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Si Chuck Norris levantara la cabeza: por qué EEUU le quiere dar cazas F-16 a Vietnam
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Si Chuck Norris levantara la cabeza: por qué EEUU le quiere dar cazas F-16 a Vietnam

EEUU estaría interesado en transferir varios cazas F-16 a Vietnam, un país que el cine y la cultura pop grabaron en el imaginario colectivo como uno de los clásicos archienemigos de Washington. ¿Por qué?

Foto: Un F-16 del Ejército estadounidense en una base de Filipinas. (Getty/Ezra Acayan)
Un F-16 del Ejército estadounidense en una base de Filipinas. (Getty/Ezra Acayan)

La reciente gira del presidente de Estados Unidos por Vietnam dejó un titular especialmente llamativo para la defensa internacional: Washington estaría interesado en vender o transferir aviones de combate F-16 al país comunista. La operación tiene un doble trasfondo. El industrial, por el que EEUU lograría añadir un nuevo cliente para un caza de cuarta generación cuya producción no cesa. Y otro más simbólico, que marca las transformaciones geopolíticas en el Sudeste Asiático.

El 11 de septiembre de 2023, el presidente de Estados Unidos hizo una parada muy especial en su viaje a Vietnam. Joe Biden se acercó personalmente a la orilla del lago Trúc Bạch, donde se alza un monumento que recuerda el derribo del entonces capitán de corbeta John McCain durante la guerra de Vietnam. El Douglas A-4E Skyhawk que pilotaba el futuro senador y candidato republicano a la Casa Blanca fue derribado el 26 de octubre de 1967. McCain se eyectó del aparato y fue hecho prisionero, sufriendo hasta el fin de sus días las secuelas de varias fracturas y la falta de atención médica.

Como más de uno se encargó en señalar, el monumento que el presidente Biden visitó no era un homenaje al piloto derribado. Todo lo contrario. Sin embargo, había sido restaurado por iniciativa estadounidense. En la placa se había corregido una errata en el nombre de John McCain y, si antes se le mencionaba como un "bandido", ahora se hacía referencia a su rango militar en la Armada estadounidense. La resignificación del monumento no se había hecho simplemente para que el presidente Biden presentara sus respetos a un antiguo rival político y, sin embargo, amigo. Reflejaba también la trayectoria vital de John McCain.

Tras acabar la guerra y retirarse de la vida militar, McCain inició una carrera política gracias al aura de héroe que le proporcionaba haber sobrevivido a las duras condiciones de prisionero de guerra en Vietnam del Norte. Precisamente, formó parte del comité del Senado que analizaba temas de prisioneros de guerra y desaparecidos en combate. En ese entonces, las teorías de que Vietnam había ocultado la existencia de prisioneros olvidados después de la guerra bloqueó las relaciones entre Washington y Hanói, aparte de servir de premisa para un sinfín de películas protagonizadas por Chuck Norris y Sylvester Stallone cuyo argumento conocemos todos de memoria.

Cuando el ya senador John McCain impulsó la reconciliación entre Estados Unidos y Vietnam, su condición de prisionero de guerra le dio legitimidad para un movimiento arriesgado en un país donde la guerra había dejado graves heridas en la memoria histórica.

La reconciliación de los dos países fue posible, fundamentalmente, por el fin de la Guerra Fría. Al igual que China, Vietnam introdujo reformas económicas que dejaban atrás la rígida economía planificada para abrazar con un entusiasmo inaudito la economía de mercado. Según un estudio publicado por Pew Research en 2014 en decenas de países, los vietnamitas resultaron ser los que mostraban más acuerdo con la frase “la mayoría de la gente está mejor con una economía de mercado, incluso a pesar de que algunos son ricos y otros pobres”. Un 95%. Los vietnamitas también destacaban al asegurar casi al unísono que las próximas generaciones estarían económicamente mejor que sus padres (un 94%) y los terceros en que más recomendarían a los jóvenes quedarse en el país en vez de emigrar (88%).

Las reformas económicas vietnamitas y la reconciliación con Estados Unidos llevó, en 2001, a la entrada en vigor del primer acuerdo bilateral de comercio. Al acercamiento financiero le siguieron, años más tarde, gestos simbólicos y movimientos geoestratégicos. En marzo de 2018, el grupo aeronaval encabezado por el portaaviones nuclear USS Carl Vinson visitó Vietnam, la primera visita de este tipo desde el fin de la guerra. En junio de 2023 fue el turno del USS Ronald Reagan, que visitó el puerto de Da Nang. Precisamente en Da Nang desembarcaron los marines estadounidenses en marzo 1965, marcando el comienzo de la implicación abierta de Estados Unidos en la guerra.

Foto: Veteranos de EEUU. (EFE/Justin Lane)

En total, tres portaaviones estadounidense visitaron las antiguas costas enemigas en apenas cinco años. Algo que reflejaban no solo la buena sintonía entre los dos países, sino las preocupaciones compartidas por el auge de China en el siglo XXI y su creciente proyección naval.

