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Inmigración, delincuencia y terrorismo en Francia, el país más violento de toda la UE
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ANÁLISIS

Inmigración, delincuencia y terrorismo en Francia, el país más violento de toda la UE

El excorresponsal en Francia Iñaki Gil examina en su libro 'Arde París' (Círculo de Tiza) las paradojas de un país considerado faro de la cultura, pero con 1.000 homicidios al año y 100 ataques con cuchillo al día. Publicamos un capítulo

Foto: Un agente pasa junto a un vehículo volteado durante las protestas en Francia tras la muerte en junio pasado a manos de un policía del joven de 17 años Nahel Merzouk. REUTERS / Juan Medina
Un agente pasa junto a un vehículo volteado durante las protestas en Francia tras la muerte en junio pasado a manos de un policía del joven de 17 años Nahel Merzouk. REUTERS / Juan Medina

¿Está Francia “incubando una guerra civil”? Eso sostenía el segundo manifiesto de cientos de militares. El primero decía que “Francia estaba en peligro de desintegración”. Este es el lado oscuro del país de las Luces, el país europeo con más homicidios per cápita y en el que un 61 % cree que la población blanca y cristiana corre peligro de extinción por la inmigración musulmana. Macron, a remolque de Le Pen.

De todos los capítulos de este libro, este es cronológicamente el último que abordé. Porque, más allá de la necesidad de apurar la redacción a la espera de la culminación de la tramitación de una ley —caso del dedicado a la reforma de las pensiones— o de minimizar riesgos de desactualización —caso del de Putin— no tenía claro si debía presentar agrupados temas tan diferentes como el terrorismo islamista, los manifiestos militares, las protestas de la policía, la superchería del Gran Reemplazo, la diferencia de percepción de la inmigración entre los franceses que votan a la derecha o a la izquierda, quizá la última frontera ideológica nítida. ¿He dicho frontera? Pues vamos con todo el dosier de inmigración, la delincuencia y el terrorismo. Una amalgama que hasta los últimos años no osaban hacer más que los extremistas de la derecha, empezando por Jean Marie Le Pen, el primero que vio rédito electoral en ello y que Emmanuel Macron ha hecho suya con la soltura dialéctica de “al mismo tiempo”. De todas las paradojas francesas, esta es la de mayor calibre.

“Es ridículo. ¿Vamos a poner un centinela por metro cuadrado de la frontera que tenemos con los países miembros de la Unión Europea?”, ironizaba el candidato Macron en abril de 2017. En el apogeo de los contagios por el covid, cuando Marine Le Pen reclamaba el cierre de la frontera con Italia “hasta que la epidemia sea yugulada”, el presidente de la República también respondió en el mismo registro: “Por mucho que les disguste a algunos, el virus no conoce límites administrativos”.

placeholder Emmanuel Macron, presidente de Francia. EFE
Emmanuel Macron, presidente de Francia. EFE

Sin embargo, a mediados de enero de 2021, Macron cruzó la raya, pasando de reírse del tema a bloquear 14 pasos fronterizos entre España y Francia. Volvía a haber Pirineos. La frontera había vuelto. Viejo argumento de Le Pen como freno de la inmigración, el control del acceso al territorio francés ya no era tabú. Lo defendía la derecha clásica y la izquierda soberanista. Y, por supuesto, Macron. Estas eran sus razones para el restablecimiento de los controles fronterizos: “La lucha contra la amenaza terrorista, la lucha contra los tráficos y el contrabando de droga, alcohol y tabaco y también contra la inmigración clandestina”.

Lo había dicho el 5 de noviembre en Le Perthus, en la frontera franco-española. Una semana antes, un terrorista había matado a tres personas en una iglesia de Niza. El autor del ataque fue un tunecino que había desembarcado en Europa por la isla italiana de Lampedusa. Al Gobierno español debió de chocarle la elección de la frontera catalana como escenario del anuncio. Incluso le molestó. Y para que se notara, estuvo representada en el acto por una figura de segundo rango. No sé si Macron se percató de tan sutil expresión de enfado. Yo, no. Hasta que, meses después, me lo hizo notar un diplomático español.

El jefe del Estado francés anunció que iba a duplicar el número de policías, gendarmes y militares (de 2.400 a 4.800) desplegados en las fronteras francesas. No es un centinela por metro, pero... De momento ya había 400 funcionarios de la Policía de Fronteras (PAF) en Pirineos Orientales y Aude. Su ocupación, controlar a los viajeros; las mercancías son cuestión de los aduaneros. Los refuerzos en la zona de Cataluña sumaban una compañía de CRS, un escuadrón de gendarmes y militares de la ‘operación centinela’, que actúan como refuerzo antiterrorista.

placeholder Portada de 'Arde París', el libro del periodista y ex corresponsal en Francia Iñaki Gil.
Portada de 'Arde París', el libro del periodista y ex corresponsal en Francia Iñaki Gil.

La obstrucción de cinco de los doce pasos en la zona de Cataluña y de otros nueve en el País Vasco y Navarra buscaba dirigir el flujo de tráfico hacia los puestos donde las fuerzas de seguridad francesas están presentes. El cerrojazo operaba en los dos sentidos y admitía algunas excepciones como trabajadores transfronterizos, vecinos e incluso algún camión. Un avión de la PAF sobrevolaba tres o cuatro veces por semana la raya de 650 km que divide a ambos países.

"Cada día devolvemos directamente a España entre 40 y 50 personas en situación irregular”, declaraba en aquellos días a Le Monde, el prefecto (subdelegado del gobierno) de los Pirineos Orientales, Etienne Stoskopf. En 2020 en ese departamento se incautaron 12 toneladas de cannabis y 30 kilos de cocaína.

El contrabando de tabaco era también prioritario. En 2019, las aduanas francesas confiscaron 360 toneladas, lo que equivale a 18 millones de cajetillas y unos 162 millones de euros en valor de mercado. El paquete que en los estancos de España cuesta 5 €, en Francia vale el doble. El último aumento de precio, motivado en la lucha contra el tabaquismo, ha provocado no solo el aumento del tráfico, sino también la venta callejera de tabaco e incluso a la unidad. El paquete de tabaco argelino se vende en París a 5 €.

Eso sí, terroristas o sospechosos arrestados en las fronteras, ninguno. Desde el acuerdo europeo de libre circulación y la creación del espacio Schengen en 1985, este es el cierre de fronteras a mayor escala decidido por París. El reglamento de Schengen prevé derogaciones “excepcionales”, siempre como “último recurso” y “por una duración estrictamente limitada”. En realidad, desde noviembre de 2015, Francia prorroga sistemáticamente los controles fronterizos “por la amenaza terrorista”.

Decisión no cuestionada

“A fuerza de permitir a los Estados restablecer los controles, ya no hay libre circulación en la UE”, declaraba entonces Marie Laure Basilien Gainche, profesora de derecho de la Universidad de Lyon. No le faltaba razón. Macron buscaba “una refundación” de Schengen, uno de los objetivos no alcanzados durante la presidencia francesa de la UE en el primer semestre de 2022, en el que la guerra de Ucrania dejó todo lo demás en un segundo plano y alteró la campaña de las elecciones presidenciales.

La verdad es que Macron sabía que su cerrojazo no iba a ser puesto en cuestión por nadie. Ni dentro del Hexágono, donde no solo Le Pen era partidaria de restablecer los controles fronterizos. Varios líderes de la derecha clásica proponían “retomar el control” e incluso algunas personalidades de la izquierda soberanista como Arnaud Montebourg (socialista) o François Ruffin (insumiso) no lo veían mal.

Tampoco fuera del Hexágono hubo grandes polémicas. Diferencias con España, sí. Roces o protestas diplomáticas, rien de rien. En la cumbre de Montauban en marzo de 2021 el jefe del gobierno español, Pedro Sánchez, y su anfitrión, Macron, no trataron el tema. Por si acaso, Moncloa vetó la presencia de los corresponsales españoles en Francia en la rueda de prensa conjunta de ambos dirigentes. Los puestos para los medios españoles “se sortearon en Madrid” y todos fueron —qué casualidad— para los enviados especiales que siguen al presidente.

La cumbre pasó a segundo plano informativo por la salida del gobierno del entonces vicepresidente Pablo Iglesias, deseoso de medirse con Isabel Díaz Ayuso en las elecciones anticipadas de la Comunidad de Madrid. Así que lo de Macron y Sánchez en Montauban quedó en un encuentro telegénico: vacío de contenidos pero con una entrañable visita a la tumba de Manuel Azaña, muerto en el exilio en esta ciudad del mediodía francés en 1940, durante el régimen colaboracionista de Vichy. Macron honró la figura de Azaña y recordó a los republicanos españoles que lucharon con la Resistencia. Sánchez agradeció la hospitalidad de Francia hacia los exiliados. “Nunca puede darse por definitiva la conquista de la libertad”, manifestó. El jefe del ejecutivo español descartó la repatriación a España de los restos mortales del que fuera presidente de la II República. “Azaña es ya patrimonio de ambos países”. Clic, foto.

placeholder Pedro Sánchez y Emmanuel Macron a su llegada al Museo Picasso  tras finalizar la cumbre bilateral entre España y Francia celebrada en Barcelona en enero pasado. REUTERS / Albert Ge
Pedro Sánchez y Emmanuel Macron a su llegada al Museo Picasso tras finalizar la cumbre bilateral entre España y Francia celebrada en Barcelona en enero pasado. REUTERS / Albert Ge

La siguiente cumbre bilateral sirvió para que España y Francia firmaran un tratado de amistad conjunto como los del Elíseo o el Quirinal que París tiene con Alemania e Italia, respectivamente. El que firmaron Sánchez y Macron recibió el nombre de Barcelona, en recuerdo de la ciudad donde se celebró el evento en enero de 2023. España, con la boca pequeña, volvió a pedir la reapertura de los ocho puestos fronterizos que, más de dos años des-pués, permanecían cerrados. La respuesta del ejecutivo galo fue proponer brigadas mixtas para patrullar las zonas cerradas.

