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El ecologista escéptico dice que hay doce cosas más eficientes que reducir el CO2
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Entrevista con Bjorn Lomborg

El ecologista escéptico dice que hay doce cosas más eficientes que reducir el CO2

El autor de la biblia de los escépticos climáticos vuelve con un libro que recoge doce propuestas en las que invertir para hacer del mundo un lugar mejor mientras esperamos a que suban las temperaturas

Foto: Bjorn Lomborg posa para El Confidencial. (Olmo Calvo)
Bjorn Lomborg posa para El Confidencial. (Olmo Calvo)
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El ambientalista Bjorn Lomborg (Dinamarca, 1965) se convirtió involuntariamente en gurú del escepticismo climático a causa de un ensayo escrito en 1998 en su idioma natal, el danés, bajo el título El estado real del mundo. La industria editorial anglosajona lo reeditó, corregido y ampliado, unos años más tarde y le dio el nombre bajo el que se popularizó después en todo el planeta: El ecologista escéptico. El libro se convirtió en una suerte de biblia para quienes cuestionan las tesis oficiales sobre el calentamiento global. Desde entonces, Lomborg ha tratado de sobrevivir a la etiqueta reenfocando sus conclusiones, agregando matices, desarrollando algunas de sus ideas y escondiendo otras. Lo ha hecho en sucesivos ensayos, defendidos con vehemencia en entrevistas y conferencias por todo el planeta.

Su último libro (Lo que sí funciona, Deusto) acaba de ser publicado en España. En teoría aborda un tema totalmente nuevo, pero en la práctica es una prolongación de su aportación central al debate público. La tesis es que gastamos mucho dinero y muchos esfuerzos en hacer cosas que no tienen mucho sentido o que son "poco coste-eficientes", mientras ignoramos otras ideas menos ampulosas que, sin embargo, serían increíblemente eficaces si nos las tomásemos en serio. Después de años y años de polémicas y debates, esta vez plantea el asunto en positivo: desarrolla doce ideas para salvar más de cuatro millones de vidas gastando solo 8,5 dólares al año por persona. No lo hace estrictamente a título personal, sino como presidente del Copenhagen Consensus Center, un think tank que economistas de renombre, entre ellos siete premios Nobel, con la misión de "investigar, definir y fomentar las soluciones más efectivas a los grandes problemas mundiales". Nos recibe en una sala con vistas al madrileño Paseo de la Castellana en la Fundación Rafael del Pino.

PREGUNTA. Tu primer libro, El ecologista escéptico, lo leyó muchísima gente y ha servido para dar argumentos a millones de escépticos del cambio climático durante dos décadas. ¿Te arrepientes de haberlo escrito? ¿Lo escribirías de otra manera si tuvieses la ocasión de viajar en el tiempo?

RESPUESTA. No, no, no. Obviamente, seguro que había algunos conceptos que se podrían haber aclarado para hacer mejor el libro. Y tenemos mucha información nueva que no teníamos hace veinte años. Pero en lo fundamental, creo que era muy objetivo y ha demostrado ser muy resistente al tiempo porque seguimos teniendo los mismos problemas que teníamos y seguimos tratando de solucionarlos de una manera ineficaz, en lugar de hacerlo de una manera inteligente y efectiva.

"Seguimos teniendo los mismos problemas y seguimos tratando de solucionarlos de una manera ineficaz"

P. ¿De qué manera?

R. Si quieres eliminar los combustibles fósiles del planeta, necesitas una alternativa más barata. Esto es lo más importante. Estamos malgastando nuestro esfuerzo en conseguir que la gente tome medidas muy caras en lugar de buscar alternativas más baratas. Ese es el punto más importante de mi posición y ese fue el objetivo de mi último libro sobre el clima, que se llama Falsa alarma. Creo que lo que cuento ahí es eminentemente cierto hoy en día. Estamos ladrando al árbol equivocado. Deberíamos invertir mucho más en investigación y desarrollo de nuevas energías verdes. De todos modos, ese libro lo publiqué hace ya algún tiempo.

