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De "harén" a genios olvidados: las mujeres de Harvard que revolucionaron la astronomía
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El universo de cristal

De "harén" a genios olvidados: las mujeres de Harvard que revolucionaron la astronomía

A finales del siglo XIX muchas mujeres fueron contratadas como ‘calculadoras humanas’ en Harvard para estudiar las estrellas. Tuvieron grandes carreras, pero nos olvidamos de ellas

Foto: El grupo de mujeres de Harvard (Foto: Wikipedia)
El grupo de mujeres de Harvard (Foto: Wikipedia)

Es algo que se repite una y otra vez en cada una de las conferencias o charlas sobre la mujer en la ciencia: si queremos que estas áreas no estén monopolizadas por hombres necesitamos más modelos femeninos que sirvan como inspiración a las jóvenes. Muchas veces se reflexiona pensando en qué se puede hacer en el futuro, pero es posible que para conseguir estos ejemplos no haya que mirar siempre al futuro, y sí echar un vistazo al pasado. Eso es lo que muestra, al menos, la historia de varias mujeres estadounidenses que cambiaron la astronomía desde un observatorio y cuyo nombre quedó guardado en un cajón. Hasta ahora.

Entre los nombres más destacados están Williamina Fleming, Annie Jump Cannon, Cecilia Helena Payne, Antonia Maury o Henrietta Swan Leavitt. Es muy probable que ninguna de ellas te suenen, pero sus aportaciones desde sus atriles como contadoras de estrellas en el Observatorio de Harvard a finales del siglo XIX fueron claves para la astronomía moderna. Ayudaron a crear el Catálogo Estelar Henry Draper, colaboraron en la identificación de la composición de las estrellas, las dividieron en categorías y encontraron una manera de medir distancias en el espacio por la luz que emiten. Y de forma individual fueron aún más lejos.

Foto: Una científica trabaja en el laboratorio. (iStock)

Williamina Fleming, por ejemplo, identificó diez novas y más de trescientas estrellas variables, Annie Jump Cannon diseñó un sistema de clasificación estelar adoptado por los astrónomos de todo el mundo que sigue vigente (algo similar hizo Antonia Maury aunque con menos éxito) y Cecilia Helena Payne se convirtió en la primera profesora titular de astronomía, y la primera mujer jefa de departamento de Harvard. Sus legados sin embargo quedaron ocultos.

placeholder Portada del libro de Dava Sobel (Foto: Capitán Swing)
Portada del libro de Dava Sobel (Foto: Capitán Swing)

La encargada de sacarlos a la luz ha sido la periodista y divulgadora científica estadounidense Dava Sobel que, a través de su libro El Universo de Cristal (editado en España por Capitán Swing) cuenta las hazañas, y los problemas, de estas mujeres que habían sido olvidadas totalmente. “Cuando yo empecé a escribir el libro nadie sabía de estas científicas, hasta los propios astrónomos y científicos las habían olvidado”, explica la escritora en conversación con Teknautas.

El nombre de ‘El Universo de Cristal’ juega exactamente con esas dos realidades. Por un lado destaca todo el trabajo que hicieron, ya que con este nombre se denomina el medio millón de placas fotográficas que se acumularon en Harvard y que estas mujeres analizaron y estudiaron, y por otro hace referencia al siempre comentado ‘techo de cristal’. “Hicieron un trabajo increíblemente complejo y consiguieron grandes conocimientos partiendo prácticamente de cero, pues la computación era algo muy nuevo en esos momentos, pero no tuvieron el espacio que se merecían en la historia”, comenta Sobel.

'El Harén de Pickering'

Sobel no sabe decir un motivo por el que se olvidó la historia de estas mujeres incluso en los círculos más especializados, pero podemos encontrar muchas pistas si echamos un ojo a cómo los científicos de la época veían a estas ‘computadoras humanas’. Se las llamaba de forma despectiva ‘El Harén de Pickering’ (Edward Charles Pickering fue el astrónomo que creó este grupo de estudiosas y apostó por ellas) y su trabajo siempre se consideró que estaba en un escalón más bajo que el de sus compañeros. Ellas eran simples calculadoras mientras que eran ellos los que realizaban los descubrimientos.

