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Por qué deberías dejar de reñir a tu hijo por usar mucho el móvil (y qué hacer en su lugar)
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Por qué deberías dejar de reñir a tu hijo por usar mucho el móvil (y qué hacer en su lugar)

La prohibición ya no es una buena herramienta para controlar el tiempo que dedican los niños y adolescentes a Internet, y en este contexto surgen nuevas alternativas más positivas

Foto: Foto: iStock.
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Por lo general, los padres no tienen ni la más remota idea de los contenidos que consumen sus hijos a diario en redes sociales e Internet. No se puede poner puertas al campo, y lo cierto es que el uso que le dan los niños y adolescentes a sus móviles, tablets y ordenadores dista mucho del modo recreativo con el que asociábamos a esas no tan nuevas tecnologías hace apenas unos años. Ahora, ellos encuentran una fuente de conocimientos y una comunidad de usuarios con la que desarrollarse como personas, lo cual es muy positivo porque muchas veces sirve de complemento a su incipiente descubrimiento de sí mismos, de los demás y del mundo.

Esto no quiere decir que haya que dejarles correr libres por la gran maraña de la red como si no hubiera ningún peligro. El riesgo más directo podría ser sufrir ciberacoso, un grave problema que amenaza muy seriamente a su salud mental y que, por desgracia, cada día aumenta. Ya entre los años 2012 y 2018, el cyberbullying afectó de manera directa o indirecta a un 65% de los adolescentes españoles, un porcentaje que seguramente haya aumentado tras la pandemia. Más allá de este problema, subyace la duda paterna o materna de si el niño pasa demasiado tiempo anclado a la pantalla y, si es así, qué hacer al respecto, cómo actuar para protegerle de los múltiples peligros presentes en la red.

"Hay que ayudar a gestionar ese conocimiento ofrecido por Internet para que desarrollen una conciencia crítica"

Evidentemente, teniendo un móvil consigo va a ser muy difícil que se concentren durante mucho tiempo para realizar sus tareas escolares o estudiar. Según un estudio, los alumnos de Secundaria pasan 4 horas más conectados a Internet que estudiando, lo cual es lógico y más en una época donde se habla tanto de la falta de atención, que no es solo cosa de jóvenes, sino que también pasa una gran factura a los adultos. Esta misma investigación reconocía que el mayor uso que daban al teléfono móvil era escuchar música (75,6%), así como mantener el contacto con personas a las que no ven de manera frecuente (45,8%). Pero la propia naturaleza del teléfono móvil hacen que se use prácticamente para todo, ya que en un mimo minuto puedes consultar Instagram y a continuación responder a un mensaje de una nueva notificación.

Acompañar, que no juzgar ni castigar

Y, lo más importante y que apuntábamos al inicio, para formarse. Puede que sea en algo referente a sus gustos o a algo que tenga que ver con su propia identidad; en una época tan plagada de cambios como la adolescencia, el algoritmo resulta más que clave en su educación. A ello se le suma una caída de los referentes de autoridad clásicos del pasado, como los padres o profesores. Ya lo avisaba el psicólogo clínico y doctor por la Universidad de Vigo, Ricardo Fandiño, en otro artículo: "Cualquier docente que se enfrenta a un aula debe saber que su autoridad ya no es un punto de partida, sino algo que debe demostrar".

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Fandiño se mostraba muy claro en su posición respecto a este nuevo contexto educativo del adolescente: "Hay que ayudar a gestionar ese conocimiento para que desarrollen una conciencia crítica, ya que para los adolescentes cada vez tienen menos peso los discursos de poder", aseguraba. "La figura del padre sigue siendo un referente simbólico, pero ya no del poder patriarcal, sino de la experiencia vital. Por ello, debe enseñar a vivir desde la propia experiencia compartida". En este sentido, los controles parentales férreos en torno al uso de Internet no sirven de nada, ya que el joven cuenta con bastante ventaja. "Por eso, es importante acompañarles, puesto que nos pueden enseñar ellos a nosotros y nosotros somos quienes les debemos dar nuestra experiencia y cuidado para introducir una perspectiva adulta".

Por tanto, la primera y más directa opción de prohibir o restringir el uso del teléfono móvil bajo el pretexto de que lo usa demasiado, no sirve. Es más importante ahondar en el uso responsable que en el veto a la propia experiencia del adolescente. ¿Cómo? Comunicándote de una manera seria y serena con él. Y, sobre todo, haciéndole preguntas, ya que es evidente su superioridad a la hora de moverse por la red. Cuestiones como qué redes usa, qué le aportan y por qué sigue a la gente a la que sigue. Un detalle importante es el consejo que lanza Jim White, psicólogo y educador estadounidense, quien en la revista Life Hacker asegura que no hay que censurar las opiniones, sino simplemente escucharlas para "reunir la información suficiente como para entender al joven".

La experiencia, la mejor virtud

Una vez hayas reunido la información suficiente, lánzate a la piscina y recomiéndale qué puede hacer y qué no, qué está bien publicar y qué es mejor reservar para la intimidad o trucos para no dejarte engañar por estafas o informaciones falsas. Puede que en realidad no sepas mucho de estos temas, pero si le hablas desde la experiencia (por cosas relacionadas que te hayan pasado a ti en algún momento o que hayas visto en otros conocidos), valorará mucho más estos comentarios que si directamente te da por censurar su uso y abuso de las redes sociales.

Foto: Jóvenes comprometidos por el clima en el 'Fridays for Future', celebrado en Madrid en 2021. (EFE)

Y en cuanto a si no dedica suficiente tiempo a los estudios, lo que más podría agradecer sería que te acercaras a sus inquietudes y gustos personales para después orientarle en la carrera que le gustaría hacer o la profesión que podría desempeñar en un futuro. Puede que, como todos los jóvenes, no tenga ni idea sobre lo que quiere y sus hobbies vengan solo delimitados por la palabra "videojuegos". En este sentido, el problema ya no solo se reduce al uso y abuso que hace de Internet, sino a algo mucho más universal que nos afecta a todos: la pereza humana. Y esto, evidentemente, es algo que aprendes a gestionar poco a poco, por lo que más vale armarte de paciencia, ya que el joven no cambiará de la noche a la mañana su actitud, y mucho menos por más que se lo exijas o impongas, y en caso de que no lo hagas, le castigues indefinidamente.

Por lo general, los padres no tienen ni la más remota idea de los contenidos que consumen sus hijos a diario en redes sociales e Internet. No se puede poner puertas al campo, y lo cierto es que el uso que le dan los niños y adolescentes a sus móviles, tablets y ordenadores dista mucho del modo recreativo con el que asociábamos a esas no tan nuevas tecnologías hace apenas unos años. Ahora, ellos encuentran una fuente de conocimientos y una comunidad de usuarios con la que desarrollarse como personas, lo cual es muy positivo porque muchas veces sirve de complemento a su incipiente descubrimiento de sí mismos, de los demás y del mundo.

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