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'Flee', el tipo de tostón mayúsculo que gusta a la Academia de los Oscar
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'Flee', el tipo de tostón mayúsculo que gusta a la Academia de los Oscar

La producción danesa retrata la vida de un refugiado afgano gay obligado a huir de su país por los talibanes

Foto: 'Flee'.
'Flee'.

El cine de animación tiene la ventaja de que los actores son más obedientes, trabajan gratis y encima no dan entrevistas donde te destrozan la película. Hace no mucho vi una miniserie de Netflix titulada 'La casa', que estaba hecha con muñecos. Y pensé que los muñecos lo hacían muy bien. Y pensé que era toda una ventaja, en el cine con muñecos, con dibujos, con plastilinas, disponer siempre de los actores perfectos y de interpretaciones inmejorables. Viendo 'Flee', sin embargo, he concluido por primera vez en mi vida como espectador que unos dibujos animados actuaban mal.

No parece muy clara la razón por la cual una "historia real sobre un refugiado afgano" ha de contarse con dibujitos. Tampoco atiende a criterios muy sólidos que esa historia haya de ser aburridísima. Jonas Pohen Rasmuseen plantea su película como un documental, donde el dibujito del afgano es entrevistado y grabado por el propio director, de donde saltamos a 'flashbacks' de su vida en Kabul y de su penoso periplo como expatriado, junto a algunas imágenes de archivo sobre las guerras en Afganistán. Por si todo esto no hiciera las delicias de la 'wokería' hollywoodiense, encima el refugiado es gay.

Digamos, cansinamente y por enésima vez, que el dolor de los demás nos importa, que la vida del refugiado nos acongoja a todos o casi todos, que la condición homosexual cuenta probablemente con más simpatías por mi parte que cualquier otra condición históricamente perseguida o marginada. A pesar de todo ello, uno se pone a ver 'Flee' como se pone a ver 'Animales fantásticos 3', con el deseo de recibir entretenimiento, emoción, inteligencia, arte.

Nada de eso desprende este trabajo, que consigue enseguida sacarte de quicio. Todo es de una gravedad pomposa, autocomplaciente, un poco falsa. La película empieza con el anuncio de que lo que sigue es una "historia real", ya decimos, y durante largos minutos no sabe uno qué historia tan dramática, estrambótica e increíble es esa que se nos va a contar, porque el guion retrasa todo lo que puede entrar en materia. Al final, que la cosa vaya de un refugiado afgano gay no es para tanto. No es para tanto como cine, como documental. Dense cuenta de que hay documentales sobre asesinos de mujeres, sobre asesinos en serie, sobre gente que pasa en la cárcel 30 años acusado de un crimen que no ha cometido, sobre niñas secuestradas durante décadas y obligadas a ser madres de los hijos de sus secuestradores; sobre miles y miles de muertos en un país ('The Act of Killing', 2012), ejecutados sin piedad y entre risas. Hay documentales sobre Corea del Norte, un país escalofriante de punta a punta. De este modo, que alguien nos quiera contar la sin duda dolorosa historia de un refugiado, pero lo haga como si esa historia fuera a ser lo más dramático y duro y tremendo que se ha puesto nunca en una pantalla, es no poco ridículo.

Durante largos minutos no sabe uno qué historia tan dramática, estrambótica e increíble es esa que se nos va a contar

De hecho, cuando empieza a aparecer en esa pantalla el material de archivo, gente real muerta a tiros, bombardeos, sangre sobre el asfalto, nos damos cuenta de lo frívolo que es abordar este asunto con dibujitos, y de la distancia que media entre un señor desangrándose por un terraplén hasta morir (cosa que vemos en la película) y un señor dibujado que hace comida de dibujos animados con su novio de dibujos animados en su bonito apartamento de dibujos animados en una Dinamarca asimismo dibujada y animada.

Tiempos muertos

'Flee' está llena de tiempos muertos y de escenas donde no pasa nada, donde se vuelan cometas o se pone la mesa. En 90 minutos de una obra que trata de una guerra, de los ciudadanos obligados a exiliarse, de los padres llevados de su casa y que nunca más vas a volver a ver, es delirante dedicar más de media película a intendencia doméstica afgano-danesa. 'Flee' carece de ritmo y, por tanto, de emoción sostenida. Los diez o quince minutos de imágenes reales que aparecen en ella, vistos por sí solos, hubieran sido mejor película que esta película, y ahorrándonos además 75 minutos de nuestro preciado tiempo.

La relación homosexual del protagonista es de una irrealidad sepultada por el cliché

La relación homosexual del protagonista es además de una irrealidad perfectamente sepultada por el cliché. En cierto sentido, esta es una buena película para adolescentes y niños, para gente que no ha visto la vida por sus aristas más afiladas, y que puede recibir con gusto y provecho un mensaje simple, como es el de que una pareja gay es una pareja normal que se besa y se trata con respeto. Pero para un adulto, la pareja gay que aparece en pantalla es de anuncio del ministerio de Igualdad, tan tópica, tan funcionarialmente cariñosa, tan administrativamente sibarita. En un momento dado, Kasper, el novio de nuestro protagonista, le dice: “Cariño, creo que he visto frambuesas en el aparcamiento”. Ya saben que si una pareja es gay tienen que apelarse el uno al otro constantemente como “cariño”, apreciar la fruta de temporada y darse besos en la boca cada cinco minutos, sobre todo mientras se pone la mesa. Es obligatorio eso en las parejas gais.

'Flee', en fin, ha recibido tres nominaciones a los Oscar de este año, dado que este tipo de tostón mayúsculo se aviene a los criterios de nuevo cuño que la Academia de Hollywood ha decidido adoptar en aras de autodestruirse por completo. El hecho de que Rusia se retrate en 'Flee' como el país donde el mal es absoluto, y de que volar a Estados Unidos sea el sueño cosquilleante del protagonista —pues Estados Unidos no le ha hecho daño a nadie nunca—, seguro que apenas tiene que ver con ello.

El cine de animación tiene la ventaja de que los actores son más obedientes, trabajan gratis y encima no dan entrevistas donde te destrozan la película. Hace no mucho vi una miniserie de Netflix titulada 'La casa', que estaba hecha con muñecos. Y pensé que los muñecos lo hacían muy bien. Y pensé que era toda una ventaja, en el cine con muñecos, con dibujos, con plastilinas, disponer siempre de los actores perfectos y de interpretaciones inmejorables. Viendo 'Flee', sin embargo, he concluido por primera vez en mi vida como espectador que unos dibujos animados actuaban mal.

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