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El triunfal regreso de Netanyahu para volver al poder de la mano de la ultraderecha
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El triunfal regreso de Netanyahu para volver al poder de la mano de la ultraderecha

El ex primer ministro tiene el Gobierno de Israel al alcance de la mano, tras unas elecciones marcadas por el auge de los partidos ultraortodoxos y a la debacle de la izquierda, según los sondeos

Foto: El ex primer ministro israelí y líder del partido Likud, Benjamin Netanyahu (d), y su esposa Sara. (EFE/EPA/Abir Sultan)
El ex primer ministro israelí y líder del partido Likud, Benjamin Netanyahu (d), y su esposa Sara. (EFE/EPA/Abir Sultan)

El retorno del ex primer ministro Benjamin Netanyahu está cerca. Con el 86% de los votos escrutados, su partido, el Likud, sería primera fuerza con 32 asientos de los 120 del Knesset. Según los datos del Comité Electoral Central, contaría con una mayoría de 65 escaños para volver al poder con el apoyo de los ultraderechistas de Sionismo Religioso y de las dos formaciones ultraortodoxas.

El bloque anti-Netanyahu, una amalgama de fuerzas de derecha, centro e izquierda que lidera el actual primer ministro en funciones, Yair Lapid, quedó considerablemente por debajo en esta ocasión, con 47 escaños. El partido centrista de Lapid, Yesh Atid, seguiría como segunda fuerza con unos 24 escaños, pero algunas formaciones aliadas como el izquierdista Meretz o el islamista Raam no superan por ahora el umbral de 3,25% de votos mínimo para obtener representación. Esto dejaría a los dos partidos sin cuatro diputados cada uno que serían claves para el bloque anti-Netanyahu, aunque la situación todavía podría cambiar en la recta final del recuento.

Los sondeos a pie de urna difundidos anoche tras el cierre de los colegios electorales en Israel daban una mayoría mínima de entre 61 y 62 escaños al bloque pro-Netanyahu, mientras que los partidos contrarios a que el exjefe de Gobierno vuelva al poder se quedaban con entre 54 y 55 asientos. Tras estas encuestas, Lapid se mostró anoche muy cauto durante su discurso en la sede electoral de Yesh Atid, donde instó a esperar a "contar hasta la última papeleta" antes de sacar conclusiones. "Esta noche se prolonga durante dos días. Hasta que no se cuente la última papeleta, nada está terminado ni cerrado. Esperaremos, aunque no tengamos paciencia, los datos finales", afirmó el jefe de Ejecutivo en funciones.

La gran novedad en estos comicios sería el partido ultraderechista Sionismo Religioso, que se presentaba conjuntamente con la formación antiárabe, nacionalista y racista Otzma Yehudit (Poder Judío), liderada por Itmar Ben-Gvir. Esta coalición habría pasado de seis a 14 diputados y será clave para la formación de un probable Gobierno de Netanyahu. Sionismo Religioso, junto con los partidos ultraortodoxos Shas y Judaísmo Unido de la Torá, que habrían obetenido casi 22 diputados, son la fórmula mágica prevista por Netanyahu para retomar el cargo de primer ministro.

“Los partidos ultraortodoxos son clave para establecer una coalición. Cualquier coalición. Tanto de derecha como de izquierda. O al menos son necesarios para crear un Gobierno "legítimo", que no incluya a partidos árabes que deslegitiman la existencia del estado judío”, aseguraba el profesor de la Universidad Bar-Illan, Asher Cohen. En el pasado, tanto los gobiernos de Netanyahu como la fallida coalición liderada por el ex primer ministro Naftalí Bennett y el mismo Lapid contaron con ministros de partidos ultraortodoxos. Todo apunta a que la fórmula se repetirá, pero solo con Netanyahu. “Es difícil pensar en una futura coalición que no incluya a actores políticos ultraortodoxos”, sostiene Cohen.

