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Pesadilla de un español en Bataclan: "Quería partirle la cara a Pérez-Reverte"
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ENTREVISTA CON EL AUTOR

Pesadilla de un español en Bataclan: "Quería partirle la cara a Pérez-Reverte"

Un español que sobrevivió a uno de los atentados de París en 2015 relata cómo lo vivió y cómo su vida y forma de ser cambiaron desde ese momento

Foto: Un superviviente del atentado en la sala Bataclan publica un libro contando su experiencia (Reuters)
Un superviviente del atentado en la sala Bataclan publica un libro contando su experiencia (Reuters)

Comprendí que eran terroristas y que habían venido a matarnos. De los tres, solo retuve la cara del que estaba en medio. Su rostro era brutal y mantenía un gesto amenazante. El primer médico que visité tras el atentado me dijo que en diez días esa cara se borraría de mi memoria. Pero no es cierto, aún sigue ahí”.

Ramón González (Daimiel, 1984) empezó a escribir dos semanas después del atentado en la sala Bataclan. La psicóloga de urgencia que lo atendió le propuso utilizar su afición por la escritura a modo de terapia y así lo hizo. En aquel momento él estaba de baja en el trabajo y tenía muchos cambios de ánimo. A veces se deprimía y se metía en la cama o bien estaba eufórico y con ganas de vivir. Un día se sentó al ordenador y comenzó a escribir. “Cogí una rutina y por primera vez fui capaz de concentrarme en algo después del atentado”.

placeholder 'Paz, amor y death metal' (Tusquets Editores)
'Paz, amor y death metal' (Tusquets Editores)

Ahora ve la luz ‘Paz, amor y death metal’, una historia real que cuenta desde dentro el atentado del 13 de noviembre de 2015 en la sala Bataclan de París, cuando tres terroristas armados abrieron fuego mientras Eagles of Death Metal había comenzado a tocar ‘Kiss the Devil’, a las diez menos diez de la noche. Un libro dividido en tres partes que recorre el camino de deconstrucción y reconstrucción de González, su novia y los amigos que lo acompañaron. Todos ellos pudieron abandonar Bataclan con vida.

“Debió de ser el instinto lo que me tiró al suelo, porque no recuerdo haber tomado la decisión de manera consciente”. Así comienza González la parte del relato en la que los terroristas entran en Bataclan. En las siguientes páginas, continuará con unos angustiosos capítulos en los que se une a la marabunta humana que trataba de escapar de la sala, se golpea en el suelo, llora, grita y consigue esconderse en una habitación hasta que pasa el peligro. Con detalle, vuelve a sus pasos de hace tres años, parándose en aquello que, ahora cree, le pudo salvar la vida, desde que su novia Paola quisiera colocarse cerca del escenario hasta el guardia que le permitió pasar hasta ella. Ese mismo guardia, minutos después, atravesaría la ráfaga de disparos para abrir una puerta de la sala y salvar la vida de cientos de personas.

“Pérez-Reverte se equivocó en todos los tuits”

“La policía no nos contactaba cuando estábamos dentro, supongo que porque temían que estuviéramos con terroristas. Nos enterábamos por la prensa pero era un poco confuso. No sabías si fiarte o no”, recuerda González. El autor y profesor aprovecha para reflexionar sobre cómo los medios de comunicación reaccionan cuando ocurre un atentado. “Entiendo que se quiera informar de lo inmediato y para eso hay que mostrar imágenes, entrevistar a las víctimas… pero creo que hay ciertas cosas que se deben evitar. En el afán de querer transmitir exactamente lo que está pasando o las emociones a veces se puede caer en el sensacionalismo”.

Para él, no es necesario mostrar fotos explícitas para informar sobre un atentado. “Nos podemos imaginar la barbarie sin verlo, sobre todo para no normalizar la violencia de Barcelona o el Bataclan. Somos una sociedad que ha normalizado la violencia y eso no es normal. Lo que nos ha hecho llegar hasta aquí es huir poco a poco del lado salvaje”. Hace tres años, un intenso Carlos Herrera firmaba un 'selfie' delante de la sala parisina tres días después del atentado: “Frente a la sala Bataclan. Amanecerá. Siempre vuelve a amanecer”. González lo recuerda: “No puedes hacerlo, igual que no nos lo haríamos delante de los trenes de Atocha. Hasta su comentario era ridículo”, dice, y recita el “Siempre vuelve a amanecer”. “Ya se llevó lo suyo con los memes”, ríe.

