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¿La economía va como una moto? No tan rápido, este es el balance de la legislatura
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Análisis del gobierno de coalición

¿La economía va como una moto? No tan rápido, este es el balance de la legislatura

Los últimos datos económicos de España superan a los del resto de competidores europeos, pero una mirada más amplia a toda la legislatura deja al país rezagado respecto a sus socios

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/J. J. Guillén)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/J. J. Guillén)
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España recibió dos buenas noticias económicas a lo largo de la semana que el Gobierno no tardó en celebrar. La OCDE elevó su previsión de crecimiento del PIB por encima del 2% para este año, siendo el primer gran organismo que lo hace. Y Eurostat informó de que la eurozona entró en recesión en el primer trimestre del año, pero con España creciendo a tasas del 0,5% trimestral. El presidente, Pedro Sánchez, no tardó en celebrar la noticia con una de esas frases que quedan para el recuerdo: “España va como una moto”. Nadie duda de que los datos macroeconómicos de corto plazo sean mejores en España, pero una comparativa trimestral dice poco sobre la situación económica general del país. Es necesario ampliar el foco y mirar a la legislatura completa para comprobar la situación en la que se encuentra España.

El Gobierno de Sánchez ha tenido que hacer frente a dos crisis intensas: la pandemia y la invasión de Ucrania, lo que le ha obligado a ejecutar una política económica a la defensiva. En el primer trimestre de este año, España era, junto con Alemania, el único país cuya producción diaria seguía siendo inferior a la de finales de 2019. En concreto, el PIB fue un 0,2% inferior, solo por delante de Alemania, que registró un descenso del 0,5%. El conjunto de la eurozona está ya un 2,2% por encima de los niveles previos a la pandemia y algunos países, como Portugal, Países Bajos, Grecia o Malta, han crecido más de un 4% en este periodo.

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE/Fernando Alvarado)

Una de las posibles explicaciones a este retraso de España en la recuperación es que el INE está midiendo mal el PIB y que realmente el país está más cerca de la media europea. Los argumentos para esta hipótesis son sólidos: la evolución del empleo, de la recaudación tributaria o de la facturación de las empresas. Solo el tiempo resolverá esta duda a medida que el INE vaya ajustando sus cálculos. Pero hay otros indicadores que respaldan los cálculos actuales y que sitúan a España en la cola de la recuperación, como es el caso del mercado laboral.

La recuperación económica ha sido intensiva en creación de empleo, dejando cifras que no se habían visto nunca, como los 20,8 millones de cotizantes que tiene actualmente España. En buena medida, estos buenos datos son consecuencia de que el sector público y el privado han ido en la misma dirección, retroalimentándose mutuamente: a medida que aumentaba el empleo público, se impulsaba la demanda interna y las empresas cubrían esas necesidades de producción con más contrataciones.

Desde el inicio de la legislatura se han creado más de 800.000 empleos, un incremento del 4,2%. Pero este crecimiento no es exclusivo de España; toda Europa ha vivido un resurgir del empleo tras la pandemia. En la eurozona, ha aumentado la ocupación un 3,9% en este periodo. En España, el crecimiento ha sido algo superior a la media europea, pero, si se observan las horas trabajadas, el país está entre los peores. De hecho, en el primer trimestre de 2023 todavía no se había recuperado el volumen de horas trabajadas previo a la pandemia, una situación en la que solo se encuentran Alemania, Letonia y Eslovaquia.

Una de las explicaciones de esta diferencia entre ocupados y horas trabajadas se encuentra en la reforma laboral. Se trata de una cuestión técnica: muchos de los fijos discontinuos siguen contabilizados como ocupados en los periodos de inactividad. Esto significa que computan en la estadística de empleados, pero no en la de horas trabajadas. También se produce un reparto del trabajo por la caída generalizada de las horas trabajadas (mayor presencia de contratos a tiempo parcial, control de las horas extra fraudulentas, reducciones de jornada en el sector público, absentismo, vacaciones…). En definitiva, lo que se produce es un reparto diferente de la carga de trabajo siguiendo el modelo europeo, pero realmente España no tiene más horas trabajadas que antes de la pandemia.