Foto: Propaganda electoral de Benajmin Netanyahu en Ramla, Israel. (Reuters/Amir Cohen)

Entre las prioridades de estos partidos está la de cancelar las reformas liberales impulsadas por el anterior ministro de asuntos religiosos, Matan Kahana, asegurándose el control en materias como los matrimonios, las conversiones al judaísmo y la industria kosher. También promoverán la anexión de Cisjordania y la creación de asentamientos, que Netanyahu ve con buenos ojos, pero que el líder del Likud preferiría afrontar de manera más cautelosa. Especialmente por el revuelo internacional que supondría y el coste económico que causaría a Israel.

Los resultados definitivos de estas elecciones parlamentarias, las quintas en tres años y medio, no se sabrán hasta dentro de unos días, y el Comité Electoral Central no los hará oficiales hasta el 9 de noviembre. Los datos no acostumbran a variar más de uno o dos diputados respecto a los sondeos, pero, en ocasiones como esta, esos asientos en el Parlamento pueden valer un Gobierno. Sin embargo, Lapid tendrá muy difícil contrarrestar los 62 escaños de su oponente, "por la heterogeneidad de los partidos que deberían acompañarle, y porque necesita el apoyo de los partidos árabes", explica el investigador del European Council on Foreign Relations (ECFR), Hugh Lovatt.

Las opciones del primer ministro

El objetivo de Lapid de reeditar una alianza similar a la que le llevó al poder parece ahora mismo imposible. En la coalición del Gobierno saliente había ocho partidos diferentes, tanto de derechas como de izquierdas. Para todos ellos, los resultados han sido peores que en 2021. El partido Unidad Nacional, del ministro de defensa Benny Gantz, perdería dos diputados según los sondeos. Y el Partido Laborista y el izquierdista Meretz pasarían de siete a cinco escaños, y de seis a cuatro, respectivamente. El conservador Ysrael Beitenu, que también formaba parte de la coalición de Lapid, también habría perdido un escaño. A todos ellos les ha pasado factura la elevada participación en las elecciones, la más alta desde 1999, así como el auge de la extrema derecha.

Foto: Foto de archivo del primer ministro israelí en funciones, Benjamín Netanyahu (Reuters)

En cuanto a los partidos árabes, que según Lovatt “son cruciales para gobernar” en el caso de Lapid, sus resultados han sido similares a los del 2021, aunque la participación de la población árabe en las elecciones ha sido mínima y las divisiones internas han pasado factura a estas formaciones. Con todo, dos partidos habrían pasado el corte y entrarían en el Parlamento: el islamista Ra’am, que ya participó en el Gobierno de coalición y mantendría sus cuatro diputados, y Hadash-Ta'al, una coalición que incluye un partido árabe nacionalista y una formación de izquierdas, y que perdería un escaño, obteniendo cuatro.

El auge de la ultraderecha

Según los expertos, el ascenso del partido Sionismo Religioso no puede explicarse sin el descalabro de otras formaciones ultraortodoxas y de derechas, como el Hogar Judío de la exministra de Defensa Ayelet Shaked, que formó parte de la coalición de Lapid, pero ahora proponía unirse a Netanyahu. Pero, sobre todo, no se puede entender sin la figura de Itamar Ben Gvir, líder del partido Otzma Yehudit, de talante racista, ultranacionalista y populista. Él ha sido la auténtica estrella de la campaña electoral. Antaño vituperado y denostado por sus posiciones radicales y abiertamente antiárabes, Ben Gvir es ahora una figura clave en la formación de Gobierno.

"En el pasado, Ben Gvir era considerado demasiado extremista, pero ahora es muy popular”, explica el profesor Moshe Hellinger, del departamento de Estudios Políticos de la Universidad Bar-Ilan. Aunque ha continuado con sus calculadas y mediáticas provocaciones —como cuando convirtió el barrio palestino de Sheikh Jarrah en su “oficina” electoral—, Ben Gvir ha intentado marcar un perfil más moderado en los últimos años. "He cambiado", dijo en una entrevista con la AFP. "Cuando dije hace 20 años que quería expulsar a todos los árabes, ya no pienso eso. Pero no me disculparé". Así, aunque hace unas semanas apareció en plenas protestas en Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este, con una pistola en la mano y exigiendo que la policía disparara a los manifestantes árabes; también ha dicho recientemente que, si tuviera un hijo gay lo aceptaría, y lo abrazaría. Hace unos años, consideraba que los desfiles del Orgullo Gay eran una “abominación”.

