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La protesta de la Barcelona invisible: el barrio del Baix Guinardó como síntoma
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El agujero negro de la ciudad condal

La protesta de la Barcelona invisible: el barrio del Baix Guinardó como síntoma

Su historia es la de un núcleo del viejo municipio de Sant Martí de Provençals agregado a la capital catalana, integrado a la misma con el coste de perder su esencia de caminitos rurales

Foto: El barrio barcelonés de Baix Guinardó. (Joan Mateu Parra)
El barrio barcelonés de Baix Guinardó. (Joan Mateu Parra)

El Baix Guinardó, al menos su nombre, suena a chino para la mayoría de barceloneses, poco o nada avezados en el conocimiento de los barrios de su ciudad. Esta zona tiene la desgracia de ser una especie de agujero negro entre cuatro latitudes importantes, y eso acarrea el mutismo o una profunda ignorancia sobre sus múltiples e irresueltos conflictos.

Al este, hacia el Besós, el Hospital de Sant Pau marca su frontera. Su lado de montaña tiene como indiscutible referencia el Park Güell, mientras hacia el mar el reclamo es la Sagrada Familia. Por último, el oeste en dirección Llobregat depara la inminente cercanía con la antigua villa de Gràcia, último núcleo del centro urbano.

Foto: Vista de Barcelona y la basílica de la Sagrada Familia. (Reuters/Nacho Doce)

Asimismo, para muchos ciudadanos de la capital catalana, el concepto de periferia es más bien difuso. En realidad, empezaría en el Baix Guinardó, cuya historia es la de un núcleo del viejo municipio de Sant Martí de Provençals agregado a Barcelona, integrado a la misma con el coste de perder su esencia de caminitos rurales, engullidos por el avance del Eixample y la consecución de la ronda del Guinardó entre los años cincuenta y los setenta del siglo pasado, hasta 2009 una autopista urbana con un doble viaducto, idónea para asentar la contaminación acústica y la polución entre los vecinos.

Las reivindicaciones del final del franquismo propiciaron la llegada del metro en 1974 y que los terrenos de la Compañía de Aguas de Barcelona pasaran a ser el Parque de las Aguas, remodelado en distintas ocasiones y un notorio pulmón verde en una zona a rebosar de hectáreas públicas con esta función, como los Jardins del Baix Guinardó, reemplazo del Cuartel de Caballería de Lepanto, en la parte baja de la barriada, donde antes convivió con uno de los primeros campos de fútbol del histórico C.E. Europa.

Las reformas en este barrio siempre son en sus aledaños, los más válidos para trazar un discurso de ciudad. En su limes con Gràcia, la avenida de Pi i Margall abandonará la sobredosis de cemento y será un paseo arbolado con un 70% de extensión para la vegetación y los peatones. En el próximo a la Sagrada Familia, los cambios se perciben desde hace años. El más visible es la irrupción de un restaurante de comida rápida estadounidense en una esquina junto al Hospital de Sant Pau, donde antes hubo una tienda de electrodomésticos muy popular en este perímetro medio desangelado, preludio de tantas atracciones.

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Foto: Joan Mateu Parra.

Uno de los edificios patrimoniales más destacados del Baix Guinardó es el Mas Casanovas, cuyas torres son limítrofes al hospital modernista, separándolos la empinada calle de Cartagena. El Mas ha visto de todo. Su apellido remite a los grandes terranientes de cuando pertenecía a un universo rural. En 1900 fue vestuario del incipiente Barça, además de granjearse fama de picadero por su posición medio oculta hacia la montaña. Ese hotel de lujo pasó a mejor vida y dio pie durante la Segunda República a la Escuela Pablo Iglesias, reemplazada 'a posteriori' por la Guardia Civil antes de retomar lo educativo, esta vez con bautizo relativo al obispo Irurita.

En la actualidad, vuelve a denominarse Escola Mas Casanovas y es un centro particular por su idiosincrasia. Es de alta complejidad, con alumnos de más de 29 nacionalidades. Muchos menores provienen de situaciones difíciles, hay niños con capacidades diferentes y muchos de ellos provienen de contextos familiares difíciles.

Para mejorar esta problemática, la escuela se ha adherido con el Hospital de Sant Pau y su recinto al programa Magnet, cuyo fin es paliar la segregación escolar en Cataluña, además de generar estrategias para una escolarización equilibrada. En el caso del Mas Casanovas, el programa pone el acento en "ayudar a los infantes a crecer harmónicamente en sus aptitudes, potencialidades y valores humanos para profundizar en el aprendizaje entre iguales, la labor cooperativa, la práctica reflexiva del equipo docente y la transformación de los espacios educativos, tanto interiores como exteriores, en pos de un mayor aprovechamiento sostenible".

