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Pedro Sánchez, récord mundial de interrupción desesperada
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Pedro Sánchez, récord mundial de interrupción desesperada

Si queremos describir cómo fue el cara a cara entre Sánchez y Feijóo, no podemos usar el cronómetro. Es absurdo

Foto: Los candidatos a la presidencia del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez (primer plano) y el popular Alberto Núñez Feijóo (detrás). (EFE/Juanjo Martín)
Los candidatos a la presidencia del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez (primer plano) y el popular Alberto Núñez Feijóo (detrás). (EFE/Juanjo Martín)
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Si queremos saber cuánto ha llovido en España, no podemos utilizar un termómetro. Si queremos comprobar cuánta fiebre tiene un niño, no podemos recurrir a la cinta métrica. Si queremos calcular la superficie de un sarpullido, no podemos tirar de kilovatios/hora. Y si queremos describir cómo fue el cara a cara entre Sánchez y Feijóo, no podemos usar el cronómetro. Es absurdo.

Plantear cualquier debate con elementos científicos o numéricos también es absurdo, sí, pero la locura máxima pudimos verla este lunes por la noche en Antena 3 y La Sexta, porque se dio gran importancia a una herramienta de apariencia exacta que terminó ofreciendo un dato surrealista: el cronómetro. Einstein dijo que el tiempo es relativo por algo. Será porque se imaginaba lo que es un debate como este.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i); junto al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d). REUTERS / Juan Medina TPX

En la previa de La Sexta, música de El Señor de los Anillos y Ferreras explicando que los árbitros de la ACB van a manejar el cronómetro para ver cuánto tiempo hace perder a la ciudadanía cada candidato. Tendrían que haber contado, ya que son árbitros de baloncesto, las faltas, las invasiones, las interrupciones.

Sánchez interrumpió tantas veces que uno propondría el sanchio como unidad de medida internacional de interrupción. Solo así, introduciendo el número de sanchios, puede explicarse el fenómeno paranormal de que el uso de palabra de Feijóo terminase siendo similar al que el crono le atribuía a Sánchez. Cada intervención de Feijóo tenía más tropezones de Sánchez que un Comité Federal del PSOE.

Claro, los dos interrumpían, sí, pero que hablen los árbitros de la ACB y me corrijan: yo diría, a ojo de cubero borracho, que Feijóo no tuvo un solo turno de palabra en toda la noche sin interrupciones constantes, agresivas y avasalladoras de Sánchez y que, en cambio, Sánchez sí disfrutó unos cuantos turnos de palabra como monólogos ante el silencio comedido del otro. Claro: Feijóo estaba actuando como un sibilino gallego o como una femme fatale de cine negro, dejando que el otro pierda los papeles, inyectando ligeros toques de venenito para ayudarlo.

Al final, Sánchez se arrancaba a hablar por encima del otro como si estuviera en Sálvame. Hubo un momento enloquecedor en que Sánchez, en plena interrupción irrefrenable sobre Feijóo, seguía hablando por encima de Ana Pastor y Vicente Vallés, que trataban de cerrar un bloque. ¡Estaba furioso! Tras la publicidad, pasó un ratillo interrumpiendo menos, pero la sonrisita irónica de Feijóo lo enfurecía: volvió a la carga.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes del debate. (Reuters/Juan Medina) Opinión
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En este sentido, me preguntaba a qué me recordaba Sánchez y al final me di cuenta: era como un marido que trata de convencer a su mujer, que le está recriminando sus faltas, de que él sí friega mucho los platos y tiende muchas lavadoras y recoge mucho y además siempre la escucha mogollón: era esa abrasión de garganta, esa voz chillona, esa gesticulación centrípeta, ese ¡aparta de mí tu acusación!

El debate lo abrió Sánchez diciendo que la economía va como una moto y a continuación demostró que iba como una moto él. Feijóo deslizó ataques desde el principio, tal vez más de lo que Sánchez esperaba. Le negó la gestión económica, le negó la estabilidad, le negó la buena situación internacional, es decir: le negó todo lo que Sánchez considera indiscutible, y desde el principio Sánchez entró en frenesí, mientras Feijóo ponía la sonrisa del gato y le dejaba desmelenarse.

Era como ver al Jim Carrey de La Máscara discutiendo con el empleado de una gestoría de Lugo. De hecho, si la estrategia argumental que le habían diseñado a Feijóo era describir el sanchismo como una invasión excesiva de las instituciones, no le hacía falta poner ejemplos para que esta idea calase en la audiencia, porque Sánchez dio un espectáculo de invasión con los turnos de palabra difícil de igualar.

La cosa se había organizado por bloques en un intento ingenuo de Atresmedia de ordenar el caos. La economía, lo social, la educación, la sanidad, los pactos. A los candidatos, encarnaciones de los bloques ideológicos de España, los bloques temáticos les daban igual: ellos estaban allí para meter sus cuñas, para hablar de Vox y de Bildu, y el contenido venía tan saturado de falacias y medias verdades por ambas partes como pudiera esperarse, pero en el apartado psicológico fue la actitud de Sánchez lo que me dejó anonadado, alucinado, pegado al televisor.

Foto: Pedro Sánchez (PSOE) y Alberto Núñez Feijóo (PP), posando antes del debate. (Atresmedia)

No podía tolerar que Feijóo atacase, cuestionase y relativizase todo lo que él ha puesto encima de la mesa como una gestión sin tacha. No podía, digo, anímicamente. Y todo se desencadenó a base de interrupción.

De Feijóo no sabría qué decir: una cosa gris, a ratos irónica, poco propositiva y desordenada. Pero con Sánchez me quedé con la impresión de que el hombre que ha sido presidente de España durante los últimos cinco años con un Gobierno de coalición es, paradójicamente, alguien a quien las críticas le duelen como una llovizna de ácido. En este sentido, me sorprendió su tono y la voracidad con el tiempo, y esa expresión tensa, como de estar dolido en lo más hondo, o como si una amenaza mortal se cerniera sobre él.

Si queremos saber cuánto ha llovido en España, no podemos utilizar un termómetro. Si queremos comprobar cuánta fiebre tiene un niño, no podemos recurrir a la cinta métrica. Si queremos calcular la superficie de un sarpullido, no podemos tirar de kilovatios/hora. Y si queremos describir cómo fue el cara a cara entre Sánchez y Feijóo, no podemos usar el cronómetro. Es absurdo.

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