El núcleo de la pelea entre Feijóo y Abascal: la España que quiere Vox
Las recientes tensiones en la derecha española a costa de los pactos alcanzados y los frustrados han concentrado la atención pública. Pero la partida en juego es mucho mayor
El ruido de la semana alrededor del PP y Vox, de los pactos acordados y los frustrados, ha conseguido que se ponga el acento en las tensiones entre ambos partidos y dentro de ellos. El segundo plano que han asumido perfiles como Iván Espinosa de los Monteros ha disparado los rumores sobre una recomposición en las filas de Vox, y la estrategia de pactar y rechazar al mismo tiempo ha llevado a que se acuse a Génova de indefinición. Los ataques de la izquierda, tanto a Vox como al PP, por los acuerdos alcanzados y por la desaparición del término violencia de género, han fagocitado los debates.
Más allá de estos ángulos, hay una serie de cuestiones ideológicas, de significativa relevancia, que sobrevuelan el estrépito cotidiano. Vox no es solo un partido español, sino que está ligado a una derecha que está creciendo en el norte de Europa, que está asentada en el este y que tiene presencia significativa en el sur. Forma parte de un movimiento internacional, en cuyo seno hay diferencias apreciables entre los distintos partidos, pero que comparte un núcleo común con el que están desafiando y, a veces, acabando con formaciones liberales tradicionales. Es natural que Vox trate de poner énfasis en ese núcleo que está asegurando triunfos fuera de nuestro país.
Igualmente, también están obligados a posicionarse ideológicamente de un modo distinto si, como anticipan las encuestas, hay cambio de Gobierno. La salida de Sánchez supondría que todo ese caudal de descontento con el presidente desaparecería de escena, con lo que Vox perdería parte de su discurso, al mismo tiempo que tendría que lidiar, esté dentro o fuera de Moncloa, con un PP que le supera en voto.
Ambos aspectos hacen necesario señalar, más allá de personas concretas, de listas y de peleas electorales, el modelo de país que ofrece Vox, cuáles son sus claves ideológicas y cuál será su posición política en los tiempos próximos. Máxime cuando, en Bruselas y en Berlín, el ascenso de los de Abascal es analizado con preocupación.
Los temores de Bruselas
Vox se inscribe en la misma línea que Giorgia Meloni y la derecha polaca de Ley y Justicia; forman parte del mismo grupo y tienen una visión muy parecida sobre el futuro del continente: más Europa y mucha menos Unión Europea. Abogan por la soberanía de las naciones y por la defensa del estado nación, lo que tiene un encaje complicado dentro del actual marco europeo. AfD ha propuesto en Alemania la ruptura de la UE y la creación de una federación de Estados, y esta es la postura límite hacia la que el resto de las derechas tienden. Vox es muy hostil con la burocracia bruselense y la idea de la soberanía nacional está presente.
Vox entiende que todas las grandes naciones, como Francia, Reino Unido o EEUU, están desplegando políticas proteccionistas
Otro de los aspectos que suscitan debate es su defensa del proteccionismo. Es una postura que sostienen desde una posición matizada, que ligan con el signo de los tiempos. El equipo directivo de Vox, que dice adscribirse al liberalismo político y, por tanto, a la separación de poderes y los contrapesos institucionales, es menos amable con el liberalismo económico desplegado en la era de la globalización. Entienden que todas las grandes naciones, como Francia, Reino Unido o EEUU, están desplegando políticas proteccionistas que resultan útiles en un contexto como el presente. Creen que esa idea del liberalismo, según la cual el mercado era una suerte de dios que lograría evangelizar a los estados autoritarios, ha demostrado ser un fracaso. Es hora de cambiar el paso: "Cuando Kissinger y Nixon negocian con Mao no lo hacen para democratizar China, sino para alejarla de Rusia. Estaban persiguiendo sus intereses, y esa perspectiva es importante hoy. La prueba es que los países que más han impulsado el liberalismo económico, como EEUU o Reino Unido, están regresando hacia una protección de sus intereses", afirman desde Vox.