Foto: Yair Lapid. (Reuters/Gil Cohen-Magen)

Sin embargo, según los analistas, la moderación de Ben Gvir apenas ha pasado de los gritos de “muerte a los árabes”, en los años de su juventud, a un “muerte a los terroristas”, hoy en día. O de proponer la expulsión de todos los árabes de Israel a solo la de los “desleales”. Entre los cuales, por cierto, Ben Gvir incluiría a algunos diputados árabes del Parlamento, a los cuales ha tildado de “terroristas”. “No voy a coger un camión y expulsarlos a todos. No es democrático”, decía en una entrevista televisiva en agosto. Pero añadía: “Al que no sea leal, al que odie, lo animaré a emigrar”. “Estoy a favor de la igualdad de derechos. Pero quien levanta la mano contra un soldado, quien sale en contra del Estado de Israel, quien quiere convertir esto en Palestina… no pertenece a este lugar”, dijo este octubre en una entrevista con Reuters.

Entre las principales propuestas de Ben-Gvir, está la de cambiar “los protocolos de apertura de fuego para proteger a los soldados, que tienen atadas las manos ante los terroristas”, además de proporcionar inmunidad judicial a los soldados israelíes por las acciones militares que puedan llevar a cabo. También propone tener más mano dura con la población árabe dentro y fuera de Israel, con expulsiones del país e, incluso, pena de muerte para los terroristas. Y, por supuesto, propone aumentar el número de colonias en Cisjordania y anexionar totalmente todos los territorios ocupados, donde viven más de 2,9 millones de palestinos a los cuales negaría el acceso al voto y restringiría sus derechos civiles.

El profesor Hellinger compara el ascenso de Ben Gvir con en el de Donald Trump en los Estados Unidos o el de Jair Bolsonaro en Brasil: comparte con ellos el haber suscitado una gran atención mediática, el haber defendido propuestas populistas y radicales, el haber sabido recoger el miedo y rabia de buena parte de la población, y el de presentarse como la única opción fuerte para hacer frente a los problemas del país. "Mucha gente piensa que solo él puede afrontar la violencia árabe dentro de Israel. Además, en los últimos años, muchos ciudadanos se han vuelto más nacionalistas, e ideas que antes se consideraban ilegítimas son ahora legítimas", explica el experto.

Foto: Celebraciones en Tel Aviv por el nuevo Gobierno. (Reuters)

Hellinger considera, sin embargo, que el propio Netanyahu también ha ayudado a legitimar la figura de Ben Gvir: durante la campaña, el ex primer ministro ha ofrecido un ministerio a Ben Gvir, al que antes criticaba, pero que se ha convertido en un buen aliado para las reformas legales que pararían los casos de corrupción contra Netanyahu. El mismo Ben Gvir se ha postulado para ser el próximo ministro de seguridad pública, de quien depende la policía. Aunque, paradójicamente, la misma Policía israelí ha acusado al líder ultraderechista, en más de una ocasión, de provocar tumultos e incitar a la violencia.

Por su parte, Netanyahu conseguiría de los partidos ultraortodoxos un apoyo absoluto a la reforma del sistema judicial, uno de sus caballos de batalla, ante los casos de corrupción abiertos contra él. "Neutralizar las investigaciones contra él es una de las principales prioridades de Netanyahu. Aunque él hable de 'acabar con el activismo del Tribunal Supremo', se trata de reducir la independencia judicial", afirma Lovatt. Más allá de eso, reflexiona el experto, "las prioridades de Netanyahu solo las sabe él mismo". En el ámbito de las relaciones con Palestina, Lovatt augura que habrá una diferencia entre lo que "Netanyahu diga, y lo que Netanyahu haga". "Estas elecciones tendrán un impacto real en el interior del país en temas de independencia y separación de poderes, pero en el tema palestino será más o menos igual", concluye.

