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Robles repite en el Ministerio de Defensa con la meta de duplicar el gasto para cumplir con la OTAN
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nuevo peso pesado en el consejo de ministros

Robles repite en el Ministerio de Defensa con la meta de duplicar el gasto para cumplir con la OTAN

Sánchez apuesta por la continuidad de Margarita Robles en pleno ciclo expansivo del gasto en el Ministerio de Defensa. La meta es llegar al 2% del PIB de la OTAN, lo que dispara la influencia política y financiera de la ministra

Foto: Robles y Valcarce, en la fábrica de Santa Bárbara Sistemas. (EFE/José Manuel Vidal)
Robles y Valcarce, en la fábrica de Santa Bárbara Sistemas. (EFE/José Manuel Vidal)
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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha confiado en Margarita Robles (León, 1956) para continuar el frente del Ministerio de Defensa en un momento en el que la cartera ha disparado su peso político y financiero. La meta es duplicar el gasto para llegar al 2% del PIB en defensa, como pide la OTAN, para lo que Robles está impulsando un ambicioso programa de modernización y actualización del equipamiento de las Fuerzas Armadas. Entre sus principales desafíos, los reclamos laborales de la tropa, que piden mejoras salariales y reformas de calado en la profesión militar.

Nada resume mejor cómo la Defensa ha ganado enteros de influencia política, diplomática y financiera que los quebraderos de cabeza de la OTAN para nombrar un nuevo secretario general. Desde el fin de la Guerra Fría, el relevo en la jefatura de la Alianza —que se elige por consenso— no generó mayor problema. Pero ahora, buscar reemplazo para Jens Stoltenberg, quien lleva en el cargo desde 2014, se ha convertido en un sudoku difícil de resolver. En junio, la organización se vio forzada por tercera vez a pedirle al noruego una extensión de su mandato (un año más) ante la ausencia de un relevo que cumpliera con todas las expectativas de los aliados. Pasamos de una OTAN en "muerte cerebral" a una OTAN decisiva. Todos los países saben que, ahora, el cargo viene con un renovado peso en la arquitectura geopolítica de Occidente.

Algo similar está sucediendo con todos los cargos vinculados a la defensa, seguridad y la cooperación militar a nivel nacional. En España, el Ministerio de Defensa está entre los llamados ministerios de Estado (Exteriores, Economía, Interior, Justicia) pero, en muchos países europeos —y el nuestro es un caso paradigmático—, el margen de maniobra y exposición pública de los titulares de esta cartera ha sido limitado en las últimas décadas. Occidente disfrutaba de los dividendos de la pax americana mientras que las sucesivas crisis económicas hacían incómodo hablar de defensa y armamento. Había mucho que perder y poco que ganar. Sobre todo votos. El propio Pedro Sánchez, candidato en 2014, llegó a asegurar que si tuviera que eliminar un ministerio sería el de Defensa.

"En la sociedad, más que antimilitarismo, lo que ha predominado en los últimos años era cierto desinterés. La aprobación general a las FFAA y a las misiones internacionales de paz ha ido creciendo en las encuestas, siempre con un público refractario minoritario", explica Javier Jordán, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Granada y director de la publicación Global Strategy sobre estudios estratégicos. "Así que el Ministerio de Defensa solía tener un perfil bajo porque lo que Moncloa esperaba es que no hubiera problemas. Era un ministerio llevado por la inercia", agrega.

Hasta ahora. La guerra en Ucrania ha cambiado las prioridades políticas y reescrito las agendas estratégicas. De Estados Unidos a Japón, de China a Alemania, no hay país que no esté impulsando su gasto en Defensa, reforzando sus ejércitos y revisando sus arsenales. Las nuevas hostilidades en Oriente Medio, la inestabilidad del Sahel o la tensión en Asia-Pacífico se suman a los argumentos para actualizar las capacidades militares nacionales y estrechar la cooperación con los aliados internacionales. El mundo entra en una era de más incertidumbre y menos confianza internacional. Y hay que adaptarse.

"No es fácil contentar a todos. Se requiere un nivel muy elevado de comunicación con todos y mucha discreción"

En España, esta transformación la ha liderado Margarita Robles, que este jueves celebra el desfile de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado por el Día de la Hispanidad como la segunda ministra del ramo con más años en el cargo en la democracia (cumplió cinco años en junio, solo por detrás de los ocho y unos meses del socialista Narcís Serra).