Advierten que esta defensa del proteccionismo, sin embargo, es perfectamente compatible con otros elementos del liberalismo económico: el funcionamiento del mercado, la ausencia del Estado en la economía y la mirada fiscal (menos impuestos) pertenecen claramente a ese ámbito. "Esa es la perspectiva adoptada por los actuales gobiernos polaco e italiano y les está funcionando".
Vox es pro-OTAN, pro-Israel y anti-Putin: el grupo europeo del que forma parte tiene como socios al Likud y a los republicanos de EEUU
Otro de los aspectos controvertidos es su posición internacional. El líder de la CDU alemana, Friedrich Merz, ha afirmado recientemente que nunca pactará con la extrema derecha, la AfD, porque son un partido antisemita. Del mismo modo, se ha acusado a formaciones de este espectro de simpatizar con Putin y estar en contra de la OTAN. Vox es pro-OTAN, pro-Israel y anti-Putin. Insisten en que el grupo europeo del que forman parte, el ECR, tiene como socios al Likud y a los republicanos estadounidenses, lo que demuestra claramente su adscripción, que están totalmente a favor de la OTAN y que ningún discurso suyo ha sido favorable a Putin, más al contrario.
El cuarto tema por el que en Bruselas se teme a Vox es su posición sobre la inmigración. En este caso, la alarma es mucho menor, dado que las políticas migratorias están cambiando en el seno de la Unión. El acercamiento entre Macron y Meloni sobre la inmigración es una señal clara, como lo son las medidas que los gobiernos del norte de Europa llevan tiempo tomando.
Prefieren la inmigración latinoamericana, ya que compartimos con ellos cultura, historia y muchos valores, a la magrebí
En el caso español hay, sin embargo, una particularidad. Desde Vox siempre se insiste en que se oponen a la inmigración ilegal, ya que "además de vulnerar la ley, supone un agravio para los inmigrantes legales, implica un gasto adicional y elevado en los recursos públicos propios del Estado del Bienestar y perturba la posibilidad de condiciones dignas de empleo, al impulsar los salarios a la baja". Creen además que esta clase de inmigración es un problema, porque la mayoría de quienes vienen por esos cauces son varones jóvenes, la franja de la población "que más tendencia tiene a cometer delitos".
Afirman, por tanto, estar a favor de una inmigración controlada, bajo demanda y de acuerdo con criterios económicos y con las necesidades de empleabilidad del país. Sin embargo, y esta es la particularidad española, entienden que el criterio de asimilación debe ser importante: prefieren la inmigración latinoamericana, ya que compartimos con ellos cultura, historia y muchos valores, antes que la magrebí o la africana, cuyas costumbres y modos de vida chocan con los nuestros. Advierten, además, del potencial negativo de esta clase de inmigración: "La experiencia de los países nórdicos nos pone bajo alerta, ya que ha generado mucha inseguridad, inadaptación y más peligro para las mujeres".
Las derechas populistas han encontrado un filón electoral entre quienes se oponen a la transformación verde
El último aspecto que preocupa en Bruselas es relevante, en la medida en que es uno de los temas centrales de la política contemporánea. Vox insiste mucho en la Agenda 2030 como parte esencial de una serie de políticas dirigidas a combatir el cambio climático. La transformación verde es relevante, en la medida en que las derechas populistas han encontrado un filón electoral entre quienes se oponen a ella. El crecimiento de la extrema derecha alemana, la AfD, que está en el 20% de intención de voto, no puede entenderse sin la insistencia del Gobierno germano en acelerar la transformación: el coste que están afrontando los ciudadanos ha generado mucho descontento. Algo similar ocurrió con el partido holandés de los agricultores o, antes, con los chalecos amarillos. La polémica de Doñana y los regadíos tiene también que ver con este tipo de malestar. Vox se opone a las políticas climáticas y a la transformación verde, y apuesta por la nuclear y por los hidrocarburos. Esto va en una línea totalmente contraria a la marcada por la Comisión, para la que la transformación verde es crucial.
