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Exorcismo de Feijóo en 'El hormiguero' para sacarse a Vox
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Exorcismo de Feijóo en 'El hormiguero' para sacarse a Vox

Feijóo jugaba con una ventaja: ser el segundo y, por tanto, el que responde y critica y cierra. Y se notó que el equipo de asesores de campaña había estudiado muy bien la invasión de Sánchez

Foto: El candidato del Partido Popular a la presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, y el presentador Pablo Motos. (EFE/Atresmedia)
El candidato del Partido Popular a la presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, y el presentador Pablo Motos. (EFE/Atresmedia)
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Si Freddie Mercury pudo grabar los temazos de Innuendo ya totalmente corroído por un sida terminal, ¿no iba a entrevistar Pablo Motos a Feijóo al día siguiente del chorro de verborrea aplastante de Pedro Sánchez? The show must go on. Además, Motos hace yoga y cosas raras, meditación, pinopuente, deporte, eso que hacéis vosotros mientras fumo. De modo que, reconstituido, a las 21:55, la maquinaria de El hormiguero se puso a funcionar de nuevo, bailaron, y Núñez Feijóo atravesó el telón.

¡Perezaca! Si a mí me aburría escribir otra crónica, ¿podéis imaginaros a Motos sentar a su mesa a otro tipo sediento de poder? En fin, las cosas que hacemos normalmente por dinero no las haríamos ni locos por la democracia.

El día había transcurrido entre las crónicas y análisis de prensa que describían, unos con aplauso oficialista y otros con tono de denuncia, lo que más que una entrevista había parecido un abuso de poder. Sánchez, máxima autoridad del país, cortaba preguntas, interrumpía y echaba su metro noventa largo encima del entrevistador, empequeñeciendo este por falta de recursos, o de seguridad en sí mismo, mientras el otro utilizaba a su antojo un programa supuestamente hostil para calzar a la audiencia su monólogo.

Foto: Pedro Sánchez (d) y Pablo Motos durante la entrevista en 'El hormiguero'. (EFE/Atresmedia/Carlos López)

Claro, tras eso, Feijóo jugaba con una ventaja: ser el segundo y, por tanto, el que responde y critica y cierra. Y se notó que el equipo de asesores de campaña había estudiado muy bien la invasión de Sánchez, porque el gallego ocupó el asiento achicharrado con la dulzura de una marea. Repantingado, con chaqueta sport y los botones abiertos por arriba, el contraste con la agresividad de Sánchez le dotó de algo que no suele adornar la figura pública de Feijóo: humanidad. ¿Creíble? Tanto como pueda serla en la encarnación de una pugna por el poder político. Usted dirá.

Si Sánchez aplastó El hormiguero para vender su moto sentado encima de Motos, Feijóo llegó para contestar a Sánchez y, al modo de primo de Zumosol, repartió las hostias que a Motos se le debieron quedar en los apuntes. De hecho, hubo un momento, hacia el final, en que Motos preguntó a Feijóo por Marruecos y admitió que no había conseguido preguntárselo a Sánchez, a lo que el candidato respondió que de Marruecos sabe tan poco como el resto, y añadió que a él sí se le podía preguntar.

El contraste con la agresividad de Pedro Sánchez le dotó de algo que no suele adornar la figura pública de Alberto Núñez Feijóo: humanidad

No es un detalle pequeño: esta fue la nota dominante. Feijóo se vendió como hombre tranquilo que escucha, espera a que el otro termine y busca la complicidad. Repartió bromillas que en Galicia tal vez son más graciosas, habló de su hijo, de su padre muerto, y se colocó en dos coordenadas: orden y cambio, haciendo olvidar tal vez a los espectadores más dormidos en qué estado de desorden transcurrió la última legislatura de Rajoy. Cuando hablaron de Rajoy, ya al final, salía detrás de Feijóo la imagen del otro gallego, y yo, como Latino de Hispalis, me divertía en los espejos del callejón del gato.

Sin embargo, durante toda la entrevista planeó también otra cosa impresionante. Algo realmente prodigioso: un indicio de que Feijóo tiene tanto miedo como Motos a que lo consideren un ultraderechista, es decir, de que el PP presume que su electorado se ha hecho progresista. Es eso que acuñó Quintana Paz, “la PSOE state of mind”, es decir, el considerar que los parámetros del pensamiento progresista actual son la marca de agua de lo normal y aceptable, y que todo lo que salga de esas coordenadas corre peligro de ser considerado riada apocalíptica.

Para que luego digan en Canal Red que la izquierda tiene que dar la batalla cultural con urgencia. Angelicos, creerán que han perdido influencia por eso, o por Motos. ¡Si se quedan quietos, eso se lo batalla Feijóo él solo!