Escalada de la violencia

Las elecciones parlamentarias en Israel han llegado en un momento de especial violencia en Tierra Santa, con un récord de muertes palestinas en Cisjordania y una reciente guerra entre Israel y la Jihad Islámica Palestina en Gaza, el pasado agosto. Desde enero han muerto en Cisjordania más de 136 palestinos en incidentes violentos con Israel: la cifra más alta desde el año 2015, durante la llamada Intifada de los cuchillos. Del lado israelí, este 2022 han muerto 23 personas, 16 de ellos civiles.

Foto: El príncipe saudí Mohammed bin Salmán recibió al presidente estadounidense, Joe Biden, el pasado 15 de julio. (EFE/Bandar Aljaloud)

Las últimas muertes en ambos bandos se han producido a pocas horas de las elecciones. El pasado domingo un hombre palestino, presuntamente afiliado a Hamás, abrió fuego contra unos colonos judíos en el asentamiento de Kiryat Arba, cerca de Hebrón, asesinando a un israelí. El tirador fue abatido por un soldado fuera de servicio. Pocas horas después, cinco soldados israelíes resultaron heridos en un atropello intencionado en una parada de autobús en la carretera que une Jerusalén con el Mar Muerto. El conductor resultó herido por disparos de un policía y un civil que se encontraban en el lugar de los hechos, y murió en el hospital a causa de las lesiones.

En las últimas semanas, se han incrementado las incursiones israelíes en ciudades bajo control de la Autoridad Nacional Palestina, como Nablus, Hebrón o Jenin, así como las detenciones de presuntos terroristas. También se han dado casos de violencia por parte de colonos contra civiles palestinos, en diversos puntos de los territorios ocupados. Los ataques se han intensificado coincidiendo con la recogida de la aceituna en Palestina, que colonos judíos boicotean y violentan cada año, a menudo con la complacencia y permisividad del Ejército. La organización israelí por los derechos humanos B’Tselem ha recordado estos días que “millones de personas en Gaza y Cisjordania son despojadas de sus derechos y tratadas como meros sujetos” y ha lamentado que, además, son “excluidos por el sistema político que dirige sus vidas”.

Foto: Funeral del coronel Sayad Jhodai en Teherán. (Reuters/Majid Asgaripour)

En este sentido, el director ejecutivo de B’Tselem, Hagai El-Ad, ha censurado que, mientras “los judíos-israelíes pueden ejercer plenamente sus derechos políticos, dondequiera que vivan, ya sea en Tel Aviv o en un asentamiento de Cisjordania”, los palestinos no pueden decidir sobre sus vidas. “Israel mantiene la pretensión de tener sistemas políticos independientes: la Autoridad Palestina en Cisjordania y Hamás en Gaza. Sin embargo, esta propaganda está muy lejos de la realidad y oscurece el hecho de que el régimen israelí controla la vida de todos los palestinos en toda la zona”, ha añadido El-Ad.

En este sentido, B’Tselem recuerda que Israel controla las fronteras de los territorios palestinos, restringe la libertad de movimientos de sus habitantes, manda sobre sus recursos naturales, decide si se puede construir o no en el territorio, deniega el acceso a Israel a buena parte de los palestinos, continúa con la creación de colonias en zonas previstas para un futuro estado palestino e interviene militarmente cuando le conviene. “Es apartheid”, concluye la ONG.

El retorno del ex primer ministro Benjamin Netanyahu está cerca. Con el 86% de los votos escrutados, su partido, el Likud, sería primera fuerza con 32 asientos de los 120 del Knesset. Según los datos del Comité Electoral Central, contaría con una mayoría de 65 escaños para volver al poder con el apoyo de los ultraderechistas de Sionismo Religioso y de las dos formaciones ultraortodoxas.

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