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El perfil del adolescente deprimido en España: más actitudes autolíticas y más aislados socialmente
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El perfil del adolescente deprimido en España: más actitudes autolíticas y más aislados socialmente

¿Cómo detectar un posible caso de depresión a tiempo y no confundirlo con problemas de comportamiento? Un psicólogo español especializado aporta algunas respuestas

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La gran Susan Sontag decía que la depresión era "una melancolía desprovista de sus encantos", y en el período de transición de la infancia a la juventud que atravesamos todos llamado adolescencia, esa melancolía sin encanto parece no tener medida ni fin. Todo aquel que la recuerde seguramente admitirá un exceso de sufrimiento en ella o, al menos, la rememorará como una época difícil en la cual no teníamos nada claro y el mundo entero estaba en nuestra contra. Al fin y al cabo, algo consustancial a ella, al margen de los cambios repentinos de humor o de ánimo, los granos propios del acné o la actitud irreverente frente a las figuras de autoridad, es el espíritu depresivo.

Así lo reconoce Ricardo Fandiño, psicólogo clínico y presidente de ASEIA (Asociación para a Saúde Emocional na Infancia e a Adolescencia), quien lleva años tratando con niños y adolescentes que sufren de este y otros trastornos mentales. "Lo depresivo forma parte de la vida desde edades muy tempranas", advierte. "Melanie Klein nos habló de la posición depresiva para definir una etapa fundamental en el proceso madurativo de cualquier sujeto y ella: el miedo a la separación, a la pérdida, las defensas maníacas, los sentimientos de culpa... Wilfred Bion irá más allá, viéndola como uno de los funcionamientos mentales que forman parte de la vida psíquica normal de cualquier sujeto. Incluso en la estupenda película de Pixar 'Del revés' nos lo recuerda. Es por ello que la vivencia del ánimo depresivo, en forma moderada, temporal y elaborable desde los mecanismos de gestión emocional del niño, el adolescente y sus familias, es una experiencia vital natural y necesaria en el desarrollo psicoevolutivo".

"En el diagnóstico de la depresión debemos tener en cuenta siempre dos elementos: la persistencia del cuadro y lo incapacitante de la sintomatología"

La adolescencia es, a fin de cuentas, "el duelo de aquellos aspectos más protectores de la infancia", como sentencia Fandiño, "un período particularmente sensible para el desarrollo de problemáticas depresivas". De ahí que sea tan complejo y a su vez tan importante identificar cuándo puede suponer un problema y cuándo se muestra como un estado natural por el que el individuo necesita transitar. Normalmente, viene enmascarada con otros patrones de comportamiento, como por ejemplo una tendencia a la conflictividad por parte del adolescente. "En el diagnóstico de la depresión debemos tener en cuenta siempre dos elementos: la persistencia del cuadro y lo incapacitante de la sintomatología que le impide al sujeto llevar adelante actividades propias de una vida cotidiana adaptativa", asevera el psicólogo.

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Una de las particularidades que entorpecen su detección y una rápida respuesta (algo vital en determinados casos) es lo muy estigmatizada que está. Si en adultos ya lo está de por sí, en adolescentes aún más; aunque es algo que está cambiando, como admite el experto. "Por su propio contexto relacional, los problemas de salud mental han tendido a estar especialmente estigmatizados entre los adolescentes, lo que les ha llevado a un silencio ante este tema, tanto por ellos mismos como por parte de sus familias", reconoce el doctor por la Universidad de Vigo. También son frecuentes los trastornos de ansiedad o de conducta, además de un posible e incipiente desarrollo de conductas adictivas, "tanto de sustancias como de comportamientos", y pone el ejemplo del juego patológico o ludopatía. "Todas ellas pueden estar relacionadas con un cuadro depresivo de base, aunque no necesariamente".

Los datos son alarmantes. El estudio más reciente, realizado por UNICEF, nos concede la primera plaza en cuanto a prevalencia de trastornos mentales en el total de adolescentes europeos. Según el 'Estado Mundial de la Infancia 2021', somos el país de la Unión Europea que más padece de esta "pandemia silenciosa" como la han llamado desde los organismos de salud internacionales con un 20,8%, es decir, uno de cada cinco personas con edades comprendidas entre los 12 y los 17 años sufren de algún tipo de trastorno mental entre los que efectivamente figura la depresión como principal.

Pobreza y abandono escolar

Al igual que sucede en los adultos, podríamos pensar que la pandemia ha agravado la prevalencia de los síntomas depresivos en los jóvenes. Sin embargo, como avisa Fandiño, se trata de una tendencia creciente que ya venía de mucho antes. La OMS ya advirtió en 2018 a través de un informe que la mitad de los problemas de salud mental adulta surge antes de que cumplamos 14 años. "El caldo de cultivo ya estaba ahí", opina el psicólogo. "La pandemia ha funcionado más como catalizador que como causa del incremento de problemáticas de salud mental en adolescentes".