Foto: El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Enric Fontcuberta) Opinión
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¿Cómo obró el prodigio? Motos, al que tanto acusan de fascista en Twitter, parecía querer situar a Vox como un Satanás que el PP debe expulsar en exorcismo de su cuerpo. Entonces, magia, Feijóo alardeaba de las cosas que su gobierno de "cambio"... no piensa cambiar ni loco en caso de que gobierne.

Pese a que dijo que metería Igualdad en Presidencia o que quitaría el impuesto a las grandes fortunas (y hubo aplauso, se ve que tenían algún millonetis en el público, o alguien que realmente no duerme porque desea con intensidad que vengan inversores a jubilarse a Benidorm), Feijóo asumió con tranquila indiferencia los límites marcados por la corrección política. Dicho de otra forma, aunque Sánchez no apareció, ¡había ganado!

Repito: esto a mí me pareció insólito, sobre todo en precampaña electoral, y me hace pensar que PP y PSOE realmente podrían llegar a acuerdos de gobierno para sacar a Vox. O, dicho de otra forma, que el PP le dice a Vox: ahí tenéis todo ese campo para correr.

Ejemplo: cuando Motos le preguntó por los pactos con la ultraderecha, Feijóo presumió de dar la Alcaldía de Barcelona al PSOE. Cuando Motos preguntó por la violencia de género, Feijóo alardeó de haber llevado las riendas de las políticas de igualdad y derechos LGTB en Galicia durante sus mandatos en la línea de lo aceptable. Luego dijo una frase religiosa al ser preguntado por el orgullo gay: “Los derechos LGTB son sagrados”. Nótese el adjetivo, y calcúlense los años que han pasado desde aquel el PP que se opuso con quicos, opusinos, arzobispos y legionarios de Cristo a la consagración del matrimonio igualitario en nuestro país.

Foto: Alberto Núñez Feijóo, en la clausura de la cuarta edición de Taleñt, en 2023. (EFE/Juanjo Martín)

Por ser justos, matices con “la PSOE state of mind” que dice Quintana y de la que habla Vox sí que exhibió algunos: el aborto de las menores de edad no le parece razonable sin permiso paterno, la ley trans la ve como un disparate y la eutanasia no entendí muy bien qué problema tenía, porque Motos le insistió en que oponerse a que un enfermo grave e irreversible deje de sufrir y hacer sufrir a su familia no parece muy liberal, y Feijóo se pasó a lo sentimental y habló de cuando sedaron a su padre agonizante. Lo dicho: ¿qué?

Pero, más allá de eso, y de hablar de lo mal que lo hace Sánchez, Feijóo demostró cuánto ha asumido el PP lo que, hace solo unos años, discutían incluso sectores amplios de la izquierda.

Conclusiones, dos. 1) Feijóo abrió la puerta que Pablo Motos había cerrado negándose a invitar a Vox: la puerta por la que sabremos, con los resultados que saque lo de Abascal, cuánta gente hay en España que entiende, por ejemplo, que la ley de violencia de género es algo que debe reformarse, es decir, hasta qué punto PP-PSOE es, en estas materias, el sentido común español. Y 2) Aunque se atacó a Sánchez, su vara moral parece ser la que rige en el PP de hoy, si excluimos a Ayuso.

¿Funcionó el exorcismo? Desde luego, con la gente de izquierdas que tiene Twitter, no. Eché un ojo mientras hablaban Motos y Feijóo, y los guardianes de las esencias los llamaban fachas y hacían memes.

Pd: Mi momento favorito fue, sin embargo, otro. En un momento dado, Motos le preguntó a Feijóo qué le gusta hacer para divertirse, y Feijóo respondió algo así como "a mis 61 años tengo un hijo pequeño, así que imagínate". Y yo entendí que lo que le gusta es el folleteo, y en el público se oyó alguna risilla aislada, pero Motos entendió que se refería a que le gusta cuidar de su hijo, y Feijóo dijo que sí, y a continuación se puso a sudar.

Si Freddie Mercury pudo grabar los temazos de Innuendo ya totalmente corroído por un sida terminal, ¿no iba a entrevistar Pablo Motos a Feijóo al día siguiente del chorro de verborrea aplastante de Pedro Sánchez? The show must go on. Además, Motos hace yoga y cosas raras, meditación, pinopuente, deporte, eso que hacéis vosotros mientras fumo. De modo que, reconstituido, a las 21:55, la maquinaria de El hormiguero se puso a funcionar de nuevo, bailaron, y Núñez Feijóo atravesó el telón.

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