Ella encontró la agenda perdida de la musa de Picasso: "A Dora Maar la torturó el pintor"
La francesa Brigitte Benkemoun compró una agenda en eBay que incluía los teléfonos de Breton y Lacan entre otros y que resultó ser de la pintora
A veces es una suerte tener maridos despistados, o eso debió de pensar Brigitte Benkemoun cuando en 2016 su marido perdió su agenda recargable de Hermès, hecha con un cuero rojo que ya no se fabricaba. Una búsqueda en eBay, 'marroquinería vintage', 70 euros enviados a una anticuaria del suroeste de Francia y en junio volvía a tener un modelo más o menos parecido. Aunque Benkemoun no estaba convencida, el material era idéntico, pero tenía una pátina distinta, era más liso, más suave, le daba vueltas… Y hurgando, encontró en uno de los bolsillos interiores un pequeño repertorio de nombres, que alguien había olvidado ahí: En la B, Breton, Brassaï, en la C, Cocteau, en la L, Lacan… El calendario de la última página permitía datar su fecha: 1951. ¿Pero a quién pertenecía la agenda?
Su búsqueda obsesiva, llevada a cabo con la tenacidad de un detective privado, se convirtió en un libro: 'En busca de Dora Maar', que el 3 de febrero publica en España la editorial Taurus, y que retrata la vida de esta pintora, fotógrafa y poeta francesa, musa y amante de Pablo Picasso. De repente, aquel repertorio grisáceo de 6x9 centímetros se había convertido en una puerta al París de la vanguardia artística de principios del siglo XX. Hace unos días, nos encontramos con ella en su casa de la capital francesa y pudimos ver esta fascinante agenda, que es un pedacito de historia intelectual.
PREGUNTA. ¿Cómo llegó a adivinar la identidad de su propietario?
RESPUESTA. Me llevó dos meses descubrir a quién pertenecía. Mi marido compró la agenda en junio de 2016 y yo le mandé un 'e-mail' a la vendedora de eBay, pero no sabía nada de su origen. Pasó el verano, no le di más importancia, y en septiembre empecé a hacerme preguntas. En la A aparecía el nombre de un tal Achille, de Ménerbes, un pueblo del sudeste de Francia, cerca de Aviñón. Pero la letra era muy pequeña, así que mirando con una lupa descubrí que no había escrito “Achille” sino “Architecte” [arquitecto]). Tenía que ser alguien que tuviera una casa en esa zona. En el repertorio aparecían el teléfono de un peletero, de un salón de belleza… Empecé a pensar que se trataba de una mujer. Pero también había nombres de pintores, poetas, galeristas… Debía de ser una artista. Y mirando en la Wikipedia veo que solo una mujer artista vivió en Ménerbes: Dora Maar.
P. Ménerbes, Aviñón… Es una zona que usted conoce bien porque creció allí, ¡también es coincidencia!
R. Tengo la impresión de que la agenda me eligió para que contara esta historia. Y, como dice el escritor Emmanuel Carrère, hay que escribir los libros que solo uno mismo es capaz de escribir. ¡Solo yo podía hacerlo!
P. En su libro, 'En busca de Dora Maar', cada capítulo es un nombre, un personaje de la agenda de la artista, ¿por qué no escribió una biografía al uso?
R. No leo muchas biografías, soy periodista, lo que sé hacer es investigar y llevar al lector conmigo en la búsqueda. Y quería que la agenda fuera un personaje más. Por eso decidí que la historia no tuviera un orden cronológico, que siguiera el orden alfabético de los protagonistas, porque me llevaban de uno a otro y me permitía darle el contexto histórico en que vivieron.
P. Su libro nos sumerge en el París de los años treinta. Dora Maar ya empezaba a ser famosa por sus fotografías, muy influidas por los surrealistas, ¿cómo era ella en aquella época?
R. Yo creo que era una mujer muy ambiciosa, con una imagen de sí misma muy fuerte. Era inteligente, apasionada, culta, comprometida en política. Además, era guapa y seductora, sabía manejar a los hombres. Y quería llegar a lo más alto, codearse con las personas más brillantes. Era muy moderna para su tiempo, tenía un ojo fotográfico… Podría haber sido una Diane Arbus. Pero conoce a Pablo Picasso y se encuentra con alguien más fuerte que ella, que la domina y la manipula a su antojo.
"Podría haber sido una Diane Arbus. Pero conoce a Picasso y se encuentra con alguien más fuerte que ella, que la domina y la manipula a su antojo"
P. Durante los siete años que estuvo con Picasso (1936-1943), Dora Maar se convirtió, como dice en su libro, en “la amante oficial del artista más importante del siglo”, en su musa, ¿cómo definiría su relación?
R. Cuando hablé de ella con John Richardson, el gran biógrafo de Picasso, me dijo: “No olvide que era masoquista”. Hay esa anécdota sobre cómo se conocen, en el café des Deux Magots, en Saint-Germain-des-Prés, donde ella lo ve, saca una navaja y empieza a clavársela entre los dedos. La relación con Picasso era sadomasoquista, y es algo fundamental para entender a Dora Maar. A veces, y más cuando eres una mujer, es difícil entender que alguien como ella, que lo tiene todo a su favor, se deje someter de esa forma. Pero hay gente así, que disfruta siendo humillada.