Foto: Bandera de la ONU. (EFE) Opinión
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P. Tu nuevo libro, que es para lo que estás hoy en Madrid, parte de un razonamiento parecido. Hablas de doce políticas que tendrían un impacto mucho mayor para el planeta que las que se están haciendo actualmente, cosas que serían mucho más coste-eficientes que, por ejemplo, las políticas que se han puesto en marcha para reducir las emisiones de CO2.

R. Este libro trata de explicar que si le prometes de todo a todos al mismo tiempo, los acabarás decepcionando sin excepción. Si todo es una prioridad, nada es prioridad. Sostengo que primero deberíamos centrarnos en hacer las cosas más inteligentes. Y que no lo estamos haciendo. Desde hace ocho años, se han impuesto los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Se trata, básicamente, de prometer todas las cosas buenas que te puedas imaginar y otras que ni siquiera te puedes imaginar. Y prometerlas a todo el mundo. Solucionar la pobreza y solucionar el hambre, pero también la corrupción, lograr la paz mundial, frenar el cambio climático, impulsar la educación, acabar con las enfermedades transmisibles y las no transmisibles. Y hacerlo con manzanas orgánicas y jardines comunitarios y un montón de cosas más. Por supuesto, es todo hermoso y feliz. Pero no vas a poder lograrlo al mismo tiempo, porque costaría mucho más de lo que los gobiernos realmente tienen disponible. Si seguimos por este camino, terminamos gastando un poco en cada cosa y dejando a todo el mundo insatisfecho.

P. ¿Propones dejar de gastar poco dinero en muchas cosas que no son efectivas y concentrarlo todo en las más efectivas? Estamos hablando, sobre todo, del dinero destinado a programas de desarrollo.

R. Mi punto de partida es que hay algunas cosas que sabemos cómo arreglar de manera muy inteligente, mientras que hay otras que no sabemos cómo arreglar o que queremos arreglar gastando mucho dinero sin ser muy efectivos. Creo que es una idea muy simple, pero nadie está pensando de esa manera. En realidad, no hablo mucho sobre el cambio climático en el libro. No lo hago por un motivo concreto y es que mucha gente se preocupa ya por el clima. Eso es perfectamente comprensible y es una preocupación real. Tan real que se ha apoderado de todo lo demás. En realidad, desde un punto de vista racional, las medidas contra el cambio climático que están sobre la mesa no son demasiado efectivas y además son muy caras.

placeholder 'Lo que sí funciona', de Bjorn Lomborg. (O. C.)
'Lo que sí funciona', de Bjorn Lomborg. (O. C.)

P. ¿Así que crees que es mejor relajarse con el cambio climático y centrarse en otras cosas, como erradicar la malaria?

R. Propongo doce políticas muy específicas que son increíblemente efectivas, lo cual no significa que no debamos hacer otras cosas. Obviamente, hay que hacer muchas otras cosas, especialmente en los países ricos. En naciones como España, ya somos lo suficientemente ricos como para preocuparnos mucho por el clima. Pero si de lo que se trata es de hacer la vida de la gente mejor a nivel planetario, hay doce cosas que tenemos el deber de hacer primero y a las que deberíamos dar prioridad. Pero insisto en la idea general: concentrarnos en lo que sabemos que funciona.

P. En el libro pones ejemplos de proyectos que son relativamente exitosos, pero no tienen tanto impacto como el que se conseguiría invirtiendo ese dinero en otras ideas. Pones como ejemplo los programas de acceso al agua potable y saneamiento, pero también las políticas para disminuir las emisiones de CO2. Es muy difícil desligar el mensaje climático de tu discurso... por el peso de tu propia bibliografía.

R. Lo sé, lo sé, pero no quiero que las ideas que propongo se interpongan en la conversación sobre cambio climático. No creo que sea una cosa u otra. Los países ricos se pueden permitir ambas: avanzar en estas políticas y combatir el cambio climático. Y sigo pensando que continuamos gastando mal los recursos que empleamos en el tema climático y que deberíamos hacerlo de manera mucho más inteligente.

