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Un objetivo estratégico, una necesidad industrial: España golpea por encima de su peso en la defensa europea
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volcada en los fondos europeos de defensa

Un objetivo estratégico, una necesidad industrial: España golpea por encima de su peso en la defensa europea

España se ha volcado con los Fondos Europeos de Defensa (FED). Es el tercer país de la UE en términos de inversión y empresas nacionales están presentes en siete de cada 10 proyectos

Foto: La fragata Victoria y el patrullero de altura Infanta Cristina, en una imagen de archivo. (EFE/Amisom)
La fragata Victoria y el patrullero de altura Infanta Cristina, en una imagen de archivo. (EFE/Amisom)

El pasado 24 de octubre, Navantia y sus socios firmaban en Roma el contrato para la fase de diseño de la Modular and Multirole Patrol Corvette (MMPC) o corbeta de patrulla europea, por 87 millones de euros. En el consorcio están pesos pesados de la industria europea, como la italiana Fincantieri y la francesa Naval Group, así como compañías e instituciones griegas, danesas y noruegas. Lo que podría parecer una anomalía —empresas rivales en otras licitaciones cooperando en proyectos sensibles— se ha convertido en la norma gracias al impulso político y la cobertura financiera de los Fondos Europeos de Defensa (FED).

Desde su lanzamiento en 2021, España se ha volcado con estos fondos de defensa. Es el tercer país de la UE en términos de inversión absoluta, solo por detrás de Francia e Italia y por encima de Alemania, todos con presupuestos militares superiores a los españoles. Además, empresas nacionales del sector están presentes en siete de cada 10 proyectos y lideran casi un 20% de las iniciativas. ¿A qué obedece este entusiasmo? Dos factores vertebran la respuesta: un objetivo estratégico y una necesidad industrial.

En sus dos primeros años completos de operación (2021 y 2022), los Fondos Europeos de Defensa han dado luz verde a un centenar de proyectos valorados en más de 2.000 millones de euros relativos a combate aéreo, naval y terrestre, sensores, misiles y defensa antiaérea, superioridad de información, aeroespacio y tecnologías disruptivas, entre muchas otras áreas. El plan de la Comisión Europea es invertir unos 8.000 millones de euros hasta 2027, cuando concluye esta primera etapa de los FED, (un 70% para desarrollo de capacidades y un 30% para investigación, aproximadamente).

Daniel Fiott, analista no residente del Real Instituto Elcano y profesor asociado del Centro de Seguridad, Diplomacia y Estrategia de la Universidad Vrije de Bruselas, ha analizado los datos públicos de los FED en sus dos primeros años de operación y concluye: "España está golpeando por encima de su peso en los Fondos Europeos de Defensa".

España ya se había mostrado muy activa en las iniciativas comunitarias precursoras de los FED, el programa PADR de 2017 (acción preparatoria para investigación en defensa) y el EDIDP de 2019 (programa europeo de desarrollo de industria de defensa). Sin embargo, en esos cinco años (2017-2020) apenas se invirtieron 590 millones de euros. Ahora se manejan cifras de 1.000 millones anuales y la expectativa, avivada por la guerra en Ucrania, el conflicto en Gaza y las crecientes tensiones estratégicas, de que el impulso se mantendrá a largo plazo. Con los FED, la UE quiere recuperar capacidades defensivas, fortalecer la base industrial y no perder comba en la innovación tecnológica militar mientras trata de dar forma política a su vaporosa autonomía estratégica.

Un ecosistema diverso

Para España, cuya base industrial especializada tiene menos músculo y soporte que la francesa, la alemana o la italiana, es la vía más eficiente para cumplir con sus objetivos. Por un lado, los estratégicos, alineados con la Comisión Europea en la persecución de un nuevo concepto de soberanía defensiva, muy ligada al desarrollo industrial y a la innovación tecnológica. Y por otro, los empresariales de engranar a la industria de defensa nacional en las cadenas de suministro europeas, como recoge la Estrategia Industrial de Defensa.