Las desavenencias españolas
Los populares están convencidos de que, dada su posición en el mapa de partidos y su mayor fuerza electoral, podrán lidiar con Vox ("domesticarlo") en el caso de que se vean obligados a gobernar con los de Abascal. Esperan una convivencia que puede sufrir tensiones, pero que serán solventables gracias al mayor poder popular. Sin embargo, los proyectos de ambos en el terreno nacional, que pueden coincidir en muchos aspectos, varían notablemente en cuanto a intensidad. Vox, por ejemplo, posee una visión profamilia, que se asienta en el rechazo de la misma que entienden que han fomentado posmodernos y marxistas. Creen que es un "espacio de libertad contra el Estado y contra las derivas autoritarias del mismo", así como "un reducto básico y mínimo en el que todo el mundo puede resistir". La defensa de la familia es habitual en las derechas europeas, y Vox no se separa ni un ápice de ella.
Sin embargo, hay un matiz añadido, el que se refiere a la demografía. Abogan por políticas de natalidad activa, y no solo por racionalidad económica, de cara a tener habitantes que puedan sostener las futuras pensiones, sino que lo perciben como "una apuesta por la continuidad de la cultura española, que puede verse debilitada si cada vez hay menos nacionales".
"Feijóo asumirá postulados nacionalistas si le son útiles para gobernar, como ya hizo en Galicia"
En segundo lugar, Vox entiende que la unidad de la nación es defendida de manera endeble por los populares, y un ejemplo ha sido Barcelona, "donde el PP ha aupado a la alcaldía a los socialistas; nosotros no diferenciamos entre el mal mayor y el menor, y el PSC y ERC son parte de lo mismo". Creen que Feijóo asumirá postulados nacionalistas si le son útiles para gobernar, "como ya hizo en Galicia", y eso supone "ganar oxígeno a costa de la disrupción del Estado".
El tercer asunto de confrontación gira alrededor de la ideología woke, "que introdujo la izquierda, pero que al PP ha aceptado en muchos aspectos, e incluso se ha adelantado a ella, como con la ley trans de Ayuso". Insisten en que todo lo que el PSOE de Zapatero legisló sobre memoria democrática y violencia de género lo mantuvo el PP, y que probablemente ahora ocurra igual. Tampoco creen que el PP vaya a prestar atención alguna a la tergiversación de la historia de España que se está produciendo en los últimos años, que es parte de "un movimiento internacional: en Iberoamérica lleva el nombre de indigenismo, y aquí el de memoria histórica".
El elemento final de divergencia "es el lugar que España debe ocupar en el mundo. Para nosotros, España no es una nación seguidista y conformista, como la percibe el PP: queremos un país que aspire a tener un papel importante en Europa, Iberoamérica y EEUU, y que sea líder en algunos ámbitos".
Los elementos ideológicos, por tanto, que separan a Vox y PP no son menores. Veremos cómo se conjugan si Sánchez sale del Gobierno y qué papel juega cada uno en el bloque de la derecha española.
El ruido de la semana alrededor del PP y Vox, de los pactos acordados y los frustrados, ha conseguido que se ponga el acento en las tensiones entre ambos partidos y dentro de ellos. El segundo plano que han asumido perfiles como Iván Espinosa de los Monteros ha disparado los rumores sobre una recomposición en las filas de Vox, y la estrategia de pactar y rechazar al mismo tiempo ha llevado a que se acuse a Génova de indefinición. Los ataques de la izquierda, tanto a Vox como al PP, por los acuerdos alcanzados y por la desaparición del término violencia de género, han fagocitado los debates.