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La victoria en el debate electoral impulsa a Feijóo y desbarata el intento de remontada de Sánchez
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La victoria en el debate electoral impulsa a Feijóo y desbarata el intento de remontada de Sánchez

El líder del PP marcó los tiempos y situó al socialista como causante de un futuro bloqueo al negarse a dejarle gobernar. Desolación en Ferraz y euforia en Génova, donde se ven en los 160 escaños: "Vamos a un Gobierno del PP en minoría"

Foto: Alberto Núñez Feijóo, en el debate electoral de Atresmedia. (Reuters/Juan Medina)
Alberto Núñez Feijóo, en el debate electoral de Atresmedia. (Reuters/Juan Medina)

“El presidente está ansioso”. No había empezado el debate y en las filas socialistas ya percibían que Pedro Sánchez no tenía una buena noche. Esperaba el comienzo del cara a cara de pie, dando vueltas por el plató y con el gesto tenso. Enfrente, un Alberto Núñez Feijóo sentado, repasando las notas con una media sonrisa que usó de comodín durante alguno de los momentos más tensos de la contienda. El líder del PP salía con desventaja. A Sánchez se le dan bien las cámaras. En todas las apuestas, el favorito era el presidente. De Feijóo se esperaba que no cometiese errores y acabó como ganador frente a un Sánchez que sale tocado y desautorizado dentro de su partido. “Ha sido una derrota humillante”, resumía un barón.

Arrancó Sánchez afeando a su oponente que rehuyera confrontar con él. Empezaba marcando posición, pero tardó poco en perderla porque Feijóo salió al ataque. El gallego dejó de ser previsible. El bloque económico era el que más preocupaba en el PP y no solo se defendió, sino que lanzó una batería de datos para desmontar que la economía fuese como “una moto”. Con cada gráfico que enseñaba a cámara Feijóo, Sánchez interrumpía: “Es mentira”. Feijóo insistió hasta noquear al presidente. Las formas se impusieron al fondo. En ningún momento se mostró cómodo Sánchez, que continuamente miraba sus fichas. Las pasaba una y otra vez, como si no encontrase en ellas la respuesta. Acabó justificando los peores datos económicos como la inflación con la invasión de Ucrania y la pandemia.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i); junto al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d). REUTERS / Juan Medina TPX

En la primera publicidad, en el PSOE se confirmó que Sánchez iba mal. “Estaba incómodo, siempre a la defensiva”, lamentan fuentes socialistas. El golpe de efecto que se esperaba del presidente nunca llegó. En el partido, había confianza en que Sánchez saldría reforzado y, por el contrario, la impresión generalizada anoche era que Feijóo le había ganado sin necesidad de desgastarse. No entienden por qué se fio toda la estrategia a la pinza Feijóo-Abascal después del fracaso en las elecciones andaluzas. Desde su primera intervención, el presidente intentó colocar a los ciudadanos en el marco mental de que el PP y Vox son lo mismo, lo hizo continuamente e incluso dedicó el llamado minuto de oro a pedir a los españoles que no permitan que “PP y Vox les metan en un tenebroso túnel del tiempo”.

Redobló la amenaza el socialista en el bloque de políticas de Igualdad, donde intentó retratar a un Feijóo incapaz de solidarizarse con las víctimas de la violencia machista y “tragar” con los planteamientos de Vox. “Ha cambiado principios por votos”, afeó Sánchez a un Feijóo que repetía machaconamente los casos de violadores excarcelados por la ley del solo sí es sí. Sánchez no pudo más que atribuirlas a un “error jurídico” y cargar otra vez con lo “impúdico” de pactar con los que reniegan de la violencia machista.

En los territorios, no daban crédito ante el argumentario. “¿Para esto ha estado encerrado cuatro días?”, se preguntaban en el partido, donde echaban en falta propuestas y argumentos “serios” para desmontar a Feijóo. En la añoranza, por primera vez en dos años en Ferraz, según fuentes socialistas, se volvió a escuchar el nombre de Iván Redondo, el exasesor del presidente. “Sánchez con Iván era invencible. Sacaba lo mejor de él”, reconoce un ministro a cuyo móvil no dejaron de llegar SMS de rabia por el “papelón” del presidente. Incluso hubo algún integrante del Consejo de Ministros que ayer compartió impresiones con Redondo, según ha podido saber El Confidencial. La casualidad ha querido que justo el 10 de julio acabase la incompatibilidad de Redondo tras dejar el cargo.

La ira se ha descargado contra el actual jefe de gabinete, Óscar López, y los conocidos como los Migueles, el periodista José Miguel Contreras y el ejecutivo de Prisa Miguel Barroso, a los que se les atribuye el adelanto electoral y la campaña televisiva del presidente, que como se corroboró ayer no servirá para que el PSOE remonte en los sondeos, donde el PP va agrandando su ventaja ante la caída de Vox.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes del debate. (Reuters/Juan Medina) Opinión
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Y fue en Abascal y los pactos, que a priori eran el talón de Aquiles del gallego, cuando encontró Feijóo su carta ganadora. El líder del PP puso sobre la mesa un documento firmado comprometiéndose a dejar gobernar a Sánchez si gana las elecciones. “No voy a ser presidente si pierdo”, decía Feijóo, para decir que el candidato socialista solo aspira a gobernar desde la derrota. “Yo lo firmo aquí mismo delante de los españoles, ¿y usted?”, reiteró el popular. Sánchez se refugió en Extremadura, donde gobernará la candidata popular, María Guardiola, con Vox, pese a que Guillermo Fernández Vara fue la lista más votada. “¿Y en Extremadura?”, dijo Sánchez una decena de veces, incapaz de negar que volverá a pactar con Bildu y ERC. Feijóo agitó el Frankenstein.

En esa suerte quería ponerle el líder popular. Presentarle ante los españoles como alguien que pacta con cualquiera para gobernar y transmitir la sensación de que el candidato socialista solo aspira a bloquear el país. “Hemos caído en la trampa”, se quejan los cuadros socialistas, que asumen que el PP ha logrado apelar al voto útil con un líder con una imagen “más presidencial” que el presidente, al ofrecer acuerdos de Estado frente a un Sánchez irritado que no dejó de interrumpir.

Si en el PSOE la sensación era de fin de ciclo, entre los populares todo eran elogios para el líder, al que han visto “manejar mejor los tiempos y los silencios”. Había recelo en los días previos, miedo a que un “tropezón” diera un cambio brusco a las encuestas. No solo no sucedió, sino que están convencidos de que superar los 160 escaños es posible. La bronca del debate se torna en consenso al pedir una conclusión a socialistas y populares: “Vamos a un Gobierno del PP en minoría”.

“El presidente está ansioso”. No había empezado el debate y en las filas socialistas ya percibían que Pedro Sánchez no tenía una buena noche. Esperaba el comienzo del cara a cara de pie, dando vueltas por el plató y con el gesto tenso. Enfrente, un Alberto Núñez Feijóo sentado, repasando las notas con una media sonrisa que usó de comodín durante alguno de los momentos más tensos de la contienda. El líder del PP salía con desventaja. A Sánchez se le dan bien las cámaras. En todas las apuestas, el favorito era el presidente. De Feijóo se esperaba que no cometiese errores y acabó como ganador frente a un Sánchez que sale tocado y desautorizado dentro de su partido. “Ha sido una derrota humillante”, resumía un barón.

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