"La migración masiva se puede convertir en un problema real. Por eso, lo que defiendo es centrarnos en una migración muy cualificada"

P. Entendido. Vamos entonces con esas doce ideas. Si te parece, podemos empezar con la inmigración. Propones fomentar de manera ordenada, pero sistemática, la inmigración cualificada. Dices que sería beneficioso no solo para las personas que emigran, sino también para los países de origen y para los países de acogida.

R. Los economistas insisten sobre cómo la inmigración dispara la productividad por un motivo muy sencillo: los pobres son mucho más productivos en los países ricos. Pero a menudo se deja fuera de la conversación que la migración masiva se puede convertir en un problema real. Por eso, lo que defiendo es centrarnos en una migración muy cualificada. Si traes más médicos de Nigeria a España, la mayoría de la gente se alegrará de tener más médicos disponibles en sus hospitales. Será bueno para la sociedad española y será bueno para los médicos nigerianos, que pasarán a ganar salarios más altos que en sus países de origen.

P. ¿Y también será bueno para los nigerianos que pierden a sus médicos? ¿No existe el riesgo de que los países pobres se queden sin profesionales cualificados?

R. Eso sería terrible, claro. Por eso hablamos de porcentajes. Un diez por ciento, por ejemplo. Además, está demostrado que las personas que se marchan envían remesas e impulsan las economías de sus países de origen. Esos médicos enviarán dinero constantemente a sus familias y se podrá educar mejor a las siguientes generaciones con esos flujos constantes de ingresos. Y luego hay otro beneficio: un incentivo muy fuerte para que más y más personas de Nigeria quieran ser médicos, en parte porque saben que pueden ir a España, donde les espera una vida mejor. A corto plazo puede haber menos médicos en Nigeria, pero a largo plazo debería haber más. En cualquier caso, por cada euro invertido, esta medida debería devolver cerca de veinte euros.

Foto: Un agente pasa junto a un vehículo volteado durante las protestas en Francia tras la muerte en junio pasado a manos de un policía del joven de 17 años Nahel Merzouk. REUTERS / Juan Medina

P. Vamos a encontrar mucha gente que está de acuerdo con esto. ¿Pero cómo se hace de manera efectiva? Hay países intentándolo y no todos son exitosos. Creo que la pregunta reviste interés, si tenemos en cuenta que el punto de partida de tu libro es que estas ideas son las mejores precisamente porque son realistas y se ha demostrado que son efectivas.

R. Lo importante es insistir en el concepto de inmigración cualificada. Es mucho más eficiente y no tensiona los países de acogida porque estamos hablando de números muy pequeños: miles o decenas de miles de inmigrantes, no de cientos de miles, ni de millones. Aquí hay una diferencia muy grande con lo que gran parte de Europa ha hecho, por ejemplo, en materia de inmigración, que es dejar entrar a muchos inmigrantes poco cualificados y hacerlo por millones. Esta manera de actuar tiene otros impactos. Para empezar, en los números, que pueden ser problemáticos. Pero además, los recién llegados compiten por los salarios de las personas menos cualificadas, que suelen ser las más necesitadas de trabajo y que pueden sentirse muy molestos. Al contrario, si contratas más médicos, van a ganar mucho dinero y además son pocos. Creo que es muy evidente que muchos países del mundo se han equivocado.

P. ¿Pero qué políticas concretas se ha demostrado que funcionan para atraer inmigración cualificada? ¿Cómo y dónde se ha demostrado la eficacia de esta medida? ¿Qué opinas del caso canadiense, por ejemplo?

R. Bueno, esto está un poco fuera de mi área de especialización porque simplemente estamos hablando de que sería una buena inversión. No estamos hablando de cómo debería hacerse. Esa sería una conversación totalmente diferente.

El 80% de los niños escolarizados en algunos países son analfabetos funcionales

P. Hablemos entonces del siguiente asunto que planteas: hacer los sistemas educativos más eficaces. Creo que todos estamos de acuerdo en que esto es importante y deseable. Ahora, ¿cómo se hace eso?