"Francia está preocupada por los movimientos de los migrantes, llegados generalmente de África que quieren pasar de España a Francia y el resto de Europa. Precisamente, uno de los principios derivados de Schengen, lo que sorprende a las autoridades españolas, acusadas con medias palabras, de no vigilar lo suficiente su frontera norte —escribía el corresponsal de Le Figaro en Madrid, Mathieu de Taillac—. El prefecto alude también al tráfico de drogas...”

¿Patrullas conjuntas? ¿Para controlar inmigrantes? No parece que estas sean las prioridades del ejecutivo que encabeza Sánchez. Porque de eso se trata. Solo en los cuatro primeros meses (noviembre de 2020 / marzo 2021) desde el restablecimiento de los controles y el cierre de pasos secundarios, Francia impidió la entrada en su territorio a 12.288 personas en situación irregular procedentes de España. La cifra es un 203% superior a la del mismo periodo del año anterior. Además, otros 3.469 sin papeles fueron “interceptados” en territorio francés, notoriamente en el departamento de los Pirineos Orientales, fronterizo con Cataluña. Esta cifra supone un 25% en relación con el año pasado. Los datos pertenecen a un informe de la Policía de las Fronteras (PAF), revelado por Le Figaro.

Macron aspira a reformar Schengen con el objetivo de impedir que las personas en situación irregular puedan desplazarse de un país a otro. París argumenta que “la libre circulación es un derecho de los ciudadanos de la UE”, no así de los sin papeles. Es decir, lo que ya puso en marcha, por su cuenta y riesgo. El balance de la PAF indicaba que otras 23.537 personas procedentes de Italia fueron rechazadas en estos meses (+ 143% sobre el año anterior). Además, 2.502 inmigrantes fueron arrestados en territorio francés limítrofe con Italia.

Macron aspira a reformar Schengen con el objetivo de impedir que las personas en situación irregular puedan desplazarse de un país a otro

En aquellos meses, pasaron por comisaría 229 ‘pasantes’ en la frontera italiana y 108 en la española. “Tienen un perfil variado, pueden ser camioneros o compatriotas de los inmigrantes. Llevan a los migrantes en grupos de 3 o 4 hacia las estaciones de tren o las áreas de servicio de las autopistas y no forman parte de una organización estructurada”, declaró a Le Figaro un portavoz de la Policía Nacional, Christian Lajarrrigue. De España procedían marroquíes y argelinos que tenían Francia como destino, pero también afganos y paquistaníes, rumbo al Reino Unido. Ese flujo de sin papeles ha disminuido de forma notoria desde el cambio de posición española sobre el Sahara, lo que ha tenido como contraprestación marroquí un mayor control de las rutas que parten de su territorio hacia la Península y las Islas Canarias.

Con total seguridad, el embajador de España ante Francia en 1700, el marqués de Castelldosrius, se sorprendería de la permeabilidad de la actual frontera. Fue él quien exclamó “¡Qué gozo! Ya no hay Pirineos”. Luis XIV presentaba a su corte al duque de Anjou, que reinaría en España como Felipe vV Fue el primer Borbón. Tres siglos después, Francia es una república y en España reina Felipe VI. Pero sigue habiendo Pirineos.

Sepa el lector que en los medios franceses el cierre de algunos pasos fronterizos con España e Italia no tuvo nunca gran repercusión. ¡Qué gran contraste con los campamentos del Canal de la Mancha! Allí Macron —y sus predecesores— se desentienden del problema de los migrantes que intentan cruzar en embarcaciones de fortuna al Reino Unido. Cuando, por las circunstancias que sean, su número aumenta y los aspirantes a la travesía dejan de vagar por las playas del norte de Francia para agruparse en campamentos, la cuestión salta al prime time... y la policía desmantela los asentamientos.

Londres siempre acusó a París de mirar para otro lado, sobre todo tras el Brexit. Hubo que esperar a una cumbre franco-británica para abordar el problema. Se celebró en el Elíseo en febrero de 2023 y fue la primera en cinco años. El clima del encuentro entre Macron y el premier británico, Rishi Sunak, fue tan amistoso que casi todas las crónicas hablaron de nueva entente cordiale.

placeholder Inmigrantes sudaneses en noviembre de 2021 en la localidad francesa de Calais, a la espera de poder cruzar el Canal de la Mancha y llegar a Gran Bretaña.
Inmigrantes sudaneses en noviembre de 2021 en la localidad francesa de Calais, a la espera de poder cruzar el Canal de la Mancha y llegar a Gran Bretaña.

El principal acuerdo fue la creación de un nuevo centro de detención para migrantes irregulares en el Canal de la Mancha cofinanciado por el Gobierno británico, un hecho sin precedentes. Londres sufragará con 480 millones de libras esterlinas (más de 540 millones de euros) el nuevo centro. El dinero inglés también se usará para incrementar el número de agentes franceses (500 adicionales) y mejorar el material (drones, motos, etcétera) que utilizan para patrullar las decenas de kilómetros de playas, entre Le Touquet y Dunkerque, desde las que parten las pateras. No hay que descartar que Sunak sea objeto de críticas de un sector de sus diputados conservadores, molestos por esta generosidad con Francia, país al que creen responsable de la crisis por su pasividad con quienes aspiran a cruzar el Canal de la Mancha y la tolerancia de facto con los pequeños campamentos de migrantes.

A Sunak no le quedaba otro remedio que aceptar con la mejor de sus sonrisas el trágala de Macron, también sonriente y zalamero. Porque el control de los flujos migratorios fue un argumento básico (y primario) en la campaña y el triunfo del Brexit. Y ahora el problema es de tal dimensión –solo por el Canal de la Mancha 45.000 personas llegaron en 2022 al Reino Unido, cinco veces más en solo dos años–, que lleva a Londres a endurecer sus leyes. Por ejemplo, ningún inmigrante llegado ilegalmente al país podrá regularizar su situación, justo lo mismo que propone Le Pen.

Macron y Sunak eludieron responder si Francia aceptará a migrantes devueltos de Gran Bretaña en virtud de esa nueva ley que Londres pretende aprobar. Ambos líderes sabían que la devolución de migrantes era una cuestión explosiva y no quisieron ir más allá. Macron recordó que no es un asunto a negociar bilateralmente entre Francia y Reino Unido: el interlocutor de Londres para estos asuntos es la Unión Europea.

Expulsión de los 'sin papeles'

Devolver a los rechazados se ha convertido en un gran problema en el Reino Unido y en la UE. Mientras Macron no puso controles en los Pirineos, la cuestión ni se planteaba en España, donde la mirada sobre el inmigrante siempre fue más benévola. Quizá porque los sin papeles, en parte, estaban de paso. Pero en cuanto el río humano tropezó con los Pirineos y se embalsó a este lado de la muga, la senadora del PNV Almudena Otaola se quejó al Gobierno de “la masiva llegada de inmigrantes a Irún (Guipúzcoa) procedentes de Canarias”.

La cuestión ha sido un tabú durante años. En Francia, en esos casos, la primera reacción es inventar un acrónimo que neutralice el mal rollo implícito en la palabra. Así los expulsables han devenido OQTF, esto es, obligados a abandonar territorio francés. Y uno puede leer noticias con títulos tan asépticos como “el Gobierno mantiene el objetivo de ejecutar el 100% de los OQTF”. Ese es el objetivo. La realidad es que París solo expulsa al 10% de sus inmigrantes indeseados que en 2020 fueron 125.000.

“El bloqueo no viene de nuestra capacidad de expulsar a gente que no tiene su sitio en territorio nacional, sino de la capacidad de hacer que los países de los que proceden acepten a sus nacionales”, admitió en octubre de 2021 el portavoz del Gobierno, Olivier Véran. Obviamente, los OQTF no quieren irse, plantean recursos, desaparecen de sus direcciones o —en tiempos del covid— se negaban a someterse a un test PCR, obligatorio entonces en los países de origen y destino, a la vez. Luego, hay casos imposibles como el de Libia, cuyo Estado ha desaparecido en una guerra civil.

El gobierno siente en su cogote el aliento de la oposición de derecha. Así, por ejemplo, el nuevo líder de Los Republicanos, Éric Ciotti, propuso en la campaña que le llevó a la presidencia del partido la creación de un delito de “estancia ilegal” en Francia. Ciotti hizo ruido con esta afirmación en el Canal Cnews: “Los alemanes expulsan diez veces más que nosotros”. Según Eurostat, Alemania expulsó a 44.960 clandestinos en 2017, a 29.055 en 2018 y a 12.265 en 2020, el año del covid. Francia expulsó en esos años a 12.720 (2017); 15.445 (2018) y 6.930 (2020). Es decir, Alemania expulsa entre el doble y el triple. Entre las causas de esta diferencia se cita la nacionalidad de los expulsables, europeos del Este en mayor proporción en el caso alemán. En Francia, predominan los magrebíes, cuyos países ponen mil pegas a la readmisión. Así, entre enero y julio de 2021 Argelia no concedió más que 31 salvoconductos sobre 7.731 OQTF y Marruecos solo acogió a un 2,4% a los suyos.

