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¿Tus hijos ya se han cansado de los regalos de Reyes? Una reflexión sobre la educación y los premios
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¿Tus hijos ya se han cansado de los regalos de Reyes? Una reflexión sobre la educación y los premios

Una psicóloga nos explica por qué el acto de regalar es uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta en su formación

Foto: El lugar donde suelen acabar los regalos no deseados: el trastero. (iStock)
El lugar donde suelen acabar los regalos no deseados: el trastero. (iStock)

Han pasado más de cuatro semanas desde que terminó la Navidad, el tiempo justo y necesario para que todos esos juguetes que repartieron el bueno de Papá Noel y sus socios, los Reyes Magos de Oriente, hayan cogido polvo y ya se les haya buscado un sitio en la casa. Todos los muñecos y muñecas, videojuegos y juegos de mesa, bicicletas y demás accesorios del ocio infantil ya forman parte de la rutina de los más pequeños y, como tal, despiertan en ellos un interés desmitificado. Tal vez los únicos artilugios que se salven de esta abulia generalizada sean los teléfonos móviles o tablets, ya que su propia naturaleza hace que vivan pegados a ellos, como hacemos nosotros, los adultos. Atrás quedan los días posteriores a la Navidad, cuando había casi que cogerles de los pelos para que volvieran a su rutina escolar e imploraran quedarse en casa para jugar con los juguetes.

Y entonces, en todas las casas de España, seguramente sobrevenga una duda a la que convendría poner el foco: ¿realmente era para tanto, hacía tanta falta, era necesario colmar de tantos regalos a nuestros hijos? Evidentemente, esta pregunta denota ya de por sí un privilegio de clase. Muchos hogares han tenido que apretarse el cinturón debido al encarecimiento de los productos básicos que experimentamos desde el año pasado. Ello no tiene por qué afectar tampoco al número de regalos recibidos por los niños, ya que la cantidad no está reñida con la calidad. En otras palabras, han podido ser muchos pero no muy caros, más teniendo en cuenta la cantidad de posibilidades de adquirirlos con jugosos descuentos en promociones como el Black Friday y demás.

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Fuente: iStock

En primer lugar, habría que acotar la diferencia entre "demasiados regalos" y "unos cuantos regalos". Según Mónica Pereira, psicóloga del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP), un niño tiende a bloquearse en cuanto hay más de siete objetos dedicados a su disfrute, que no es lo mismo que la propia definición de regalo. Este también puede ser una experiencia como un partido de fútbol o un viaje, mientras que a lo que aquí nos referimos es a obsequios puramente materiales, para disfrutar en su ocio. "A partir de tres ya es más difícil de gestionar, y si ya obtiene siete o más de siete, se produce un bloqueo en su decisión", explica.

¿Por qué regalamos juguetes a los niños?

Ahora bien, habría que definir cuál es la finalidad directa de regalar cosas a los niños, ya que no es lo mismo que el motivo sea su cumpleaños o que estemos en Navidad. "Los regalos de Navidad sirven para premiar al niño por su buen comportamiento durante todo el año, lo cual está muy bien porque les orienta para distinguir entre lo correcto e incorrecto", asevera la psicóloga a este diario. "Lo que importa es hacerle entender cuál es la conducta adecuada para que los Reyes les premien. Entonces, luego el niño va a tener más motivación para seguir comportándose de esa forma. En cambio, los regalos de cumpleaños se hacen simplemente por quién es, son ofrendas que reflejan el amor que los padres sienten por él. También son importantes para que el niño sepa que no tiene que estar demostrando constantemente su valía para ser querido".

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¿Qué ocurre con los regalos que no tienen una motivación detrás, es decir, los detalles por un buen comportamiento? Pereira asegura que responden a una forma de aprendizaje llamada "condicionamiento operante", la cual se basa en recibir refuerzos de tanto en cuando por algo que han hecho bien. "Está genial que de vez en cuando hagamos regalos a los niños porque nos apetece, pero siempre dándoles un por qué, ya sea por el esfuerzo que ponen en hacer sus deberes todas las tardes o por una buena acción pasada. Entonces, esas conductas se refuerzan en ellos". El caso contrario, el hecho de colmar de regalos sin ninguna explicación, "es muy peligroso, ya que entonces les estamos transmitiendo que merecen esas cosas solo porque son como son, lo cual puede llevarles a exigir más en un futuro sin ninguna razón".

Como vemos, el acto de regalar no es nada inocente y posee mucha importancia en la educación del pequeño. Hay que tener cuidado con lo que uno regala y escoger bien los motivos, porque al final acabará teniendo un gran impacto en su personalidad posterior. Del mismo modo, regalar mucho o sin un buen motivo afectará en su forma de gestionar las frustraciones y el fracaso, lo cual es inevitable, ya que en algún momento no todo se comprará gracias a la intervención del padre o madre. Lo peor, en todo caso, es usar el tema de los regalos de forma chantajista en la educación, como advierte Pereira, algo que veremos más adelante.

Lo que premias no puede ser devuelto

Uno de los mayores errores en la educación de padres a hijos es el hecho de castigar con quitarles los regalos que previamente les hemos concedido porque resulta que han hecho algo mal. "Más grave aún es el hecho de haber regalado sin ningún motivo para luego privarles del regalo porque se han portado mal", aduce la psicóloga. "Los padres hacen muy mal utilizando los regalos a sus hijos como arma arrojadiza contra ellos".