Otra de las causas que explican que el número de horas trabajadas no se haya recuperado es el tipo de empleo creado durante la legislatura. El grueso de los nuevos ocupados son trabajadores públicos, profesores y sanitarios. Estas actividades conforman el 55% del crecimiento de la ocupación, 15 puntos más que en el conjunto de la eurozona. Estas contrataciones responden a la necesidad de España por apuntalar sus servicios públicos tras los ajustes de la última década, pero se trata de las actividades en las que menos horas se trabaja cada semana. Según los datos de la EPA, en España se trabaja, de media, casi 34 horas semanales, pero, en el sector público y la sanidad, son menos de 32 horas y, en la educación, menos de 29 horas. De esta forma, al aumentar el peso de estos sectores sobre el empleo total, por un mero efecto composición está bajando la media de horas trabajadas a la semana.

Los otros dos sectores en los que España ha creado más empleo que en la eurozona son los servicios de bajo valor añadido (hostelería, comercio y transporte), así como las actividades de ocio y cultura. Entre todas estas actividades han aportado un 1,2% al crecimiento del empleo, mientras que en la eurozona apenas alcanza el 0,5%. Por el contrario, en Europa se ha creado más empleo en actividades profesionales, científicas y técnicas, así como en la construcción. Y también se ha destruido menos empleo en la industria.

La renta de los hogares

Más allá de los grandes datos macroeconómicos, la realidad de los hogares españoles es que sus ingresos se han recuperado muy lentamente y su poder adquisitivo se ha visto muy afectado por la inflación. En términos nominales (sin tener en cuenta la inflación), en el año 2022 la renta disponible de los hogares españoles fue un 4,7% superior a la de 2019, un crecimiento de menos de la mitad del registrado en la eurozona, del 11,4%.

Foto: Foto: iStock.

Si se tiene en cuenta la pérdida de poder adquisitivo de esta renta provocado por la inflación, la realidad es que los ingresos reales de las familias cayeron un 6,5% entre 2019 y 2022, el peor dato de todo el continente. La media de la eurozona es de una leve caída del 0,1%. Este dato explica el malestar de los hogares ante su situación económica en contraste con los datos de crecimiento del PIB o de creación de empleo. Ni siquiera el mejor comportamiento de la inflación en España ha evitado que sea uno de los países en los que los hogares han sufrido mayor caída de su capacidad de compra.

Una de las explicaciones de este peor comportamiento de la renta disponible está en los salarios. España es el país europeo en el que menos ha crecido la masa salarial, un 7,6% frente al 11% del conjunto de la eurozona. Es la consecuencia de que el empleo creado se esté concentrando en sectores de baja productividad o que el número de horas contratadas sea inferior a la media.

Durante toda la pandemia, el sector público actuó como amortiguador de la caída de los salarios del sector privado, siendo España uno de los países que puso en marcha un escudo social más potente. En la salida de la emergencia sanitaria, el esfuerzo presupuestario se ha trasladado desde el desempleo hacia las pensiones. El resultado es que en 2022 el gasto en prestaciones fue casi 60.000 millones de euros superior al de 2019, lo que supone un aumento del 15,3%, superando el promedio de la eurozona, del 14,6%.

La pérdida de poder adquisitivo está presionando las cuentas de los hogares. Algunos tenían ahorro embalsado de la pandemia para mantener su consumo, otros han reducido su nivel de ahorro y otros se han visto obligados a pedir préstamos para mantener el consumo. Durante el año 2022, los hogares tuvieron una necesidad de financiación de 21.000 millones de euros, próxima al 2% del PIB, el tercer peor dato de la eurozona, solo por delante de Eslovenia y Finlandia.

Muchos hogares no tenían ahorro y tampoco posibilidad de endeudarse, y su única opción fue reducir su nivel de vida renunciando a compras que antes hacían. Esto explica que a principios de 2023 el consumo privado siga casi un 3% por debajo de los niveles de 2019 (con datos deflactados). Esto significa que los hogares no han podido consumir tanto como hacían antes de la pandemia ni siquiera endeudándose. Se trata del peor registro de consumo de toda la eurozona y con diferencia respecto al siguiente peor, que es Alemania, con un descenso del 1,7%. En el conjunto de la eurozona el descenso es muy inferior, del 0,5%.

El sector público ha actuado de contrapeso a la caída del consumo privado, con un crecimiento del 1,1%, en línea con la media de la eurozona. Una buena parte de este consumo público es consecuencia de la externalización de servicios públicos: cuando una Administración contrata a una empresa para dar un servicio, se contabiliza como un incremento del consumo público.