Le Pen siempre ha propuesto quitar todo tipo de ayudas a los países que no colaboren admitiendo a sus nacionales en situación irregular en Francia. Macron no llegó a tanto. Dejó en la mitad el número de visados concedidos a ciudadanos de Marruecos y Argelia. Veremos si esta política —levantada poco antes de enviar este libro a la imprenta— produce una inflexión en estos países.

placeholder Marine Le Pen durante una intervención en la Asamblea Nacional francesa en julio pasado.
Marine Le Pen durante una intervención en la Asamblea Nacional francesa en julio pasado.

La expulsión de los sin papeles alcanzó su clímax de preocupación cívica y de sobresalto político a mediados de octubre de 2022 cuando una persona OQTF cometió un asesinato particularmente atroz. Dabiah B., argelina de 24 años, entró legalmente en Francia en 2016 con un visado de estudiante. Dos años después, pasó por comisaría como víctima de violencias conyugales. El 20 de agosto de 2022 fue detenida por la policía en el aeropuerto parisino de Orly por carecer de permiso de residencia. Puesta en libertad, con una OQTF disponía de un plazo de salida voluntaria de 30 días. Ocasionalmente, se alojaba en casa de una hermana en el distrito XIX de París. Allí la grabaron las cámaras de videovigilancia del inmueble a las 15:15h del viernes 14 de octubre junto a Lola, de 12 años, hija de los porteros, que volvía a casa del colegio. El cuerpo sin vida de Lola apareció esa misma noche en una caja de plástico en una calle próxima.

Dabiah fue detenida la mañana siguiente al amanecer e imputada por “asesinato y violación con actos de tortura y barbarie sobre una menor”. No quedó claro el móvil de la asesina que aguarda juicio, pero su abogado desmintió el rumor de que la mató porque era francesa. Francia sufrió una conmoción que alcanzó a la clase política. El presidente Macron recibió a los padres de la víctima en el Elíseo. Marine Le Pen convocó una concentración en homenaje a la niña asesinada y declaró: “Hay demasiados crímenes y delitos cometidos por inmigrantes clandestinos”.

[En España ya ha habido, al menos, un caso similar: el del inmigrante marroquí que, el 25 de enero de 2023, entró en dos iglesias de Algeciras en actitud muy hostil hacia los feligreses presentes y agredió con un machete de grandes dimensiones a varias personas, al grito de “Alá es grande”. Una de ellas resultó muerta, un sacristán al que confundió con un sacerdote, e hirió a cuatro más, incluyendo un cura a quien quería cortar la cabeza y un compatriota a quien tenía por apóstata. El atacante fue identificado como Yassin Kanza, tenía 26 años y estaba en situación ilegal en España. Según los investigadores, Kanza llegó primero en moto acuática a Gibraltar, pero fue expulsado de inmediato. En España fue detenido en junio de 2022 y se inició el trámite de expulsión de España, que nunca llegó a producirse. Al carecer de antecedentes, quedó en libertad. Residía junto a otros compatriotas en un piso patera en Algeciras. El caso sirvió de munición al líder de Vox, Santiago Abascal, contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el debate de la moción de censura].

"Hoy los extranjeros representan el 7% de la población francesa y cometen el 19% de los actos de delincuencia. Negarse a verlo sería negar la realidad. Pero sería falso reducir la delincuencia a los extranjeros", subraya el ministro del Interior

La afirmación de Le Pen es una trampa demagógica: puesto que lo perfecto sería que no hubiera ningún inmigrante clandestino, todo delito o crimen cometido por alguien de su condición es “demasiado”. Pero sí es lícito interrogarse si hay “relación entre inseguridad e inmigración”. Es lo que preguntaron dos periodistas de Le Figaro al ministro del Interior, Gérald Darmanin, en agosto de 2022. Esta fue su respuesta: “Nosotros no participamos ni de la ingenuidad general de la extrema izquierda ni de la caricatura absoluta de la extrema derecha. Juzgamos a los extranjeros no por lo que son sino por lo que hacen. Si desean integrarse en la República, son bienvenidos. Si no respetan nuestros valores y nuestras leyes, deben irse. Hoy los extranjeros representan el 7% de la población francesa y cometen el 19% de los actos de delincuencia. Negarse a verlo sería negar la realidad. Pero sería falso reducir la delincuencia a los extranjeros. Debemos ser más firmes tras constatar que el 39% de los actos delictivos cometidos en Lyon y el 48% de los de París lo son por extranjeros, a menudo multireincidentes que no tienen nada que hacer en nuestro suelo y que me voy a emplear en expulsar”.

El ministro de Interior, igual que el de Justicia, hace una pequeña trampa, al parecer de los críticos. Las estadísticas oficiales informan siempre de los delitos cometidos por extranjeros, nunca por los inmigrantes. Un inmigrante que se naturaliza deja de ser considerado extranjero. También debería saberse cómo se contabilizan los delitos de quienes tienen doble nacionalidad.

Puesto que Macron en Portbou ligó el restablecimiento de controles a la lucha contra el terrorismo, vamos a repasar el origen y las circunstancias de los terroristas que cometieron atentados durante los años en que fui corresponsal en París.

1. Chérif Chekatt mató a cuatro personas al grito de “Alá es grande” en el mercado navideño de Estrasburgo. Utilizó una pistola del modelo reglamentario del ejército francés de 1892. Era el 11 de diciembre de 2018. Cayó abatido por la policía 48 horas después. Era hijo de un inmigrante marroquí bastante insertado, poco religioso y discreto, según los vecinos. Casado varias veces. Seis hijos y seis primos formaban el clan Chekatt. Cuatro de ellos, multireincidentes. Chérif acumuló en sus 29 años de vida 67 antecedentes judiciales y 27 condenas en Francia, Alemania y Suiza por robos, daños e injurias. Era lo que la policía llama un híbrido, un delincuente radicalizado como islamista. Estaba en el fichero policial S, por Seguridad, los sospechosos de estar a un paso de convertirse en terroristas. Frecuentaba el mundillo islamista junto a uno de sus hermanos. Por eso le seguían y le pincharon el teléfono. El martes 11, la policía fue a buscarle por un delito común, pero no le encontró en casa. Detuvo a tres personas y se incautaron de algunas armas. Por la noche, cuando el mercado de Navidad estaba a punto de cerrar, Chérif mató con su vieja pistola. El Estado Islámico reivindicó la acción.

placeholder Emmanuel Macron deposita en diciembre de 2018 una flor en el monumento improvisado en conmemoración a las víctimas del ataque terrorista en el mercado navideño de Estrasburgo. EFE Ronald Wittek
Emmanuel Macron deposita en diciembre de 2018 una flor en el monumento improvisado en conmemoración a las víctimas del ataque terrorista en el mercado navideño de Estrasburgo. EFE Ronald Wittek

2. Mickël Harpon había nacido en la isla francesa de la Martinica y era administrativo del servicio de informática de la Dirección de Información de la Prefectura de París, un fortín que ocupa dos tercios de la manzana de enfrente de Notre Dame, el sanctasanctórum de la seguridad francesa. El jueves 3 de octubre de 2019 estaba en su puesto de trabajo a las 8:58. Pero ese día no encendió el ordenador. A las 12:18 salió del edificio. Seis minutos después compró un cuchillo con lama metálica de 20 cm y un abridor de ostras en una tienda cercana. Volvió a la Prefectura por la puerta del personal. A las 12:53 entra en un despacho donde comen dos funcionarios. A uno lo degüella y al otro lo acuchilla en el pecho. En el siguiente despacho acaba con la vida del tercer funcionario. En las escaleras hacia el patio cae el cuarto. Allí un policía de guardia, que lleva siete días en este destino, le da el alto y cuando el asesino avanza hacia él lo mata de dos balazos. Eran las 13 horas. Harpon se había convertido al islam hacia 10 años y “estaba en contacto con el movimiento islámico salafista”, según el fiscal antiterrorista. Emitió señales débiles de radicalización, como negarse a dar la mano a sus compañeras de trabajo, ir en chilaba a la mezquita o justificar el atentado contra Charlie Hebdo. Pero no fue investigado nunca pese a trabajar en la unidad que se ocupa del terrorismo islámico. Tenía 45 años y la noche previa al atentado le dijo a su esposa, francesa de padres marroquíes: “Alá me ha enviado una señal. Protege a los niños”.

3. El viernes 25 de septiembre de 2020 dos empleados de una agencia de prensa audiovisual fumaban un cigarrillo en la calle del distrito xi de París cuando un joven de 18 años les hirió con un machete de carnicero. Los tomó por empleados de la revista satírica Charlie Hebdo que tuvo su sede allí, pero se había mudado a otro lugar, mantenido en secreto, tras el ataque islamista de 2015 en el que murieron 12 personas a raíz de la publicación de las caricaturas de Mahoma. El autor, nacido en Pakistán, fue acusado de “intento de asesinato y asociación criminal y terrorista”. El fiscal antiterrorista justificó ese cargo en que el detenido tuvo la intención de matar a dos personas al azar, el lugar de la agresión y la coincidencia con el juicio del atentado contra Charlie Hebdo.

