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Iván Redondo tenía razón: la pregunta clave en la política española
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Iván Redondo tenía razón: la pregunta clave en la política española

Los diagnósticos del popular asesor han sido siempre muy controvertidos. Pero más que en sus conclusiones, conviene fijarse en las hipótesis que construye. Una de ellas dice mucho sobre el futuro electoral de nuestro país

Foto: Urtasun y Yolanda Díaz en el Círculo de Bellas Artes. (Mariscal/EFE)
Urtasun y Yolanda Díaz en el Círculo de Bellas Artes. (Mariscal/EFE)

Iván Redondo escribió hace ya tiempo sobre la posibilidad de que Yolanda Díaz acabase siendo presidenta, lo que generó muchas críticas, incluso chanzas. Hace pocos días, una encuesta atribuía a la vicepresidenta una intención de voto muy cercana a la del PSOE en las elecciones generales. Todo ello cuando Sumar no se ha conformado aún, no hay anuncio oficial definitivo y nada concreto sabemos de las candidaturas, lo que implica un buen punto de partida.

El futuro político de Díaz es un interrogante al que solo los hechos podrán dar respuesta, pero sí conviene prestar atención, y mucha, al análisis de fondo que llevaba a Redondo a tal conclusión.

El motivo del parón del PSOE

Las predicciones electorales para autonómicas y municipales, y también para las generales, sitúan a los socialistas por detrás del PP. Si en mayo los resultados no son buenos para el PSOE, el trayecto hasta noviembre o diciembre va a ser muy largo para Ferraz. Tampoco parece que la figura del presidente vaya a ayudar en la remontada, porque genera animadversión en diferentes partes de la sociedad. No se puede afirmar que sea un mal momento para el PSOE, pero desde luego no es el mejor, porque parece estancado.

El mensaje del PSOE es que va a ser conservador: va a utilizar la eficacia de la tarea realizada como principal baza electoral

La detención electoral del PSOE se explica por diversos motivos, pero hay uno central. Cuando concurra a las elecciones, el proyecto que presentará es la tarea que ya ha realizado. Ese será su mayor aval, en especial en lo relacionado con la economía: la gestión realizada ante Europa, las medidas que se han tomado en circunstancias difíciles y la introducción de muchas ayudas para los ciudadanos deberían generar un caudal electoral importante. Que la economía gane elecciones en España es una conclusión que ha sido puesta en cuestión habitualmente, pero en este caso, el dilema va un poco más allá. El proyecto de futuro que puede poner el PSOE encima de la mesa es el mismo que ha ofrecido estos años. Presentará continuidad, pero no mucho más.

Y tampoco lo pretende. El repliegue del partido sobre su aparato, con la entrada en Moncloa del equipo directivo en el que Sánchez se apoyó antes del golpe de estado en Ferraz, y de la salida de todos aquellos que le habían apoyado en esa guerra, es muy simbólico. El mensaje que envían no es solo el de ofrecer un perfil más centrista, que ya lo está intentando mediante las tensiones con Podemos, o el de intentar recoger votos de Ciudadanos, propósitos ambos que estarán presentes en las elecciones de mayo; el mensaje es que van a ser conservadores, es decir, que van a anclarse en la tarea realizada como elemento de valor electoral porque piensan que con eso puede bastar.

La variable ofensiva

Si el PSOE ha preferido la variable defensiva en lugar de proponer un proyecto nuevo para España, o de ampliar el existente, (que era la propuesta de Iván Redondo y el motivo de sus diferencias con Sánchez, así como de las desavenencias entre el PSOE y los partidos de su izquierda), alguien tiene que jugar el papel de la renovación y el cambio. Y tiene que hacerlo de una manera electoralmente poderosa si se quiere repetir el Gobierno de coalición, en un contexto de empuje socialista limitado y crecimiento de las derechas.

Si Díaz acertase con la tecla, sería más factible que nunca que el Gobierno repitiera. Eso sí, lo haría desde un nuevo equilibrio de fuerzas

Para Redondo, existe una gran oportunidad para aquellos que planteen desde la izquierda un proyecto de cambio y de transformación para España. Esa es la posición que tendría que ocupar Yolanda Díaz. Si acertase con la tecla, sería más factible que nunca que el Gobierno repitiera. Eso sí, lo haría desde un nuevo equilibrio de fuerzas: un PSOE detenido y un Sumar en auge llevarían a que Díaz se convirtiera en la vicepresidenta primera. Y eso abriría la puerta a que, en el siguiente ciclo electoral, se convirtiera en la figura de referencia de la izquierda y, por tanto, en presidenciable. Es una tesis que también vale para Vox si fuera capaz de ganar espacio al PP, aunque no parezca probable en el escenario actual.

La gran pregunta

Esta tesis depende de un interrogante, que es el que debe responderse antes de todas las elecciones, pero que en determinadas épocas es más relevante que en otras. La gran pregunta es si la mayoría de la gente quiere cambio o continuidad. Una parte de la sociedad española ha respondido ya a esa cuestión: quiere cambio, y lo cifran en la mera salida de Sánchez de Moncloa. En ocasiones, la opción política que encarna esa transición contiene también un proyecto de futuro. No es el caso, porque nos seguimos moviendo en el mismo terreno de los últimos años: parece que los problemas se van a esfumar en cuanto el gobernante actual pase a la oposición. En esa tesitura está sumido el PP, algo de lo que también Vox puede sacar partido.

