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Un año de vértigo y cambio: Stoltenberg pilota la OTAN hacia un mundo distinto
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Un año de vértigo y cambio: Stoltenberg pilota la OTAN hacia un mundo distinto

El secretario general de la OTAN ha visto su mandato prorrogado un año más, un curso que va a estar marcado por la crisis y la revitalización de la Alianza Atlántica

Foto: Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, durante una reunión con los ministros de Defensa en Bruselas. (Reuters/Yves Herman)
Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, durante una reunión con los ministros de Defensa en Bruselas. (Reuters/Yves Herman)
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Cuando Jens Stoltenberg se convirtió en secretario general de la OTAN en 2014, su misión era poco ambiciosa: se trataba de mantener en funcionamiento una organización que venía languideciendo desde hacía algún tiempo y de la que tampoco se esperaban grandes cosas. La anexión de Crimea por parte de Rusia generaba nerviosismo, pero difícilmente podía pensarse entonces que el mismo hombre, ocho años después, estaría dirigiendo una Alianza Atlántica revitalizada y que se encamina a un nuevo mundo más peligroso e impredecible.

Stoltenberg vio renovado su cargo como secretario general en 2017 hasta 2020, porque los líderes entendían que nadie mejor que él sabía gestionar a un Donald Trump que amenazaba con destruir la Alianza, y de nuevo en 2019 decidieron extender su mandato hasta septiembre de 2022. Pocos días después de anunciar que sería el nuevo gobernador del banco central de Noruega cuando abandonara la OTAN, Rusia invadió Ucrania. Y, poco tiempo después, los líderes le encomendaron una nueva misión, una nueva prórroga en su mandato, que le convierte en uno de los secretarios generales con más años de servicio y en uno de los más relevantes de la historia del bloque.

Foto: El secretario general de la OTAN visita el aeropuerto militar de Bardufoss, en Noruega, durante maniobras de la Alianza. (Reuters/NTB/Annika Byrde)

La cumbre de Madrid debía ser la despedida de Stoltenberg, al que, en condiciones normales, ya solamente le quedarían unos meses en el cargo. Pero será el pistoletazo de salida para el que, en principio, debe ser su último año al frente de la Alianza, en el que debe dejar las líneas maestras de la OTAN del futuro, para lo que se apoyará en el concepto estratégico en que su equipo ha estado trabajando desde hace tiempo de forma estrecha con los socios y que debe quedar aprobado en la cumbre de esta semana.

Un árbitro justo

Una de las misiones más urgentes del noruego, más allá de la estrategia de cara al futuro de la OTAN, es intentar poner paz en la propia Alianza. Stoltenberg ha sobrevivido tantos años al frente de la organización, precisamente, porque sabe guardar la calma, porque ha demostrado ser un buen mediador entre socios con posturas muy distintas. Y esas son cualidades que va a necesitar de forma inmediata.

Lo primero es lograr que Turquía levante su veto sobre la entrada en la organización de Suecia y Finlandia, dos países históricamente neutrales que, tras la invasión rusa de Ucrania, habían estrechado todavía más sus relaciones con la OTAN y que, a mediados de mayo, dieron el paso de solicitar su ingreso. Sin embargo, Ankara está pidiendo cesiones por parte del Gobierno sueco en cuestiones relacionadas con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), considerado como un grupo terrorista en Turquía y también en toda la Unión Europea.

Foto: El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenber, en rueda de prensa. (EFE/Stephanie Lecocq)

Desde hace semanas, Stoltenberg media y organiza encuentros entre los negociadores de los dos países nórdicos y el enviado del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. De nuevo, el secretario general hace lo que mejor sabe hacer: mantener un equilibrio delicado, sabiendo que Suecia y Finlandia son dos socios cruciales, democracias sólidas que, a diferencia de Turquía, no van a usar los mecanismos de la OTAN para obtener concesiones por parte del resto de los miembros. Pero, al mismo tiempo, sabe que Ankara es uno de los principales músculos militares de una Alianza en que la inmensa mayoría de los miembros invierten mucho menos de lo necesario.

Pero esa inversión militar de Turquía tiene una razón clara: Ankara tiene una agenda amplia en el Mediterráneo Oriental, y está dispuesta a algunas aventuras que ponen nerviosos al resto de socios, como, por ejemplo, su incursión en el norte de Siria. Eso lleva, inevitablemente, a roces. Y este es otro de los retos de Stoltenberg, gestionar las cada vez más tensas relaciones entre Turquía y Grecia por las acusaciones de Ankara de que Atenas está militarizando el Egeo, y que llegan después de que a su vez el Gobierno griego venga denunciando una actitud cada vez más agresiva por parte de su vecino.

Una sacudida para la OTAN

Los últimos meses han sido una sacudida para la Alianza, que ha hecho que muchos socios se comprometan de forma real con el objetivo del 2% del PIB en gasto en defensa, que ha sacado a Alemania de muchas de sus posturas históricas de rechazo a una modernización de su Ejército y que ha dejado atrás las palabras de Emmanuel Macron, presidente francés, que en 2019 aseguró que la OTAN se encontraba en "muerte cerebral".

Ya nadie duda de que la Alianza se encuentra revitalizada, en plena ampliación y con un enorme despliegue en el este. La invasión de Ucrania ha convencido a muchos socios de la necesidad de estar listos para la defensa y ha hecho más compacto y unido al bloque de la OTAN. En poco se parece la Alianza de 2022 a la de 2014 o la de 2015, y el mundo en que tendrá que moverse tampoco tiene nada que ver con el de aquel momento. Todo el tablero se ha movido, y Stoltenberg sigue siendo el hombre de confianza de los líderes del bloque para resituar las piezas.

Foto: Ejercicios multinacionales con carros de combate en Letonia. (OTAN)

En el próximo año, Stoltenberg tiene que ir estableciendo la narrativa de una nueva relación con Rusia, marcada por la agresión y por una rivalidad que vuelve a estar en lo alto de la agenda de la Alianza. Al mismo tiempo, los Estados Unidos no han olvidado para nada cuál es su principal preocupación, que es China y el escenario del Indopacífico, y la OTAN ha ido incorporándolo en el radar de los mayores riesgos que se enfrentan.

Por último, la agresión rusa a Ucrania ha despejado cualquier duda sobre cuál es el principal actor en materia de seguridad en Europa y ha acabado con los espejismos de que una llamada 'Europa de la defensa' pueda ser una alternativa realista a la OTAN. No significa que la Unión haya abandonado la idea de desarrollar una política de defensa y seguridad común, pero la jerarquía de cuál debe ser la arquitectura ha quedado muy clara. Durante el próximo curso, Stoltenberg también tendrá que seguir estrechando los lazos entre la Alianza y la Unión, trabajando para que se generen sinergias y no solapamientos.

Cuando Jens Stoltenberg se convirtió en secretario general de la OTAN en 2014, su misión era poco ambiciosa: se trataba de mantener en funcionamiento una organización que venía languideciendo desde hacía algún tiempo y de la que tampoco se esperaban grandes cosas. La anexión de Crimea por parte de Rusia generaba nerviosismo, pero difícilmente podía pensarse entonces que el mismo hombre, ocho años después, estaría dirigiendo una Alianza Atlántica revitalizada y que se encamina a un nuevo mundo más peligroso e impredecible.

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