4. Samuel Paty tenía 47 años, un hijo de 5 y era un profesor muy implicado que, según casi todos, hacía bien su trabajo en un pueblo sin historia a 50 km al noroeste de París. El 5 de octubre de 2020 dio una clase sobre la libertad de expresión a uno de los grupos de cuarto curso. Al día siguiente le toca al otro grupo en el que está la hija de 13 años de Brahim C. La niña ha mentido a su padre como luego hará en su declaración policial. No ha estado en clase y el centro la sanciona por dos días. Por problemas de comportamiento. Según ella, la víspera, al ser advertida del programa, susceptible de ofender a los musulmanes, se negó a dejar de asistir a clase. Se proyecta en el aula una de las caricaturas de Charlie Hebdo que dibuja al profeta, desnudo y rezando de rodillas con una estrella de David marcada en el glúteo y esta leyenda: “Ha nacido una estrella”. El padre sube el 7 de octubre a la red un video, pronto viral. Furioso, sostiene que el profesor ha pedido a los alumnos musulmanes que levanten la mano y salgan al pasillo antes de mostrar una imagen de un hombre desnudo, presentado como el Profeta: “No lo dejaré pasar”. Lo denuncia en comisaría por “difusión de imágenes pornográficas a una menor”. Llama a la inspección académica, al Colectivo contra la Islamofobia, a una mezquita... “se chulea delante de mi hija diciendo que ha ido a la marcha de Charlie. Amáis al Profeta, aquí tenéis el nombre y la dirección del profesor para decir STOP”.

Abdelhakim Sefrioui, un islamista fichado por la policía como S y figura salafista, ve el clamor en la red, contacta con el padre y graba otro video con la alumna mentirosa: “No nos respetan, para ellos no somos sus iguales”. Padre y líder radical, recibidos en el colegio por la directora, piden que expulsen al profesor. Paty declara en comisaría que está dispuesto a pedir disculpas. Y presenta denuncia por “difamación pública”. Su versión: “Propuse a mis alumnos que volvieran la mirada si creían que algo les iba a chocar. Ni pedí a los musulmanes que se identificaran ni les hice salir de clase”. Y añade: “La niña ha inventado un relato hecho de rumores de otros alumnos. Se trata de una falsa declaración para perjudicar mi imagen como profesor, la del colegio y la de la institución”.

Desde unas semanas antes, la cuenta de Twitter de Abdullah Abouyezidovitch, nacido 18 años antes en Moscú, de ascendencia chechena, registra su radicalización. En tres ocasiones, obsesionado por su visión rigorista del islam, el joven pide direcciones de personas que hayan insultado al Profeta. La cuarta será la de Samuel Paty. Contacta con el padre de la alumna, hablan, pero no se sabe de qué. Abdullah se presenta a las tres de la tarde del viernes 16 de octubre de 2020 en el colegio. Pide a dos alumnos adolescentes que identifiquen a Paty para darle un escarmiento. Les promete 300 € y los tres se esconden de las cámaras del colegio y de una patrulla de la policía.

Samuel Paty salió del colegio a las 16:30. Su asesino le estaba esperando, le mató, le seccionó la cabeza y subió a Twitter una foto. La policía lo localizó en un plis plas. Quería ser un mártir, empuñó una pistola de aire comprimido, gritó “Alá es grande” y allí terminaron sus días, con nueve balazos en el cuerpo. Unos metros más allá acabaron los de Samuel Paty, mártir de la enseñanza pública y laica, “héroe tranquilo” y “víctima de una conspiración funesta de la tontería, la estupidez, la mentira, la confusión, el odio al otro, del odio a lo que esencialmente somos”, dijo Macron en un homenaje nacional en el pórtico de la Sorbona.

placeholder Manifestación en París en rechazo del asesinato del profesor Samuel Paty. (EFE)
Manifestación en París en rechazo del asesinato del profesor Samuel Paty. (EFE)

5. Eran las 8:13 de la mañana del jueves 29 de octubre de 2020 cuando a Brahim Aouissaoui le grabó una de las 3.500 cámaras de vigilancia de Niza saliendo de la estación del tren. Otra le había filmado a las 6:47. Se había cambiado de zapatos y le había dado la vuelta al anorak rojo. Llamó por FaceTime a uno de sus hermanos desde los aseos: “¡Mira, están más limpios que nuestras duchas en Túnez!”, dijo.

Vincent Loquès, padre de dos hijas que iba a cumplir 55 años al día siguiente, había terminado a esa hora de tomar su café matutino con el tesorero de la parroquia. Fue albañil, pero desde hacía siete años era el sacristán de la basílica de Notre Dame de l’Assomption. Como cada día, abre la puerta principal a los primeros feligreses.

Son las 8:29. Brahim llega al templo. Va a desatar el horror. La primera víctima es una mujer de 60 años, Nadine Devillers. “Corte en el cuello muy profundo, del orden de una decapitación”, describirá el fiscal antiterrorista. El sacristán es el siguiente, apuñalado mortalmente en el cuello. La tercera víctima es una brasileña de 44 años, Simone Barreto Silva, que logra huir hasta un restaurante vecino. Antes de morir suplicará: “Digan a mis hijos que les quiero”. Otros parroquianos abandonan el templo a la carrera. Uno de ellos acciona una de las señales de alarma conectadas con la policía municipal que en esta ciudad lleva armas de fuego. Cuatro agentes llegan al templo a las 8:57. El asesino trata de huir por la sacristía, pero en un pasillo estrecho se da de bruces con los policías. Lleva un cuchillo de 30 cm de lama y grita en árabe “Alá es grande”. Intentan neutralizarlo con una pistola eléctrica. Luego disparan. 14 cartuchos, según el atestado. Le hieren en una pierna, en un hombro y en el torso. Mientras era evacuado al hospital, Brahim no deja de salmodiar ‘Alá es grande’. En su mochila, sus dos móviles, dos cuchillos que no utilizó y un ejemplar del Corán.

Brahim Aouissaoui, de 21 años, es el pequeño de una prole de diez (tres chicos y siete hijas). Mohamed, el padre, tiene una modesta pensión de jubilado como antiguo vigilante de una empresa de mármol. Vive con sus hijos y su esposa, Gamra, en una casa de tres pisos con una escalera externa inacabada en Sfax, ciudad portuaria de Túnez.

Brahim dejó la escuela a los 13 años, sabiendo leer y escribir en árabe pero desconociendo el alfabeto latino. Trabajó recogiendo olivas. Unos meses, demasiado duro, mal pagado. Luego le contrataron en un taller de motos. Tampoco duró. No aguantaba ni los horarios ni la dureza del jefe. Pero entregaba a su madre los 300 dinares (93€) de salario. En 2018 encuentra cómo ganarse la vida sin tanto esfuerzo, vende carburante de contrabando, procedente de Argelia y Libia. Un tráfico que le renta unos 700€ al mes. Dinero fácil llama al vicio: se pasa el día fumando cannabis y bebiendo vino y cerveza. Cuando su madre le regaña, dirá una frase de las que una madre no olvida: “El día que Dios quiera, volveré al buen camino”. Detenido por la policía dos veces. La primera por una discusión playera por una cerveza. La segunda, por amenazar a un cliente quejoso de la mala calidad de la gasolina que vendía.

Un año después, para alegría de su madre, toma el buen camino: “A las 8 de la tarde estaba siempre en casa para cenar, luego iba a rezar la última oración del día, pasaba por el café y se iba a la cama”, declaró a Libération. “No somos salafistas, somos una familia de bien”, añade. Brahim, según su amigo Ahmed, cambió: “Rezaba mucho, bebía menos, se dejó barba y empezó a entrenar en un gimnasio, boxeo y deportes de combate”. Frecuentaba una mezquita cercana a los Hermanos Musulmanes.

Pagó con gasolina el pasaje a Lampedusa, isla italiana próxima a Túnez. Estamos a 20 de septiembre. Pasa por Sicilia y Bari. El 8 de octubre, la policía italiana le toma las huellas y le hace una foto. Da negativo en covid. Tiene siete días para salir de Italia. Un centenar de migrantes, con antecedentes, será repatriado. Trabaja en una explotación agrícola, compra ropa nueva y el segundo móvil. Un compatriota le pagará el billete de tren para Niza. Las cámaras de la estación le graban en la tarde noche del martes 27 de octubre. Al día siguiente, otra cámara le graba en las inmediaciones de la basílica de Notre Dame de l’Assomption. Llama a su madre y le cuenta que está en Francia: “Pero, hijo, no tienes estudios ni hablas la lengua...” Él responde: “Mamá, tú reza por mí”. El jueves 29 de octubre, día del nacimiento del Profeta, Brahim se levantó pronto, rezó en un oratorio discreto y fue a asearse a la estación. Eran las 6:47...

placeholder Gamra, la madre de Brahim Aouissaoui. EFE
Gamra, la madre de Brahim Aouissaoui. EFE

El 5 de noviembre, tras la alarma social del asesinato del profesor Paty y del atentado de Niza, Macron se plantó en Port Bou, restableció los controles fronterizos con España e Italia y reunió en una misma frase inmigración, terrorismo y delincuencia. Comparado con su predecesor, François Hollande, que padeció los atentados de Charlie Hebdo y el Hyper Cacher (17 muertos), la noche del Bataclan (130 muertos) y el camión que el 14 de julio de 2016 atropelló mortalmente a 86 personas en Niza, Macron no ha sufrido grandes zarpazos del terrorismo.

