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A la Armada española le crecen los colmillos, pero todavía tiene algún diente flojo
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para un país con 8.000 km de costa

A la Armada española le crecen los colmillos, pero todavía tiene algún diente flojo

La Armada española está inmersa en una transición de una flota para cumplir en ejercicios internacionales y retomar el músculo que corresponde a un país con 8.000 km de costa. Todavía queda algún punto débil en esta reconversión

Foto: El S-81 Isaac Peral realiza su primera navegación en superficie. (EFE/Marcial Guillén)
El S-81 Isaac Peral realiza su primera navegación en superficie. (EFE/Marcial Guillén)
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Un buque de guerra promedio puede estar operativo durante décadas. El tiempo que transcurre desde el primer corte de chapa hasta su entrada oficial en servicio, pasando por la botadura e instalación de todos los sistemas, suele llevar años. En el caso del L61 Juan Carlos I, la mayor nave que jamás haya servido en la Armada, con 26.000 toneladas de desplazamiento, fueron dos años entre que fue botado (10 de marzo de 2008) hasta que entró en servicio (30 de septiembre de 2010). Los plazos siempre son largos en el caso de las armadas y, por tanto, la planificación debe estar diseñada teniendo siempre en cuenta este factor.

En realidad, la planificación de todas las fuerzas armadas debería hacerse a largo plazo. Así, en Estados Unidos existía la revisión de la defensa cuatrienal y en Israel se realizan planes quinquenales. Pero en España, la Armada fue la que significó por elaborar planes navales que marcaban el objetivo de los buques a construir. Evidentemente, las circunstancias históricas y los problemas presupuestarios influyeron en el grado de cumplimiento de esos planes.

En la segunda mitad del siglo XX, las metas de construcción naval estaban en el denominado Plan General de la Armada (Plangenar) y, a finales de los años ocheenta, se trazó el Plan Alta Mar (Altamar). Sin embargo, esa vinculación entre la planificación de la Armada con la construcción de naval se fue diluyendo en el tiempo. Ya en el siglo XXI, tenemos que acudir a un cúmulo de conferencias, discursos e incluso artículos de la Revista General de Marina para tratar de escudriñar los planes futuros de la Armada. El último plan fue dado a conocer durante un encuentro del almirante jefe de Estado Mayor de la Armada (Ajema) con los medios de comunicación en enero de 2014, a partir del cual circuló una diapositiva con la perspectiva de cómo sería la Armada para el año 2025.

La característica más llamativa es que, tras décadas contando con 17 buques de escolta —repartidos entre 11 fragatas y seis corbetas—, la Armada iba a quedarse solo con 10 fragatas. Los buques de las series F-100 y F-110, por desplazamiento y capacidades, no tienen nada que ver con los buques que sustituyen y suponen un gran salto de capacidades. Pero el control efectivo del espacio marítimo requiere la presencia de buques y España es un país con 8.000 kilómetros de costa, con enormes zonas económicas exclusivas, varios territorios extrapeninsulares y una gran dependencia de sus líneas de comunicación marítima. La calidad de los buques no puede sustituir nunca la cantidad necesaria de ellos.

También destacaba en ese plan a 2025 que el número de patrulleros de altura tipo buque de acción marítima (BAM) aumentaba a 10. Puede que en aquella diapositiva solo se quisiera representar el número total de patrulleros de altura porque no había espacio para representar las dos series actualmente en servicio: los cuatro patrulleros de la clase Serviola y los seis del tipo BAM.

Estas cifras hicieron a los analistas revisar la hemeroteca, donde encontraron que en junio de 2009, el secretario de Estado de Defensa informó ante el Congreso de una segunda serie de buques tipo BAM y el portal especializado InfoDefensa.com mencionó, citando "algunas fuentes", que la Armada aspiraba a sumar entre "cuatro y ocho buques BAM más" a los cuatro iniciales. Es decir, mientras la Armada asumía una reducción de 17 a 10 buques de combate, se aspiraba a contar entre 8 y 12 patrulleros oceánicos.

Más garras, más dientes

Hay que tener en cuenta que los planes de la Armada desde la crisis financiera de 2008 estuvieron marcados por los enormes recortes presupuestarios sufridos por el Ministerio de Defensa. Pero, más allá de las penurias económicas, las prioridades establecidas reflejan una cierta concepción del mundo. Parece evidente que quienes tomaron aquellas decisiones y trazaron aquellos planes concebían un mundo en el que no ya había conflictos convencionales de alta intensidad, por lo que ya no hacían falta tantos buques de guerra.

Foto: Un MH-60R Sea Hawk de la Marina de EEUU. (Reuters)

En cambio, las principales amenazas venían de la perturbación de la seguridad marítima en lugares remotos como el golfo de Guinea y el Cuerno de África. De ahí que hiciera falta muchísimos más patrulleros oceánicos tipo BAM, con un desplazamiento equivalente al de buques considerados corbetas y fragatas en otras armadas, pero con apenas armamento.

