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Las contradicciones del bien común: las reformas a final de legislatura de la Rambla y la Via Laietana
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Ruido y tráfico en el corazón de Barcelona

Las contradicciones del bien común: las reformas a final de legislatura de la Rambla y la Via Laietana

Las dos grandes apuestas son la modificación de una arteria esencial en la conexión del mar con el Eixample y la avenida más emblemática de la ciudad, criticada tanto por expertos como por muchos barceloneses

Foto: Una persona pide dinero en las Ramblas de Barcelona. (Joan Mateu Parra)
Una persona pide dinero en las Ramblas de Barcelona. (Joan Mateu Parra)

La pandemia no entraba en los planes de nadie, tampoco del Ayuntamiento de Barcelona. En su proyecto, la reforma de un importante espacio del centro urbano no figuraba a finales de legislatura, donde, según reza la leyenda, estas novedades pueden ser penalizadas a nivel electoral.

Las dos grandes apuestas, en marcha a lo largo de la primavera de 2022, son la modificación de la Via Laietana y la Rambla, es decir, una arteria esencial en la conexión del mar con el Eixample y la avenida más emblemática de la ciudad, criticada tanto por expertos como por muchos barceloneses, expulsados de ese kilómetro con cierta curvatura, escondrijo de la forma de un torrente. El parque temático y la marca BCN coparon una gallina de los huevos de oro muy mermada durante lo más intenso de la crisis sanitaria, cuando los empresarios de la restauración invitaron a la ciudadanía a visitarlos, algo natural antaño y anómalo ahora, con su oferta centrada en el guiri estándar.

La Via Laietana debió tener su instante de esplendor en la inmediata posguerra

El contexto es muy importante para comprender la esencia de ambas. La Via Laietana, financiada con dinero del Banco Hispano-Colonial del Marqués de Comillas, supuso partir la ciudad antigua con motivo de una reforma interior. Se perdieron decenas de calles añejas, fotografiadas para el recuerdo y desde 1908 suplantadas por bancos, compañías de seguros y un largo etcétera de firmas y particulares, como Francesc Cambó, instalados en inmuebles más Chicago que París, con el Palau de la Música al lado, como si así esta nueva clase adinerada se contrapusiera, una paradoja desde el sostén económico de Comillas, a la aristocracia de más rancio abolengo del Liceu, afincada en la Rambla. Entre los encargados de tender esa conexión de control policial del centro al puerto, donde aún había muchos palacios oficiales, estuvieron Josep Puig i Cadafalch y Lluís Domènech i Montaner, arquitectos paradigmáticos del Modernismo además de fundadores de la Lliga Regionalista, el partido de la clase industrial conservadora catalanista de la Restauración. Cambó, a la postre su hombre fuerte en Madrid, tiene una estatua dando la espalda a la primera sucursal de La Caixa. Con la modificación, con un presupuesto de 32,9 millones a dividir en dos tramos constructivos, se ignora si ese busto algo diabólico permanecerá como punto de vista hacia el mar.

La Via Laietana debió tener su instante de esplendor en la inmediata posguerra. Lo atestiguan el esmero de las fotografías de Català-Roca o su presencia como sitio de gente bien en 'Nada', de Carmen Laforet. Para el habitante de la capital catalana, siempre ha sido más bien una pesadilla, y si durante el franquismo fue su temible comisaría, aún motivo de discusiones políticas y escenario de altercados independentistas, hasta ahora el rechazo nacía de lo estrecho de las aceras, cuya medida más común apenas rebasa los dos metros y medio, con la consiguiente hegemonía del tráfico rodado. La suma de ambos factores tiene como consecuencia una contaminación acústica, siempre aposentada en el podio barcelonés con niveles de ruido superiores a los 80 dB, cuando la OMS cifra lo soportable en 53 decibelios.

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El informe 'Ruido ambiental y Salud Pública en la ciudad de Barcelona', elaborado por la Agencia de Salud Pública de Barcelona, arroja datos preocupantes. Cada año fallecen 130 personas por enfermedad cardiovascular atribuible a la exposición crónica a la contaminación acústica. Un 57% de habitantes está expuesto a un ruido constante de más de 65 decibelios.

Preguntado por si la reforma rebajará esta característica tan tóxica de la Via Laietana, el jefe de prensa de Janet Sanz, segunda teniente de alcaldía y directora del área de Ecología, Urbanismo, Infraestructuras y Movilidad, nos responde con el Programa de Reducción Acústica 2021-2030. Si desciende la velocidad a menos de 30 kilómetros/hora, se bajarán tres decibelios. Los radares serán los encargados de controlarlo, medida que, junto a la ampliación de las supermanzanas y una evaluación mediante sensores de los cambios, no solo quiere centrarse en la Via Laietana. El Eixample es la zona de Barcelona con más contaminación acústica. Desde hace años se habla de dar una vuelta de tuerca a la inmensa cuadrícula de Ildefons Cerdà, dándole estatus de macro supermanzana, pacificándose más de 20 calles. Es un globo sonda ininterrumpido, quién sabe si bloqueado por su ubicación privilegiada y porque aún nadie ha averiguado cómo parar la gentrificación hilvanada desde estos sectores verdes, con evidentes beneficios en la calidad de vida. En 'Palacios del pueblo' (Capitán Swing), su autor, Eric Klinenberg, recoge una estadística según la cual la presencia de vegetación en entornos urbanos disminuye la sensación de peligro y reduce en nueve las pulsaciones por minuto.

