Defensa aplaza la devolución del castillo Montjuïc para ocultar la polémica sobre la bandera de España

La ley de devolución del castillo de Montjuïc a la ciudad de Barcelona ha tenido, como el zángano, su vuelo nupcial y ha quedado sin fecha de tramitación parlamentaria. El ministro de Defensa, José Antonio Alonso, no está dispuesto a modificar una coma del proyecto heredado de su antecesor, José Bono, que obliga al ayuntamiento de Barcelona a mantener la bandera de España en lo alto de la fortaleza. El alcalde de la Ciudad Condal, Joan Clos, rechazó ese precepto el mismo día en que el Consejo de Ministros aprobó el proyecto, pues se trata, según dijo, de “una devolución condicionada e inaceptable”.

Alonso ha querido resolver pacíficamente el asunto y ha encargado al secretario de Estado de Defensa, Francisco Pardo, que busque un acuerdo con Clos. El objetivo era lograrlo antes de la celebración del referéndum sobre el Estatut, pero las posiciones inamovibles de unos y otros han hecho imposible el pacto. Alonso se pregunta en privado por qué los “compañeros catalanes”, por muy federales que sean, han convertido la bandera y un pequeño retén militar que custodia unas antenas existentes en el castillo en un problema insoluble.

Ante la imposibilidad de lograr un acuerdo, el ministro ha optado por aplazar la devolución del emblemático castillo a la ciudad y los socialistas, por su parte, han acordado con CiU, ERC e ICV no volver a mencionar el asunto de Montjuïc hasta después de las elecciones autonómicas del 1 de noviembre.

El castillo como arma electoral

Desde el PP, que ofreció su apoyo para tramitar la ley en los términos redactados por Bono y obtuvo el silencio por respuesta, no se oculta que la división de los socialistas en un asunto tan sensible como la bandera de España no debe quedar sin sanción y será utilizado por Josep Piqué durante la campaña electoral, pues, en su opinión, los símbolos del Estado deberían quedar al margen del mercadeo electoral.

Así las cosas, la gestión de Montjuïc se ha visto reducida al homenaje que la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega y el presidente saliente de la Generalitat, Pascual Maragall, rindieron a Lluis Companys–el ex president fusilado por Franco en el mismo foso en el que fue ajusticiado el general sublevado Manuel Goded Llopis- y a una insólita polémica sobre la bandera que conviene silenciar por interés electoral.