativa del país judío. Sin embargo, como explica Ignacio Urbasos, ayudante de investigación en el Área de Energía y Clima del Real Instituto Elcano, “a las poblaciones egipcias y jordanas no les gustaba comprar gas israelí, pero sabían que la alternativa era mucho peor”. Entre 2011 y 2018, ambos países habían sufrido apagones en reiteradas ocasiones.

Fue el primer paso de una estrategia que Tel Aviv buscaba llevar mucho más allá. “En un contexto de crisis energética global, Israel había tenido con el gas una baza para intentar atraer a su vecindario. Una táctica que estaba sirviendo para, por lo menos, asentar un nuevo tipo de diálogo y de negociación que no versara exclusivamente sobre el conflicto palestino-israelí”, afirma en entrevista con El Confidencial Urbasos, quien ha publicado recientemente un análisis sobre esta diplomacia del gas.

Diplomacia a todo gas

En 2022, las compañías energéticas israelíes produjeron 21,29 bcm (miles de millones de metros cúbicos) de gas natural, de los cuales 9,21 se exportaron a Egipto y Jordania. La cifra estaba destinada a aumentar, dado que, tan solo dos meses atrás, Israel se comprometió a redoblar la producción de Tamar e incrementar las exportaciones debido a la subida de la demanda en los países árabes y al plan egipcio de vender más GNL a Europa. El pasado mes de mayo, el Ejecutivo de Benjamin Netanyahu también aprobó un plan para la construcción de un nuevo gasoducto terrestre con El Cairo.

Pero no hay mayor ejemplo de las puertas que podía abrir la emergente diplomacia del gas natural israelí que el acuerdo alcanzado el año pasado con el Líbano para delimitar la frontera marítima entre ambos países y, con ello, repartir los derechos de la explotación de yacimientos. Un convenio que no solo puso fin a una disputa territorial que se había extendido durante décadas, sino que fue firmado por dos estados que, técnicamente, continúan en guerra el uno con el otro.

Foto: Las tensiones aumentan en la frontera entre Israel y el Líbano. (EFE/Wael Hamzeh)

Urbasos describe hasta qué punto este acuerdo fue excepcional: “Líbano e Israel nunca mantuvieron conversaciones y fue Estados Unidos quien intermedió entre ambos; cuando presentaron las cartas con las fronteras a las Naciones Unidas, lo hicieron por separado y sin mencionar en ningún momento al otro país”. Esto, mientras ambos países atravesaban enormes crisis de gobernabilidad e inestabilidad y Hezbolá, la milicia chií libanesa financiada por Irán, amenazaba con atacar las instalaciones gasísticas de Israel.

La diplomacia del gas alcanzaba incluso a los palestinos. En junio de 2023, el Gobierno de Netanyahu aprobó preliminarmente y de forma discreta el desarrollo de Gaza Marine, un yacimiento relativamente pequeño de gas descubierto en la década de los 90 dentro de las aguas territoriales de la Franja y, por lo tanto, bajo la jurisdicción de la Autoridad Palestina. Su posible explotación había quedado en punto muerto desde que Hamás asumió el control de Gaza en 2007 debido a la negativa del Ejecutivo israelí a que la milicia pudiera beneficiarse económicamente de la extracción.

Y, sin embargo, fue el Ejecutivo más ultraderechista de la historia de Israel quien dio el visto bueno meses atrás a un proyecto conjunto de Egipto y la Autoridad Palestina en el yacimiento, acompañado de condiciones destinadas a supervisar y restringir el acceso del grupo islamista a los ingresos fiscales derivados de su explotación. “La idea era que un consorcio egipcio produjese el gas y usarlo para producir electricidad en los territorios palestinos, reduciendo así la situación de pobreza energética que hay tanto en Gaza como en Cisjordania”, indica el analista de Elcano. Otro ejemplo de cómo el ámbito energético marítimo permitía una considerable flexibilidad política y diplomática.

