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Cómo conseguir que tus hijos sean perseverantes y no se rindan a la primera de cambio
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Cómo conseguir que tus hijos sean perseverantes y no se rindan a la primera de cambio

Es esencial que tengan resistencia a la frustración cuando las cosas no les salen como les gustaría para poder desenvolverse no solo en el apartado académico, sino vital

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La perseverancia es esa facultad que emerge cuando nos equivocamos una y otra vez a la hora de completar una tarea y no cesamos en nuestro empeño de volver a hacerla hasta que nos salga bien. Se trata, a fin de cuentas, de un valor humano típicamente evolutivo, pues si no, ninguno de nosotros aprendería a andar, a hablar o a leer. Es por ello por lo que es tan importante inculcar a edades tempranas, ya que también se mide en el nivel de confianza que tenemos a la hora de abordar un conflicto o problema, así como nuestra tolerancia a la frustración cuando fracasamos una y otra vez.

Entonces, ¿cómo conseguir que un niño poco a poco sea más perseverante? Como decíamos, es una cualidad innata: en caso contrario, nunca aprendería a andar. De hecho, se puede observar en la voluntad que le mueve para levantarse con cada caída en el proceso. El primer paso para que permanezca en él siendo más mayor se basa en identificar cuáles son las actitudes que más le desalientan para dejar de intentarlo.

"Las expectativas demasiado altas pueden causar estrés, y las más bajas pueden llevar al aburrimiento"

Michele Borba, psicóloga y asesora de padres en todo lo concerniente a la educación de sus hijos, comprende que la perseverancia es la primera cualidad que hay que incentivar en un niño pequeño, ya que es lo que le sacará adelante a lo largo de sus primeros años de vida; no solo en el plano escolar, el cual es importante, sino también en el emocional. Así, identifica que lo primero que hay que hacer es no forzarle ni inculcarle una moral del éxito que le meta en la cabeza que tu amor depende de que tenga éxito en sus proyectos. Esto le crearía mucha ansiedad: cumplir una meta no es tan importante como el hecho de haberse esforzado para conseguirlo, y esto es lo que hay que premiar.

La mejor enseñanza: el ejemplo

"Las expectativas demasiado altas pueden causar estrés, y las más bajas pueden llevar al aburrimiento", asegura en un reciente artículo publicado en la CNBC. "Recuérdales a tus hijos que los errores tienen un trasfondo positivo, que lo que importa es intentarlo y no pasa nada por equivocarse". Ella recuerda algo muy importante y que se supone que es una de las bases para una buena educación: nada hay más aleccionador que el ejemplo. Los niños son grandes imitadores de lo que ven y hace la gente de su alrededor (y muchas de las cosas que presenciamos de pequeños tuvieron un impacto en nuestra vida posterior que nos cuesta reconocer o comprender). Si tú te muestras estresado por asuntos que no merecen tanta importancia, te frustras a la primera de cambio o te crispas enseguida por las cosas que se escapan de tu control, por mucho que eduques al pequeño en el valor de la perseverancia, nunca lo interiorizará.

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Otro de los consejos que aporta Borba es el acto de simplificar las tareas. Al fin y al cabo, si dividen ciertos objetivos en partes más pequeñas y manejables, les aportará la seguridad suficiente a largo plazo para saber enfrentarse a los problemas. Por ejemplo, a la hora de estudiar o dar sus primeros pasos en el cálculo matemático o la ortografía. Hay un montón de guías y trucos para ilustrar a los niños en estas tareas de una manera fácil. Que no se queden solo con lo que se les obliga a aprender en la escuela. Si tú muestras entusiasmo y disposición a enseñarle y avanzar con él en la comprensión de estas áreas educativas, se sentirá más seguro cuando vaya al colegio y el profesor le pida los deberes.

"Partido a partido"

Otra experta, Angela Duckworth, quien acaba de publicar un libro líder en ventas titulado Grit: The Power of Passion and Perseverance (algo así como "Determinación: El poder de la pasión y la perseverancia"), sostiene que para una correcta educación en valores y conocimientos a largo plazo, se necesita inculcar "determinación y autocontrol, confianza y ambición". Estos, según ella, son mucho más efectivos que el hecho de ser muy inteligente, una capacidad a la que se le suele dar mucha importancia.

Foto: Daniel Wilson, en una visita a España. (Foto cedida)

Por su parte, Carol Dweck, psicóloga de la Universidad de Stanford, publicó hace tiempo un estudio en el que abogaba por hacer desarrollar en el pequeño una mentalidad del crecimiento, entendiendo que todo en la vida se consigue mediante el esfuerzo continuo, la práctica y la persistencia. Esta se puede estimular con el "poco a poco". O como diría un famoso entrenador de fútbol, "partido a partido". "Cuando fomentamos una mentalidad de crecimiento y les alentamos a seguir adelante con sus desafíos, será más probable que superen los reveses y sigan adelante", asegura, en un reciente artículo publicado en la revista Life Hacker.

"Nunca hagas algo por tus hijos que puedan hacer por sí mismos", es el último consejo que ofrece Barbo. Aunque esto no es posible del todo, ya que necesitan ayuda y tampoco conviene ser demasiado exigentes, lo mejor para que desarrollen perseverancia es que se den cuenta por sí mismos de sus fallos y aprendan para no volver a repetirlos. "No temas a los sentimientos de tristeza y frustración de tus hijos, así es como desarrollan resiliencia", avisan en este sentido desde la web Very Well Family. Y más importante aún: celebra con ellos sus victorias, pues es lo que les otorgará la confianza suficiente como para saber que pueden enfrentarse a cualquier reto que se les presente. Que sepan que lo han hecho bien.

La perseverancia es esa facultad que emerge cuando nos equivocamos una y otra vez a la hora de completar una tarea y no cesamos en nuestro empeño de volver a hacerla hasta que nos salga bien. Se trata, a fin de cuentas, de un valor humano típicamente evolutivo, pues si no, ninguno de nosotros aprendería a andar, a hablar o a leer. Es por ello por lo que es tan importante inculcar a edades tempranas, ya que también se mide en el nivel de confianza que tenemos a la hora de abordar un conflicto o problema, así como nuestra tolerancia a la frustración cuando fracasamos una y otra vez.

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