"Fueron los últimos en reincorporarse a la 'nueva normalidad' y se les señaló, tachándoles de insensatos o insensibles"

No hay que olvidar, como pone sobre la mesa el experto, que "España es el segundo país con mayor tasa de abandono escolar de la Unión Europea, dándose el hecho de que el 16% de los jóvenes entre 18 y 24 años dejaron los estudios sin completar la secundaria, obligatoria y fundamental para el acceso a la vida laboral". Esto y los alarmantes datos de pobreza infantil (2,3 millones de niños según el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil, 2021), son algunas de las principales razones por las que un joven puede desarrollar un cuadro depresivo, además del hecho de haber vivido una pandemia.

Fandiño cree que los adolescentes respondieron a los confinamientos "con una inicial sobreadaptación" sobre los grupos adultos, debido a su "alta capacidad de inmersión digital". Lo más problemático es que "fueron los últimos en reincorporarse a la llamada 'nueva normalidad', en tener reguladas sus actividades fuera de casa con las franjas horarias y de edad, reiniciándose antes la vida laboral que la académica". A su vez, fueron muy señalados y criticados por la opinión pública, "tachándoles de insensatos e insensibles", aunque hubo una parte de ellos que estaba "deseosa de volver a su vida habitual, también otra prefería permanecer en sus domicilios y distanciarse de la vida social".

Factores socioeconómicos y existenciales

No podemos olvidar sus condiciones socioeconómicas, que resultaron "muy determinantes". Todo ello ha provocado un aumento de "su malestar emocional" que se han traducido en "más problemas de conducta como una mayor irritabilidad, negatividad, pero sobre todo y también, más gestos autolíticos, aislamiento social y adicciones comportamentales". Y, por último, otra de las causas de fondo sería "el imperativo de felicidad a través de la difusión masiva de modelos de éxito, las dificultades para asumir una realidad que difícilmente pasa por la consecución de estos ideales y que genera con frecuencia sentimientos de intensa pérdida, frustración y desvalorización".

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A este respecto, cabe reparar en un factor existencial de lo que significa ser adolescente hoy en día, lo que sin duda contribuye a que el joven desarrolle síntomas propios del trastorno depresivo. "Decía Remo Bodei que el aserto de Aristóteles según el cual los jóvenes miran el futuro con esperanza no deja de ser hoy una trágica ironía", admite Fandiño. Por no hablar de la imposibilidad de dar con una visión de futuro. "Cada vez más el paso del tiempo no parece acercar al adolescente a la adquisición de la madurez, a abrirles la puerta de un mundo adulto cualitativamente diferente y esencialmente superior, sino que les deja frente a una repetición continua de precariedades e imprevisibilidad".

¿Niños sobremedicados?

A la hora de tratar estos trastornos, en muchas ocasiones no existen la cantidad de medios necesarios para hacerles frente, como por ejemplo más personal y más tiempo para un tratamiento psicoterapéutico correcto o programas de prevención comunitaria. Esto deriva en una sobremedicación como terapia, la cual responde a la misma causa de una sobremedicación en los adultos.

"La psioterapia es un recurso que necesita tiempo y no puede aplicarse con los criterios estándares de una consulta médica"

"Necesitamos que se pueda acceder a tratamientos psicológicos continuos en el sistema nacional de salud mental", pide Fandiño. "La psioterapia es un recurso que necesita tiempo y no puede aplicarse con los criterios estándares de una consulta médica. Pero también es fundamental que se trabaje en la prevención y en la coordinación entre salud mental, escuela, servicios sociales y familias". Recientemente, el Congreso de los Diputados aprobó la creación de una ley para que haya más de 8.500 psicólogos en la salud pública, lo que denota que las fuerzas políticas cada vez son más conscientes de la necesidad de invertir más dinero en programas de prevención y en profesionales de la psicoterapia para una sociedad de adolescentes españoles que precisa urgentemente de una atención psicológica universal.

En cuanto a las familias y comunidad educativa, "la actitud más favorable es la del apoyo y acompañamiento, evitando en todo momento la negación o el estigma". A este respecto, Fandiño concluye que "el malestar, el sufrimiento y la enfermedad forman parte de la vida, y la negación o estigmatización de ese aspecto de la realidad es fuente de más malestar, más sufrimiento y más enfermedad".

La gran Susan Sontag decía que la depresión era "una melancolía desprovista de sus encantos", y en el período de transición de la infancia a la juventud que atravesamos todos llamado adolescencia, esa melancolía sin encanto parece no tener medida ni fin. Todo aquel que la recuerde seguramente admitirá un exceso de sufrimiento en ella o, al menos, la rememorará como una época difícil en la cual no teníamos nada claro y el mundo entero estaba en nuestra contra. Al fin y al cabo, algo consustancial a ella, al margen de los cambios repentinos de humor o de ánimo, los granos propios del acné o la actitud irreverente frente a las figuras de autoridad, es el espíritu depresivo.

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