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Pero todos estos prospectos, que corrían en paralelo a los Acuerdos de Abraham que llevaron a la normalización de las relaciones con varios países árabes, parecen ahora simples ilusiones del pasado. Como señala en su análisis Urbasos, la guerra “reduce sustancialmente las posibilidades de cualquier desarrollo del gas en la costa de Gaza, amenaza la seguridad de las plataformas gasistas en las costas de Israel e incrementa el coste político para los países árabes de la región de alcanzar nuevos acuerdos energéticos con Israel”. Un nuevo escenario geopolítico que revierte buena parte de los avances logrados en los últimos años y expone “las complejidades de la integración energética regional sin un verdadero plan de paz y normalización que incluya a Palestina”.

Nuevo foco de incertidumbre

Aunque el gas del yacimiento de Tamar enviado a Egipto solía ser parcialmente reexportado en forma de GNL hacia Europa, la UE todavía no considera el factor energético como un motivo de preocupación. Esto, debido a que se tratan de cifras relativamente modestas (toda la producción de la plataforma israelí apenas equivale a un 1% del consumo europeo) y también por el hecho de que El Cairo ya había suspendido desde el verano las ventas del combustible ante el incremento de la demanda doméstica de electricidad por las altas temperaturas.

Foto: Se dispara el precio del gas. (Reuters/Andrea De Silva)

Sin embargo, pese al prácticamente inexistente impacto que el cierre de la plataforma de Tamar tendrá en el mercado global del GNL, los precios del gas han experimentado un considerable aumento desde el inicio de la guerra entre Israel y Hamás. Pese a un ligero descenso a lo largo del lunes, el precio del mercado TTF de Países Bajos, de referencia en Europa, continúa situándose en torno a los 50 euros por megavatio hora, un 35% más que en la jornada previa al 7 de octubre.

Y es que la reignición espontánea y drástica del conflicto palestino-israelí supone un nuevo foco de incertidumbre para un mercado que ya estaba experimentando tensiones por dos acontecimientos paralelos. El primero, el cierre del gasoducto Balticconnector, entre Finlandia y Estonia, por una misteriosa fuga que los servicios de seguridad del país han atribuido a un “operador externo”, lo que ha vuelto a desatar las alarmas ante los posibles ataques contra infraestructuras energéticas submarinas. El segundo, la huelga de trabajadores de Chevron en Australia, que se interrumpió en septiembre, pero que se reanudará esta semana tras un desacuerdo en las negociaciones entre la empresa y los sindicatos. Las instalaciones afectadas suponen un 6% de la exportación global de gas natural licuado.

Foto: La presidenta Ursula von der Leyen firma en un gasoducto. (EFE/Ole Berg-Rusten)

Estos factores, sumados al inicio de la temporada de frío, han provocado que el fantasma de la volatilidad de precios que definió el primer año de la invasión rusa de Ucrania vuelva a hacer acto de presencia. "Nuestras simulaciones muestran que un invierno frío, junto con una interrupción total del suministro de gas ruso a la Unión Europea a partir del 1 de octubre de 2023, podría fácilmente renovar la volatilidad de los precios y las tensiones del mercado", advirtió la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en un informe publicado durante el verano.

La buena noticia para la Unión Europea es que en esta ocasión, de forma similar al año pasado, se encuentra muy bien preparada para el invierno. Los Veintisiete cumplieron su objetivo de llenar las reservas de gas en un 90% más de dos meses antes de la fecha límite fijada para noviembre, y ahora incluso se está enviando el exceso de combustible hacia Ucrania para su almacenamiento. La mala es que, pese a ello, el mercado sigue siendo una bestia difícil de domar. “Todos los expertos en la materia de precios dicen que están bastante desorientados, porque las bases fundamentales que antes marcaban el comportamiento de mercado ya no sirven y su respuesta es cada vez más difícil y más volátil”, concluye Urbasos.

Fue una decisión que, como es de esperar, pasó casi completamente desapercibida. El pasado 9 de octubre, dos días después de que comenzara la guerra entre Hamás e Israel a raíz de la matanza perpetrada por el grupo terrorista, la petrolera estadounidense Chevron anunció el cierre de las operaciones en una de sus dos plataformas marítimas de extracción de gas natural frente a la costa israelí. Siguiendo las instrucciones del Ministro de Energía de Israel, quien temía un posible ataque desde Gaza, la actividad en la plataforma de Tamar (a apenas 20 kilómetros de la Franja) quedaba suspendida hasta nuevo aviso.

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