El tablero electoral presente, en el que todos ocupan un espacio, pero ninguno lo construye, favorece al PP y perjudica a los demás

Cada formación está ocupando un espacio del tablero político: el PSOE se mueve en el valor de lo ya realizado, Díaz lidera un sector muy parecido a los verdes europeos, Iglesias está reproduciendo el esquema de Mélenchon, el PP quiere capitalizar la animadversión contra Sánchez y Vox está en su pelea con los populares por ganarles voto. Pero eso es ocupar un espacio, no construirlo, algo que favorece al PP y perjudica a todos los demás.

En este escenario, una opción de transformación, con un proyecto potente de futuro, que Redondo llamaba perestroika, podría tener éxito, porque es justo lo que falta. ¿Puede representar Sumar esa opción de cambio? Sin duda, el camino está ahí, pero la coalición de Díaz está muy lejos de eso. Todo lo que sabemos hasta ahora dibuja a ese espacio político como un complemento ideológico de los socialistas. Su idea de aunar feminismo, derechos sociales, ecologismo, europeísmo y medidas contra la desigualdad se sitúa en el mismo ámbito que Sánchez, aunque lleve un paso más allá sus propuestas. No es rupturista ni transformador, y su misma líder, Díaz, se ha caracterizado por su talante y por su predisposición al diálogo, mucho más que por el empuje o el arrojo, como si fuera una versión actualizada y más abierta de Zapatero. Y eso es útil para añadir votos, no para dar un gran salto.

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La gente que tiene a su alrededor, como Ernest Urtasun, Ignacio Sánchez-Cuenca, Joan Subirats, o Antonio Baylos, cuenta con una reconocida valía y son importantes en su ámbito de conocimiento, pero carecen de un perfil transformador: vienen de ICV, los comunes o el PSOE. Y en cuanto a sus votantes, son una suerte de escisión generacional del ámbito progresista. Mientras los de Sánchez encuentran sus votantes prototípicos en funcionarios, jubilados y simpatizantes de toda la vida, los partidos afines a Díaz tienen su recorrido principal entre clases medias urbanas, en general jóvenes o de mediana edad, con perfil profesional y liberales en lo social.

Un nuevo mundo

De momento, nada en la opción de Díaz lleva a pensar que pueda ofrecer un proyecto que le permita salir de ese espacio. Y, si permanece en él, su crecimiento se produciría a costa de los votantes del PSOE, lo que supondría un problema para repetir Gobierno. Es decir, quizá la apuesta de Redondo por Díaz sea demasiado arriesgada. Pero en lo que sí tiene razón el exasesor de Sánchez es en la demanda social de cambio y en el potencial político y electoral de una opción transformadora, provenga de un partido viejo o de uno nuevo. Su propuesta de perestroika, ligada a cambios institucionales, reformas de la constitución, fortalecimiento de la democracia, una nueva articulación de España y demás tiene su interés, pero es poco probable que sea decisiva; es más un planteamiento para antes de la guerra que para el momento presente. El proyecto de futuro tendría que situarse en otro eje.

Sacudirse el fatalismo implica proyectos contundentes, que generen ilusión y que hagan pensar en un futuro diferente

Sin embargo, que sea acertada o errada la propuesta es un asunto menor respecto del elemento central: si España está demandando un cambio. La respuesta es afirmativa por muchos motivos, pero en especial si se observa desde la izquierda. Muchos de sus votantes están sumidos en un entorno fatalista, de aceptación de lo dado y de resignación ante las diferentes adversidades; y lo único que encuentran para movilizarlos es recurrir al riesgo de que gobiernen PP y Vox, lo que no deja de ser una posición perdedora. Entre otras cosas porque aumenta la abstención, es decir, el alejamiento de la política por parte de los ciudadanos, incluso en aquellos asuntos, como los municipales, más directamente apreciables en la vida cotidiana. Sacudirse ese fatalismo implica proyectos contundentes, que generen ilusión y hagan pensar en un futuro de verdad diferente. La propuesta de más de lo mismo es jugar a la defensiva, y eso suele llevar a perder.

Pero, en segundo lugar, y como elemento decisivo, la construcción de un proyecto potente para España es una necesidad de país. La época obliga, porque vamos a vivir transformaciones internacionales de calado en los próximos años que exigirán más unión y más visión política como Estado. En ese contexto, no sirve quedar sujetos al azar, hay que tratar de intervenir sobre él. En España, sin embargo, estamos en un momento de restauración, de política que se refugia en lo conocido y que no trata de anticipar el futuro. El ejemplo de Sánchez es significativo en la medida en que ha recuperado a la gente del pasado para su equipo, lo que tiene nada de malo en sí mismo; lo negativo es que permanecen en la misma visión política que en la década anterior y los tiempos han cambiado mucho. A Feijóo le ocurre lo mismo, con una suerte de regreso a Rajoy. El mundo no está viviendo un momento restaurador, sino de transformación, y haríamos bien en ponernos a la altura de la época. La autopista política está ahí, pero nadie se ha montado en el coche, de momento.

Iván Redondo escribió hace ya tiempo sobre la posibilidad de que Yolanda Díaz acabase siendo presidenta, lo que generó muchas críticas, incluso chanzas. Hace pocos días, una encuesta atribuía a la vicepresidenta una intención de voto muy cercana a la del PSOE en las elecciones generales. Todo ello cuando Sumar no se ha conformado aún, no hay anuncio oficial definitivo y nada concreto sabemos de las candidaturas, lo que implica un buen punto de partida.

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