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Foto: Joan Mateu Parra.

Todas estas medidas han sido alabadas por los padres del Mas Casanovas, pero pueden perderse a partir de un nuevo elemento inesperado. Desde diciembre, la paz se ha roto, incluso con manifestaciones, ante la llegada en marzo de 2022 de un hotel para personas sin hogar con adicciones a 10 metros de la escuela, una catástrofe con repercusión más allá de lo pedagógico, pues este tipo de albergues suele conllevar una devaluación de la zona donde desarrollan sus actividades.

El hotel será gestionado por ABD, Asociación Bienestar y Desarrollo, única organización presentada al concurso público para la plaza, convocado en septiembre por el Ayuntamiento de Barcelona y resuelto con pasmosa velocidad en diciembre. Esta ONG viene precedida en estas lides por su trabajo en el equipamiento pionero del ramo en el albergue Pere Tarrés de Les Corts, a punto de mudarse al Baix Guinardó, con la Generalitat de Cataluña a favor del traslado.

Perjuicios y contradicciones del nuevo hotel

El hotel ocupará las instalaciones del Aristol, donde hace décadas recaló el consulado chino. Ahora, me comenta Luis, de Patrimoni Valls, propietaria patrimonial del inmueble, su crecimiento como gigante mundial les hizo buscarse una sede más pomposa en el Tibidado.

Llamo a Luis para saber la opinión de su firma para con la polémica. No se pronunciarán en firme mientras no se defina el plan. Ellos tienen un contrato, sí, y por eso mismo debo hablar con Gerardo Bru, gerente del Aristoi. Bru declaró a otro medio estar en México y no saber del asunto. Su hotel lleva cerrado desde enero debido a la pandemia y su reconversión en marzo es una incógnita. El secretario del gerente nos envía su correo electrónico y la comunicación de haber informado a su jefe de nuestro interés por entrevistarlo.

El Hotel Aristoi tiene tres estrellas y unos precios más bien elevados, justificándolos por su proximidad a la Sagrada Familia, su única razón de ser, o eso se deduce de la publicidad de su página web, donde el Baix Guinardó no aparece ni por asomo.

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Foto: Joan Mateu Parra.

Esta serie de interrogantes persiste cuando establecemos línea con el ayuntamiento con la esperanza de departir sobre el conflicto con Rosa Alarcón, concejala socialista del Distrito de Horta-Guinardó, cuya sede es el chalé donde tenía su domicilio el administrador de la Compañía de Aguas.

El responsable de prensa de Alarcón nos dice que nos llamará un día por la tarde, a las cuatro. Atendemos media hora. Mandamos un wasap para fijar otra conversación telefónica. Al cabo de 20 minutos, nos responde a nuestras preguntas sobre el Mas Casanovas, sin aclararnos la incertidumbre de la postura municipal sobre la lucha de otra iniciativa vecinal del Baix Guinardó, con el siguiente comunicado: "Este equipamiento pionero en Cataluña lleva funcionando desde hace un año y medio en Les Corts, con muy buenos indicadores sociales y de salud en personas sin hogar que sufren adicciones a sustancias, principalmente alcohol. Tal como se comentó durante su puesta en marcha, en el contexto de emergencia sanitaria provocada por el covid-19, la voluntad del Ayuntamiento de Barcelona es que se mantenga en la ciudad como un equipamiento estable".

Los padres de la AFA del Mas Casanovas han creado la Plataforma Reubicació Alberg Hotel Aristol. Quedo con David de la Torre y Clara López en una terraza del Guinardó. Todo ha saltado por los aires y todo está en tela de juicio desde la indignación devenida obsesión en forma de cabreo superlativo. No pueden comprender cómo se opta por un hotel a 10 metros de un centro escolar para acoger a personas sin hogar con adicciones. Los defectos son interminables. La calle Cartagena es de endiablada subida, con muchos coches. No se respetan normativas municipales. Según ellos, es alucinante que un club de cannabis, hay dos en las inmediaciones, pueda estar a 100 metros de un centro escolar, en cambio esto irá a 10 metros de acera a acera. "En algunas reuniones nos han llamado aporafóbicos y burgueses, cuando no es ni miedo a la pobreza ni lo otro lo que nos mueve". "Es", remata Clara, educadora social con tres lustros de experiencia, "poner frente a frente a dos colectivos vulnerables, como son los inquilinos del hotel y los alumnos del Mas Casanovas, como si nadie hubiera evaluado los riesgos para las criaturas". Lo del programa Magnet se esfumará con el nuevo cometido del hotel. Según la lataforma, Jaume Collboni, socialista primer teniente de alcaldía y antiguo alumno del centro, no se ha dignado a reunirse con ellos.