Su formación tecnocrática le dispone a las grandes reformas y su falta de experiencia de poder previa a su llegada al Elíseo se ha notado en las áreas de Interior y Defensa. Tras el susto de los chalecos amarillos siguió el consejo de Nicolas Sarkozy de buscar su reelección en el electorado de la derecha clásica, sabedor de los complejos de esta frente a Le Pen y de que la izquierda no estaba en posición de disputarle el poder. Improvisó declaraciones contra el islamismo y reformas, endureciendo las políticas represivas de la delincuencia.

Pero en ese combate con Le Pen, la líder de la extrema derecha siempre habla más fuerte. Días después del atentado de Niza, yo la entrevisté para El Mundo. El título fue este: “La guerra al terrorismo solo se gana controlando la inmigración” y entre los sumarios propuestos estaban estos:

• “El islamismo nos ha declarado la guerra y no podemos ganarla con una legislación de paz. Necesitamos leyes excepcionales”.

• “Hay que expulsar a los islamistas extranjeros; a los que tengan doble nacionalidad, quitarles la ciudadanía y expulsarlos; y a los franceses, acusarlos de inteligencia con el enemigo”.

• “Macron está arrinconado en una esquina del ring, es presidente desde hace tres años y medio y todavía no tiene un plan contra el islamismo”.

• “Todo extranjero que está ilegalmente en nuestro país, fuera. Sea cual sea su comportamiento. Ningún clandestino debe ser regularizado. Y todo extranjero aunque esté de modo legal que cometa un delito grave o haga apología del terrorismo, debe ser expulsado. Así de claro”.

• “Limitaría las remesas de dinero de los particulares a los países que no aceptan el regreso de sus nacionales”.

Todo junto sonaba y suena a radical, pero está por ver el contenido de la nueva ley sobre inmigración que el gobierno de Macron envía a la Asamblea y que será... la número 30 desde 1980. Con todo, el defecto básico de las propuestas de Le Pen (y de la recuperación de los controles en las fronteras de la UE) es pensar que los terroristas vienen de fuera de Francia. Eso es cierto en el caso del atentado de la basílica de Niza. En la mayoría de los casos, sin embargo, habían nacido en Francia.

Violencia subterrorista

Ahora bien, los casos narrados son la parte emergida del iceberg de la violencia, cuando no hay la menor duda de que el agresor es un terrorista. No es así en (bastantes) otros casos. Imposible hacer un listado. Para que el lector se haga una idea de esta violencia subterrorista voy a resumir el editorial de Le Figaro del 17 de julio de 2022, que firmó Vincent Trémolet de Villers. “Tres jóvenes franceses murieron en el calor de una noche de verano por las cuchilladas de un refugiado sudanés. Ocurrió en Angers, una de las ciudades más seguras de Francia. Una vez más, fue catalogado como suceso. Suceso, un médico militar muerto a cuchilladas ‘en nombre de Dios’ en Marsella en mayo cuando acompañaba a sus hijos al colegio. Suceso, ese jubilado, sentado tranquilamente en un murete, apuñalado mortalmente en plena tarde el 10 de julio en Trappes. Suceso, esa veraneante herida de arma blanca en una terraza de un café de Montpellier el 11 de julio. Suceso, ese joven de 22 años, muerto en Metz la noche del 14 de julio, apuñalado por dos individuos. Suceso, ese tunecino muerto hace unos días en Amiens por el cuchillo de un compatriota... suceso, suceso, suceso. En cada ocasión, las mismas palabras: riñas, antecedentes psiquiátricos... En cada ocasión, el mismo bochorno ante ese ambiente de barbarie. (...) Ciertamente, el asesinato es tan viejo como Caín y Abel, pero cualquier espíritu honrado reconoce que estos ataques a cuchillo (más de 100 agresiones diarias por arma blanca) se han convertido en un auténtico hecho social, incluso de civilización. Son consecuencia extrema de dimisiones en cadena: el desarme simbólico de la autoridad legítima, el sentimiento victimista de la escuela a las representaciones mediáticas, la debilidad judicial, la inmigración anárquica, el separatismo cultural (...) El Estado abandona a la gente honrada frente a delincuentes a merced de sus instintos. Si no coge la realidad por los cuernos, la resaca de la marea será devastadora”.

Aunque yo nunca he tenido un problema personal grave, sí debo admitir mi sorpresa ante la degradación social de Francia por la violencia y la delincuencia. En 2022 hubo en Francia 948 víctimas de homicidios (879 en 2021, 820 en 2020), cifras no alcanzadas desde 1995-96, los peores años de los últimos treinta. Estos números convierten a Francia en el país de la UE con más homicidios, superando incluso a Alemania (719 en 2020) pese a la diferencia de población (83 millones frente a 67). Y casi triplica a España en números absolutos (298 en 2020). Al igual que con los suicidios, Francia supera en homicidios per cápita a todos los países de su entorno. Según Eurostats con datos homologados de 2020, en Francia el ratio de homicidios por 100.000 habitantes es de 1,3. Bélgica está cerca (1,28). Le siguen Alemania (0,86), España (0,63), Suiza (0,55) e Italia (0,48).

Los intentos de homicidio o asesinato se han triplicado en diez años y si el número de fallecidos no aumenta en la misma proporción es gracias a los avances de la medicina que salva ahora muchas vidas. Según las estadísticas nacionales, la tasa de homicidios de Francia es de 1 por 100.000 habitantes. En Provenza —Alpes— Costa Azul, el doble; en Córcega, el triple. La estadística se dispara en ultramar: 6 homicidios por 100.000 en Guadalupe y Martinica y 14 en la Guyana.

Las cifras son del Servicio Estadístico Ministerial de la Seguridad Interior, esto es, incontestables. El mayor foco de violencia está en Marsella donde, solo por ajustes de cuentas entre las bandas que pelean por los puntos de venta de droga, más de 30 personas perdieron la vida en 2022, la peor cifra en un decenio aunque lejos de los años de la french connection, a comienzos de la década de 1970, cuando la mafia corsa afincada en Marsella inundó de heroína de gran pureza las calles de EE. UU., ausando una epidemia de muertos jóvenes, enganchados a la jeringuilla. La violencia se cobraba entonces en Marsella una vida a la semana. Aquellos tiempos yacen en el olvido aunque dejaron una película memorable French connection (1971), dirigida por William Friedkin, en la que Gene Hackman era el policía y Fernando Rey el capo malo.

placeholder Policías cachean a un sospechoso en Marsella. EFE / Nicolas Serve
Policías cachean a un sospechoso en Marsella. EFE / Nicolas Serve

Otra cifra inquietante es la de “golpes y heridas voluntarias”, 353.600 en 2022, ¡casi mil diarias! Matiz importante, la mitad de estas es violencia familiar que ahora sí se denuncia. La única estadística que presenta resultados favorables es la lucha contra la droga, “matriz económica de la violencia” en palabras de Macron, que partió en cru- zada en esta lucha desde julio de 2021. “Erradicar el tráfico por todos los medios es la madre de todas las batallas porque la droga irriga tanto las redes separatistas [integristas] como la violencia cotidiana”.

A muchos en España les resultará sorprendente conocer esta opinión del liberal Macron: “Al contrario de quienes defienden la despenalización generalizada, yo pienso que los estupefacientes necesitan un frenazo en vez de publicidad (...) decir que el hachís es inocente es peor que una mentira. En el plano cognitivo, sus efectos son desastrosos. ¿Cuántos jóvenes abandonan el sistema escolar y arruinan sus oportunidades porque empezaron a fumar en el colegio? Sin hablar de los que acaban en drogas duras”. En este punto, Francia y España caminan por senderos diferentes. Aviso a viajeros: en 2022 en el país de Macron se impusieron 143.447 multas por consumo de estupefacientes.

La sensación de inseguridad es compartida hasta por los turistas. Una clasificación de ciudades por su seguridad solo menciona a una urbe francesa —Estrasburgo— entre las 200 primeras. Burdeos (272) y Toulouse (282) completan el raquítico palmarés de aprobados. París aparece en el puesto 350 y Marsella en el 388. Aún más abajo, Nantes. En esta clasificación que elabora Numbeo aparecen 453 urbes y entre las primeras plazas en 2022 estaban Abu Dabi, San Sebastián, Quebec y las localidades suizas de Berna, Zúrich y Lugano. De todos los países europeos que tienen al menos cuatro ciudades en la lista, Francia es el peor clasificado. Peor aún que México, solo queda por delante de Brasil y Sudáfrica.

Al girar este calidoscopio de datos, mil homicidios al año, cien ataques a cuchillo al día, mil denuncias diarias por golpes y heridas voluntarias, emerge un retrato de Francia muy alejado al estereotipo que todos tenemos en mente: la Francia de la cultura, la buena mesa, faro universal de civilización. Las dos existen, basta que los cristales del calidoscopio adopten una u otra posición.

