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'Un año, una noche': así se vivió el terror de los atentados de Bataclan desde dentro
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'Un año, una noche': así se vivió el terror de los atentados de Bataclan desde dentro

El gerundense Isaki Lacuesta compite por el Oso de Oro con un drama que reconstruye la noche de los hechos y la vida de una pareja de supervivientes durante el año siguiente

Foto: Noémie Merlant y Nahuel Pérez Biscayart, en 'Un año, una noche'. (Bambú)
Noémie Merlant y Nahuel Pérez Biscayart, en 'Un año, una noche'. (Bambú)

"La muerte masiva tiene un color: el de la sangre por todas partes. Tiene un olor: el de la pólvora fría y el de la sangre, el olor acre de los líquidos humanos. Y tiene un sonido que queda marcado en la memoria: el de los teléfonos que vibran". Jean-Michel Fauverge fue uno de los primeros policías que entraron al Bataclan aquel 13 de noviembre de 2015. Tres yihadistas habían asaltado la sala de conciertos en medio de un concierto de Eagles of Death Metal. Faltaba una hora para la medianoche, había un terrorista muerto y otros dos se habían atrincherado con rehenes. Aquella noche había casi 1.500 personas en el local.

El pasado septiembre comenzaron en París los juicios por los atentados de Bataclan. Seis años después de que un grupo de yihadistas asesinase a 131 personas en varios ataques casi simultáneos en el Stade de France, las terrazas de unas cafeterías y la sala de conciertos Bataclan, las víctimas testificaban frente al juez y a la prensa. Desde entonces, Emmanuel Carrère ha ido recogiendo los relatos más impactantes, ha dejado constancia de todo aquello de lo que se ha hablado dentro de la sala con sus crónicas de tribunales publicadas en 'Le Monde'. "Lancé a mi mujer al suelo, me arrojé encima, todo el mundo en el foso se tumbó. Después de las primeras ráfagas vi a un hombre atlético que disparaba hacia el suelo. Avanzaba tranquilo, uno o dos pasos y un tiro, uno o dos pasos un tiro. No llevaba capucha. Al darme cuenta de esto, de que tenía la cara al descubierto, comprendí que todos íbamos a morir", contó Thibault, uno de los supervivientes.

placeholder Otro momento de 'Un año, una noche', de Isaki Lacuesta. (Bambú)
Otro momento de 'Un año, una noche', de Isaki Lacuesta. (Bambú)

Partiendo del libro 'Paz, amor y death metal', del ciudadrealeño Ramón González, que consiguió sobrevivir al atentado, y con guion adaptado por Fran Araújo e Isa Campo, Isaki Lacuesta ha dirigido 'Un año, una noche', que compite en la 72ª edición del Festival de Berlín, que se celebra del 10 al 20 de febrero. Lacuesta y Carla Simón con 'Alcarrás' —su segunda película tras 'Verano 1993'— son los dos únicos españoles que optan al Oso de oro este año. El gerundense ha reconstruido el caos que se vivió en el interior de la sala cuando, en medio de la canción 'Kiss the Devil', empezaron a escucharse las primeras ráfagas de los Kaláshnikov. Contado en dos tiempos, por un lado, trasmite la angustia de quienes se encontraron dentro de la ratonera en la que se convirtió la sala; por el otro, plantea el duelo de quienes sobrevivieron y la posibilidad de salir indemne o no de aquel trauma.

Lacuesta elige como protagonistas a Ramón (Nahuel Pérez Biscayart, estupendo en la película argentina 'El prófugo', de Natalia meta) y Céline (Noémie Merlant), una pareja que acudió al concierto aquella fatídica noche. Ella es francesa y trabaja en un centro de acogida de menores. Él es español y se dedica a algo relacionado con las finanzas. Llevan poco tiempo saliendo, pero están profundamente enamorados, a pesar de sus caracteres tan distintos. Lacuesta salta hacia adelante y hacia atrás en el tiempo recomponiendo un puzle de escenas de la vida de la pareja que adquieren nuevos sentidos a medida que avanza la película. Cuando ya sabemos lo que ocurrirá, aquellas entradas al concierto de Eagles of Death Metal que le regaló Ramón a Céline adquieren una fisicidad sombría.

placeholder La película comenzó a rodarse el pasado abril en París. (Bambú)
La película comenzó a rodarse el pasado abril en París. (Bambú)

La primera secuencia 'Un año, una noche' es potente sin necesidad de palabras. Dos personas caminan por la calle envueltas en mantas térmicas, apoyándose la una en la otra. Un autobús que cruza también lleva en su interior a gente cubierta por el mismo tejido dorado metálico. Todos parecen tristes. Realmente idos. Con ese envoltorio brillante quedan marcados como víctimas de la tragedia colectiva. Por un lado, la película avanza en los acontecimientos de aquella noche: aquellas cañas con los amigos (Quim Gutiérrez y Alba Guilera) antes de entrar a la sala, aquella decisión de buscar un hueco más próximo al escenario, aquel preámbulo en el que las caras de los asistentes se sonreían con el reconocimiento mutuo, aquellos primeros acordes, aquellos primeros disparos... y lo que vino después.

Por otro lado, Lacuesta avanza en la cotidianidad de la pareja durante el año posterior a los atentados. E indaga en las diferentes maneras en las que los protagonistas intentan sobreponerse al dolor. Unos necesitan hablarlo, revivir casi patológicamente cada detalle y cada gesto, para poder entender qué hicieron o qué dejaron de hacer para no ser uno de los nombres cincelado en la lápida. Otros se niegan a considerarse víctimas y prefieren olvidar cuanto antes. Las amistades, las familias, las parejas deben aprender a convivir con el recuerdo y a veces con el reproche de haberse dejado arrastrar por el instinto de supervivencia y no por el heroísmo.

Ninguno de los personajes puede evitar que su vida quede reducida a "víctima del Bataclan"

Lacuesta ha apostado por un acercamiento naturalista en este tratado sobre la identidad. Porque ninguno de los personajes puede evitar que su vida quede reducida a "víctima del Bataclan". Lacuesta aprovecha la excusa del trabajo de Céline para plantear cuestiones sobre identificación: los jóvenes hijos de inmigrantes árabes y subsaharianos, ¿se sienten franceses de pleno derecho? ¿Un español emigrado a Francia se siente igual que un francés de varias generaciones? ¿Qué es lo que hace que unos jóvenes franceses se sientan más afines a Siria que a sus propios vecinos?

"La muerte masiva tiene un color: el de la sangre por todas partes. Tiene un olor: el de la pólvora fría y el de la sangre, el olor acre de los líquidos humanos. Y tiene un sonido que queda marcado en la memoria: el de los teléfonos que vibran". Jean-Michel Fauverge fue uno de los primeros policías que entraron al Bataclan aquel 13 de noviembre de 2015. Tres yihadistas habían asaltado la sala de conciertos en medio de un concierto de Eagles of Death Metal. Faltaba una hora para la medianoche, había un terrorista muerto y otros dos se habían atrincherado con rehenes. Aquella noche había casi 1.500 personas en el local.

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