P. Junto a él, pasó a ser 'La mujer que llora', que Picasso retrató en uno de sus cuadros.
R. Al principio de su relación, Picasso estaba maravillado por su inteligencia, su fuerza, su conversación. Orgulloso de tenerla como pareja. Pero rápidamente se cansa de ella porque la considera una mujer trágica, kafkiana… Le molestaban sus ideas, su forma de opinar de todo, sus celos… Picasso era alguien que martirizaba a cualquiera que se mostrase frágil a su lado, ya fueran hombres o mujeres. Lo único que cuenta para él es la pintura, las personas no le interesan.
P. Picasso la abandona, ella cae en depresión y se vuelca en la religión. Al final de su vida (murió en París en 1997), la describe como una mujer huraña, gris, que había cortado toda relación con el mundo exterior.
R. Estaba obsesionada por alejarme de la imagen de 'vieja loca' en que se convirtió al final de su vida. No soy indulgente con ella, es cierto que envejeció mal, pero mi punto de vista sobre ella cambia a lo largo del libro. Siento una mayor ternura, está claro que en su interior había sido siempre una mujer frágil, pero pocas mujeres podrían haber soportado lo que vivió ella. Era una mujer torturada por la pena de un amor terrible. Picasso fue cruel con otras mujeres [dos de sus amantes se suicidaron después de su muerte (en 1973)] pero lo que le hizo a Dora Maar no es comparable con lo que sufrieron las otras. Para mí, que he crecido cerca de Arlés, donde se celebran corridas de toros, Picasso fue un torero que buscaba doblegar a un toro, Dora Maar. Le clavaron estoques, banderillas… Pero, al final, fue el toro el que sobrevivió al torero, fue indultada.
"Picasso era alguien que martirizaba a cualquiera que se mostrase frágil a su lado, ya fueran hombres o mujeres"
P. En el libro recoge esta frase del pintor francés André Marchand: “Picasso era Lucifer… Conocí a Lucifer”.
R. Picasso era un macho dominante, un andaluz del siglo XIX. Un hombre peligroso del que era mejor mantenerse alejado. No quiero defenderlo, pero hay que juzgarlo desde ese punto de vista, sin anacronismos.
P. 'En busca de Dora Maar' salió publicado en Francia en 2019, curiosamente el mismo año que el Museo Pompidou de París organizó la mayor exposición retrospectiva de su obra. ¿Cómo explica este repentino interés por ella?
R. Ha crecido el interés por las mujeres artistas, sobre todo aquellas que fueron olvidadas o aplastadas por figuras masculinas dominantes. Además, a nuestro tiempo le gusta descubrir a las mujeres que se quedaron en la sombra. Dora Maar se benefició de todo esto y la exposición del Pompidou fue una buena revancha de su vida. Se la intentó reducir a Picasso, y más tarde a su fotografía. Pero yo quiero que hablemos de ella como una artista con nombre propio del siglo XX. Mi obsesión con este libro era que Maar existiera, antes y después de Picasso. Y lo vemos: después de dejarlo, no paró de pintar durante 50 años, sin éxito, pero sin que le importaran las críticas o la mirada de los demás.
"Acabó siendo una mujer muy religiosa, homófoba y antisemita: tenía el 'Mein Kampf' en la estantería de su casa en París"
P. Cuenta en el libro que la gente le pregunta a menudo si se lleva bien con ella, ¿le cae bien Dora Maar?
R. No en todas las épocas de su vida. A veces me da miedo porque acabó siendo una mujer muy religiosa, homófoba y antisemita: tenía el 'Mein Kampf' en la estantería de su casa en París. Pero he aprendido a conocerla, a tenerle cariño, porque la vida es mucho más compleja de lo que parece, las personas no son monstruos y no hay nada más difícil que los matices.
P. Y si pudiera comunicarse con ella, ¿cómo cree que le va ahora?
R. Yo creo que le va bien. A James Lord (un amigo suyo que también lo fue de Picasso) le decía algo así como que sabía que un día reconocerían su trabajo. ¡Hay que ser muy osada para tener esa mentalidad!
A veces es una suerte tener maridos despistados, o eso debió de pensar Brigitte Benkemoun cuando en 2016 su marido perdió su agenda recargable de Hermès, hecha con un cuero rojo que ya no se fabricaba. Una búsqueda en eBay, 'marroquinería vintage', 70 euros enviados a una anticuaria del suroeste de Francia y en junio volvía a tener un modelo más o menos parecido. Aunque Benkemoun no estaba convencida, el material era idéntico, pero tenía una pátina distinta, era más liso, más suave, le daba vueltas… Y hurgando, encontró en uno de los bolsillos interiores un pequeño repertorio de nombres, que alguien había olvidado ahí: En la B, Breton, Brassaï, en la C, Cocteau, en la L, Lacan… El calendario de la última página permitía datar su fecha: 1951. ¿Pero a quién pertenecía la agenda?
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