"El niño debe reparar en que todo lo que ha pedido y le ha sido dado no es un derecho por ser como es, sino que se lo ha ganado"

"La tónica general de estos casos es de padres que han consentido todo a sus hijos siendo niños, y cuando llegan a la adolescencia y estos se rebelan, les llenan de castigos", prosigue la psicóloga. "Vienen muchos a consulta con historias así y hay que explicarles que no pueden quitarles lo que previamente les habían regalado". ¿Cómo corregir estos excesos de permisividad con los regalos cuando van haciéndose mayores y tienen que enfrentarse al mundo adulto? "Lo esencial es que entiendan que todas las cosas importantes conllevan un esfuerzo", asevera Pereira. Y, en ese sentido, "el niño o adolescente debe reparar en que todo lo que ha pedido y le ha sido dado no es un derecho por ser como es, sino que se lo ha ganado".

Pero también ocurre que las mejores "cosas" que puedes obtener siendo adolescente o joven, ya no niño, no se pueden comprar, como por ejemplo unos buenos amigos o una pareja. Y, en este sentido, ¿cómo debemos educar a los niños desde pequeños para que aprendan esto? De hecho, en Estados Unidos este año se volvió muy viral una familia que decidió no regalar nada a sus hijos por Navidad para que apreciaran el "verdadero valor" de las fiestas; es decir, estar todos juntos en paz y armonía. Parece una pretensión de aprendizaje muy happy flower, pero realmente ahonda en una cuestión muy verdadera: el interés por los regalos es natural que decrezca, pero la alegría de estar todos juntos en estas fechas tan señaladas permanece. Muchos se sentirían más que agradecidos frente a la idea de poder traer de vuelta a tantos familiares que ya no están con ellos (sin que necesariamente les haya separado una tragedia, como por ejemplo el hecho de estar enfadados o enemistados entre ellos).

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¿Cómo inculcar el hecho de valorar esta clase de regalos inmateriales? Pereira cree que la receta está en las muestras de cariño cotidianas. "Desayunar todos juntos antes de ir al colegio, por ejemplo", admite. "Hay que hacer ver al niño que le dedicamos tiempo porque es importante para nosotros, ya que es crucial hacer este tipo de declaraciones y de muestras de cariño para que se sienta valorado". En resumidas cuentas, el mejor regalo "inmaterial" para un hijo es atención y apoyo continuado, que el niño se sienta protegido y querido.

La brecha generacional del regalo

Todo esto nos lleva a pensar en clave sociológica y generacional, ya que hay una enorme diferencia entre las condiciones socioeconómicas de las personas que ahora tienen hijos con las que son abuelos o incluso padres ya mayores. La apertura de España tras la dictadura trajo una sociedad diferente, en la que se impuso la sociedad de consumo que se ha venido desarrollando hasta ahora. La mayoría de los niños que nacieron en la década de los 60, por ejemplo, recuerdan unas navidades más austeras que las que tuvieron sus hijos en los 90. Al igual que los padres de estos niños, que ahora rondan los cincuenta, a quienes seguramente el mayor regalo cada año era poder sobrevivir en una España destruida por la guerra.

"En el presente existe la creencia de que los hijos de esta generación van a vivir peor de lo que vivieron en su día sus padres"

Asimismo, este razonamiento ha podido servir de pretexto para lo que algunos ahora califican despectivamente como "generación de cristal", en referencia a los niños nacidos en plena bonanza económica, sobre los que cae el prejuicio de consentidos y mimados. A decir verdad, aquellos que han nacido en los últimos treinta años han podido enfrentarse a una situación inédita en la historia de la humanidad, pues no se recuerda una mayor aceleración del progreso científico, económico, tecnológico y social a nivel global, al menos en el primer mundo o lo que no es el Sur Global.

En este sentido, "no hay que demonizar el hecho de haber tenido una infancia muy protegida, ya que es lo mejor para el pequeño", asegura Pereira. "Precisamente, este puede ser el motivo por el que tantos jóvenes ahora no quieren tener descendencia, ya que antes existía la sensación en los que fueron nuestros padres de que sus hijos podrían vivir mejor que ellos. En cambio, en el presente existe la creencia de que los hijos de esta generación van a vivir peor de lo que vivieron en su día sus padres, por lo que esta es una razón de peso para abstenerse de la reproducción". Esto conecta muy bien con el tema de regalar, ya que a fin de cuentas y usando una jerga sin ánimo de contentar a ninguna ideología política que quiera apropiarse de estas ideas, no hay mayor regalo por parte de los padres que la propia vida. Si apremia la sensación de que el mundo que van a legar a sus retoños no es tan bueno como el que ellos tuvieron, es normal que la pregunta por los hijos sea más difícil de responder.

Han pasado más de cuatro semanas desde que terminó la Navidad, el tiempo justo y necesario para que todos esos juguetes que repartieron el bueno de Papá Noel y sus socios, los Reyes Magos de Oriente, hayan cogido polvo y ya se les haya buscado un sitio en la casa. Todos los muñecos y muñecas, videojuegos y juegos de mesa, bicicletas y demás accesorios del ocio infantil ya forman parte de la rutina de los más pequeños y, como tal, despiertan en ellos un interés desmitificado. Tal vez los únicos artilugios que se salven de esta abulia generalizada sean los teléfonos móviles o tablets, ya que su propia naturaleza hace que vivan pegados a ellos, como hacemos nosotros, los adultos. Atrás quedan los días posteriores a la Navidad, cuando había casi que cogerles de los pelos para que volvieran a su rutina escolar e imploraran quedarse en casa para jugar con los juguetes.

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