Una adivinanza

Permítame el lector que le proponga una adivinanza. ¿Saben quién es el autor de la siguiente frase? “Cuando comenzó la Reconquista, España estaba bajo dominio musulmán. No estamos aún en esa situación. Pero lo que ya se ha podido constatar [en Francia] es que la gente se está armando. Se procura fusiles y hace prácticas de tiro. Y no son unos exaltados. Cuando territorios enteros estén bajo control islamista, habrá actos de resistencia, pienso. Habrá atentados y tiroteos en las mezquitas, en los cafés frecuentados por musulmanes, en resumen, un ‘bataclan’ al revés. Los musulmanes no se contentarán con poner velas y ramos de flores”.

¿Quién lo dijo? ¿Éric Zemmour, que bautizó su partido como Reconquista? ¿Marine Le Pen? Transcribo otra frase como segunda pista: “Creo que el deseo de la población francesa de pura cepa no es que los musulmanes se integren sino que dejen de robarles y agredirles; en suma, que disminuya su violencia y que respeten la ley y a la gente. O bien, otra buena solución es que se vayan”.

El autor de las dos frases es el escritor Michel Houllebecq, autor, entre otras célebres novelas, de Sumisión (Anagrama, 2015), cuyo argumento narra cómo Francia elige un presidente de la República musulmán y moderado en 2022. “Como profeta, siempre he creído que estaba sobrevalorado”, confesó en Front Populaire. No crean que sus polémicas frases son fruto de un calentón o han sido improvisadas. Forman parte de una conversación de seis horas entre el escritor y el editor de la revista, Michel Onfray, singular filósofo de izquierdas, soberanista y furibundo anti-Macron. La conversación fue editada en las primeras 45 páginas del número fuera de serie de la revista cuyo título es: “¿Fin de Occidente?”

Las palabras de Houellebecq suscitaron una polémica de papel. Entre sus detractores, la escritora de izquierdas y premio Nobel de Literatura, Annie Ernaux, que ironizó sobre las expectativas de Houellebecq al premio de la Academia sueca: “Francamente, mejor que me lo hayan dado a mí”. Y de su colega dijo en Le Parisien: “Tiene ideas totalmente reaccionarias y antifeministas. Entre sus defensores, Alain Finkielkraut, que, tras recordar que Houellebecq se había convertido “en diana de los islamistas”, al referirse a un “bataclán al revés”, se pone en lo peor, pero no lo desea”.

La Gran Mezquita de París no lo vio así y le denunció por incitación al odio a los musulmanes. “En una democracia, la ley permite la crítica a las religiones, pero, en este caso, es un llamamiento a rechazar al conjunto de los musulmanes”, afirmó el rector de la mezquita parisina, Chemas Eddine Hafiz, abogado franco-argelino, que ha sido amenazado por los islamistas. Antes de que el asunto terminara en los tribunales, el escritor y el rector de la mezquita se encontraron a iniciativa del gran rabino de Francia, Haïm Korsia. Tras seis horas de charla, Houellebecq aceptó retocar sus afirmaciones, y la Gran Mezquita, retirar la denuncia.

placeholder El escritor francés Michel Houellebecq.
El escritor francés Michel Houellebecq.

En el diálogo Houellebecq-Onfray había otra frase que me llamó la atención. El final del párrafo en el que el novelista vaticina “bataclanes al revés” dice esto: “Una de las cosas más destacadas de las reacciones a la ‘Carta de los generales’ es la proporción de franceses que esperan una guerra civil en un futuro próximo”.

La “Carta de...” fue publicada, en abril de 2021, por el semanario conservador Valeurs actuelles bajo el título de “Por la vuelta al honor de nuestros gobernantes”. El lenguaje sonaba a tiempos pasados: “La hora es grave. Francia está en peligro, varios riesgos mortales la amenazan. Nuestro honor nos obliga a denunciar la desintegración que golpea nuestra Patria”.

El primer firmante era el general Christian Piquemal, expulsado de filas tras manifestarse en 2016 en Calais contra “la islamización de Europa”. El texto había sido redactado por un antiguo oficial de la Gendarmería, Jean Pierre Fabre Bernadac, próximo a los chalecos amarillos. Firmaban el pronunciamiento una veintena de generales retirados que presumían de contar con el apoyo de “un centenar de mandos y más de mil militares”. Envuelta en retórica, esta apelación: “Si no se hace nada,
el laxismo continuará expandiéndose inexorablemente por nuestra sociedad, provocando a término una explosión y la intervención de nuestros camaradas en activo en una misión peligrosa de protección de los valores de nuestra civilización y de protección de nuestros compatriotas en territorio nacional”. Los firmantes denunciaban “un cierto antirracismo” que quería “crear en nuestro suelo malestar, incluso odio entre las comunidades”, ya que “lo que quieren estos partisanos odiosos y fanáticos es una guerra racial”.

La tribuna fue publicada el 21 de abril, una fecha significativa. El 21 de abril de 1961 un grupo de generales jubilados intentó un golpe de Estado contra el general De Gaulle en nombre de la Argelia francesa . Que los tiempos eran otros, no cabe la menor duda. La proclama pasó desapercibida hasta el lunes 26. Recuerdo dónde estaba yo en aquella tarde de primavera, soleada y solitaria con todo cerrado por el covid. Y el sobresalto que me produjo el mensaje de France Info en mi móvil mientras hacía unas fotos en los soportales del Palacio Real. ¿Un pronunciamiento de militares y yo sin enterarme? Recuerdo mi agobio llamando a la redacción de Madrid, en esos minutos críticos que preceden a la reunión de portada, cuando los jefes de área repasan los temas que van a “vender” al director...

La verdad, la noticia había pasado desapercibida y solo cuando los políticos entraron en la pelea saltó al prime time. La primera en reaccionar, Marine le Pen. Dos días después de la aparición del manifiesto, remitió a la misma publicación una carta abierta. “Como ciudadana, mujer y política, suscribo vuestros análisis y comparto vuestra aflicción. Como vosotros, creo que es deber de todos los patriotas (...) levantarse por la salvación del país”.

Y ahí, la líder de la extrema derecha y candidata a las presidenciales de 2022, echaba el freno. Porque la indignación “exige la búsqueda de una solución política”. Por ello, les invitaba “a tomar parte en la batalla que comienza, una batalla política y pacífica”. En el otro extremo del arco político, Jean Luc Mélenchon, líder de los insumisos de extrema izquierda, se indignaba “ante la sorprendente declaración de unos militares que se arrogan el derecho a llamar a sus camaradas en activo a un intervención contra los islamoizquierdistas”.

El Gobierno había preferido enfriar la polémica. Cinco días después la ministra de los Ejércitos respondía en una tribuna en Libération: “¿Quiénes son estos militares que pretenden defender a Francia cuando atizan el fuego del odio?” Afirmaba que solo “se representan a ellos mismos” y que “querer politizar a los militares es insultar su misión”.

¿Se está incubando una guerra civil?

La segunda carta abierta de militares franceses se publicó el 10 de mayo. Fue una segunda advertencia sobre una “guerra civil que se está incubando” y una segunda denuncia contra el “comunitarismo” que “desprecia y odia a Francia”. El argumentario de la extrema derecha, sin duda. Pero esta vez los firmantes eran anónimos y decían estar en activo.

Al igual que la anterior, rubricada por generales retirados, la publicaba Valeurs Actuelles, al que France Presse etiquetaba de “semanario ultraconservador”. La revista afirmaba llevar recogidas 100.000 firmas en poco más de 24 horas. Los autores se definían como “hombres y mujeres, militares en activo, de todas las armas y todas las graduaciones que amamos nuestro país”. Por reglamento “no pueden expresarse a cara descubierta”, pero les “es imposible callar”.

La carta, dirigida “al presidente de la República, ministros, parlamentarios y generales”, decía que “[en] Afganistán, Malí, Centroáfrica o en otros lugares, unos cuantos de nosotros hemos conocido el fuego enemigo. Algunos dejaron allí camaradas que dieron su vida para destruir el islamismo al que ustedes hacen concesiones en nuestro suelo”. Afirmaban haber participado en la Operación Centinela, las patrullas militares que vigilan las calles francesas:“Hemos visto con nuestros propios ojos las barriadas abandonadas, las avenencias con la delincuencia. Hemos sufrido los intentos de instrumentalización de varias comunidades religiosas para las que Francia no significa nada, nada más que un objeto de sarcasmo, desprecio e incluso odio”.

Dando expresamente la razón a la tribuna de los generales, se quejaban de ver “el comunitarismo instalándose en el debate público” y “el odio a Francia y su historia convertirse en norma”. Afirman ser “apolíticos” y hacer un diagnóstico profesional. “Esta pendiente la hemos visto en muchos países en crisis. Precede al hundimiento. Anuncia caos y violencia y al contrario de lo que ustedes afirman, no vendrá de un pronunciamiento militar sino de una insurrección civil”. El texto alcanzaba su clímax en este párrafo: “si una guerra civil estalla, el ejército mantendrá el orden porque se lo pedirán. Nadie quiere una situación tan terrible (...) pero la guerra civil se está incubando en Francia y ustedes lo saben perfectamente”.

Esta vez el gobierno reaccionó de inmediato. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, entrevistado en BFMTV, mostró su desdén: “¿Eso es el valor, actuar anónimamente?” El titular de Economía, Bruno Le Maire, afirmó en France Info: “Es lo contrario de lo que se espera de los militares y lo que más me sorprende es que daña a nuestras Fuerzas Armadas”.

