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Sánchez y el sudoku de la Alianza: la carambola que lo puede llevar a ser jefe de la OTAN
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Sánchez y el sudoku de la Alianza: la carambola que lo puede llevar a ser jefe de la OTAN

¿Por qué no hay un favorito? El cargo siempre tuvo su importancia, pero lejos de las prioridades de los gobiernos. Ahora ha ganado enteros en poder e influencia y muchos países lo codician

Foto: Sánchez, en la cumbre de la OTAN en Madrid en 2022. (EFE/Lavandeira jr.)
Sánchez, en la cumbre de la OTAN en Madrid en 2022. (EFE/Lavandeira jr.)
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El anuncio de elecciones generales anticipadas ha hecho crujir la agenda política, económica y social de España. También la geopolítica. La posibilidad de que Pedro Sánchez pierda la presidencia del Gobierno el próximo 23 de julio lo ha vuelto a poner en las quinielas para ocupar la secretaría general de la OTAN. La propia Alianza Atlántica también está en plena transición y tiene una cumbre clave dos semanas antes de las elecciones, de la que muchos socios esperaban salir con un nuevo líder que reemplace al noruego Jens Stoltenberg. En caso de catástrofe electoral, sabemos que a Sánchez le seduce la idea de liderar la organización aliada. Pero ¿podría?

Primero, algunas aclaraciones sobre cómo opera la OTAN y el relevo en su jefatura. La organización no ha demorado la elección del secretario general, ni ha adaptado el calendario y tampoco hay ninguna decisión oficial al respecto, porque no la puede haber. La única fecha en firme es octubre, cuando Stoltenberg ha dicho que terminará su mandato definitivamente después de tres extensiones y casi nueve años en el cargo. Y ni siquiera eso está grabado en piedra. Algunos analistas creen que el alto funcionario noruego podría mantener el puesto hasta la cumbre de Washington, en abril de 2024, cuando se celebra el 75º aniversario de la organización.

Foto: El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. (Reuters/NTB Terje Bendiksby)

Sin embargo, muchos aliados —especialmente los de fuera de Europa— aspiraban a dejar el asunto resuelto en la próxima cumbre de Vilna (Lituania), prevista para el 12 y 13 de julio. La elección del secretario general se realiza por consenso entre los 31 socios y no parece que exista todavía. Así que los líderes podrían decidir darle una patada a la lata del relevo. "La sucesión de Stoltenberg no está decidida todavía y el proceso no está ni mucho menos cerrado", explican a El Confidencial fuentes de la OTAN.

El "proceso" es en realidad un trámite muy opaco con periodo de consultas y nominaciones informales, donde se analizan los potenciales candidatos mediante conversaciones bilaterales entre socios y debates dentro de las estructuras de la OTAN. Una vez claros los favoritos, llega el momento de la negociación, las cesiones y los compromisos, siempre tras bambalinas, hasta el consenso. Luego la decisión se refrenda en el Consejo Atlántico Norte (embajadores de la OTAN) por unanimidad.

"La posibilidad de que la decisión se retrase está sobre la mesa, pero no por Pedro Sánchez, que (la convocatoria electoral) ha sido inesperada para todo el mundo, sino porque no hay un favorito. Y la OTAN está dispuesta a demorar la decisión hasta encontrar el candidato adecuado", explica Camino Mortera, jefa de la oficina de Bruselas del Centre for European Reform. "En caso de que perdiera las elecciones, podría ser nominado más tarde, en septiembre. Sería una gran carambola, pero no es descabellado", agrega la analista.

Muchos nombres, ningún favorito

¿Por qué no hay un favorito? El cargo siempre ha tenido su importancia, pero desde hacía años estaba lejos de las prioridades para los gobiernos, más interesados en los organismos económicos. Pero ahora, el jefe de la OTAN ha ganado enteros en poder e influencia política y, hasta cierto punto, financiera. Hay múltiples factores en juego que hacen de esta elección un auténtico sudoku diplomático.

Foto: EC Diseño

El primero es que, en plena guerra de Ucrania, en plena ampliación y reorganización de la OTAN y con decisiones estratégicas a tomar que van a reverberar por décadas, muchos países aspiran a captar esa enorme esfera de influencia con un connacional a los mandos. La sucesión está muy competida y la lista de candidatos no solo es larga, sino que es de primer nivel. La segunda es que el nombre del próximo secretario general será un claro mensaje para Rusia y, creen algunos socios, podría incluso modificar el rumbo de la guerra. Y por último: en esta ocasión importa tanto lo que se quiere decir, como que se diga al unísono. Porque la primera y última tarea para el próximo secretario general será mantener unida la OTAN y prietas las filas.

Antes de la guerra, la idea de que había llegado el momento de elegir a la primera secretaria general estaba calando en los pasillos de la organización. También se hablaba de un cambio geográfico hacia el sur, ya que los tres últimos jefes de la Alianza eran del norte de Europa (Países Bajos, Dinamarca y Noruega). Con la invasión rusa de Ucrania, otros factores se han unido a la ecuación.

En el cuartel general de la OTAN en Bruselas, han estado circulando muchos nombres en los últimos meses. El de Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, y más recientemente el de Mette Frederiksen, primera ministra de Dinamarca, son de los más mencionados. También se ha hablado de la viceprimera ministra canadiense, Chrystia Freeland, así como el secretario de Defensa británico, Ben Wallace. Con menos peso, también han surgido los nombres de los presidentes de Rumanía, Klaus Iohannis, y de Eslovaquia, Zuzana Čaputová. Otros presentes en las quinielas ya han dicho no estar interesados en el puesto, como el primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, o el ex primer ministro italiano Mario Draghi. Alguna vez se habló del primer ministro portugués António Costa, pero su nombre no gana tracción. Incluso ha sonado con fuerza las últimas semanas la propia presidenta de la Comisión Europea y exministra de Defensa de Alemania, Ursula von der Leyen (aunque tiene mandato hasta el año que viene y podría buscar un segundo).