R. Todos tenemos claro que hay un enorme problema con la educación. Hemos trabajado en este capítulo con muchos economistas de la educación y hemos consultado muchos asesores. Todos coinciden en que hay una enorme crisis de aprendizaje en el mundo, sobre todo en la mitad más pobre del planeta. Un ejemplo que doy en el libro, que creo que es increíblemente revelador, es que la ONU hace preguntas a niños de diez años en todo el mundo de manera rutinaria para averiguar cuánto han aprendido. El 80% de los niños escolarizados en algunos países son analfabetos funcionales. Pueden leer algo, pero no pueden entender o explicar lo que han leído. Técnicamente, están alfabetizados, pero son funcionalmente analfabetos. Y esto ocurre también con la aritmética. Conseguir que esos 340 millones de niños sean capaces de entender lo que leen es un problema al que apenas estamos prestando atención.

P. ¿Y qué políticas que no estamos haciendo a gran escala se han demostrado eficaces para lograrlo?

R. Una solución de la que se ha hablado mucho es pagar más a los profesores. Pero se ha probado en varios países, por ejemplo en Indonesia, y no funciona. El Banco Mundial hizo recientemente un informe que demuestra que no funciona. Los profesores están más felices, pero poco más. Reducir un poco el tamaño de las clases es otra cosa que se ha probado y no funciona.

"Algunos niños están muy por delante del maestro y otros no entienden nada. ¿La solución? Educar a cada niño según su nivel"

P. ¿Entonces qué hacemos?

R. Estamos poniendo a todos los niños de la misma edad en una clase, pero hay diferencias enormes entre unos niños de 12 años y otros. Esto está muy acentuado en los países más pobres, donde algunos llegaron tarde al sistema porque han estado cosechando para sus padres y otros han acudido desde el primer día con sus libros. Algunos niños están muy por delante del maestro y otros no entienden nada de lo que pasa en clase. ¿Qué puede hacer un profesor delante de 50 niños así? Lo más normal es tratar de encontrar un punto intermedio, pero eso significa que haces perder el tiempo a los que están por arriba y por abajo. Por eso la mayoría de los niños no aprenden y la clase no progresa. Eso está al centro de la crisis de aprendizaje. ¿La solución? Educar a cada niño según su nivel.

P. Perdona que sea tan pesado, pero ¿cómo se hace eso?

R. Hay una solución tecnológica. Con un software educativo apropiado y tablets individuales para usar en clase. El propio programa informático detecta el nivel del niño y adapta el material. De esa manera habrá niños con habilidades diferentes aprendiendo a niveles diferentes a la vez. Se puede programar una hora al día de este ejercicio y eso nos permite compartir las tablets entre más niños y no disparar los costes. Eso se ha probado en experimentos y en un año aprenden lo que sus compañeros aprenden en tres años. El coste es de 31 dólares por niño y año. Esos críos pasarían siete horas de lecciones aburridas y una en la que realmente aprendan algo. Nuestros cálculos, basados en el incremento salarial según el nivel educativo, dicen que aquí cada euro gastado nos proporcionaría más de 3.000 euros de beneficio. Es un trato fantástico.

Foto: Estar más horas delante de las pantallas evita que los niños hagan otro tipo de cosas que favorecen el desarrollo cerebral (Foto: Pixabay)

P. Si escribes en algunos grupos de WhatsApp que conozco que hay que meter tablets en las aulas, te van a ir a buscar con antorchas a Copenhague. Ahora en serio: en todo el mundo educativo hay un movimiento contra las pantallas que además recibe ya mucho respaldo académico.

R. Pero se trata de pantallas diferentes, pantallas que distraen la atención. ¿Recuerdas el proyecto de regalar un ordenador portátil a cada niño en África? Se puso en marcha en los años 90 y fue una campaña de relaciones públicas increíblemente buena. Pero resultó una idea terrible porque los beneficiarios los rompían, los vendían, se los robaban sus propios familiares o acababan usándolos para jugar o ver películas. Ahora sabemos que aquello no solo no mejoró el aprendizaje, sino que distrajo su atención. Si tienes tu propia pantalla en el aula, es probable que no estés escuchando al profesor y eso es muy mala idea. Pero eso no es de lo que estamos hablando. Aquí los niños no tienen su propio teléfono, no tienen nada. Es material escolar que se les presta un rato en el aula y configurado con programas educativos. No sirve para nada más. A los niños con los que hemos experimentado les encanta ese rato, es su momento preferido del día y es cuando más aprenden. Las pantallas que no son educativas son terribles en la educación, pero las pantallas educativas en entornos controlados, una hora al día, son fabulosas.

placeholder (O. C.)
(O. C.)