El presidente Macron no dijo ni palabra sobre este terremoto epistolar. Su respuesta fue subliminal pero llena de simbolismo. El sábado anterior por la tarde mantuvo una larga conversación con los jefes de los estados mayores de los tres ejércitos y el jefe del estado mayor de Defensa, general Lecointre. Tuvo lugar bajo el Arco del Triunfo, al término de la conmemoración de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, ceremonia retransmitida en directo por varios canales de TV. Es un acto solemne, sin discursos, en el que el presidente deposita flores ante la llama perpetua de la tumba del soldado desconocido. Acompañado por el primer ministro, Jean Castex, y con solo cinco invitados: los presidentes de las dos cámaras, los dos expresidentes vivos, Nicolas Sarkozy y François Hollande, y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo.

“No recuerdo haber visto una imagen así”, comentó en directo el general Pellistrandi, director de la revista Defensa Nacional en BFMTV. “Es un momento histórico, una respuesta directa a la tribuna de los militares”, explicó en Le Figaro el historiador Jean Garrigues. “Un gesto más eficaz que todos los discursos. Si hubiera hablado se habría puesto al mismo nivel que los firmantes. Con esta imagen se pone por encima y muestra la relación natural que une al poder civil con el militar”.

Aumento del presupuesto de Defensa

Macron, primer presidente de la V República que no hizo el servicio militar, tuvo serias dificultades para encontrar el punto justo para abordar las cosas de la milicia. Debutó con un encontronazo memorable: al poco de llegar al poder, el Jefe del Estado Mayor de los Ejércitos, el general Pierre de Villiers, expresó su descontento por el recorte del presupuesto de Defensa. Fue en una comparecencia a puerta cerrada en la Asamblea Nacional, pero sus palabras se filtraron y el jefe del Estado lo tomó como un desafío a su autoridad. Así que la víspera del 14 de julio, en público, Macron le espetó: “Yo soy vuestro jefe”. De Villiers dimitió en el acto... para convertirse en autor de varios ensayos superventas sobre el liderazgo. Macron, paradojas de la política, ha aumentado notoriamente el presupuesto de Defensa. Y, tras la invasión rusa de Ucrania, ha sido el primer presidente, desde Mitterrand durante la crisis de los euromisiles, en ordenar el despliegue permanente en el mar de más de un submarino atómico para garantizar la disuasión nuclear francesa.

Tras la tribuna de los generales el gobierno francés reaccionó... a la reacción de Marine Le Pen. Esta vez, el ministro de Interior que la había tratado con complacencia en un debate televisivo anterior, afiló la lengua: “Marine Le Pen conserva el gusto de su padre por las botas, es muy inquietante”. El titular de Justicia, Eric Dupont Moretti, aludió al golpe de Argel: “Marine le Pen aprovecha toda oportunidad de convertirse en mariscala jefe de un ejército de generales retirados facciosos”. Ecologistas y la extrema izquierda de La Francia Insumisa enviaron el texto a la Fiscalía basándose en que era un movimiento insurreccional. Pero el Fiscal jefe, Rémy Heitz, rechazó la demanda al no ver en el texto “infracción penal alguna”.

El tercer toque de atención sobre el peligro del magma delincuencia, —terrorismo— comunitarismo y, sobreentendido, contra el islamismo y la inmigración descontrolada, fue protagonizado por policías. En un lugar simbólico, el exterior de la Asamblea Nacional, sede de la soberanía nacional. Y en una fecha significativa, el miércoles 19 de mayo de 2021, el día en que volvieron a abrir los cafés, bares y museos cerrados desde el 1 de noviembre anterior. Para dejar claro que su hartazgo no podía esperar a manifestarse. Para mí fue un día intenso y feliz. Fui a desayunar a uno de mis cafés favoritos en la plaza de la Bastilla y entré en el Louvre minutos después de su reapertura tras más de seis meses cerrado. Lo que no pudo la Segunda Guerra Mundial, lo pudo el virus del covid. Con todo ello, más los primeros cafés en la calle de Macron y su primer ministro, escribí un testigo directo desde el café de Marly, en el exterior del Louvre, frente a la Pirámide. Luego, crucé el Sena y me planté en la concentración de los policías.

La “marcha ciudadana” convocada por los sindicatos policiales de Francia en recuerdo de dos agentes asesinados se convirtió en un desafío a la Justicia en toda regla. “El problema de la policía es la justicia”, tronó desde la tribuna, frente a la Asamblea Nacional, el secretario general del sindicato Alianza, Fabien Vanhemelriyck. Poco después, una tormenta con granizo disolvía a los 35.000 congregados, según cifras... de los sindicatos policiales.

En la tribuna, una pancarta negra con el lema “pagados para servir, no para morir” recordaba el origen de la atípica reunión. En principio iba ser un homenaje al brigada Eric Masson, muerto a tiros en una operación antidroga en Aviñón el 5 de mayo, y a la policía Stéphanie Monfermé, degollada delante de su comisaría en Rambouillet por un tunecino radicalizado dos semanas antes. A esos asesinatos se sumaba el acoso que sufrían los policías en las barriadas de los suburbios donde, casi a diario, se incendiaban coches y las fuerzas del orden eran recibidas con fuegos artificiales (disparados contra ellos) y cócteles molotov. El malestar policial tiene su expresión más dramática en la epidemia de suicidios que asola a las fuerzas de seguridad: desde hace una veintena de años, 43 uniformados se quitan la vida cada año. Esta cifra duplica la tasa nacional de suicidios, una de las más altas de la UE.

placeholder Una mujer sujeta una imagen del policía Eric Masson, asesinado durante una operación antidroga, durante la manifestación ante la Asamblea Nacional francesa en apoyo a las fuerzas de seguridad en mayo de 2021. REUTERS / Christian Hartmann
Una mujer sujeta una imagen del policía Eric Masson, asesinado durante una operación antidroga, durante la manifestación ante la Asamblea Nacional francesa en apoyo a las fuerzas de seguridad en mayo de 2021. REUTERS / Christian Hartmann

Para mi asombro, líderes políticos de todos los partidos, de la extrema derecha al Partido Comunista, respaldaron la concentración. Todos los barones de la derecha clásica se dejaron ver. El líder ecologista y eurodiputado Yannick Jadot participó a título personal aunque su grupo no la apoyaba. La alcaldesa socialista de París, Anne Hidalgo, asistió. El primer secretario de los socialistas, Olivier Faure, declaró que estaba allí “para expresar su solidaridad con una profesión”. “Queremos reconciliar a los franceses con la policía y no oponer policía y justicia”. Poco caso le hicieron, desde luego, los oradores.

A un mes de las elecciones regionales y a un año de las presidenciales, la seguridad estaba entre las preocupacio nes prioritarias de muchos votantes. Macron, atento a los sondeos, había inclinado su gobierno a la derecha en la remodelación del verano de 2020. Para contrarrestar su imagen de blando, como he señalado antes, había hecho bandera de la lucha contra la droga y restablecido los controles policiales en las fronteras con España e Italia. También endureció la legislación penal. El primer ministro, Jean Castex, se comprometió con los sindicatos policiales, a los que recibió en su despacho oficial, a ampliar de 22 a 30 años el cumplimiento mínimo de pena de todo condenado a perpetuidad por delitos contra las fuerzas del orden.

La paradoja de aquella manifestación en Quai D’Orsay, ante la sede de la soberanía nacional, es que era un abierto desafío a la Justicia no solo con los líderes de la oposición como testigos sino con el ministro del Interior, Darmanin, paseándose entre la muchedumbre, prestándose a selfis con quien se lo pedía y diciendo cosas tan merengosas como: “Cada noche, cuando me acuesto, pienso en vosotros”. Los convocantes habían dejado claro que los políticos podían asistir, pero que la tribuna de oradores les estaba vetada. Los mensajes políticos los querían lanzar ellos: “Las penas mínimas para los agresores. Ese es el mensaje fuerte y claro que esperamos. Una medida que no es anticonstitucional, ni liberticida ni nauseabunda”, dijo otro líder sindical, Grégory Joron.

Esta reivindicación de penas mínimas automáticas era defendida por la derecha clásica. Pero el ministro de Justicia, Éric Dupont Moretti, advirtió que la Justicia no podía tratar igual a quien delinque por primera vez que a un delincuente con antecedentes múltiples. Hablando en la Asamblea, aportó cifras que demostraban que el número de condenas y las penas de prisión ya habían aumentado en los últimos años. También afirmó que “la justicia merece respeto”, mientras, fuera del Parlamento, era la diana de muchos ataques y uno de los líderes sindicales pedía una pitada para él. El cariz de la manifestación policial inquietó al Sindicato de la Magistratura (izquierda) que emitió un comunicado rotundo: “El nuevo horizonte que dibujan nuestros ministros y diputados participando en esta manifestación y asociándose así a las reivindicaciones policiales es el de una sociedad en la que la policía se convierte en un poder autónomo en lugar de ser una fuerza pública al servicio de los ciudadanos”.