Foto: Leopard 2A4, de los Royal Canadian Dragoons. (Reuters/Fuerzas Armadas canadienses)
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Sin embargo, Estados Unidos no tiene mucho apetito por un halcón báltico, nórdico o del este que pueda provocar a Moscú o que quiera apresurar la entrada de Ucrania en la OTAN (un asunto que genera divisiones en la Alianza); pero ni Washington ni los países más radicales respecto a Rusia quieren a un francés, italiano o un alemán, cuya postura —quizá malentendida— se ha visto como suave o poco decidida ante Putin. La UE quiere que el puesto se quede en Europa, para contrarrestar la influencia anglosajona, y no se inclinaría por un británico. Además, prefieren que sea primer ministro, dado el peso del mandato. En el sur, cualquier candidato griego quedaría neutralizado por Turquía. Así que, en primera instancia, ninguno de estos favoritos encaja fácilmente en el complejo tapiz de intereses y preferencias.

La vía Sánchez

En esta aparente parálisis aparece de nuevo la vía Sánchez como forma desbloquear la sucesión. Pero los condicionales son muchos. Primero tiene que perder las elecciones, lo que a estas alturas está en veremos. Pero la campaña nacional no le impide poner a funcionar la máquina de lobby exterior, ya que todavía tiene en la agenda asumir la presidencia del Consejo de la Unión Europea el 1-2 de julio y participar en la cumbre de la OTAN en Lituania, 10 días después. Cualquier negociación debe ser discreta para evitar que se convierta en un torpedo en la línea de flotación de cualquier narrativa electoral de victoria (un presidente buscando una puerta giratoria meses antes de votar no da mucha confianza). Tampoco le conviene mandar el mensaje a sus socios de que la OTAN es el segundo plato para un líder derrotado.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y el primer ministro británico, Boris Johnson. (EFE/Chema Moya)

"No es necesario que las gestiones se hagan de forma pública antes de las elecciones, hay muchas formas de presentar candidaturas a estos puestos. Y si pierde, el mandatario podría tener hasta la salida de Stoltenberg en octubre, quizás unos meses más, para lograr el consenso", apunta Mortera.

Incluso si las derrotas y las fechas cuadran, todavía está la cuestión de si Sánchez lograría la unanimidad necesaria. En su haber, su buen perfil internacional (incluido un gran nivel de inglés), su buena sintonía con Von der Leyen, Biden, Scholz, Macron y otros mandatarios europeos y sus credenciales bélicas al día, incluyendo la acogida de nuevos destructores estadounidenses en Rota, el aumento del presupuesto en defensa y una retórica ucraniana en los decibelios adecuados.

Pese a que los aportes nacionales de armamento hayan sido modestos, el apoyo político ha sido sólido y el propio Sánchez viajó a Kiev para reunirse con Volodímir Zelenski en dos ocasiones, la más reciente en febrero para el aniversario de la invasión. Además, echó el resto en la preparación de la cumbre de la OTAN en Madrid en junio del año pasado y durante meses planchó la diplomacia militar con Estados Unidos antes de ir a pasar revista con Joe Biden en el Despacho Oval el mes pasado. Incluso buscó el liderazgo de la internacional socialista como forma de aumentar su visibilidad internacional.

"El camaleón Sánchez podría adaptarse muy bien a la OTAN", comenta una fuente que trabajó en altos cargos dentro de la organización. "Pero en España seguimos estando a la cola de la OTAN en gasto en defensa y a Sánchez le pueden pesar sus devaneos y alianzas no bien entendidas en Bruselas".

Foto: Feindef 2023. (Sergio Beleña)

En su debe, la coalición con Podemos —abiertamente antiotanistas— y lo polarizador de su figura en términos internos. De hecho, en el fragor electoral Sánchez se arriesga a quemar todos los puentes con un Alberto Núñez Feijóo que —en este escenario— sería presidente. Puede que aun así tenga una ventana de oportunidad si los populares, en plena formación de Gobierno, decidan no enzarzarse en boicotear la nominación de Sánchez (o incluso quieran tenderle su correspondiente puente de plata). Quizás más adelante en el tiempo, o para otros potenciales puestos más complicados en Europa, ya se encuentre con la oposición frontal del nuevo Ejecutivo.

"Hoy escuchaba a Sánchez comparando a Feijóo con Trump y Bolsonaro y no lo entiendo", comenta una fuente que trabaja de cerca con instituciones comunitarias. "¿Cómo vas a ser secretario general de la OTAN sin el apoyo de tu país? Si gana el PP, entendería que no que le quedaran ganas de apoyar a Sánchez y que incluso prefirieran antes a un socialista portugués".

El anuncio de elecciones generales anticipadas ha hecho crujir la agenda política, económica y social de España. También la geopolítica. La posibilidad de que Pedro Sánchez pierda la presidencia del Gobierno el próximo 23 de julio lo ha vuelto a poner en las quinielas para ocupar la secretaría general de la OTAN. La propia Alianza Atlántica también está en plena transición y tiene una cumbre clave dos semanas antes de las elecciones, de la que muchos socios esperaban salir con un nuevo líder que reemplace al noruego Jens Stoltenberg. En caso de catástrofe electoral, sabemos que a Sánchez le seduce la idea de liderar la organización aliada. Pero ¿podría?

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