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Cómo estar seguro de que quieres tener hijos, desde una perspectiva filosófica
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PATERNIDAD Y MATERNIDAD

Cómo estar seguro de que quieres tener hijos, desde una perspectiva filosófica

No es lo mismo lo que deseas que por lo que verdaderamente apuestas. Hoy analizamos dos visiones muy útiles para responder a tan compleja y trascendental pregunta que todos, en algún momento, nos acabamos haciendo

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Se da por sentado que traer una vida al mundo es una de las decisiones más importantes de la vida de una persona. No es para menos: el hecho de que estemos programados biológicamente para reproducirnos es una especie de milagro del que uno solo se es realmente consciente, dicen, con las primeras ecografías. Todos hemos salido del vientre materno, llegando al mundo entre rotundos y sonoros llantos. Acto seguido, el reloj vital echa a andar sin freno y crecemos exponencialmente en tamaño e inteligencia, hasta llegar a ser una entidad autónoma capaz de andar y socializar con otros sujetos.

Nos acordamos poco o nada de este proceso de adquisición de conciencia, pero los que sí que lo tienen grabado muy a fuego en la memoria son nuestros padres, educadores o cualquier otra figura de autoridad que pudimos tener en los primeros años de la infancia. Si fuimos hijos deseados, y no como se suele llamar de penalti, podían tenerlo más o menos claro, pero seguramente no fue fácil para ellos estar plenamente convencidos de que era el momento. Al fin y al cabo, nadie nos enseña a ser padres, por muchos consejos que podamos recibir de expertos o de otras personas que pasaron por lo mismo. Precisamente por ello, cuando damos el paso acabamos entendiendo muchas cosas de nuestros propios padres que antes ni imaginábamos o pasábamos por alto.

"Cuando piensas de manera simultánea en lo que quieres y en lo que vas a hacer al respecto, el resultado suele ser un bloqueo mental"

Pero ahora bien, ¿cómo estar seguros de que queremos tener hijos? Esta pregunta se hace más latente cuando sobrepasamos la treintena, especialmente para las mujeres, ya que los hombres pueden embarcarse en la aventura de la paternidad en edades más avanzadas. Lo primero que has de tener en cuenta es que una cosa es lo que deseas y otra es lo que decides. Así lo expresa Ann Davidman, una terapeuta familiar y matrimonial estadounidense que lleva ayudando a las parejas a resolver sus dudas al respecto. Ella ha escrito un artículo muy interesante e inspirador en la revista Aeon en el que explora esta pregunta y sus múltiples respuestas.

Atascado en el "sí" y el "no"

"Si te sientes atascado en la decision, es posible que estés fusionando dos conceptos que deben mantenerse separados: por un lado, lo que deseas, y por otro, la decisión o resultado", asegura. "Cuando piensas de manera simultánea en lo que quieres y en lo que vas a hacer al respecto, el resultado suele ser un bloqueo mental. El deseo implica algo que tienes muy claro que quieres en el fondo de tu corazón. Puede que lo experimentes como un sentimiento fuerte o liviano, pero emerge de tu interior, no por algo externo. En ocasiones, muchas personas creen que su deseo es neutral en lo que se refiere a la paternidad", de ahí que no estén seguras, "pero eso no significa que no sepan lo que quieren, sino que pueden ver con buenos ojos cualquier decisión relativa a este tema".

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En este sentido, a lo que Davidman se refiere es que el hecho de que desees tener hijos pero no estés seguro de la decisión no te hace no querer tenerlos, al igual que muchas personas tienen clarísimo desde una pronta edad que quieren, toman la decisión, y luego descubren que su deseo no era para tanto. Esto conviene tenerlo en cuenta a nivel teórico, ya que no resuelve nada nuestras dudas, pero... ¿a nivel práctico?

Una visión bastante interesante es la que aporta Ruth Chang, catedrática de filosofía de la Universidad de Oxford, quien cree que las decisiones más importantes de la vida son difíciles por el mero hecho dede que transforman por completo nuestra existencia y, por ello, ninguna es mejor que la otra. Si ya has elaborado una lista con los pros y contras de ser padre o madre en este mismo momento, seguro que te agradan varias de las dos opciones. La clave está, según Chang, en "poder hacer que una opción sea mejor y más atractiva para nosotros", lo cual es muy interesante, porque basa su razonamiento en que ninguna opción es válida de por sí, sino que somos nosotros quienes le otorgamos valor. Entonces, la clave es nuestro grado de compromiso con la decisión que hemos tomado.

Ser responsable con la decisión

"La clave es decantarse por una de las dos opciones y comprometerse con ella", afirma Chang en un artículo sobre el tema publicado en The Guardian. "Al hacerlo, se convierte en nuestra mejor opción porque existe un esfuerzo por nuestra parte de otorgar valor a lo que hemos decidido. Al comprometernos con ello, podemos hacer que sea la elección correcta para nosotros. Cuando te comprometes con un determinado modelo de vida, las decisiones difíciles se reducen porque ya estás en marcha": Por tanto, podríamos decir que la madurez no implica saber qué es lo que quieres, en base a lo expuesto por Davidman y Chang, sino ser responsable con las decisiones que has ido tomando.

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Evidentemente, hay muchos factores externos que determinan tu decisión. El más indmediato, el económico, ya que de nada te sirve cargar con la responsabilidad de ser padre o madre si de antemano sabes que no cuentas con los medios de subsistencia necesarios para ofrecer una vida medianamente cómoda y digna a la vida que vas a traer al mundo. Precisamente, esto es lo que más desalienta a las parejas para no dar el paso, con un 95%, según el INE. En ese caso, es normal que la balanza caiga sobre el "no".

Sea como sea, si eres mujer y temes que se te pase la edad para ser madre, siempre puedes valorar la posibilidad de adoptar, al igual que si tu motivo para no tenerlos es no encontrar a la persona adecuada. La vida es muy larga y no conviene obsesionarse con el hecho de no traer descendencia al mundo, mucho menos por la presión social o familiar, que en ocasiones es lo que decanta la balanza hacia el sí erróneamente al no estar dispuestos ni preparados para afrontar el enorme reto que supone ser padres.

Se da por sentado que traer una vida al mundo es una de las decisiones más importantes de la vida de una persona. No es para menos: el hecho de que estemos programados biológicamente para reproducirnos es una especie de milagro del que uno solo se es realmente consciente, dicen, con las primeras ecografías. Todos hemos salido del vientre materno, llegando al mundo entre rotundos y sonoros llantos. Acto seguido, el reloj vital echa a andar sin freno y crecemos exponencialmente en tamaño e inteligencia, hasta llegar a ser una entidad autónoma capaz de andar y socializar con otros sujetos.

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