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Foto: Joan Mateu Parra.

Clara y David, junto a otros miembros de la plataforma hilvanada desde la AFA, temen que se reproduzca la cotidianidad de las calles de Les Corts adyacentes al albergue pionero, entre peleas, jeringas, meados y borracheras, una visión nada aconsejable para los más pequeños, más aún por las condiciones de alta complejidad del Mas Casanovas. "Si el hotel no tiene patio", esgrimen, "se pondrán en el pequeño jardín del Hospital de Sant Pau, y tampoco creemos que eso beneficie a un lugar Patrimonio Mundial de la Unesco". Para ambos, es un escándalo que el ayuntamiento les haya asegurado que el Aristol es el único enclave posible para el hotel para personas sin hogar con adicciones.

El desconcierto, si se quiere, concierne a lo espacial desde un amasijo de papeleo nada claro. En su combate, han usado las redes sociales, y algunos concejales de Barcelona en Comú se metieron en la refriega con intensidad. No pueden comprender cómo esta formación, en el Gobierno del ayuntamiento en coalición con el PSC, se cuelgue medallas y distribuya a lo grande una agenda para los infantes para mejorar su bienestar, de sugerente decálogo violado, insisten, cuando el hotel para personas sin hogar con adicciones sea una realidad, un daño más en el desdén del ayuntamiento para con el Mas Casanovas. La pacificación del entorno del centro, obligatoria, es un simulacro, sin nadie atento a si transitan vehículos, con las motos desplazándose sin respetar lo establecido en esos metros entre Castillejos y Padilla dominados por las torres con vistas al hotel de la discordia, esquinado y ahora mismo cerrado a cal y canto.

Para la arquitecta Cristina Goberna, hay otro factor donde incide la devaluación del barrio. La búsqueda del lugar es por eliminación, causa menos molestias en un barrio desconocido que en uno de la zona alta como Les Corts. Un ejemplo de esto sería el Centro de Urgencias de Atención Primaria del 'carrer' Perecamps, en lo más profundo del Raval. Desde 2015, se responsabilizó de una narcosala y a nadie le interesa tenerlo cerca, pero en ese emplazamiento causa menos ruido.

Un huerto como alternativa

El Baix Guinardó está fuera de cámara. Sus bordes son sucursales para acceder a lo visible. En 2019, se activó una lanzadera de autobuses para el Park Güell en la boca del metro de Alfons X, sita en la ronda del Guinardó.

El Mas Casanovas dista unos 100 metros del otro punto caliente del barrio. Durante más de seis décadas, la granja Guillén fue una referencia de regusto a otro instante histórico. Proporcionaba leche al vecindario y su dueño, Paco, reconocido tanto de joven como en su madurez, era bien amado por la mayoría de habitantes. Era sencillo dialogar con él en su huerto del torrente de Lligalbé, contento de contar las historias de la barriada, la euforia de la pureza antes de la barrida del Eixample y la nostalgia de aquel entonces cuando nos saludábamos por la calle y el todo no se había despersonalizado.

Este torrente es el topónimo más antiguo de la zona, con documentación datada en 1158. El barrio es abundante en riachuelos, determinándose su morfología por los mismos. La granja y el huerto de Paco fueron la resistencia a la urbanización de su feudo por todos lados, con el Eixample imperioso en la aniquilación de las estructuras rurales y la ronda del Guinardó devorando el terreno junto a la Compañía de las Aguas.

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Foto: Joan Mateu Parra.

El Lligalbé y su meollo no podrían entenderse sin los pasajes de Sant Pere y Boné, de los años veinte de la anterior centuria y muestra de cómo se articulaba la ciudad en los pueblos agregados en 1897. Un empresario de arpillería compró esas hectáreas y mandó construir dos travesías unidas por una escalera interna. Las casitas, rodeadas de fábricas, tenían patio, un lujo venido a menos en su disfrute por el ingreso de ese pequeño paraíso en la modernidad.

Los 'passatges' de Boné y Sant Pere son casi el único legado patrimonial de ese Baix Guinardó de los orígenes. Están condenados, y antes de la pandemia la idea era demolerlos para así ampliar una residencia de mayores.

Su relación con 'torrent' de Lligalbé es física, el 'passatge' de Sant Pere conecta con él pese a estar cortado por el 'carrer' de Lepant, y de configuración ambiental. Su unión es la de un paisaje histórico, señas de identidad cada vez más ausentes en la irresistible homologación de Barcelona y las grandes capitales.

