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¿Una app para comprobar el reparto de tareas en casa? Qué cosas tienes, Irene
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¿Una app para comprobar el reparto de tareas en casa? Qué cosas tienes, Irene

Con la de problemas que hay en España para que vengan ahora todas estas a decirnos que movamos el culo y a reivindicar al hombre blandengue. Que estamos ante otra idea estúpida pagada con nuestros impuestos

Foto: La ministra de Igualdad Irene Montero durante un acto electoral celebrado en Madrid. (EFE/Fernando Villar)
La ministra de Igualdad Irene Montero durante un acto electoral celebrado en Madrid. (EFE/Fernando Villar)
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La pintura de una pared de mi cocina es de pizarra. Ahí apunto el menú de la semana. A veces trazo una línea entre lo que tengo previsto hacer y los sobrantes de otros días. Retales de esos que un día te sacan de un apuro y solo precisan de un calentón en el microondas. Cuando la pared está limpia, mis hijos me lo reprochan, medio en serio, medio en broma, porque no he pensado ni plasmado en esa pared lo que vamos a engullir durante los próximos días. Mientras, yo me culpo en exceso cuando olvido la noche anterior sacar algo del congelador.

En una esquina de esa pared están apuntadas otras cosas. Pagos por hacer, trámites por cumplir. El IRPF, la renovación del DNI, la compra de una correa para un reloj, los días que faltan para el próximo mundial de fútbol. Tareas segregadas por sexos que, por si hubiera alguna duda, están separadas por un mueble en el que guardo libros de cocina que solo abro yo.

Foto: La secretaria de Igualdad, Ángela Rodríguez. (EFE/Ángel Medina G.)

Escribo este artículo después de tender dos lavadoras porque hoy toca cambio de sábanas. He recurrido a ayuda masculina para las sábanas porque solo yo sé cómo colocar el resto. Confío en que este olor a suavizante que desprende el tendedero me inspire y mientras enlazo una frase con otra, pienso que antes de una reunión de trabajo a la hora del vermú, tengo que dejar hechas unas patatas con costillas para la comida.

La olla exprés hará que ahorre algo de tiempo, pero no quiero jugármela por si el aperitivo se alarga y no puedo permitirme que los adolescentes, al llegar a casa, huelan a leña y comida de otro hogar. Tendrán sus mantelitos individuales, servilletas, vasos y cubiertos. Como es viernes, sé que vendrán de buen humor, así que, con el carácter moñas que siempre se me atribuye, dejaré una nota con corazones y otra serie de detalles impropios de mi edad.

Mientras voy a mi reunión, lamento no llevar un bolígrafo en el bolso para apuntar la lista de la compra. Sé que cualquier día de estos no habrá huevos en la nevera, que quedan pocas galletas y ya de paso que necesito poner a remojo unos garbanzos. Miro por la ventana del autobús y sonrío altanera y orgullosa porque ayer saqué tiempo para ir a la frutería y la lechuga que tengo ahora en la nevera me servirá para la ensalada de esta noche.

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Demasiadas veces al día tengo ramalazos de la herencia recibida en casa. Se nota cuando mi conviviente o cualquiera de las criaturas se ofrecen a comprar embutido o a ir preparando la cena y yo les digo premeditadamente que ni se les ocurra. Porque ninguno sabrá decirle al charcutero que el jamón cocido me gusta fino pero que no se rompa, o porque cortarán los trozos de tomate tan pequeños que se perderán en esa receta que no sabrá como a mí me gusta. También se nota cuando hago un escorzo para divisar la encimera para detectar fallos, zonas por las que no ha pasado el KH7.

"Anda, trae", es mi frase favorita de puertas para dentro. "Yo me ocupo", es la segunda. Soy una persona bastante simpática pero de convivencia irregular, cargada de manías y con secuelas del patriarcado, que se deja ayudar poco en este terreno, que es incapaz de ceder espacio. Mi amigo Héctor siempre se ríe cuando me pregunta qué hago y yo le digo que "las tareas propias de mi sexo". A veces todo esto huele a comedia, pero yo sé que, en el fondo, no tiene ninguna gracia.

Como tampoco tiene ninguna gracia la reacción en forma de burla por el último lanzamiento del Ministerio de Igualdad. Que sí, que ya sabemos que son todas una panda de chiquillas que juegan a hacer política desde despachos que pagamos todos, que no tienen ni una idea buena en esas cabezas locas. Pero espera, no te vayas, déjame que te lo cuente.

"Anda, trae", es mi frase favorita de puertas para dentro. "Yo me ocupo", es la segunda

Se trata de una app gratuita que nos permitirá comprobar a partir de septiembre el reparto de tareas en el hogar mediante un sistema de contabilización de usos de tiempo. Muy parecida a la que tiene mi mejor amigo para cumplir con todos sus clientes por igual o tiene mi hija para no pasar tiempo de más en redes sociales.

Que no pretende resolver los problemas de corresponsabilidad porque, hijas mías, esa es una tarea que nos llevará un tiempo, pero sí que al menos se nos retrate. Que nos ponga ante el espejo y nos haga reflexionar. Que no se quede solo en meras palabras sino en números.

En hogares como el mío, donde mis neurosis me impiden delegar pero luego me quejo amargamente porque todo lo hago yo, o en otros hogares. Esos donde hay señores de todas las edades que nunca se ofrecerán a limpiar los boquerones o comprar lejía con detergente, echar un rato con las criaturas para revisar un trabajo de Biología, comprar cartulinas y pasar el mocho o saber, amigo Paco, que la comida de hoy no se hará sola y primero hay que descongelarla.

Foto: Las mujeres siendo siendo quienes se ocupan de las tareas domésticas (iStock)

Porque para algunas y algunos siempre es mejor disparar con la turra de siempre. Que los hombres en general viven amenazados y señalados, que con la de problemas que hay en España para que vengan ahora todas estas a decirnos que movamos el culo y a reivindicar al hombre blandengue. Que estamos ante otra idea estúpida pagada con nuestros impuestos cuando ya sabemos dónde debe estar nuestro dinero. Que sí, que eso ya lo hemos oído.

Pero como todo eso ya te lo he escuchado muchas veces, deja de perder el tiempo y libera algo de hueco en ese móvil. Y, mientras llega septiembre, ponte a pelar las patatas para las costillas.

La pintura de una pared de mi cocina es de pizarra. Ahí apunto el menú de la semana. A veces trazo una línea entre lo que tengo previsto hacer y los sobrantes de otros días. Retales de esos que un día te sacan de un apuro y solo precisan de un calentón en el microondas. Cuando la pared está limpia, mis hijos me lo reprochan, medio en serio, medio en broma, porque no he pensado ni plasmado en esa pared lo que vamos a engullir durante los próximos días. Mientras, yo me culpo en exceso cuando olvido la noche anterior sacar algo del congelador.

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