"La influencia del Ministerio aumenta, como es lógico. Pero también la dificultad. Un ministro primero debe entender las necesidades de los Ejércitos, luego calibrar esas necesidades con las oportunidades y prioridades industriales del país. Y luego pasar eso por el tamiz económico, adecuando necesidades y recursos. No es fácil contentar a todos. Se requiere un nivel muy elevado de comunicación con todos y mucha discreción", explica Eduardo Serra, exministro de Defensa (independiente) en la primera legislatura de José María Aznar (1996-2000).

"En su mejor momento"

Robles encara al final de la legislatura con la agenda a reventar y un pico de actividad multilateral, industrial y militar que refleja a la perfección ese nuevo peso político propio. En lo que llevamos de legislatura, Defensa ha llevado programas de armamento, munición y equipamiento de las Fuerzas Armadas —en distintos estadios de ejecución— por unos 30.000 millones de euros para los próximos años, ha visitado personalmente decenas de unidades, batallones y navíos y ha participado en numerosas cumbres internacionales (OTAN, la UE y el Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania).

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"Llega al 12 de octubre en su mejor momento", reconoce una alta fuente militar que ha tenido trato directo con la ministra. "Quizás al principio le costó un poco hacerse con el ministerio, que es muy particular por otra parte. Pero, primero con la pandemia, y luego ya con la guerra de Ucrania, su trabajo, su conocimiento y su implicación con las Fuerzas Armadas han progresado de forma exponencial", agrega.

El sentimiento va más allá de los cuarteles. En la industria, Robles y su equipo —con menciones especiales a la actual secretaria de Estado de Defensa, Amparo Valcarce— también han superado las expectativas del sector. Se esperaba un aumento del gasto, pero la magnitud y la celeridad en Consejo de Ministros, aunados al compromiso del Gobierno de dar estabilidad financiera hasta llegar al umbral del 2% comprometido con la OTAN, hacen que se hable con optimismo de un nuevo ciclo inversor tras años de travesía en el desierto. Esto no ha impedido que la ministra haya apretado las tuercas a las empresas, exigiéndoles públicamente cumplir los plazos en los proyectos especiales de armamento que acumulan años de retraso, como los submarinos S-80 o el vehículo blindado VCR 8x8 Dragón.

Robles también ha impulsado proyectos que las Fuerzas Armadas consideran clave para su futuro, como la base logística de Córdoba, el centro de tecnología militar en Jaén o la nueva unidad de drones de la UME en León. Su presencia en los cuarteles ha sido creciente con el avance de la legislatura y cuentan que su relación con los militares es cordial, interesada por los labores y detalles de las unidades. "Fuera puede parecer una nimiedad. Pero una visita de la ministra tiene varios efectos positivos para cualquier unidad", comenta un militar recientemente retirado. "Apuntala la disciplina, fortalece la moral y deja la sensación de que son apreciados y escuchados. Especialmente si a esa visita le sigue alguna acción concreta".

Quedan muchos asuntos pendientes en Defensa, algunos estructurales y otros sobrevenidos. La tropa sigue demandando mejoras salariales y que equiparen sus salarios a los de policía y guardia civil; ayuda a la vivienda y la conciliación, y salidas laborales más allá de los 45; además de los desafíos del reclutamiento, de transparencia o los temas de igualdad, que eran una de sus prioridades cuando asumió la cartera y quedaron relegados por la guerra.

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Este acopio de influencia diplomática, administrativa y financiera queda refrendado, en última instancia, por la opinión pública. Robles ha sido consistentemente la ministra mejor valorada del Gobierno, incluido en el barómetro del CIS de julio antes de la campaña electoral, por encima de Nadie Calviño, Yolanda Díaz y el propio Sánchez. Y esto nos lleva al dilema que se avecina en Defensa.

Un dilema ejecutivo

Ahora mismo, el foco de Moncloa y todo el tren ministerial está en conseguir un pacto de investidura a toda costa. Empresarios y políticos ya lo dan por descontado. Pero no es momento de quinielas, ni decisiones trascendentales. Sin embargo, en el seno del PSOE y del propio Gobierno reconocen que esa conversación se ha entreabierto. Internamente, Robles no está discutida. Al contrario. Goza del reconocimiento de sus compañeros del bloque socialista, que destacan su acierto a la hora de representar y defender al estamento militar. "Es una ministra valorada y respetada en España y fuera de España, que ha gestionado bien todas las crisis", resumen fuentes gubernamentales sobre la confianza que despierta la labor de la ministra.