Aquella diapositiva que presentaba a la Armada de 2025, con 10 fragatas y 10 patrulleros oceánicos, fue presentada en una reunión del Ajema con la prensa en enero de 2014. Meses después, Rusia realizó su primera invasión de Ucrania, ocupando Crimea y partes del Donbás. Cuando ocho años después, Rusia volvió a invadir Ucrania, esta vez a gran escala, parece que por fin se entendió que el mundo ya no era el mismo y hemos visto señales de nuevos planes para una Armada con más garras y dientes.

La idea de que una Armada con apenas 10 fragatas era insuficiente pronto resultó evidente para todo el mundo. Pero la vía por la que se trató de ponerle solución desde el Ministerio de Defensa fue la habitual en España: poniendo por delante de la defensa nacional otras cuestiones. En el año 2019, España se convirtió en socio de la llamada Corbeta de Patrulla Europea, un programa lanzado dentro de la Cooperación Estructurada Permanente (Pesco) y financiado con Fondos Europeos de Defensa.

Foto: La fragata Victoria y el patrullero de altura Infanta Cristina, en una imagen de archivo. (EFE/Amisom)

El objetivo es desarrollar un buque modular de 3.000 toneladas de desplazamiento que los países participantes pudieran modificar y personalizar adecuado a sus necesidades. La ventaja es que se mantienen suficientes partes comunes para disfrutar de economías de escala en una era en la que cada marina de guerra encarga series cortas de buques. Según la Armada española, se aspira a contar con seis de estos buques para cubrir el hueco de las seis corbetas clase Descubierta.

¿Y nuestros BAM?

En realidad, España no necesitaba participar en un consorcio multinacional para diseñar una corbeta. Ni mucho menos compartir gastos para hacerlo, porque la empresa pública Navantia ya tiene una familia de diseños de buques de combate de 2.500 a 4.000 toneladas de desplazamiento. De hecho, nada menos que nueve ejemplares del modelo Avante 2200 han sido construidos, algunos vendidos a la Marina de Guerra de Arabia Saudí. En este saudí, el proyecto ha sido tan satisfactorio que se ha firmado un segundo contrato pidiendo más buques de diseño español.

La verdadera razón para sumarse al consorcio de la Corbeta de Patrulla Europea se encuentra en el proceso de concentración empresarial en el sector de la defensa que se avecina en Europa, empujado por Francia. Así, la francesa Nexter y la alemana Krauss-Maffei Wegmann han creado la nueva empresa KNDS, que presumiblemente desarrollará el próximo carro de combate europeo para sustituir a los Leclerc y a los Leopard 2.

Por su parte, la francesa Naval Group y la italiana Fincantieri han creado el consorcio Naviris con la española Navantia para liderar el programa de la corbeta comunitaria. Participar en el programa era una forma de no perder el tren en un momento de transición en el sector y evitar ser arrollados si en un futuro surge un gigante naval-militar en Europa.

Los planes para incorporar corbatas no hicieron olvidar a la Armada su meta de contar con más patrulleros oceánicos que ampliaran las dos series iniciales de 4+2 buques tipo BAM. Pero la sorpresa saltó el pasado mes de junio, cuando se anunció una tercera serie de dos BAM adicionales que tendrán como novedad capacidades de guerra antisubmarina. Se habla de que contarán con un sonar modular, mientras que queda pendiente conocer el armamento adicional con el que contarán.

Foto: El destructor USS Arleigh Burke, en una imagen de 2021. (US Navy)

Los BAM fueron diseñados pensado en misiones de seguridad marítima y están dotados del mínimo armamento. Pero la proliferación de drones y el empleo de misiles antibuque por actores no estatales, como el caso de Hezbolá en el Líbano y los hutíes en Yemen, supone que incluso una misión de lucha contra la piratería o tráficos ilícitos puede tener, en el panorama actual, riesgos más elevados que cuando se diseñaron los buques del mundo pos 11-S. Así que es esperable que veamos sistemas antimisiles, como el que desarrolla la empresa española Escribano, instalados no solo en los buques de combate, sino también en los BAM. Tomando los dos futuros BAM con capacidades antisubmarinas, el resultado final será un buque más preparado para un conflicto armado que el proyecto original.

Otra sorpresa antisubmarina

El nuevo ciclo de inversión en defensa en España nos trajo una sorpresa adicional. El pasado mes de septiembre, el portal especializado Defensa.com informó de las intenciones de la Armada para prolongar la serie de fragatas antisubmarinas F-110 con una subvariante dotada de más pozos verticales para albergar misiles. Esto llevaría a un buque de más eslora y desplazamiento. Contar con unos pocos buques especializados de gran porte es una tendencia a la que se están sumando otras armadas europeas.