"España ha logrado asegurarse una parte muy grande de los FED mientras se muestra como un socio tecnológico e industrial fiable para otros Estados e industrias europeos. Desde el comienzo, ha apoyado las iniciativas de defensa de la UE y ahora ha contribuido a ponerlas en práctica utilizando algunas inversiones de la UE para desarrollar tecnologías y capacidades de defensa que necesita urgentemente", comenta Fiott a El Confidencial. "España tratará de mantener su propia fortaleza industrial nacional mientras invierte en cooperación europea cuando le interese".

Esto queda patente en las cifras analizadas por Fiott. De los 60 proyectos autorizados en 2021, empresas e instituciones españolas participaban en 42 (un 70%); y de los 41 proyectos de 2022, en 32 (un 78%). De los 101 proyectos totales a 2022, España lidera 19, con Indra (3), Navantia (2) o Sener Aeroespacial (2) entre las empresas más implicadas; algunos en nuevas áreas militares clave como tecnologías para contrarrestar armas hipersónicas.

Pero la presencia es transversal mostrando un ecosistema diverso, incluyendo 30 empresas especializadas en defensa, 45 firmas y centros de tecnología dual, 13 universidades, ocho institutos especializados y dos grandes organizaciones. De las 18 áreas cubiertas por los fondos, hay participación nacional en todas, condición que solo comparte con Francia e Italia

Una oportunidad de oro

En la mayoría de estos programas, la UE contribuye con casi un 80% del costo por adelantado —en algunos casos, como tecnología submarina o inteligencia artificial, con el 100%—, aportando el resto los países participantes. La contribución anual de España al EDF ha sido de unos 200 millones de euros en los dos primeros años de operación, mientras que está implicada en iniciativas por 1.900 millones de euros.

"En los próximos meses, la UE intentará desarrollar un Programa de Inversión en Defensa Europea y una nueva Estrategia Europea para la Industria de Defensa. Con la presidencia del Consejo de la UE, España tiene una oportunidad de oro para asegurarse de que estas herramientas europeas acaban teniendo un impacto en la capacidad de la industria base europea, las empresas españolas y las fuerzas militares europeas", avanza el experto. "Pueda asegurarse de que estos instrumentos dan prioridad a las capacidades y tecnologías más relevantes para la defensa europea", agrega.

Foto: Feindef 2023. (Sergio Beleña)

Todavía es muy pronto para determinar el éxito o fracaso de los proyectos concretos. Más allá de beneficios intangibles, como la transferencia tecnológica y cooperación multinacional, apenas están en las etapas iniciales y no se sabe cuáles avanzarán en el duro y largo camino hacia la comercialización. Pero el sistema, expone el analista, hace de la necesidad virtud al tratar de sentar las bases de una industria europea más compenetrada y coordinada que pueda hacer frente al poderoso complejo militar estadounidense y el auge de otros duros competidores como China, Corea del Sur o Israel.

“No es el papel de las instituciones europeas el forzar una consolidación en la industria de defensa. Aunque vamos muy por detrás en competitividad, no funcionará ninguna planificación industrial artificial. Esta es la belleza de los FED: estimulan la cooperación de forma natural permitiendo a los grupos industriales y Estados trabajar juntos en proyectos específicos. Aunque se necesita una coordinación para estos proyectos, es la industria la que decide dónde y cuándo tiene sentido la consolidación”, considera Fiott.

"La guerra ha vuelto a poner de manifiesto la superioridad competitiva de la industria de EEUU. Los europeos hemos perdido 20-30 años después de la Guerra Fría para poner orden en la base industrial de defensa. No es demasiado tarde para cambiar esto, pero se va a necesitar mucha cooperación e inversión", concluye.

El pasado 24 de octubre, Navantia y sus socios firmaban en Roma el contrato para la fase de diseño de la Modular and Multirole Patrol Corvette (MMPC) o corbeta de patrulla europea, por 87 millones de euros. En el consorcio están pesos pesados de la industria europea, como la italiana Fincantieri y la francesa Naval Group, así como compañías e instituciones griegas, danesas y noruegas. Lo que podría parecer una anomalía —empresas rivales en otras licitaciones cooperando en proyectos sensibles— se ha convertido en la norma gracias al impulso político y la cobertura financiera de los Fondos Europeos de Defensa (FED).

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