El tráfico como manzana de la discordia

Más allá de la contaminación acústica, las quejas por la reforma de la Via Laietana se capitalizan entre sus detractores en la pérdida de un carril de subida, solo accesible para vehículos privados y de la cercana Barceloneta, más ralentizados si cabe por compartirlo con el transporte público y los taxis. Los coches solo dispondrán de uno de bajada, limitado a 30 km/h, mientras las bicicletas dispondrán de un par para cada sentido de circulación, uno de ellos, el de bajada, en compañía de taxis y autobuses.

Alessandro Scarnato, arquitecto y autor del referencial 'Barcelona supermodelo' (Comanegra), juzga la reforma de la Via Laietana como poco atrevida, aunque aplaude la introducción de una plaza en su confluencia con la avenida de la catedral porque así sus dos sectores estarán más imbricados. Aun así, se sorprende de la ausencia de vegetación, sobre todo porque una remodelación de este calado quiere apuntar a un nuevo modelo basado en la sostenibilidad, uno de los axiomas de la obra de gobierno de Barcelona en Comú, en coalición con el PSC.

Scarnato no demoniza uno de los aspectos más controvertidos del asunto. Desde su posición, la Barcelona del siglo XXI no requiere una vía con tráfico privado del Eixample al Port Vell. El litoral cubre esta vieja necesidad. Sin embargo, muchos conductores se preguntan cómo harán para moverse sin obstáculos del Paralelo al 'passeig' Lluís Companys, únicas vías con doble carril de subida y bajada para el tráfico motorizado en un radio de dos kilómetros y medio.

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No hemos recibido contestación del ayuntamiento sobre si han meditado sobre este embrollo, asimismo hermanado con la contaminación acústica, no solo en la Laietana, sino en un perímetro mucho más vasto por la morfología del centro de Barcelona y las decisiones del actual consistorio, más rotundo en la Rambla, donde solo podrán transitar los coches de los vecinos, las bicis y el transporte público.

Scarnato nos explica cómo la última reforma de una de las perlas de Barcelona acaeció en los años ochenta, tocándose poco el aspecto de la arteria, con su pavimento de baldosas onduladas, al poner el acento en lo administrativo y lo inmobiliario, recuperándose palacios de postín como centros museísticos, del Palau Moja al de la Virreina, y ampliándose los horarios comerciales.

placeholder Aspecto de la Via Laietana de Barcelona. (EFE/Quique García)
Aspecto de la Via Laietana de Barcelona. (EFE/Quique García)

La Rambla es una perpetua metamorfosis, con más eco por su popularidad, desvanecida en la contemporaneidad y mitificada por los que aún recuerdan sus quioscos de pájaros, los de periódicos abiertos las 24 horas, las estatuas humanas o la locura diurna y nocturna por su idiosincrasia interclasista, derrotada desde el Fórum de las Culturas, un fracaso de evento con éxito en su repercusión en el modelo de ciudad, por un turismo de bajo coste, como atestiguan las omnipresentes tiendas de 'souvenirs'. Antes fue una riera hacia el mar o la meca de la aristocracia, con el Liceu como catedral. En los años veinte del siglo pasado, se abarrotaba de redacciones periodísticas, conscientes de hallarse en el meollo de la confrontación por el historial de revueltas en la avenida, de la quema de conventos de 1835 a los Hechos de Mayo de 1937. Sus tintes folklóricos durante el franquismo no lograron desposeerla a los barceloneses, arrebatándosela el nuevo milenio.

¿Se puede de verdad recuperar un espacio sin dotarlo de contenido más allá del anhelo de revivir el paseo arriba y abajo de los ciudadanos?