Eso también quedaba claro en sus formas de trabajar. Estas mujeres estudiaban los cristales donde quedaban impregnadas las imágenes que tomaban los telescopios manejados por hombres y, aunque su director confiaba en lo que hacían, y muchas de ellas tenían una carrera universitaria (conseguida en alguna de las primeras universidades para mujeres de Estados Unidos), cobraban mucho menos que el resto de sus compañeros.

placeholder El grupo de 'las computadoras de Harvard' (Foto: Wikipedia)
El grupo de 'las computadoras de Harvard' (Foto: Wikipedia)

Por trabajar siete horas diarias durante seis días a la semana, les daban entre 25 y 35 centavos por hora. “Pickering sabía de la inteligencia de estas mujeres y confiaba en ellas, pero es verdad que lo de que cobraran menos que los hombres fue clave para que las contratasen”, apunta la autora.

Sus carreras son un ejemplo perfecto de cómo la mujer fue entrando en el mercado laboral y más concretamente en el sector científico. Es cierto que todas ellas eran blancas y venían de familia de clase acomodada (según Sobel solo una de ellas podría ser considerada abiertamente feminista), pero seguían existiendo curiosidades como la de Williamina Fleming. Ella fue la primera jefa del grupo de ‘calculadoras’ y eso que nunca había estudiado nada relacionado con la astronomía. “Flemming consiguió su puesto en el laboratorio después de trabajar como criada para Pickering. Él sabía de su valía y decidió darle una oportunidad y bueno, la aprovechó”.

placeholder Williamina Fleming (Foto: Wikipedia)
Williamina Fleming (Foto: Wikipedia)

Lo que deja claro Sobel, es que para una mujer de aquella época no era nada sencillo llegar a un puesto como el que tenían. “No estaba muy bien visto. Es más, varias de ellas consiguieron asentarse allí porque no tenían una familia que les pudiera forzar a dejar el trabajo”. A Fleming le abandonó su marido y por eso buscó trabajo como criada y Annie Jump Cannon ni siquiera se casó, empezó a trabajar a la muerte de su madre a pesar de que llevaba muchos años con la carrera terminada.

Aún queda mucho por hacer

Aunque la vida de estas mujeres transcurrió entre finales del siglo XIX y principios del XX, Sobel tiene claro que varias de las prácticas que se siguen repitiendo hoy en día y que quedan muchas cosas por hacer. “Solo hay que tomar las estadísticas para ver que las mujeres siguen cobrando menos que los hombres y que su trabajo sigue viéndose como algo menor al de sus compañeros. Hemos cambiado mucho desde aquellos años, pero todavía falta”.

placeholder La escritora Dava Sobel (Foto: Archivo Residencia de Estudiantes)
La escritora Dava Sobel (Foto: Archivo Residencia de Estudiantes)

En cuanto a si libros como el suyo pueden ayudar a mejorar esta situación y a animar a que más mujeres estudien carreras científicas, ella responde con un rotundo sí. “Necesitamos modelos en los que fijarnos y que nos muestren la realidad que ha quedado oculta, y aún nos quedan muchas historias de científicas por rescatar”.

Es algo que se repite una y otra vez en cada una de las conferencias o charlas sobre la mujer en la ciencia: si queremos que estas áreas no estén monopolizadas por hombres necesitamos más modelos femeninos que sirvan como inspiración a las jóvenes. Muchas veces se reflexiona pensando en qué se puede hacer en el futuro, pero es posible que para conseguir estos ejemplos no haya que mirar siempre al futuro, y sí echar un vistazo al pasado. Eso es lo que muestra, al menos, la historia de varias mujeres estadounidenses que cambiaron la astronomía desde un observatorio y cuyo nombre quedó guardado en un cajón. Hasta ahora.

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