Pero esto no impide que algunos miembros del Ejecutivo admitan en privado que, ante este nuevo panorama internacional, quizás Sánchez opte finalmente por un perfil político distinto, en el contexto de una amplia renovación de sus colaboradores para la nueva legislatura. "Una persona con más proyección internacional, con vocación de ejercer liderazgo entre sus homólogos". Esto, comentan las mismas fuentes, encaja además en el diseño de política exterior del presidente, que concede una enorme importancia a la imagen internacional y su papel en Europa, donde aspira a incrementar la influencia de España.

"No tiene por qué ser una persona experta en Defensa, porque se puede rodear de un buen equipo. De hecho, en los propios partidos hay poca cultura de Defensa, pocos especialistas y pocos militares. Creo que para el momento actual se necesita lo que llaman un guerrero burocrático, estilo Donald Rumsfeld, que se deje asesorar", comenta otro conocedor del sector.

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"Lo normal sería un cambio", continúan las fuentes socialistas, remarcando que este reflexión se hace a sabiendas de que únicamente el presidente decide sobre los nombramientos de sus ministros. "Pero tratándose de Margarita, es imposible saberlo". La titular de Defensa ha tenido siempre un estatus especial en el Ejecutivo. Su relación personal con Sánchez, a quien apoyó en los momentos más delicados de su carrera política, le han permitido tener la confianza del mandatario y una voz propia, muchas veces fuera de los márgenes de las consignas de la Moncloa.

Ha querido ser un verso suelto y se lo han permitido. Además, tiene una virtud que no atesoran el resto de sus compañeros, quizás a excepción de Nadia Calviño: su aceptación en las bolsas de votantes moderados. Esto, aunado a su dilatada experiencia política (exsecretaria de Estado de Interior) y judicial (exmagistrada del Tribunal Supremo), ha contribuido a su capacidad para conectar con las Fuerzas Armadas y poner su trabajo en valor ante la sociedad española. Fuentes próximas a Robles señalan que su deseo sería quedarse en este ministerio, pero los planes de Sánchez todavía siguen en el aire.

Alto voltaje político

Llegado el caso, España no sería una excepción. Gobiernos de todas las latitudes geográficas e ideológicas están tratando de ecualizar este renovado voltaje mediático y político de la Defensa a las necesidades de su agenda política e internacional.

Lo vimos en enero en Alemania, cuando el canciller Olaf Scholz entregó la cartera a Boris Pistorius, un político veterano conocedor de la fontanería burocrática, para agilizar sus planes multimillonarios de modernización militar. También este agosto en Reino Unido, donde el premier Rishi Sunak nombró en Defensa a Grant Shapps, exministro de energía sin experiencia en el ámbito militar pero con mucho talento mediático en un momento en que los conservadores necesitan recortar distancia con el Laborismo en las encuestas. O el mes pasado en Japón, donde el puesto ha ido a parar al jefe del comité interparlamentario con Taiwán y antiguo asesor de seguridad nacional, todo un gesto geopolítico de asertividad ante China. Diferentes personalidades para diferentes misiones.

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"La persona siempre es importante. La influencia del partido, cuanto menos haya en políticas de defensa, mejor. Los ministros de Estado debería practicar políticas de Estado. No deben estar al socaire de los partidos. Deben ser aceptadas, aunque no sea por igual, por todo el mundo. El consenso en defensa y política exterior es fundamental para la solidez internacional de España", apunta Serra.

Este es el nudo gordiano de la defensa nacional que trasciende partidos e instituciones. Un debate aletargado y repetitivo con raíces históricas difíciles de sintetizar y más complicadas aún de resolver que nos dice que antes de preguntarnos cuál es la persona idónea para la misión, quizás deberíamos tener clara cuál es la misión.

"Hay una gran desconexión entre la política de defensa y la acción exterior. España ha buscado ser un miembro aplicado de las organizaciones internacionales como la OTAN y la UE, no dar problemas, pero tampoco llamar la atención, significarse o liderar. Por tanto, la política de defensa se ha encontrado un tanto huérfana de esa gran estrategia que le diera mayor sentido de Estado", explica Jordán. "Nos sigue faltando una idea de qué quiere ser España en el mundo".

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha confiado en Margarita Robles (León, 1956) para continuar el frente del Ministerio de Defensa en un momento en el que la cartera ha disparado su peso político y financiero. La meta es duplicar el gasto para llegar al 2% del PIB en defensa, como pide la OTAN, para lo que Robles está impulsando un ambicioso programa de modernización y actualización del equipamiento de las Fuerzas Armadas. Entre sus principales desafíos, los reclamos laborales de la tropa, que piden mejoras salariales y reformas de calado en la profesión militar.

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