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Foto: Joan Mateu Parra.

El 'torrent' de Lligalbé solo aguanta como topónimo. El Plan General Metropolitano de 1976 proponía edificar en su espacio, con quejas vecinales durante todo el período democrático por no querer perder la luz actual, coronada por el mural más alto de la capital catalana en una plaza con bancos y faroles, cara a cara del huerto y efímera según estas previsiones.

A mediados de la pasada década, el ayuntamiento tiró el huerto cobertizo del señor Paco, amo de la Granja Guillén, ejecutada por la piqueta en 2019, amontonándose sus restos en un descampado donde, de repente, asomaron las caballerizas. Al cabo de poco tiempo, fue vallado con una reja, nulo impedimento para dar a esa arena, base del futuro inmueble, un rol de cementerio de latas de cerveza.

Tampoco era nada inusual. Con el 'torrent' del Lligalbé y sus aledaños se ha usado el método del abandono sistemático para aplicar sin trabas lo estipulado en el PGM, práctica habitual en los márgenes. La inacción es omisión. La inercia del desgaste aniquila y allana. En el 'passatge' de Boné viven okupas, y como nunca han alzado la voz podrán subsistir en esas cuatro paredes mientras no las echen abajo.

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Foto: Joan Mateu Parra.

El 8 de mayo de 2021, el colectivo Hort el Brot ocupó los terrenos. El señor Paco Guillén se volcó para transmitir al grupo sus conocimientos agrícolas. En Barcelona, el huerto urbano es una bandera de la sostenibilidad, y hubiera bastado con otorgar al del Lligalbé esta categoría para zanjar el entuerto, calificado de manera despectiva como mera okupación por el ayuntamiento. El martes 5 de octubre de 2021 unos agentes acudieron con una orden de desahucio, parada por la acción vecinal de unas sesenta personas. Esa espada de Damocles pende sobre en la conciencia de esta pequeña comunidad, con la incertidumbre de su probable y definitiva repetición.

David Platja, profesor de Filosofía y portavoz del Hort del Brot, define el proyecto desde tres bases. "Somos un huerto, un jardín y un espacio abierto a todo el mundo de todas las culturas. La concejala Rosa Alarcón, con quien ahora las relaciones van encauzándose, dijo que nosotros no éramos vecinos, cuando de los veintiocho participantes, veintidós viven en el barrio. Hay seis extranjeros y lo de okupas no se sostiene se mire como se mire porque somos jubilados, administrativos, maestros de catalán, trabajadores de compañías de seguros, técnicos municipales, fotógrafos, cocineras, educadores sociales, estudiantes y un largo etcétera de oficios".

L’hort el Brot tiene las ventajas de los dones de la naturaleza para sus cosechas, con las aguas del torrente dándoles continuidad en la tradición. El sistema de esta comunidad es asambleario. Al preguntarle a David sobre si se han planteado convertirse en asociación, responde que eso debe proponerse. No ser persona jurídica perjudica y entorpece la hipótesis de acuerdos con el Consistorio, quien ha bajado las armas por el momento se cumple con el imperativo silencio nocturna, con quejas escasas o nulas, y dar seguridad al lugar, para Cristina Goberna un buen campo de pruebas para recuperar algo arquetípico de las ciudades, los espacios libres no normativizados.

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Foto: Joan Mateu Parra.

Sin embargo, el ayuntamiento tiene un plan con viviendas privadas, otras de protección oficial y una zona verde, prevista para dentro de tres años. Mientras tanto, L’Hort el Brot ha tendido puentes con la Asociación de Vecinos del Baix Guinardó, receptora de subvenciones oficiales.

Un enlace de pacto con esta AVV partiría de la defensa del Patrimonio circundante de Boné y Sant Pere. La existencia del huerto podría ser el revulsivo para un centro pedagógico sobre la Historia del Barrio como síntesis, un paisaje especial único para exhibir la diversidad del Baix Guinardó. Asimismo, el huerto reforzaría los lazos de solidaridad con sus alimentos, con precedentes en Barcelona en el Banc Expropiat de Gràcia, cuyo banco de hortalizas iba a los más desfavorecidos del barrio.

La Asociación de Vecinos del Baix Guinardó son críticos con el ayuntamiento con relación al 'torrent' de Lligalbé, acusándolo de degradarlo deliberadamente cruzándose de brazos. No están de acuerdo con el proyecto municipal, y tampoco consideran el huerto como vertebrador patrimonial. Aquí, su respuesta revela un conocimiento muy corto de las medidas, pues dicen que un hito de camino se ha guardado, cuando esa piedra casi milenaria no se ha movido de su esquina y será la única pieza conservada del conjunto si se lleva a término lo programado.

