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Un Ejército no se improvisa: por qué España debe diseñar ahora sus submarinos y fragatas del futuro
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expertos piden visión a largo plazo

Un Ejército no se improvisa: por qué España debe diseñar ahora sus submarinos y fragatas del futuro

Las fuerzas armadas no se improvisan. Por mucho que se haya escrito sobre la privatización de la guerra, no existen soluciones rápidas y fáciles para dotar un Ejército de armas y personal formado para un conflicto de alta intensidad

Foto: Fragatas F-100, predecesoras de la nueva F-110. (EFE)
Fragatas F-100, predecesoras de la nueva F-110. (EFE)
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Entre los pasados días 22 y 24 de marzo tuvo lugar en la Base Aérea de Torrejón el evento SYMDEX 2023, que reunió a profesionales del sostenimiento y mantenimiento de Defensa. Allí hubo ocasión de escuchar al almirante Ricardo A. Hernández López, jefe de Apoyo Logístico de la Armada, hablar de proyectos como las futuras fragatas de la serie F-120 o los próximos submarinos de la serie S-90. La particularidad es que ni las fragatas de la serie F-110 ni los submarinos de la serie S-80 han entrado en servicio. Así que alguno podría pensar que se trata de un ejercicio de gratuito de dejar volar la imaginación. Nada más lejos de la realidad. La planificación a largo plazo es un requisito es imprescindible en las fuerzas armadas. Las improvisaciones y las prisas que hemos visto en la guerra en Ucrania son, por el contrario, la excepción.

Tenemos una cola de países para donar material militar a Ucrania y formar a sus soldados con una urgencia rara vez vista. Así que corremos el peligro de que la opinión pública española saque las lecciones equivocadas sobre los tiempos necesarios para contar con unas fuerzas armadas eficaces. Podría extenderse la idea de que lo que estamos viendo en torno a la invasión de Ucrania es normal, de tal forma que, en la próxima crisis internacional en la que se requiera el uso de la fuerza, exista el convencimiento de que todo es tan simple como convocar una cumbre como las celebradas en la base aérea alemana de Rammstein para ayudar a Ucrania.

Una lluvia de ayuda militar caería entonces sobre España, con los países de la OTAN abriendo sus polvorines para que nuestras Fuerzas Armadas repusieran los misiles Patriot o Spike gastados. Y en el caso de sistemas de armas de los que España carece, como los lanzacohetes Himars, la donación de material sería acompañada del preceptivo curso acelerado que permitiría a los militares españoles acudir con ellos al frente en cuestión de semanas. La realidad podría ser muy diferente.

Los más de 400 días de combates transcurridos desde la invasión rusa de Ucrania es un periodo de tiempo inusual para las guerras convencionales de alta intensidad que hemos visto en el presente siglo. Aunque las causas profundas responden a episodios acumulados durante años, los conflictos armados pueden estallar por la sucesión de acontecimientos imprevistos en el transcurso de pocas semanas. Entonces, la fase más intensa del conflicto abierto puede durar días o semanas. Eso haría imposible replicar el fenómeno que hemos presenciado recientemente de ver a soldados ucranianos acudiendo a países aliados como Estados Unidos, Reino Unido o España a asistir a cursos que duran semanas.

Foto: El dron Akinci de Bayraktar. (Bayraktar)

La ayuda militar entregada a Ucrania cubre desde armas ligeras a aviones de combate. Pero ese material entregado ha consistido, por una parte, en armas que eran las mismas o similares a las que ya utilizaba Ucrania, y por otra, un más armamento complejo que requería semanas de formación básica y acelerada. Nada que ver con la formación de tripulantes y mecánicos para dominar material como buques de guerra y aviones de combate. Los tiempos necesarios para la entrega de material avanzado a Ucrania, cuyo manejo y reparación ha requerido cursos acelerados, se dispara varios meses cuando se trata de materiales más complejos y modernos.

Las Fuerzas Armadas no se improvisan

La realidad es que unas fuerzas armadas no se improvisan. Por mucha literatura que se haya escrito sobre la privatización de la guerra, no existen en el ámbito militar soluciones rápidas y fáciles para dotar a un Ejército de los sistemas de armas y el personal altamente formado para un conflicto sobrevenido de alta intensidad. Se requiere planificación a largo plazo.

Precisamente, una tradicional demanda de militares y expertos en España es que se creara una ley de financiación de la defensa que permita esta proyección a años vista. Mientras, podemos revisar el caso de Estados Unidos, donde encontramos que, entre 1997 y 2014, el Departamento de Defensa elaboró un informe que se denominaba literalmente Revisión Cuatrienal de la Defensa; o que en Israel el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas lanza planes quinquenales, un concepto que evoca la economía planificada de la Unión Soviética. Pero los tiempos manejados en los grandes programas de defensa son aún a más largo plazo.

Foto: Un Santana Aníbal del Batallón del Cuartel General de la Brigada XII, subiendo por un terreno difícil. (Juanjo Fernández)

Los programas de adquisición de sistemas complejos, como pueden ser fragatas o aviones de combate, se adelantan bastantes años a la entrada en servicio. El primer paso es necesariamente una definición de los requerimientos. Esto supone anticipar qué sistemas de armas se necesitarán en un contexto geoestratégico futuro, teniendo que anticiparse también a la introducción de tecnologías futuras y teniendo que pedirle a la industria el desarrollo de sistemas que todavía no existen.