Más contundente aún fue el líder de La Francia Insumisa, Jean Luc Mélenchon, que denunció “el carácter ostensiblemente faccioso de la manifestación”. “Los sindicatos y las organizaciones policiales no tienen que hacer la ley”, añadió. También recordó que durante las protestas de los chalecos amarillos 32 personas perdieron una mano o un ojo debido a la actuación de las fuerzas del orden. Mélenchon puso el dedo en la llaga al señalar que “el ministro de Interior se había manifestado contra el ministro de Justicia”. Según un sondeo Ipsos publicado días antes, el 44% de los militares y los policías con graduación iba a votar por Marine Le Pen en primera vuelta. ¡Y el 60% en la segunda!

¿Se imagina, usted, lector español, una manifestación de policías en la carrera de San Jerónimo, pidiendo lo mismo? ¿Y con los representantes de todos los partidos, de Vox a Izquierda Unida, dándoles la razón? ¿Y unas tribunas firmadas por militares evocando la patria en peligro? Yo tampoco.

Lo que piensan los franceses de a pie

Si para el presidente de la República Francesa la lucha contra el terrorismo, la delincuencia y la inmigración ilegal son simultáneas, si para su principal rival en sus dos victorias en las urnas no hay duda en que el núcleo del problema radica en la falta de control de la inmigración, si para su novelista líder en ventas, la gente se está armando y hace prácticas de tiro ante una próxima “guerra civil”, si generales firman manifiestos advirtiendo de una “insurrección civil” y si la policía cree que “el problema de la policía es la justicia”, da un poco de miedo preguntarse qué debe de pensar el ciudadano francés de a pie.

Vamos a ello: un 79% de los franceses teme el ‘efecto llamada’ ya que —opina— “acoger un número tan importante de migrantes provocaría la llegada de numerosas personas extranjeras”, el 70% cree que en Francia “hay ya muchos extranjeros y acoger a inmigrantes suplementarios no es deseable”, el 69% sostiene que “la inmigración económica permite a la patronal tirar de los salarios hacia abajo”, otro 69% preferiría que “Francia pusiera en marcha un sistema de inmigración elegida en función de sus necesidades económicas”, un 62% considera que “no se puede acoger a más migrantes puesto que nuestros valores son demasiado diferentes y eso supone problemas de cohabitación”. Esta batería de datos proceden de un estudio de Ifop para Sud Radio de noviembre de 2022 y son inequívocos y rotundos. Esto último por los porcentajes. Lo primero porque todos comparten una visión negativa de la inmigración. Tesis que confirma el hecho de que solo un 33% de los encuestados está de acuerdo con que “la inmigración aporta más a Francia de lo que le cuesta”. Una única excepción positiva: un 64% afirma que “es un deber acoger a los migrantes que huyen de la guerra y de la miseria”.

Todas las encuestas van en la misma dirección. Un 66% (+2 en un año) piensa que “en Francia hay demasiados extranjeros”, según la última encuesta anual de Ipsos para Le Monde. Un 62% dice “no sentirse en su casa como antes” y solo el 40% piensa que “el islam es compatible con los valores de la sociedad francesa”, y un 45% considera que “los inmigrantes hacen esfuerzos para integrarse”.

En otro sondeo de Ifop para Journal du Dimanche de 2018 un 66% estimaba que la inmigración “tiene un papel negativo en materia de seguridad”. Porcentaje que bajaba hasta el 26% entre los votantes socialistas y se disparaba hasta el 92% entre los de Le Pen. La actitud ante la inmigración es la principal línea de fractura entre los dos extremos del arco político. Los votantes de Le Pen y los de Mélenchon coinciden en señalar el coste de vida como su principal preocupación. Sin embargo, los de extrema izquierda mencionan a continuación el medio ambiente (41%) y el futuro del sistema social (34%), mientras la inmigración solo inquieta al 4% de sus votantes. Por el contrario, el 43% de quienes votan a la extrema derecha sitúan la inmigración en el segundo lugar de sus preocupaciones. El 95% de los votantes de extrema derecha opina que hay demasiados extranjeros, afirmación que ‘solo’ comparte el 38% de los de la extrema izquierda.

Como la legislación francesa impide inquirir sobre raza o religión en aras a la doctrina de la asimilación de los inmigrantes, resulta difícil hilar muy fino sobre si esta política funciona o no. Jérôme Fourquet, el politólogo que dirige el instituto de sondeos Ifop, causó sensación al revelar que “cerca del 19% de los nacidos en Francia reciben un nombre de pila árabe-musulmán”.

Para el otro candidato de la extrema derecha Éric Zemmour, esto era un claro signo de falta de voluntad de integrarse. Rachida Dati, exministra de origen magrebí y alcaldesa de derechas del distrito VII de París, se presentaba a sí misma como contraejemplo.

En las encuestas de Ifop 2020, solo un tercio de los franceses opinaba que el Estado luchaba eficazmente contra la inmigración clandestina; un 55% quería suprimir la reagrupación familiar y el 58% se oponía a que los nacidos en Francia de padres extranjeros adquieran automáticamente la nacionalidad francesa.

La teoría del Gran Reemplazo

Con todo, el sondeo más preocupante, para mí, sobre cuestiones migratorias es el de Harris Interactive para el semanario Challenges de octubre de 2021. Preguntaba sobre el Gran Reemplazo, “una teoría de la conspiración usada como justificación por los supremacistas blancos que cometieron atentados como el de Christchurch en Nueva Zelanda”, según recordaba la agencia AP en un reportaje. Harris, en aquel barómetro, preguntaba lo siguiente: “Algunas personas hablan del gran reemplazo: ‘las poblaciones europeas, blancas y cristianas están amenazadas de extinción como consecuencia de la inmigración musulmana, procedente del Magreb y de África negra’. ¿Piensa usted que ese fenómeno va a producirse en Francia?”. El 61% respondió afirmativamente. Las diferencias ideológicas eran estas: el 92% de los votantes de Le Pen, el 72% de los simpatizantes de la derecha clásica, un poco más de la mitad de los votantes de Macron, el 44% de los socialistas y de los votantes de Mélenchon y hasta un 30% de los ecologistas cree que el gran reemplazo va a producirse en Francia.

El 67% de los franceses se declaraba “inquieto”. El 93% de los votantes de Le Pen, un 83% de los simpatizantes de la derecha clásica así como más de la mitad de los votantes de Macron y de los socialistas estaban inquietos.

La pregunta de Harris recogía la definición de Gran Reemplazo acuñada por Renaud Camus en su libro homónimo publicado en 2012. “La expresión ‘Gran Reemplazo’ designa, cierto, esencialmente el reemplazo de un pueblo, el pueblo francés indígena, por uno o varios; el de su cultura por la deculturación multiculturalista; el de su civilización tan brillante y admirada por la decivilización pluriétnica (la aldea global), ella misma en áspera rivalidad con el integrismo musulmán, la conquista y conversión islámica”.

Camus comparte el pesimismo de los que creen en la decadencia de Francia y culpa de ella a las élites corrompidas “por la alta finanza internacional” y ganadas para la causa de una ideología deletérea, el igualitarismo. “Para mantener el voto de los inmigrantes que ya son ciudadanos hay que mostrarse favorable a más inmigración”.

placeholder Renaud Camus. EFE / GUILLAUME HORCAJUELO
Renaud Camus. EFE / GUILLAUME HORCAJUELO

Esta es la segunda vida de Renaud Camus, nacido en 1946 en el seno de una familia acomodada de Auvernia. En su primera vida, Camus fue un icono gay (según la revista norteamericana The Nation). Su homosexualidad le había supuesto una ruptura con sus padres. Pero en mayo del 68 participó en marchas reivindicativas del lla- mado “componente homosexual”. En la década de 1970 da clases en EE.UU., publica sus primeras novelas y se codea con artistas como Gilbert & George o Andy Warhol. En 1979 publica Tricks (trucos), una novela autobiográfica que, según la BBC, es “una obra rompedora por la manera descarnada en la que narra sus aventuras sexuales”. Roland Barthes le escribió un prólogo y el abanderado de la Generación beat, Allen Ginsberg, la saludó así: “El mundo de Camus es el de un nuevo homosexual urbano que está cómodo en media docena de países”.

Camus pasó de votar en 1981 por François Mitterrand a convertirse en acérrimo defensor de Marine Le Pen. Niega ser de extrema derecha, pero quiere que “Francia siga siendo francesa”. En una entrevista con The New Yorker explicó que no concibe las razas desde una visión genética sino cultural y que no utiliza nunca el término ‘superior’ para referirse a una raza.

El autor de los ataques a dos mezquitas en Christchurch (Nueva Zelanda), en las que murieron 51 personas, un australiano de 28 años, reivindicó sus acciones con un panfleto de 74 páginas en internet titulado ‘El gran reemplazo’. Camus expresó su rechazo a este atentado en concreto y, en genérico, a toda violencia.

Hervé le Bras, director de estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales y gran demógrafo, ha demolido la teoría del Gran Reemplazo con estas palabras en una tribuna en Le Monde: “El Gran Reemplazo es un acto de fe sin relación con observaciones empíricas como la sociedad sin clases para los stalinistas o la sociedad aria para los nazis”. Una superchería, en definitiva... en la que creen, ¡ay!, el 61% de los franceses.

¿Está Francia “incubando una guerra civil”? Eso sostenía el segundo manifiesto de cientos de militares. El primero decía que “Francia estaba en peligro de desintegración”. Este es el lado oscuro del país de las Luces, el país europeo con más homicidios per cápita y en el que un 61 % cree que la población blanca y cristiana corre peligro de extinción por la inmigración musulmana. Macron, a remolque de Le Pen.

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