Ese nuevo proyecto vendría a paliar definitivamente la pérdida de capacidades de la Armada, que pasaba de contar once a diez fragatas y que tardó años en trazar planes para sustituir seis corbetas. Pero refleja que, a falta de objetivos sólidos y bien pensados, se planifica a espasmos. Las seis corbetas clase Descubierta serán finalmente sustituidas por seis corbetas con capacidades limitadas y complementadas por dos patrulleros oceánicos con equipos extra. Pero, sobre todo, la idea de dos fragatas de la serie F-110 con más pozos para misiles viene a paliar la principal debilidad del diseño.

Las fragatas de la serie F-110, la futura clase Bonifaz, nacieron del proyecto de sustitución de las seis fragatas antisubmarinas clase Santa María. El diseño original estadounidense de la clase Oliver Hazard Perry se concibió como un proyecto de buque de 4.000 toneladas de desplazamiento y bajo coste para construir en grandes cantidades. De hecho, entraron en servicio más de medio centenar en la Armada de Estados Unidos. La idea era tener la mayor cantidad de buques sobre el agua para cazar submarinos soviéticos en el Océano Atlántico, con el papel activo de los helicópteros SH-60 Seahawk conectados al buque matriz con el sistema LAMPS.

Foto: Naval Strike Missile (MSN), en una feria de Rumanía. (EFE/EPA/Robert Ghement)

Así que era de esperar que, en el caso de España, esos seis buques fueran sustituidos por una serie igualmente amplia de equipos con buenas capacidades antisubmarinas. Los astilleros estatales Navantia tenían un diseño del que partir: la serie de cinco fragatas de la clase Fridtjof Nansen de 5.000 toneladas y construidas en El Ferrol para la armada Noruega. Sin embargo, se eligió evolucionar el diseño de la serie F-100 para construir unas fragatas aún mayores que superan las 6.000 toneladas. El resultado es que las seis fragatas clase Santa María iban a ser sustituidas por cinco fragatas de la serie F-110.

Pocos pozos, mucha autonomía

Una de las características más llamativas de las fragatas de la serie F-110 es que cuentan solo con 16 pozos Mk.41 VLS para albergar misiles. Las F-100, en cambio, llevan 48 celdas. La elección de un buque más grande pero menos armado nos transmite la idea de que la Armada lo que buscaba era una gran autonomía y buena habitabilidad para participar en largas misiones internacionales lejos de casa, pero que no esperaba participar en conflictos armados.

Foto: Eurofighter en Le Bourget. (EFE/EPA/Yoan Valat)

Los acontecimientos internacionales han terminado llevándose por delante la concepción original. Las futuras F-110 contarán ahora con más pegada. Incorporarán el misil antibuque noruego con capacidad de ataque a tierra NSM. Y las últimas noticias procedentes de Estados Unidos son que el pasado día 24 de octubre se anunció la autorización a España de la exportación del misil SM-2 Block IIIC, un avanzado misil antiaéreo para buques. Finalmente, esas dos fragatas F-110 van a estar sin duda excelentemente armadas.

La Armada pasó un largo periodo de vacas flacas que parece llegar a su fin. Se ha anunciado la modernización de media vida de las cinco fragatas F-100, que llega tarde porque la primera de la serie acumula más de veinte años de servicio. También se ha anunciado la modernización de media vida tanto de los dos veteranos buques de asalto anfibio L51 Galicia y L52 Castilla, así como de los seis buques de guerra de minas clase Segura.

Las cinco fragatas F-110 podrían llegar a ser complementadas por dos unidades de una subvariante más grande, aunque todas contarán con excelente armamento antibuque y antiaéreo. Las seis corbetas clase Descubierta serán finalmente sustituidas y complementadas por dos patrulleros oceánicos tipo BAM con capacidades adicionales. Pero, sobre todo, la Armada por fin volverá a contar con submarinos capaces. La entrada en servicio del S-81 Isaac Peral está prevista para el próximo 30 de noviembre.

Podría decirse que bien está lo que bien acaba. Pero llama la atención que las unidades adicionales que tanta falta hacían parezcan ahora caídas del cielo. Y que algunas decisiones, como dotar de capacidades antisubmarinas a un patrullero oceánico, parezcan un parche improvisado. Ahora, la gran duda es si esta renovada voluntad de contar con una armada con buques capaces en un mundo mucho más peligroso se verá acompañada de una voluntad similar de dotarla de unos presupuestos que permitan mantener todos esos buques y submarinos plenamente operativos con tripulaciones completas y preparadas.

Un buque de guerra promedio puede estar operativo durante décadas. El tiempo que transcurre desde el primer corte de chapa hasta su entrada oficial en servicio, pasando por la botadura e instalación de todos los sistemas, suele llevar años. En el caso del L61 Juan Carlos I, la mayor nave que jamás haya servido en la Armada, con 26.000 toneladas de desplazamiento, fueron dos años entre que fue botado (10 de marzo de 2008) hasta que entró en servicio (30 de septiembre de 2010). Los plazos siempre son largos en el caso de las armadas y, por tanto, la planificación debe estar diseñada teniendo siempre en cuenta este factor.

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