Por ejemplo, cuando Alemania insistió en que el avión de transporte europeo Airbus A400M tenía que ser capaz de levantar del suelo las más de 30 toneladas de vehículos de combate de infantería Puma para llevarlos lejos, rápidamente obligó a que se tuviera que diseñar y fabricar el motor de avión turbohélice más potente que nunca había existido. Y cuando la Armada quiso para España una fragata de 6.000 toneladas que integrara el sistema de defensa antiaérea Aegis, que en las armadas estadounidense y japonesa llevaban buques mucho mayores, requirió un enorme esfuerzo de los ingenieros de los astilleros públicos para lograr algo nunca hecho antes. No solo se logró, sino que la calidad del trabajo tuvo su recompensa, logrando exportar tres buques para la armada australiana.

Encajar ciclos

Pero la planificación a largo plazo en las fuerzas armadas no está únicamente relacionada con los largos tiempos de estudio de requerimientos y desarrollo de las tecnologías. Se necesita planificación a largo plazo en las fuerzas armadas para hacer encajar armoniosamente los ciclos de entrada en servicio, modernización a mitad de vida y retirada del servicio de todos los materiales. La primera fragata de la futura serie F-110 está prevista que entre en servicio en la Armada en 2026. La quinta y última en 2030. La sucesiva entrada en servicio de las F110 (Clase Bonifaz) supondrá el retiro de las F80 (Clase Santa María).

Foto: El S-81 Isaac en superficie. (EFE/Marcial Guillén)

Mientras tanto, se está a la espera de la modernización de mitad de vida de las fragatas serie F-100 (Clase Álvaro de Bazán). La primera entró en servicio en 2002 y se esperaba que esa modernización se llevara a cabo transcurridos 20 años de servicio. Los retrasos en el programa de modernización suponen que tendrán que pasar por astillero mientras las F-80 viven el ocaso de su vida útil. Esto supone que una escuadrilla de fragatas de la Armada va a ver a sus unidades desfilando por el astillero para pasar allí tiempo para ser modernizadas. Y la otra escuadrilla va a ver el relevo de todas sus unidades, con el consiguiente periodo de adaptación al nuevo material. En conclusión, las dos escuadrillas de fragatas de la Armada van a vivir un periodo anómalo de baja operatividad. La lección aquí es que, además de la necesidad de trazar planes a largo plazo, hay que ejecutarlos en tiempo y forma para que todo encaje.

En el caso de los submarinos tenemos que se planeó desarrollar un submarino avanzado, una aventura empresarial y tecnológica arriesgada que derivó en un culebrón con problemas y giros de guion de todo tipo. Por el camino, se dio de baja la serie de cuatro submarinos más antiguos y de los cuatro de la más moderna, solo quedan en servicio dos. Uno de ellos ha tenido que pasar por quinta vez por el proceso de reconstrucción de su estructura exterior, la gran carena, que no se había acometido en ningún submarino de su tipo antes en todo el mundo y requirió el asesoramiento del diseñador original.

Con la perspectiva del tiempo y echando la vista atrás, es fácil ahora decir que hubiera sido sensato acometer primero la construcción de un submarino de diseño extranjero bajo licencia para dotar a la Armada de unas capacidades tangibles para entonces lanzarse a la arriesgada aventura de diseñar y construir un submarino. Además, no había que darle muchas vueltas para buscar ese submarino de diseño extranjero.

Resulta que el astillero francés DCNS creó un consorcio con el astillero español Navantia para la construcción y comercialización del submarino clase Scorpène. Así, una parte del submarino se construía en Cherburgo y otra en Cartagena. El consorcio entregó entre 2005 y 2009 dos parejas de submarinos para las armadas de Chile y Malasia, algunos de los cuales fueron botados en Cartagena. El enfriamiento de relaciones entre el gobierno de España y el de Francia tras el apoyo de París a Marruecos durante el incidente del islote de Perejil, en julio de 2002, llevó a abandonar los planes españoles de comprar el submarino Scorpène. España terminó emprendiendo la aventura en solitario de diseñar un submarino avanzado. Fue un salto sin red.

Mientras tanto, los planes de la futura fragata F-110 de la Armada muestran una historia opuesta. Los primeros modelos y bocetos surgidos de Navantia, el llamado proyecto F2M2 (Future Frigate Multi Mission), mostraba un diseño futurista de líneas rectas y sin mástiles de antena, en la línea de lo que terminó siendo el avanzado y carísimo destructor DDG-1000 estadounidense. Ambos diseños eran una ruptura profunda con todo lo visto en las armadas occidentales después de la Segunda Guerra Mundial.

Al final, la F-110 terminó teniendo una líneas y dimensiones parecidas a la F-100. Podemos decir que fue una decisión conservadora. Pero hace poco Navantia ha vuelto a la carga presentado los proyectos de buques de combate con líneas muy futuristas Smart 4000 y Smart 8000. Quizás esta vez, en un contexto presupuestario y geoestratégico diferente, Navantia y la Armada sí estén dispuestos a dar un salto arriesgado en materia de fragatas.

Entre los pasados días 22 y 24 de marzo tuvo lugar en la Base Aérea de Torrejón el evento SYMDEX 2023, que reunió a profesionales del sostenimiento y mantenimiento de Defensa. Allí hubo ocasión de escuchar al almirante Ricardo A. Hernández López, jefe de Apoyo Logístico de la Armada, hablar de proyectos como las futuras fragatas de la serie F-120 o los próximos submarinos de la serie S-90. La particularidad es que ni las fragatas de la serie F-110 ni los submarinos de la serie S-80 han entrado en servicio. Así que alguno podría pensar que se trata de un ejercicio de gratuito de dejar volar la imaginación. Nada más lejos de la realidad. La planificación a largo plazo es un requisito es imprescindible en las fuerzas armadas. Las improvisaciones y las prisas que hemos visto en la guerra en Ucrania son, por el contrario, la excepción.

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