P. Otra de las doce cosas que propones es impulsar urgentemente la siguiente revolución agrícola para mejorar la producción de alimentos en todo el mundo y acabar con el hambre.

R. En la mitad pobre del mundo, que es la mitad más poblada, la mayor parte de las personas son agricultores. No son imbéciles. Si hubiera una manera sencilla de hacerlos progresar, ya lo habrían hecho ellos. Aún así, en muchos casos tienen problemas con los fertilizantes. La mayor parte de África está terriblemente subfertilizada. Ese es el principal motivo por el que nosotros obtenemos grandes cosechas y ellos no. Así que lo primero que se nos ocurre es subvencionar los fertilizantes. Pero esto genera muchos riesgos, desde la corrupción a los problemas ambientales.

P. ¿Entonces?

R. Los expertos a los que preguntamos nos dijeron que la mejor forma de mejorar sus vidas sería mejorar el rendimiento de lo que producen. Es decir, asegurarse de que las semillas que se siembran producen más cosechas. Nosotros lo hicimos en nuestros países en los años 60 y fue la llamada Revolución Verde. Se empezó a experimentar con el trigo, haciendo variedades con el tallo más corto y mucho más grano. Con la misma cantidad de tierra, energía y agua se conseguía mucho más alimento. Con eso se salvaron miles de millones de vidas, haciendo más productivo el trigo, el arroz, el maíz... Pero no lo hicimos con todos los demás cultivos que se utilizan en los países pobres, como el sorgo, la yuca... Así que habría que ponerse a investigar para que el sorgo sea más productivo. Una vez logrado, los propios agricultores africanos van a esforzarse por plantar esas semillas. Calculamos que por cada euro gastado en esta I+D, se pueden obtener al menos 33 euros.

"En el mundo rico podríamos obtener cosechas mucho más eficaces si quisiésemos hacerlo. No es un problema científico, sino político"

P. ¿Y esa revolución agrícola se puede hacer también en nuestra mitad del mundo o ya no hay demasiado margen?

R. El problema en este sentido no es que no haya margen para nuevos avances científicos, sino que están prohibidos por las regulaciones y restricciones impuestas en fertilizantes, investigación genética, etcétera. Pero esto no es un problema científico, sino político. En el mundo rico podríamos obtener cosechas mucho más eficaces si quisiésemos hacerlo.

P. Vamos a por otra de las doce soluciones eficientes, que además está relacionada con la anterior. Alimentación y nutrición. Ya hemos solucionado lo de que haya comida para todos, ¿ahora cómo logramos comer mejor?

R. Es importante recordar que este libro trata fundamentalmente sobre los problemas de la mitad pobre del mundo, en la que sigue habiendo escasez de alimentos nutritivos. La pregunta es cómo conseguir alimentos más nutritivos, especialmente para los niños en sus dos primeros años de vida, que es cuando se forma su cerebro. Está demostrado que los niños que no comieron suficiente a esas edades tienen menos conexiones neuronales.

Foto: Palestinos huyen del norte al sur de Gaza. (Reuters/Ibraheem Abu Mustafa)

P. ¿Y cómo les ayudamos a tener comida saludable y nutritiva a su disposición?

R. Es mucho más difícil de hacer de lo que uno piensa y hay mucha corrupción. Me reuní con Sonia Gandhi, ministra del gobierno de Modi (India), que está trabajando para intentar conseguirlo. Su ministerio entrega unas galletas en programas que dan de comer a millones de personas. Probé una y era prácticamente incomible. Tienes que tener mucha hambre para meterte eso en la boca. El problema es que el gobierno indio se centra en hacer llegar muchas calorías a la gente. Mientras sea calórico, da igual lo que sea, porque los programas miden eso: las calorías aportadas.