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Foto: Joan Mateu Parra.

La Asociación es bastante vaga en sus contestaciones. No se posicionan en la polémica del Mas Casanovas y proclaman trabajar por el barrio y la mejora de su convivencia. Si ello implica hablar con otros grupos están abiertos a ello, como acaece con cualquier proyecto del Baix Guinardó.

Nuevas voces en un nuevo tiempo

"El gobierno de los 'comuns' es casta universitaria, despotismo intelectual. Ellos lo saben todo, todos los vecinos somos ignorantes. Nunca se equivocan. Lo harían si nos escucharan si nos hicieran caso. Es por nuestro bien que ni siquiera nos consideran. Como dijo Hanna Arendt, son la minoría supuestamente experta delante de la mayoría, supuestamente ignorante. ¿Cómo puede concretarse una modificación del Plan General Metropolitano sin negociarlo con los vecinos afectados? Nos han robado la voz, nos han invisibilizado como red vecinal".

Este comunicado de la plataforma vecinal Un altre MPGM és Possible nos transporta al barrio de Gràcia, uno de los más sólidos a nivel asociativo. En noviembre de 2018 se movilizaron para salvar una encina bicentenaria y dos casitas de principios de siglo XX en el 'carrer' de l’Encarnació. Eloi Badia, concejal del distrito, agradeció el empeño de los vecinos y prometió mantenerlas con quince viviendas dotacionales con zona verde para dar raigambre al árbol. Hoy en día nada se ha hecho, aunque la protesta dio el pistoletazo de salida a la revisión del catálogo patrimonial, a consolidarse con una reforma del Plan General Metropolitano en la Villa. El pasado jueves 13 de enero lo expusieron telemáticamente, con las quejas de los implicados por no tener ni voz ni voto, una especie de constante, pues los representantes de l’Hort el Brot también vieron negada su asistencia a los plenos del Distrito de Horta-Guinardó.

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Foto: Joan Mateu Parra.

El Lligalbé no es el único huerto de estas características. En Nou Barris, el huerto comunitario 'Date una huerta' ha sufrido tres intentos de desalojo. En Sant Andreu, la plataforma Fans del Porta a Porta, de irónico nombre, no ceja en su empeño diario de denunciar cómo el ayuntamiento hace oídos sordos a sus peticiones, nada renuentes a la recogida selectiva de residuos. Ese no es el problema, más bien la imposición de un sistema con pocas luces en un barrio de alta densidad demográfica, en las antípodas de Sarrià, donde se inauguró la propuesta. Llevan meses con el anhelo de ser escuchados, topándose con la cerrazón de los responsables municipales.

Las Asociaciones de Vecinos de Barcelona fueron un baluarte democrático a finales del franquismo. Los barrios consiguieron metamorfosear el espíritu de las AVV, antes muy centradas en adquirir la iluminación navideña para las calles. Esta desconexión de la realidad se anuló cuando los habitantes del Carmel, Nou Barris o el Guinardó reclamaron infraestructuras como plazas, colegios, un banco, jardines y elementos para vivir como seres humanos. La llegada de la democracia supuso que muchos de sus adalides fueran candidatos de los partidos de izquierda, desinflándose ese suspiro eufórico.

Con la pandemia, muchos barrios tomaron cartas en sus propios asuntos, de Clot a Vallcarca, de La Prosperitat a Sants. El Baix Guinardó es un síntoma. Las plataformas alternativas ven a las Asociaciones de Vecinos tradicionales como palmeros del ayuntamiento, y sin excesivas ganas de colaborar con la nueva ola. Puede ser el signo de los tiempos y la paradoja de localizar más descontento en los barrios cuando gobiernan partidos de izquierdas. Muchos de los integrantes de estos colectivos nos han confesado ser antiguos votantes de Ada Colau al creer en la ideología del bien común, desencantándose por ver como se aplica una cotidianidad fundida en negro por carecer de repercusión mediática, como si BCN siempre llevara la batuta, como si la Barcelona de sus ciudadanos estuviese sentenciada a quedar fuera por no lucir en la postal.

El Baix Guinardó, al menos su nombre, suena a chino para la mayoría de barceloneses, poco o nada avezados en el conocimiento de los barrios de su ciudad. Esta zona tiene la desgracia de ser una especie de agujero negro entre cuatro latitudes importantes, y eso acarrea el mutismo o una profunda ignorancia sobre sus múltiples e irresueltos conflictos.

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