Una anomalía histórica

El periodista estadounidense Robert D. Kaplan combina en sus libros la acumulación de bibliografía de los países a tratar, las entrevistas con personajes relevantes y observaciones naturales poniendo énfasis en una perspectiva histórica y geopolítica. En su libro El caldero de Asia (Asia's Cauldron: The South China Sea and the End of a Stable Pacific, 2015) trató de poner en perspectiva esta nueva era de buenas relaciones entre Estados Unidos y Vietnam. Concluyó que, en la visión a largo plazo, para los vietnamitas la guerra con los norteamericanos había sido una anomalía histórica. En aquella guerra, Vietnam del Norte había recibido ayuda militar de China para enfrentarse a Vietnam del Sur y su aliado estadounidense. La constante histórica, en cambio, había sido que Vietnam se enfrentara a China.

Foto: Henry Kissinger. (Getty/Corbis/Chris Farina)
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Apenas cuatro años después de la caída de Saigón, capital de Vietnam del Sur, un nuevo conflicto enfrentó a China y el Vietnam reunificado. Los choques fronterizos se prolongaron esporádicamente durante los años 80 y es posible encontrar en la prensa vietnamita referencias a 4.000 bajas en combate sufridas en enfrentamientos contra el país vecino entre 1984 y 1989.

La preocupación vietnamita ante el potencial de China es compartida por otros países del sudeste asiático. Es, además, el hilo conductor del libro de Kaplan, que retrata cómo cada país bañado por el mar de la China Meridional ha trazado una estrategia de confrontación o ambigüedad calculada frente a las ambiciones chinas de soberanía sobre una serie de islas y arrecifes dentro de la conocida como "línea de los nueve puntos".

Foto: (Foto: Corbis)

El más famoso de esos territorios es el archipiélago de las islas Spratly, que supuestamente alberga hidrocarburos. Allí China ha lanzado un proceso de ampliación de la superficie de los islotes mediante estructuras artificiales o vertido de arena para construir bases permanentes, además de hostigar a países vecinos con sus milicias navales. Si Rusia invadió la Crimea ucraniana en 2014 mediante tropas sin identificación (los llamados como “hombrecillos verdes”), China vigila y acosa a las flotas de otros países mediante los "hombrecillos azules" de su milicia naval. Las confrontaciones marítimas siempre permanecen bajo el umbral del conflicto armado abierto para permanecer en una zona gris intermedia en la que China se mantiene muy cómoda.

El comienzo de una bonita amistad

La estrategia de Vietnam de buscar una buena relación con Estados Unidos es evidente. Y aquí entra en juego la diplomacia militar. Hanói lleva tiempo impulsando una política de diversificación de proveedores de sus Fuerzas Armadas, lo que ha dado lugar a una combinación curiosa. Así, la punta de lanza de su armada son cuatro fragatas Gepard y seis submarinos clase Kilo, ambos procedentes de Rusia y capacitados para disparar misiles de crucero. Las unidades de defensa costera están dotadas de varios sistemas de misiles antibuque de lanzamiento terrestre, también de origen ruso, pero son complementados con el sistema de cohetes de artillería Extra, procedente de Israel. Un país, por cierto, cuya industria de defensa israelí también ha exportado a Vietnam su sistema de misiles antiaéreo Sypder.

Los aviones de vigilancia marítima vietnamitas tienen un origen diverso y llamativo. Tres pequeños bimotores Twin Otter de origen canadiense para la Marina de guerra vietnamita, mientras que la guardia costera adquirió tres aviones Casa 212, construidos en España. Para completar este heterogéneo puzle, Vietnam ha recibido de sus nuevas alianzas dos patrulleros de altura de segunda mano de la Guardia Costera de Estados Unidos, seis patrulleros de altura encargados, dos corbetas de la misma clase que Corea del Sur donó a Filipinas y una corbeta donada por India.

Mantener operativos esta amalgama de equipos va a suponer todo un desafío y es de esperar que el Gobierno vietnamita analice una política de adquisiciones más racional que simplifique las cadenas logísticas y trate de generar economías de escalas. Pero la mayoría de las donaciones tienen una enorme carga política y reflejan el sentimiento compartido de preocupación ante la agresividad china en el mar de la China Meridional.

La posible venta de aviones F-16 de Estados Unidos a Vietnam no sería, por tanto, algo que desentonara con la diversidad de proveedores —que en sí mismos forman parte de la política del país asiático para garantizar su autonomía estratégica—. Pero reflejaría también otra consecuencia inesperada más de la guerra de Ucrania. Los clientes habituales de la industria de defensa rusa han dejado de fiarse de un proveedor volcado en alimentar su maquinaria de guerra y con problemas para satisfacer a sus clientes habituales por los cortes en las cadenas logísticas de componentes occidentales y las sanciones. Los F-16 podrían ser solo el comienzo de otros muchos contratos para la industria estadounidense.

La reciente gira del presidente de Estados Unidos por Vietnam dejó un titular especialmente llamativo para la defensa internacional: Washington estaría interesado en vender o transferir aviones de combate F-16 al país comunista. La operación tiene un doble trasfondo. El industrial, por el que EEUU lograría añadir un nuevo cliente para un caza de cuarta generación cuya producción no cesa. Y otro más simbólico, que marca las transformaciones geopolíticas en el Sudeste Asiático.

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