En uno de los capítulos también carga contra Arturo Pérez-Reverte y sus controvertido tuits. “Interesante, el deseo de vivir del ser humano. ¿Y si los centenares de la discoteca se hubieran abalanzado sobre los del Kalashnikov...?”, publicó el escritor. En el libro, González se deshace: “En ese momento lo único que deseaba era tenerlo delante de mí. Deseaba pelear a puñetazo limpio con él, partirle la cara”. Ahora explica que fue una de las cosas que más le sacó de sus casillas. “Me molestó porque hubo gente que dio la vida por su pareja, hubo mucha fraternidad y está hablando sin conocer los detalles. Uno de manera fría puede decir que eran 1.500 contra tres, pero tres que llegan por detrás y con kalashnikovs. Todo en esos tuits está equivocado”.

“Espero que no haya ningún bis”

Durante la conversación, González recuerda varios momentos que sucedieron aquella noche y destaca a la gente que les ayudó al salir de la sala, como los vecinos que fueron corriendo a cubrirles con mantas. “Sobre todo a la mujer que nos acogió en su casa. Una hora antes habíamos vivido el atentado pero ella estaba tranquila y nos abrió sus puertas a unos ocho. No se apiadó de nosotros”. En el libro, González remite a esta piedad no deseada. “Nos ha victimizado”, se quejó su novia cuando acudieron al médico. “No te gusta que te traten como víctima. Creo que el gesto con la gente que necesita ayuda no debe partir nunca desde la pena, tiene que ser natural”, reflexiona.

“La intención siempre es buena pero si recibes diez veces el mismo mensaje, como la frase de Nietzsche de ‘Lo que no te mata te hace más fuerte’, no te ayuda. Me ponía nervioso. A veces no quería ser más fuerte, quería meterme en la cama y ya está”. González ha querido contarlo porque nunca había visto a un superviviente hacer alusión a esto. "Siempre se habla de cuánto ayuda tener apoyo de la gente, que es verdad, pero me encontré con un hartazgo que no me esperaba”.

No me molestan las bromas sobre Bataclan, creo que son necesarias

Entre las imágenes que rescata de aquella noche, resalta un atisbo de humor entre quienes se encontraban escondidos junto a él. “Habían dos tipos a mi lado que estaban muy asustados pero uno de ellos dijo ‘Espero que no haya ningún bis’”, ríe. “Otro dijo ‘A ver si se van ya y podemos seguir el concierto’”. González ve el humor en estos casos como algo positivo. “A Broncano o a Colubi les he escuchado hacer bromas sobre el Bataclan y no me molestan, creo que son necesarias. Igual no me molestan porque salí vivo y no perdí a nadie”.

Después del atentado, muchos aspectos de González cambiaron. Al principio tenía pesadillas, no podía ir a trabajar y cuando iba a una cafetería a tomar algo, buscaba la mesa más resguardada. Después del primer año, dejó de pasarle. “Tu forma de ser se amplifica, los vicios, las manías o cosas positivas o negativas. Yo era un poco solitario y ahora lo soy más. Pero por otro lado estoy aprovechando más mi vida. Hasta el Bataclan, mi vida había sido una huida hacia delante, un ya se irá viendo, y ahora intento ser consecuente”. Por eso dejó su trabajo en una consultoría informática para ser profesor y se lanzó, por fin, a publicar un libro. “Habría sido una cobardía seguir trabajando en algo que no me gustaba”.

placeholder Ramón González publica un libro en primera persona sobre el atentado en la sala Bataclan (M.M.)
Ramón González publica un libro en primera persona sobre el atentado en la sala Bataclan (M.M.)

Ahora va a muchos menos conciertos, donde sí que mide dónde colocarse. “Elijo muy bien lo que voy a ver”. El próximo para el que tiene las entradas es Bunbury en diciembre. “No tengo pensado volver a la Bataclan. A no ser que vaya un grupo que me guste”.

Comprendí que eran terroristas y que habían venido a matarnos. De los tres, solo retuve la cara del que estaba en medio. Su rostro era brutal y mantenía un gesto amenazante. El primer médico que visité tras el atentado me dijo que en diez días esa cara se borraría de mi memoria. Pero no es cierto, aún sigue ahí”.

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