Menos inflación

Uno de los hitos económicos de España está en el control de la inflación, sobre todo teniendo en cuenta que históricamente ha sufrido un comportamiento más volátil de los precios. La inflación acumulada durante la legislatura es del 8,7%, solo en Grecia ha sido inferior, del 8,5%. Este dato contrasta con la subida de precios del 11,5% del conjunto de la eurozona.

Hay varias claves detrás de esta situación, una de las más importantes es el acuerdo para la excepción ibérica que consiguió el Gobierno en la Comisión Europea junto con el Ejecutivo de Portugal. Pero hay otros factores que permitieron la adopción de esta medida, como la escasa exposición de España a la energía procedente de Rusia o el exceso de capacidad regasificadora previo a la crisis energética y que pudo ser aprovechada tras esta. También la atonía de la demanda interna ha contribuido a limitar las tensiones inflacionistas de los bienes y servicios nacionales. Un buen ejemplo está en el precio de los hoteles y, en general, de los alojamientos: allí donde hay una elevada demanda internacional, los precios han subido con mayor intensidad.

Esta inflación más moderada ha permitido que las subidas salariales en España fuesen inferiores a las del resto del continente. Se ha producido así un importante incremento de la competitividad/precio de España: energía más barata, salarios contenidos y subvenciones públicas para contrarrestar el incremento de los costes de producción.

Se repite el modelo de salida de las crisis de España con un ajuste interno que atraiga inversión extranjera y eleve las exportaciones. Esto explica, por ejemplo, que el país esté consiguiendo captar grandes proyectos automovilísticos internacionales, como la nueva apuesta de Ford por Almussafes o las negociaciones para captar la nueva gigafactoría de baterías de Tesla.

Foto: La vicepresidenta económica, Nadia Calviño. (EFE/J.J Guillén)

El excepcional comportamiento de las exportaciones explica casi dos terceras partes del crecimiento de España en el último año. Desde el año 2019, la demanda externa ha aportado dos puntos al crecimiento del PIB, convirtiendo a España en uno de los pocos países europeos con una aportación positiva del sector exterior. A este buen dato también contribuye que las importaciones hayan sido más modestas por el pobre desempeño de la demanda doméstica.

Un buen ejemplo es el de la balanza turística, que dejó en 2022 un saldo positivo histórico con casi 49.000 millones de beneficio neto para España. Sin embargo, si se observan los ingresos y los gastos, se observa que ambos son inferiores a los del año 2019, con la diferencia de que las exportaciones turísticas han caído menos que las importaciones. O, lo que es lo mismo, el gasto de los turistas extranjeros en España ha caído menos que el gasto que hacen los turistas nacionales en el extranjero. Este descenso del turismo al extranjero de los españoles explica que el saldo de la balanza turística esté siendo tan positivo, aunque lo que subyace sea una mala noticia: los residentes que renuncian a viajar al extranjero por problemas económicos.

La pérdida de poder adquisitivo ha provocado que cada vez más hogares lleguen con dificultad a final de mes. Según la Encuesta de Condiciones de Vida del INE, el 33,5% de las familias no pudieron permitirse ni una semana de vacaciones en 2022, el 35,5% no tiene margen para asumir gastos imprevistos y el 17% no tiene capacidad económica para mantener una temperatura adecuada en casa. Son todos ellos datos levemente peores que en 2019, lo que confirma que la progresión de los indicadores macroeconómicos de los últimos meses no se haya trasladado a una mejora de la calidad de vida en los hogares de las clases bajas.

España recibió dos buenas noticias económicas a lo largo de la semana que el Gobierno no tardó en celebrar. La OCDE elevó su previsión de crecimiento del PIB por encima del 2% para este año, siendo el primer gran organismo que lo hace. Y Eurostat informó de que la eurozona entró en recesión en el primer trimestre del año, pero con España creciendo a tasas del 0,5% trimestral. El presidente, Pedro Sánchez, no tardó en celebrar la noticia con una de esas frases que quedan para el recuerdo: “España va como una moto”. Nadie duda de que los datos macroeconómicos de corto plazo sean mejores en España, pero una comparativa trimestral dice poco sobre la situación económica general del país. Es necesario ampliar el foco y mirar a la legislatura completa para comprobar la situación en la que se encuentra España.

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