Ahora, el proyecto, terminado desde hace más de dos años, por el equipo Km0, dirigido en su momento por Itziar González, arquitecta y exconcejala de Ciutat Vella, ambiciona ampliar la Rambla, fundiéndose con el monumento a Colón y sus estribaciones hacia el mar. La reforma, con 44 millones de euros de presupuesto y realizable en cinco tramos, creará tres plazas en los tres sectores de la avenida, una en el Pla del Teatre, otra en el Pla de la Boqueria, tristemente recordado por los atentados islamistas de agosto de 2017, y una última entre la iglesia de Betlem y el Palau Moja, residencia decimonónica del marqués de Comillas, con vistas a uno de sus puntales: la Compañía de Tabacos de Filipinas, hoy en día con un Hotel de Núñez y Navarro. Esta trilogía de ágoras resumiría, según la nota de prensa del Ayuntamiento de Barcelona, la voluntad de valorar al peatón y ponderar la visibilidad de todo el patrimonio de la Rambla, sin aclarar muy bien cómo, aunque el incremento de espacio peatonal despejaría ese horizonte, confiriéndose monumentalidad al elenco de edificios señoriales, cuyos muros sintetizan la Historia de Barcelona entre mediados del siglo XVIII y principios del XX, o al menos sus motivaciones.

Al conminarnos a documentación genérica, debemos deducir la propuesta municipal como la ensoñación de recobrar la Rambla para la ciudadanía. ¿Los escollos? Para el arquitecto italiano, una cosa es el papel y otra la plasmación, porque lo más importante, dice, es cómo será el guion que querrá seguir la Administración a nivel de gestión del espacio, con sus palacios y monumentos. Sobre la carta, la iniciativa, prosigue, se cumplen todas las premisas para revitalizarla desde lo ciudadano.

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Entre los peros de la actual Rambla está algo reconocido por el mismo ayuntamiento y sus problemas en el modo de comunicar. Para los turistas, su museo más reconocible es el erótico, con esa Marilyn de mentira en uno de sus balcones, a lo 'La tentación vive arriba'. La Virreina, con una propuesta museística de muchos quilates, sí es reconocida por los barceloneses, no así el Centre d’Art Santa Mónica, en caída libre desde hace un decenio, errático en sus formulaciones. ¿Se puede de verdad recuperar un espacio sin dotarlo de contenido más allá del anhelo de revivir el paseo arriba y abajo de los ciudadanos? Incluso para que eso suceda, debe moldearse hasta la definición una personalidad, y esta suele alimentarse de lo que ofrezca la avenida, con muchos inmuebles de consideración varados, congelados en un tiempo y vacíos en su interior.

La paradoja del Teatre Principal

¿Podría ser la Rambla, a partir de su transformación, una isla museística para extirpar la mala fama del turismo de borrachera? Cabe dudar de ello, porque Barcelona no ha aplicado esta concepción, exitosa en Berlín o Viena, en Montjuic, donde se concentran pinacotecas como el MNAC, fundaciones como la Miró y otros espacios expositivos como el Museo de Arqueología, el Olímpico o el etnológico, por no hablar del castillo de Montjuic o un excelente jardín botánico.

En la Rambla sería posible, pero por otro proyecto, a debutar en 2024, es lícito pensar en una lectura precipitada. El Teatro Principal, pionero de la ópera en la ciudad, jamás recuperó su dinamismo de la Transición, cuando fue transgresor y un buen reclamo para un ocio diverso. El ayuntamiento, juntamente con Inversiones Hoteleras Atir, quiere rehabilitarlo y dedicarlo a la cultura audiovisual y el arte inmersivo, donde el espectador es partícipe.

En el número 2 de la Rambla, la antigua fundición de cañones pudo ser, muy en la línea del Modelo BCN, un museo de la NBA. Se halla en desuso

La colaboración entre lo público y lo privado es una herencia muy del momento Maragall como alcalde y Bohigas como arquitecto y urbanista de la urbe democrática. Aquí choca porque lo aprobado en el Principal se refuta con el Hermitage. La diferencia estriba en que en la Rambla ya hay un edificio, mientras la filial del museo de San Petersburgo redundaría en una cultura de Blockbuster y un turismo adverso en las percepciones ciudadanas, pese a ello bastante indiferentes y desinformadas sobre la operación.

Aun así, lo del arte inmersivo, con un espacio muy frecuentado en el IDEAL del Poblenou, recuerda a cuando el alcalde Hereu quiso reflotar el Paralelo, sancta sanctorum' de las varietés hasta la llegada del tecnicolor y el destape, con espectáculos de 'burlesque', sin repercusión alguna. Las modas, modas son. Bien se haría en una perdurabilidad de lo trazado desde una coherencia de acción. En el número 2 de la Rambla, la antigua fundición de cañones pudo ser, muy en la línea del Modelo BCN, un museo de la NBA. Se halla en desuso. El MNAC lo solicitó hará un lustro como subsede. De momento, su destino acumulará retraso, a buen seguro más que el de la Rambla, cuyas obras, como señala un cartel de la asociación Amics de la Rambla, ya se han demorado más de 2.000 días.

La pandemia no entraba en los planes de nadie, tampoco del Ayuntamiento de Barcelona. En su proyecto, la reforma de un importante espacio del centro urbano no figuraba a finales de legislatura, donde, según reza la leyenda, estas novedades pueden ser penalizadas a nivel electoral.

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