P. Son alimentos de escasa calidad pero calóricos, ¿no?

R. Ellos reparten básicamente calorías en un sistema que, además, está totalmente corrupto. Lo que ofrecen está hecho con cosas que son casi imposibles de vender en el mercado por su escasa calidad y que empresarios sin escrúpulos fabrican, o desvían, para estos programas. Una manera de evitar que eso ocurra es dejar de medir todo en calorías y salvaguardar la producción de tabletas saludables, por ejemplo tabletas de micronutrientes. En rigor, no salvan a mucha más gente de morir de hambre que las galletas de baja calidad, pero son mucho más nutritivas y mucho mejores para el desarrollo de sus cerebros, sobre todo de los niños. También es muy efectivo educar nutricionalmente a las nuevas clases medias de estos países. Predicar algo que nosotros hemos empezado a entender hace relativamente poco: que si tienes dinero para que tus hijos coman mejor, no es buena idea gastarlo en sitios como McDonald's o en comida procesada.

P. Para hacerlo todavía más difícil, te voy a preguntar cómo solucionar dos de los mayores retos de los países en desarrollo en una sola pregunta: ¿Cuál es tu receta mágica para acabar con la corrupción y para proteger la propiedad de la tierra en los países pobres?

R. Admito que para el tema de la corrupción hay muy pocas soluciones buenas. ¿Cómo convencer a millones de funcionarios de no hacer lo que les conviene? Es decir, ¿cómo convencerles de que no se queden con parte del dinero que administran? La mejor solución, la que estamos testando y propongo en el libro, es promover las compras electrónicas. Obligar a que todo sea online y dejar un rastro digital de todo lo que compra una administración, desde los bolígrafos de los ministerios hasta las carretas. Este proyecto lo presentamos en Bangladesh y la idea les encantó. La adquisición de la tecnología y la formación necesaria para manejarla en cuerpos de funcionarios enormes tiene un costo determinado, pero el beneficio es muchísimo mayor. Si funcionase como creemos, por cada euro gastado generaría 125 euros de beneficio.

Foto: Reciclaje, reutilización... son conceptos fundamentales en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Foto: EFE

P. ¿Y sobre la propiedad de la tierra?

R. La mayoría de las personas en el mundo dependen de sus tierras y muchos no tienen ningún registro sobre ellas, ni siquiera están seguros de hasta dónde llegan o para qué las pueden usar. Esto es algo muy básico, pero frena muchísimo el desarrollo en países pobres. Invertir en esto sería realmente beneficioso.

P. ¿Proponéis hacer catastros?

R. Cerca de la mitad de los conflictos vecinales en algunos de los países más pobres se producen porque no hay registros catastrales. Habría que hacer una enorme inversión, pero calculamos que aquí se obtendrían 21 euros por cada euro gastado. Es una gran idea que deberíamos estar haciendo, pero que también requiere voluntad política. Al revés que otras medidas, como la de acabar con la malaria, esto no resulta tan intuitivo. Y sus efectos serían increíbles.

P. A pesar de nuestra eficiencia, no nos ha dado tiempo a salvar el mundo en cuarenta minutos. Nos falta hablar aún de varias de esas doce ideas. Si te parece, el que quiera saber más que lea tu libro, ¿no crees?

R. Me parece una medida eficaz, sí (risas).

El ambientalista Bjorn Lomborg (Dinamarca, 1965) se convirtió involuntariamente en gurú del escepticismo climático a causa de un ensayo escrito en 1998 en su idioma natal, el danés, bajo el título El estado real del mundo. La industria editorial anglosajona lo reeditó, corregido y ampliado, unos años más tarde y le dio el nombre bajo el que se popularizó después en todo el planeta: El ecologista escéptico. El libro se convirtió en una suerte de biblia para quienes cuestionan las tesis oficiales sobre el calentamiento global. Desde entonces, Lomborg ha tratado de sobrevivir a la etiqueta reenfocando sus conclusiones, agregando matices, desarrollando algunas de sus ideas y escondiendo otras. Lo ha hecho en sucesivos ensayos, defendidos con vehemencia en entrevistas y conferencias por todo el planeta.

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